Y lo siento si tengo el corazón cerrado, si soy de alma gélida.
Lo siento si no siento tanto como antes, si no lo expreso. Si me encierro en mí misma.
Pero es que vivo con cristales en los ojos, con temblores en mi cuerpo y miedo en mi alma.
Y lo siento si tengo el corazón cerrado, si soy de alma gélida.
Lo siento si no siento tanto como antes, si no lo expreso. Si me encierro en mí misma.
Pero es que vivo con cristales en los ojos, con temblores en mi cuerpo y miedo en mi alma.
Estoy aquí, suicidándome en vida. Arrasando por la cuerda floja, cayendo de cabeza por el precipicio.
No sé si estoy siendo yo, si realmente es lo que quiero.
Muero.
Necesito un nuevo principio. Tirarme por el acantilado y salir a volar.
Quiero despegar, pero siempre que lo intento, me estrello, una y otra vez sin parar.
Tengo las alas rotas, ahora están arrancadas, desgarradas. ¿Volverán a reconstruirse? Después de romperme tanto, después de autodestruirme.
Corazón quebrantado soy, como una vagabunda andando por las calles de la sin razón. Estoy desfasada, apartada del mundo terrenal. Estoy en pleno mundo mortal.
Paulatinamente mi corazón vuelve. Está lejos, regresa des del Norte de Antártida, congelado pero ya cicatrizado. Y poco a poco se introduce en mi ser desde un suspiro por la boca, uno largo y pesado. Va bajando, podrido y marchitado, hasta colocarse en su lugar. No bombardea, está inerte. Aun así lo intenta, un latido cada cien quilómetros pensados. Pero entonces hay un milagro, su beso, que me alcanza por sorpresa haciendo florecerle una flor, muy pequeña pero con un sentir profundo.
Ya no estoy muerta, he renacido otra vez.
Lo estoy intentando, eso, de no ser tan rota de corazón. Y creo que lo conseguiré; ser fuego de alma.
Quiero salir a la calle y flotar como la luna, por un recuerdo bonito, por tu sonrisa o por habernos besado. Lo estoy haciendo ¿eso se llama volar? Yo vuelo interiormente, y cuando te miro se me para el tiempo. ¿Es muy temprano para decir que me estoy enamorando? ¿Y por qué no? Otra vez, caer en la telaraña del amor. Las entrañas de mi dolor se van yendo y, yo, comienzo a explorar tu universo lleno de caos, como el mío. Y soy feliz, por un instante infinito, lo soy.
Gracias por hacerme sonreír.
Qué manía con eso de decir «a ver cuando follas» a alguien virgen. La verdad es que hay que sentirlo y para sentirlo, hay que vivirlo.
Ellos no entienden lo que es besarse bajo la luna en una noche otoñal. No entienden lo que es sonreírse como bobos al mirarse, ni tampoco que las mariposas empiecen a florecer en un estómago que, anteriormente, estaba podrido. Que no entendéis lo que es mirarle y sentirse volar. Ni besarle, ni que me bese y sentirse estrella polar.
Sus ojos hicieron florecer mi alma porque me miraban tiernamente, con una sonrisa que bailaba al compás de nuestros corazones latir. Nacieron las cenizas de mi fuego marchitado, surgió el avivamiento de la llama. Porque él me miraba, me miraba. Y no sé cómo sucedió; dejé el vaso lleno de bebida en un muro porque me dijo de ir a pasear por las calles de aquella ciudad. Noche mágica, porque me besó. El chico de ojos verdes y chupa negra, me besó. Y volé, interiormente. Y mis alas empezaron a sanar. Y fue un beso delicado, lleno de pasión y amor. Amor, aquello que nunca me habían dado durante un tiempo que pareció eterno. Y seguimos andando hasta alejarnos de nuestros amigos llegando a la profundidad de la oscuridad. Luego, cambiamos de dirección, volviendo por donde habíamos bailado, agarrados de la mano. Y continuamos. Y nos volvimos a besar en medio de la calle La Rasa. Y fue espectacular. Cuando regresamos con nuestros amigos, habían desaparecido pues se movieron de sitio.
Nos confesamos las realidades más oscuras y aun así, no detuvimos nuestra truega.
Fue una noche distinta, fue una noche donde la luna nos envidió, pues brillamos más nosotros que ella.
Entré en aquel cuchitril, ni recuerdo si te saludé o pasé de largo. Lo que sí sentí es como me miraste, como te miré -con aquella mirada dura, de chica con el corazón roto-. Como nos miramos. Te me acercabas a momentos y yo temblaba, siendo hueso de corazón, cristal de alma. Y venías, y te ibas. Y yo me paseaba y a veces desaparecía, pero presente te tenía. Hubo un instante en que me vine arriba -euforia esparcida por mis venas- y bailé. Y tú me observabas atentamente. Te sonreí, me eché a reír. Me seguiste el juego, y yo a ti. Pequeños instantes en que intentaste mover tu cuerpo con el mío, al mismo compás. Me detuve. Aquello no estaba en mis planes. Me desconcertaste. Hasta que salimos a la calle. Allí saqué de mi bolsillo una piruleta roja que la comencé a comer justo cuando me la quitaste. Qué audaz, todo tú un disfraz -personaje-. Quien me dijo frases cliché, entre todas, «Tú y yo juntos, mi princesa». ¿Cómo te atreviste? Irracional maleducado, fuiste muy inadecuado. Y seguiste. Y me cogías de las manos y la cintura, me mirabas e imitabas mi dureza, mi franqueza. Y es que aquella noche volé justo cuando me besaste en un bus donde nos saltamos las normas, colándonos. Me agarraste desprevenida, no sin antes haberme dicho que querías irte a algún lugar conmigo. Y luego el beso, reinando por toda la noche. Quizás, en un tal vez lejano lo haremos. Aun no. Demasiado pronto. Porque hay noches perfectas y, otras no tanto, pero aquella fue espectacular. Un mar de dudas, ¿qué será de ti? ¿Y de mí? ¿Habrá más, o no?
Y luego de mis pensamientos borrosos, me llevaste a un portal y me besaste como un descarado. Amargado que no pudo saciar su sed. Fracasaste como hombre, triunfaste como lobo. Que sepas que no me he enamorado de ti, y que no lo pienso hacer jamás, porque sé y siento que aquello tuvo principio y fin en el mismo lugar.
Por aquella primera mirada,
dura y fría.
Por mi bordería.
Por aquellas sensaciones sentidas,
por las fantasías ilusas.
Por él, por mí.
Por su poco arte con la poesía,
por sus palabras llenas de hechicería.
Por los paseos dados en la última noche de Octubre,
por sus dedos rozando los míos.
Por su primer beso conmigo en un bus,
aquel donde nos colamos, siendo malos.
Por su rollo de verano,
por mi aventura con él, rompiendo la regla del amor.
Por la húmedad de nuestros corazones, y la oscuridad.
Por su borrachera y locura,
por su desfachatez y poca cordura.
Por ser un mentecato,
por tirarme de cabeza por el acantilado y aterrizar de pie.
Por ser yo misma,
por sentirme
y por despegar a volar.
El viento encolerizado mueve mis entrañas, haciéndolas desvanecer. Matándolas.
No son, están inertes. Como las margaritas que se escapan del astro solar y van hacia la oscuridad.
Como yo. Me alejo de todo ser divino.
No quiero luz, quiero sombra;
y encontrarme entre mis pliegues de pieles, mis cicatrices y mis rasguños. Mis agujeros llenos de pena y tristeza.
Quiero encontrarme, otra vez. Y perderme entre el aire, meterme y volar con sus corrientes. Subir a la cima y pegarme un tiro en el corazón, dejarlo ahuecado y matar mi pensamiento de una caída por el acantilado.
Nostalgia agria recorre por mis venas. Es como aquel vino de color violeta tan amargo repiqueteando, encolerizado, contra mi corazón melancólico, alcoholizado y desgarrado. Porque la locura de mi alma sale a la noche endulzada y encantada. Ya no hay amor, se desvaneció. Desapareció. Sólo reina el dolor, el pudor y el color negro, medio estrellado, iluminado por algunas luciérnagas, la mayoría apagadas.
La sangre estalla, creando infinidad de coágulos. Está danzando, bailando al compás de los cristales rotos que brotan de mis ojos. Chocan contra el suelo, y se rompen cada vez más, en diminutas partes. Particulas de desamor volando por el espacio.
Tenía los ojos oscuros,
y la piel muy blanca.
Era hielo de corazón,
y vocabulario mal hablado.
Era herida,
cicatriz,
recuerdo
y pasado.
Ya no tengo alas, están cicatrizadas, desintegradas, desabrochadas de mi ser.
Enterradas.
Ya no puedo volar, no hay océano en mi alma. Sequedad en mis huesos.
No hay horizonte en mi cielo, ni estrellas en mis ojos.
Un grito que se queda atragantado en mi esófago, un salto fallido.
Un intento,
un Te quiero atascado.
Un volando que desciende.
Me quedan las manos y un par de pasos, los temblores y miedo.
Porque estoy perdiendo, agarrándome al acantilado del precipicio.
Me estoy suicidando en vida sin llegar a ser muerte. Soy inmortal.
ahí donde estás.
Gírate y vete,
regresa a tu hogar.
Ya no te quiero aquí,
vete.
De mi vida,
de mi cuerpo,
de mi mente.
Y no vuelvas jamás.
Mis letras no se apagarán,
resurgirán entre las cenizas
y se incendiará un infierno
-el de mi interior-.
Cuerpo,
huesos,
corazón,
alma,
estrellas
y flor machacada
pero no marchitada.
Ojalá -estoy delirando-,
ojalá no seas como los otros.
No quiero la distinción,
quiero la imperfección
y la esencia.
Un motor, tu corazón,
que te acerque a mí sin querer.
Y me busque queriendo,
y me encuentre.
Y me quiera,
y que me lo repita una y otra vez.
Porque no me han querido nada,
y no me lo podré creer.
Será irreal.
Demasiado surrealista.
Buenos días;
Sé que no estamos a lunes pero yo os informo igualmente porque puedo y quiero.
«Rompiéndose a pedazos» en Wattpad: https://my.w.tt/g4HiLe1WvR
Siento que es una historia que os gustará porque son pequeñas historias cortas y rápidas de leer.
Así que, ¿a qué esperáis?
Me ves pero no escuchas como chocan los cristales de mi corazón cuando me muevo; en un andar, en un baile, en un gritar o en un hablar.
Rota soy, rota voy.
Me observas pero no contemplas, no aprecias, como se mueven mis huesos, el ruido que hacen, como repiquetean contra el suelo. Se han caído en un vuelo, en un intento de abrir las alas.
Rotas son, rotas van.
Estoy débil, soy frágil.
Un soplo, un silbido en un silencio que se hace eterno. Y susurro, nadie me escucha. Sólo me ven, algunos observan pero no sienten mi alma perforada. No la pueden localizar, normal, ya no está.
Paulatinamente me voy deshaciendo de lo que sentía tiempo atrás, pues ya no estás. Y me deshago por completo del sentimiento de sentir.
Estoy inerte.
Lo siento, compañero, no puedo sacarte de mi mente. Te vi, y te clavaste de repente, como quien no se da cuenta de que está empezando a sentir algo. Aquello indescriptible, indescifrable.
No sé cómo eres, ni te conozco.
Sólo podría describir tu físico, es lo único que no desconozco. Aun así, no lo haré pues saldrías mal herido y yo también. Porque todo saldría del revés.
Debes saber que cuando me enamoro, no soy consciente de ello, y cuando estoy en pleno auje, me encapricho hasta obsesionarme y arrancar la cordura de mí misma, volviéndome loca. Además, soy una pecadora, no por infiel, sino por ser perdedora en todos los sentidos y ámbitos de la vida, concretamente el amor. Porque soy reina del dolor y del desamor.
Era un día lluvioso, húmedo y fresco, aunque no demasiado. El suelo estaba mojado -un puzzle de charcos- las hojas de los árboles se movían al compás del aire que iba y venía, sutilmente, y se entre veían rendijas en el cielo, medio gris, medio azul celeste.
Salí y me dirigí hacia la estación, preguntándome a cada paso qué sería de él. Hasta que le vi, de espaldas, y lo reconocí.
En aquel momento sólo podía pensar si me perseguiría, si seguiría mis huellas y si las alcanzaría. Si sentiría latir su corazón al compás del mío, si sería comprendida y si había una pequeña posibilidad de que me leíera, y no el cuerpo sino el alma.
Fruncí el ceño y bajé la cabeza enfocando mis ojos en el suelo hecho de cemento, supe, por un instante eterno, que sería imposible. Ya nadie podría volver a ser conmigo. Había perdido la capacidad de querer, de ser vida con alguien. De sentir.
Seguí mi rumbo, aparentemente despreocupada, internamente acongojada. ¿Qué sería de mí? Me pregunté una y otra vez. No lo sabía. Lo único que sabía era que mi corazón se había cerrado con un candado donde la llave no se hallaba en ninguna parte.
¿Sería alguien capaz de volvérmelo a abrir?
Estoy asustada, y soy una melancólica. No tengo locura, y estoy borracha. Es como tener una mala racha; la mía empezará cuando esté sana completamente, sin ser de mente, demente.
Porque a cada día que pasa, menos inspiración y más cordura. Quiero tener pocas luces, moverme por instintos y follarme cada risa.
Soy ira, arranco las pieles -palabras- de mis cicatrices. Las saco con las garras.
Enfadada.
Ese momento, justo cuando eres el color blanco. Cuando existes pero no estás, cuando el pensamiento se te va y las palabras danzan caóticas.
Ya no eres, o mejor dicho, eres aun más;
más persona,
más vida,
más alma,
más instinto,
más ser.
Más.
Soy de esas chicas que cuando se pone nerviosa, se muerde el labio inferior. Que le late el corazón a tres mil por cualquier pequeño acontecimiento, y el sudor le empieza a palpar la piel.
Soy de las que se levanta dos horas antes para llegar a tiempo a los lugares, de las que camina como si tuviera prisa y mira el reloj sin mirar la hora.
De las que se queda en pie mirando un infinito y se le nublan las pestañas.
Soy de las que llora por todo, de las que calla o sonríe como una boba por la calle por una historia imaginada.
Soy, de las que se apresura por todo y siempre lo hace a último momento.
De las que escribe a escondidas, siempre metida en casa o en caulquier cafetería.
Soy de las que perciben miradas y sienten almas.
A veces te veo, a veces no.
Siempre estás, aunque nunca presente; en mi mente.
Eres, yo ya no.
Lo único que sé es que te gusta escribir, como a mí. Me gustaría leerte, los ojos. Descífrarte la mirada y cantar al mismo compás que tus labios. Aun no te he visto sonreír, pero seguro que es una sonrisa follable. Como todo tú.
Follarte en letras,
versarte prosa,
leerte poesía.
Tocarte,
sentirte,
mirarte y,
besarte.
Intentos de escribir un texto bueno, mejor dicho, decente. Que tenga esencia, el ser. Que exista por sí mismo. Pero como ya no soy, es decir, que ya no siento, pues no me pierdo y no tecleo letras en estos tiempos. No puedo, porque no me nace escribir canciones de letras, y aun así, hago metáforas.
No soy mariposa, soy gusano; aun aguanto, estoy madurando.
De hecho, quiero escribir poesía, tirarme en una vía y renacer en otro día.
Y, hay veces, en los que los textos largos no son los mejores, pero es que los míos son los peores.
Estoy bloqueada, no me salen las palabras. Y no en el habla, sino en la escritura.
Porque empieza la muerte, la mía. Justo cuando sale el sol, a mí se me nubla el corazón. Ser sin razón. Descuidarse y lamentarse.
¿Qué se es cuando no hay ser en tu interior?
Seré persona,
seré vida,
seré amor u odio.
Seré un objeto,
o subjetiva.
Seré una canción,
una risa.
Lo que no sé es si estoy viva o muerta.
Y empiezo,
y no puedo terminar.
Siempre es el mismo comienzo,
no puedo parar de caminar.
Me encierro,
me pierdo
y muero;
muerdo.
Soy un bocado,
un huracán,
una bomba explosiva.
Soy caótica,
desprendo caos.
De luto,
es cuando tu alma se ennegrece,
cuando todas las rosas de tu corazón se marchitan.
Cuando la sangre de tus venas se paraliza,
cuando las calles se nublan de neblina espesa y el cielo se cierra.
Cuando empieza la noche sin intención de terminar, cuando las estrellas fugaces caen.
Y cuando suena aquella canción que me recuerda a ti.
De luto voy, por tu culpa.
Siempre me quedo atrás, en el pasado, pensando en el futuro. Porque estamos en Octubre y aun siento las olas galopando en mis dedos. Olfateo la sal, se me pega en mis cabellos castaños y mi risa estalla sin prisa. Por aquellos tiempos tenía el alma rota pero libre. Y sentía mi corazón partido latir por trozos. Latía. Que bonita sensación y extraña. Te quería tanto… -para el chico que no supo valorarme lo suficiente-. Te quise. Ya no te quiero. Fugaz fue y tengo una fortaleza dentro de mi pecho; fuerza.
Caéte ante mí, criatura.
Rómpete,
mátate.
Cogeré mi mejor sonrisa,
saldré ahí fuera
a romper corazones.
A romperme,
a reanudarme
y quererme.
No iré con tacones,
luciré de negra,
de luto me vestiré.
Pisaré fuerte, arrancaré almas.
Te desgarraré.
No sabes lo que es romperse de golpe y,
luego, a pedazos.
Ni que tu corazón estalle, no a risas, sino a llantos. Y que tu cuerpo se desintegre, se marchite al compás lento.
No sabes lo que es ir muriendo en vida, no sabes lo que es vivir con los ojos abiertos, percibiendo cada sensación, sin sentir latir tu corazón.
Y se crea un caparazón alrededor tuyo.
Y empieza el miedo, el no saber, la indecisión, la inseguridad y la sonrisa falsa.
Comienza el yo y sólo yo y, que a los demás, los zurzan. Que te preocupas por ti misma, creándote una pared indestructible e interminable alrededor de tu ser.
Ya nadie puede volver a ser contigo, -ya nadie podrá volver a ser conmigo-.
Quiero disfrutar del tiempo,
no quiero que me mate;
por soledad,
desamor o,
simplemente,
aburrimiento.
Quiero ser yo,
una imágen inédita,
un borrador,
o una fotografía de color sepia.
Porque no soy cualquiera,
soy aquella chica aburrida,
de sonrisa enternecida
y corazón caótico.
Que tengo el coraje por las nubes,
y la autoestima por los árboles.
Y soy feliz, y lo intento y lo consigo.
Siempre salgo de casa con los auriculares puestos, y un poco de prisa.
Y no tengo tiempo a pensar, sólo a caminar rápidamente. Porque me pienso que no llego y, cuando entro a la estación y miro el panel, aun quedan dos minutos por delante. No me da tiempo a sentarme, me quedo de pie.
Y espero, y llega, y pico, y se abren las puertas y entro.
Entonces observo a la gente, pero nunca escribo de ella cuando la tengo en frente. Me da vergüenza que me lean mientras estoy en mi fase de inspiración.
Mis días, estos, son en los que estoy más cuerda. Y no me gusta, quiero locura y caos. Estallar en una risa, luego llorar por un amor no correspondido y correrme en una ilusión.