RESEÑAS

  • Las olas, Virginia Woolf

    Las olas (1931) de Virginia Woolf (1882-1941) es un paseo por la vida desde que somos pequeños hasta que envejecemos. Ese transcurso es narrado desde seis perspectivas que son los siete personajes: Jinny, Louis, Susan, Bernard, Neville, Rhoda y Percival, que este último aparece indirectamente. Los primeros seis narran sus experiencias y sensaciones mediante el recurso narratológico del diálogo, que parecen ser monólogos interiores. ¿Lo son realmente o son pura coincidencia?

    Inician, los protagonistas, una nueva etapa escolar, un sitio religioso donde abunda la añoranza y la tristeza y donde son uno más entre la gran multitud. Después de la misa, salen al aire libre y se echan en el césped. Cada personaje dialoga en voz alta con su pensamiento y, con ello, desde esos diálogos individuales del «yo», se va narrando la trama de la novela. La mayoría de ellos detestan la escuela o sueñan con estar en otro lugar o ser otra persona.

    Bernard es muy distraído y siempre llega «demasiado tarde». A Neville le gustaría ser otra persona, es decir, tener más actitud y cualidades positivas, aunque tiene el don de ser muy creativo, un artista. Se compara mucho con Percival a quien le tiene envidia. Louis es un excelente estudiante, el mejor, aunque cuando llega la noche se siente solo y se marcha a otro espacio a ser libre y a estar en paz. Tanto Susan como Jinny y Rhoda desean que termine la escuela para poder regresar a sus respectivas casas y así poder respirar y ser libres, entre otras sensaciones abstractas. A posteriori de la etapa escolar, cada uno de ellos viaja hacia Londres.

    Es una novela circular porque empieza con una escena romántica, donde Jinny besa a Louis y, al mismo tiempo, es dramática, por parte de otro personaje, Susan, quien se rompe por dentro, sintiéndose una desgraciada, llena de soledad. De la misma forma culmina la novela, pues Bernard, el que cuenta la historia final, explica cómo Louis se encuentra solitario dentro de su individualidad, más un sentimiento melancólico, rememorando el pasado, de lo que fue y de lo que pudo haber sido, y como ya todo está hecho. Los días que restan están contados, ya que es el final de la vida. Concluye, entonces Bernard, con una metáfora de la existencia vital, la muerte, que es a donde todos nos dirigimos. Y es interesante como los cada «yo» que parecían estar separados, divididos, se unen y, en vez de ser varias facetas, terminan siendo sólo una. Por tanto, en el tramo final es cuando el ser humano se abre ante esa incógnita, donde se ilumina y, finalmente, se resuelve y se ve transparente, porque el reflejo y el espejo son el mismo. Por fin uno es capaz de comprender el sentido de la muerte que, al fin y al cabo, es esa simple, y a la vez, complicada vida.

    Ese descubrimiento transcurre por varias fases que van desde la niñez hasta la vejez, donde nos cuestionamos distintas preguntas. Qué significa ser poeta; de qué manera uno se define como «poeta»; quiénes somos realmente: una faceta o varias de un mismo «yo»; en qué consiste amarse a una misma, en priorizarse, en saber elegir, en poner límites…; qué somos, de qué estamos hechos; hacia dónde vamos exactamente; en qué consiste el matrimonio, y quién es cada uno cuando se casa, en qué se transforma; y qué es, entonces, el amor, de qué forma amamos al otro y de qué maneras, y un largo etcétera.

    En definitiva, no somos nada y nunca hemos ido hacia ningún lado, porque solo vamos hacia la muerte convirtiéndonos en la nada. Por tanto, en la vejez lo único que queda es recapitular, recordar el pasado y tener una acumulación de cosas, sensaciones y emociones ya pasadas, que no están en su auge. Así pues, la muerte es el enemigo, y siempre lo será, del ser humano, que siempre acaba llegando y arrasando con todo, llevándose la vida.

  • Jane Eyre, Charlotte Brontë

    Charlotte Brontë (1816-1855) fue una novelista inglesa, quien narra la biografía de Jane Eyre (1847), uno de sus obras más populares del siglo XIX, durante la época del Romanticismo. Una novela constituida por treinta y ocho capítulos donde la autora describe, básicamente, la vida de Jane Eyre: desde su infancia hasta su adultez.

    La obra parte de una niña huérfana, quien fue criada en casa de su tía, la señora Reed, donde vive encarcelada, ya que la encierran en una habitación donde solo abunda la soledad y el desamor, pues ha sido tan despreciada que se ahoga en su propia tristeza. Al cabo de un tiempo, su tía la lleva a un orfanato: Lowood. Cuando cumple su mayoría de edad, decide ser dueña de su propia vida, así que va en busca de un nuevo trabajo, quien acaba ejerciendo de profesora en Thornfield Hall, lugar donde acontecen varias problemáticas, entre ellas, en qué consiste el acto de enamorarse desde su inicio hasta su auge y, también, el después. Así, los temas a destacar son el amor idílico, el enamoramiento a conjunto con el dolor interno, la supervivencia y la perseverancia. Y también el esfuerzo continuo, porque durante una crisis de la protagonista por causas tanto internas como externas, decide marcharse de la mansión y es el momento en que se inicia su declive emocional y su deterioramiento físico, pues debe ir sobreviviendo hasta el final de la historia, donde se abre el desenlace: varios acontecimientos desgarradores y, a posteriori, alentadores.

    En resumen, es una narración muy triste y desoladora y, a la vez, nos muestra cómo el amor es bonito y doloroso al mismo tiempo, pero que, a pesar de ello, el amor correspondido todo lo puede, porque, en determinados instantes, salva, da un chispazo de aliento al alma.

  • Colaterales, Óscar Preciado

    Colaterales de Óscar Preciado (1996), su tercer poemario, es considerado, básicamente, una metáfora, es decir, el escritor personifica o compara un sentimiento, el enamoramiento, con un almendro, y sus ramificaciones son los sentimientos que van creciendo de la metáfora inicial y, por ende, son todas las sensaciones, que van de principio a fin, de las raíces hasta las ramas. A medida que avanza el poemario, el almendro va creciendo hasta morir, hasta caducar y, así, paralelamente con las emociones.

    El poemario se divide en cinco fases en relación con el enamoramiento y todas sus facetas desde un inicio hasta su fin.

    El «Tacto» es la primera etapa y es cómo brota este sentimiento hacia otra persona, que consiste en que dos seres queridos, pueden llegar a unirse sin incluso llegar a tocarse, sino sintiéndose mutuamente desde la distancia y a través de la imaginación.

    En «Transfusiones» los breves textos son los rituales propios, únicos y mútuos del amor, es decir, aquel secreto que guardan dos personas en el acto de enamorarse. Se podría definir como los preámbulos, el antes de caer en el sentimiento ardiente.

    «Perspicacia», la tercera etapa, es el enamoramiento en pleno auge y, además, el posteriori, pues la soledad va apareciendo sin querer, porque el yo-poético va sintiendo nostalgia sobre lo que pudo ser y no está siendo o se queda a medias. Entonces, es un durante con el sabor agridulce de la desesperanza, ya que uno sabe que la conexión con el otro ser va a acabar.

    En la penúltima etapa, la de «Intersección» es el después de haber tenido una relación sentimental, espiritual y sexual con otro ser. Por tanto, es el desencanto, el desenamormiento, al desilusión… donde abundan el olvido y la soledad y, cómo no, el acto de rememorar el pasado, lo que fue, el recordar desde el corazón.

    Y, en «Incertidumbre», ya la última etapa, abunda el recuerdo y, con este, el olvido, o el intento de ir olvidando, pues va habitando un vacío existencial. Así, aparecen todas las dudas y, sobre todo, el dolor y, finalmente, la aparición de la «obsolescencia», tal como dice en el último poema (Preciado, 2023, p. 119), pues es la caducidad de los sentimientos de entreambos, que han termiando llegando a su fin, ya que se desconectan por equis razones ya sean conocidas o desconocidas y, en definitiva, mueren.

    Concluyendo, Colaterales es una expresión poética que transmite sentimientos de forma paralela, es decir la evolución desde cuando el poeta se enamora hasta la desilusión y, finalmente, el momento en que él acaba en una soledad muy palpable, recordando el pasado y comprendiendo que el sentimiento se ha cortado para siempre, marchitándose, ya que uno de los dos seres enamorados ya no siente hacia el otro, al igual que un almendro. Y, para ello, utiliza un léxico preciso, muy íntimo, es decir, el escritor usa términos adecuándolos a cada verso, en relación con el otro ser, ya que mutuamente comparten un lenguaje propio y particular de ambos.

  • Cien sonetos de amor, Pablo Neruda

    Cien sonetos de amor de Pablo Neruda, su seudónimo, porque su nombre legal es Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Bassoalto (1904 – 1973), fue un poeta y político chileno. Entre sus obras, cabe destacar los cien poemas que escribió para su «bienamada»: Matilde Urrutia.

    El poemario se divide en cuatro fases: mañana, mediodía, tarde y noche. Para empezar, en la primera etapa, el escritor describe a su querida comparándola con la naturaleza, incluso personificándola, mientras va recordando, en pasado, lo que fueron ambos. Así pues, interpretamos que el yo-poético sufre por un amor inexistente, pues ya no está, ya sucedió, porque todo a su alrededor, y en su interior, se vuelve gris como un «traje de invierno». Por tanto, solo le queda rememorar anhelando a su amada en quien encontró su «territorio de besos y volcanes.» Incluso después de la muerte, ella seguirá siendo eterna, pues sin saber el cómo, ni el cuándo ni tampoco el dónde, simplemente siente que la ama, y ya.

    En la segunda etapa, él narra cómo el amor de ambos es algo inmenso que se quedará por el recuerdo sin un fin. Además, continúa personificando a Matilde con elementos de la naturaleza y utilizando conceptos y términos de forma exagerada, es decir, hiperbólicament. Y, en cuanto ella se marcha, todo se vuelve frío y oscuro como el invierno, pues su amor es tan grandioso que él le pide, y desea, que el amor que ella da lo siga dando para que el poeta lo continúe recibiendo. Incluso utiliza la contraposición entre el sol y la alegría versus la oscuridad y el silencio y nos va explicando que, con el tiempo, las desgracias se pasarán, irán sanando y se marcharán. Según Neruda, lo único que debería dividir a los hombres es «sino el sol o la noche, la luna o las espigas.» Cabe recalcar cómo la describe, pues ella es «total y breve» ya que «de todas eres una», narra el poeta. En definitiva, nos dice que «así contigo voy recorriendo y amando un ancho Mississipi de estuario femenino», es decir, que así va apreciando y queriendo su desembocadura del río, entiéndase como su sexualidad. Y, por ende, tal como escribe «Dos amantes dichosos (…)» son aquellos en que dos personas que se aman con júbilo, con felicidad, ya que nunca podrá fallecer ni desvanecerse su forma de querer entreambos.

    En la tercera etapa, nos narra que aún así amándose con intensidad, los dolores no van a irse, ya que siempre estarán presentes y latentes, aunque el poeta decide brindarle a su amada un amor bonito, sano y leal para que ella vaya floreciendo. Desde la sombra y la oscuridad, todavía así resurge de allí y la sigue amando en lo más profundo e inmenso de su ser. Con todas sus consecuencias, es un acto muy bonito el hecho de querer a la otra persona y de que esa forma de querer sea correspondida, pero cuando ese ser amado ya no está, el desamor, que es lo que llega a posteriori, es triste y provoca un sufrir constante.

    Ya en la cuarta etapa, el yo-poético describe el acto sexual de forma hermosamente poética y su amada será recordada para siempre, pues él la evoca en sus sueños, transmitiendo cómo la ama y con qué intención e intensidad. Finalmente, la soledad en qué se ha quedado el escritor es muy palpable, aunque hasta un momento determinado quede algo de esperanza, esta se va marchitando. Y, cuando él muera, seguirá amando a su amada y quisiera estar despierto para cuidar de ella y estar presente aún estando muerto.

    Concluyendo, en estos cien poemas, Pablo Neruda define su amor por ella como algo infinito y eterno porque «sólo cambia de tierras y de labios» ese tipo de amor y, cuando ella muera, él morirá con Matilde Urrutia, y la seguirá amando después de la muerte, así que él morirá con ella otra vez, metafóricamente, pues su forma de amar es inquebrantable y, por eso, su amada «aparecerá en otra estrella determinadamente transitoria convertida en amapola.» En resumen, el autor quiere sellar para siempre «la eternidad de un beso victorioso», que es un acto imposible en la realidad y excesivamente irreal, pero bellísimo.

  • Suicidios ejemplares, Enrique Vila-Matas

    Suicidios ejemplares de Enrique Vila-Matas contiene diez breves textos sobre la muerte. El propósito del escritor ha consistido en trazar un mapa geográfico moral sobre la muerte, justamente cuando uno ya se ha suicidado en vida, metafóricamente, y sigue vivo, tal como nos cuenta en el prólogo «Viajar, perder paises.» En todos los escritos aquel que se suicida siempre contiene su propio hueco, que acaba siendo la misma sensación si lo comparamos con los otros protagonistas y, además, es definido como un vacío existencial continuo.

    Para empezar, por ejemplo, en «Muerte por saudade» el significado del término saudade es aquel momento en que uno tiene «la mirada fija en la línea del horizonte (…)» ya que es «(…) la única plenitud posible, la plenitud suicida.» O, si buscas tu pareja eléctrica, es que eres tu mismo, pero el del otro lado, tu reflejo. Ambos estáis sobreviviendo y la paradoja es que como el narrador está tan muerto de la risa, de tanto reírse, se ha muerto.

    Seguidamente, encontramos a Rosa Schwartzer, quien sin querer vuelve a la vida aún estando muerta, es decir, que al abrir los ojos, sigue viviendo muerta dentro de la existencia vital. Incluso en «El arte de desaparecer» leemos, y apreciamos, lo que es sentirse completamente solo, como Anatol, quien se siente «extraviado», extranjero de este mundo y del suyo propio, pues un escritor que se oculta, y que siempre ha pasado por desapercibido porque, según él, aquello que escribe es algo privado, muy íntimo, aunque cuando llega el día de su jubilación acaba siendo descubierto, pero él, fiel a su forma de actuar y de pensar sentencia que «La obligación del autor es desaparecer.» Y así lo hace.

    En «Las noches del iris negro» el protagonista decide, como los anteriores personajes, suicidarse. Por tanto, el suicidio, desde su perspectiva, es un acto lleno de serenidad y valentía. «La hora de los cansados» es un instante tan hermosamente roto, porque uno está agotado de la vida, solo por el hecho de existir, porque el escritor define esa hora como una en que «(…) en torno al siempre misterioso crepúsculo, esa hora vasta, solemne, grande como el espacio: una hora inmóvil que no está señalada en el cuadrante, y sin embargo es ligera como un suspiro, rápida como una mirada, la hora de los cansados.» Aunque, obviamente, los «cansados también somos unos sentimentales», define el que narra la historia. Los acontecimientos posteriores se suceden de forma interesante, ya que este persigue a un señor mayor, viejo, quien, curiosamente, al sentarse en un bar, saca una carpeta roja en que tiene escrito como título «Informe 1.763. Averiguaciones sobre las vidas de los otros. Histoias que no son mías.» También culmina en el suicidio.

    Además, «Un invento muy práctico» es tan útil que sirve, a propósito, para matarse a uno antes de suicidarse. Esta invención es el acto de escribir cartas o de describirse a una misma. Todos estamos locos de una forma u otra y, para ello, acaba escribiendo una nota en la que narra que se va a suicidar, después de haber sacado de su interior toda la miseria. En «Me dicen que diga quien soy» hay dos personajes quienes dialogan entre sí, una conversación en que observamos que todos los artistas normalmente, por no decir siempre, distorsionan la realidad en sus obras. Uno de ellos se mata y, el otro, elige «hacerse cosquillas hasta morir.»

    «Los amores que duran toda una vida» es tan triste como conmovedor, pero es todavía más triste, porque el amor de la narradora jamás fue uno correspondido, y le duele demasiado. En «El coleccionista de tempestades» habita un inventor quien creaba experimentos sobre el tiempo, y tanto probar, que culmina atrapado en la línea temporal e infinita de la muerte. Y «Pero no hagamos ya más literatura» es una carta suicida breve e intensa a la vez, pues la persona que la ha redactado, dice que al día siguiente se tirará a las vías del metro, un dictamen que no tiene solución.

    En resumen, estos varios ejemplos son declaraciones, veredictos finales, con fin.

  • Esperando al diluvio, Dolores Redondo

    Esperando al diluvio (2022) de Dolores Redondo trata sobre un caso sin resolver desde el siglo XX, uno que la sociedad ha denominado como el de Jhon Biblia, un asesino en serie. Este caso tiene dos persepctivas. La primera se basa en una leyenda, y, la segunda, se centra en la fe del policía detective Noah Scott Sherrington. La historia, con chispazos de realidad histórica, está ambientada, principalmente, en Bilbao.

    Respecto a la estructura de la novela se divide en tres partes: el antes, el durante y el después. En un inicio, la escritora omnisciente describe la situación y el contexto en el que se encuentra el detective hasta que paulatinamente el lector comprende totalmente de qué manera se siente Scott Sherrington. Además, se va introduciendo el problema principal. Entre líneas, en el nudo, también entendemos los intríngulis del asesino, es decir, porqué mata, su modus operandi y sus sensaciones más internas y vertiginosas. Incluso, van apareciendo varios personajes como Mikel Lizarso, Maite y su hija, Kintxo, Bego, Rafa, Collin, Lucy Cross y la Doctora Elizondo.

    Entre las sensaciones, cabe destacar las corazonadas, los varios instintos que va teniendo el detective Sherrington, como también distintos sentimientos opuestos y translúcidos. El amor, el miedo y el dolor son algunos de ellos, que gracias a estos nos ponemos en la piel de los protagonistas y de los personajes, incluso del asesino. Por tanto, obtenemos una perspectiva completa y desde varios ángulos.

    Concluyendo, considero la novela como estar en medio de un cóctel de intensidades con un final hermosamente roto, con un desenlace que te deja en un shock intermitente y en un vacío muy profundo e interminable.

  • El viaje vertical, Enrique Vila-Matas

    En El viaje vertical de Enrique Vila-Matas recorremos el vacío existencial tan abismal de Federico Mayol, el protagonista, narrado desde el punto de vista de Pedro Ribera, quien es escritor y dueño del hotel Bom Jesus, último lugar de su viaje donde se hospeda Mayol.

    ¿Pero qué sucede cuando uno mismo se siente tan cómodo en su propio hueco?

    Quiero decir, cuando viviendo muerto, uno se recrea tanto en su tristeza que se queda ahí, cayendo en picado sin parar. Esa sensación comienza a experimentar el protagonista justo cuando Julia, su mujer, le echa de casa ya que quiere y necesita saber quién es. Quiere ser libre. El acontecimiento sucede al día siguiente después de la boda de oro, de los cincuenta años. Ella le deja clara la sentencia: quiere estar sola.

    Ahí comienza el declive emocional de Mayol. Desde Barcelona, pasando por Lisboa y acabando en Madeira donde conoce el escritor que a posteriori narrará a su vida.

    En resumen, ‘viaje vertical’ significa el recorrido que hace Mayol hacia el sur y también su forma anímica de descender, de ir cayendo.

    Porque tal y como escribió Enrique Vila-Matas:

    «Era fantástico notar que se hundía, tal vez porque por primera vez en su vida sabía al menos adónde se dirigía, lo tenía muy claro porque no hacía más que ver una imagen muy concreta de él mismo descendiendo en posición radicalmente vertical hacia el más absoluto vacío, camino al hundimiento total».

    Enrique Vila-Matas

    Y aquí yo me quedo, como Mayol, siendo un paisaje hermosamente doloroso.

  • Leer o no leer y otros escritos, Virginia Woolf

    Adeline Virginia Woolf (1882 – 1941), conocida como Virginia Woolf, fue una escritora británica, destacada por ser una de las figuras más representativas del siglo XX.

    Leer o no leer y otros escritos son críticas de extensión breve, que fueron inéditas durante largos años. Se caracterizan por provocar al lector el hechizo de pensar.

    Los temas son varios, entre ellos cabe destacar el ensayista; el ensayo como a tal; las guías de viajes, que son inútiles; el acto de leer; la literatura londinense; las novelistas; las novelas contemporáneas; los novelistas ingleses, aquellos prejuicios que tenemos o vamos creando sin querer; el ensayo actual; reflexionar sobre la vida; cómo no hay que leer un libro; qué es una buena novela; el centrarse en el presente; un poco de los clásicos, y el ponerse en la piel del escritor. Las dieciséis críticas se enmarcan en el modernismo anglosajón, entrelazados entre sí por la metaliteratura.

    En resumen, una obra literaria va desde ser el más egoísta como, por ejemplo, en un ensayo, hasta romperse y quedarse en goteras, como un poema o un breve texto en prosa. Por eso hay que escribir bien, respetar la literatura y demostrar y hacer desde el corazón. Aunque, según Virginia Woolf «(…) los grandes escritores a menudo requieren de nosotros esfuerzos heroicos para leerlos adecuadamente.»

  • Los Pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán

    Emilia Pardo Bazán fue novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, dramaturga, traductora, editora catedrática y conferenciante. La escritora introdujo el naturalismo en España y fue una de las autoras más destacadas del siglo XIX por promulgar sus ideas en relación a los derechos de las mujeres, promoviendo que estas debían instruirse, educarse.

    Su obra más conocida es Los Pazos de Ulloa (1886) trata sobre el costumbrismo de los Pazos de la familia de Ulloa y de la sociedad de aquellos tiempos. La sociedad el siglo XIX se refleja a través de los personajes y un contraste de ideologías que rompen con la época, pues muestran cómo la cotidianidad del momento: Julián, el capellán, es estrictamente religioso, cristiano; don Pedro Moscoso es el marqués, bastante comprometido a seguir el libre albedrío; las hermanas, entre ellas, Nucha, quien acabará siendo la mujer Ulloa, esposa del marqués; Perucho, el niño pícaro; don Eugenio; Sabela, la criada que es descrita como una mujer provocadora, y los cazadores.

    La estructura de la novela, se divide en tres partes, compuesta por veinte capítulos. En la primera parte, se describen los Pazos de Ulloa, la casa, la familia y su convivencia. Desde un inicio, por el tiempo otoñal, se nos presenta el jinete Julián Álvarez cabalgando hacia la casa de los Ulloa para servir al sacerdote, señor abad de Ulloa. Durante su estancia en los Pazos, el capellán, va descubriendo progresivamente cómo es vivir allí. Primeramente, decide adoctrinar a Perucho, un niño (Primitivo) del cual no se sabe de dónde proviene, pero acaba fracasando en los intentos por instruirle. Seguidamente, las hijas de don Manuel, las señoritas de la Lage, están destinadas a casarse con alguien del mismo estatus social que ellas. Entre todas, la elegida es Nucha, quien, a finales de verano del año próximo, se casa con don Pedro Moscoso convirtiéndose en la señora Ulloa. En la segunda parte, hay una clara controversia entre los pensamientos de Julián, el capellán, y de don Pedro Moscoso, el marqués: Julián está en desacuerdo con la forma de pensar y de actuar de don Pedro Moscoso, por eso decide marcharse de los Pazos pues se siente culpable por encubrir las relaciones sexuales entre el marqués y Sabela. Y ya en la tercera parte, observamos cómo Julián se va de la casa precipitadamente mientras su estado anímico va decayendo y, paralelamente, obtenemos la imagen de la casa de los Ulloa que se ha ido deteriorando con el paso del tiempo.

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    Concluyendo el enlace, después de diez años, Julián regresa a los Pazos, donde todo se ha transformado, esfumado e incluso muerto. Aún queda una chispa de esperanza dentro de un lugar lleno de tristeza y desgracia cuestionándonos si los siguientes herederos de la casa serán el hijo de Sabel y la hija de Nucha. La Iglesia está empobrecida, más que tiempo atrás y todo en conjunto sigue en ruinas, incluso los corazones de los seres que habitaron y habitan todavía allí. Y, Julián, se encuentra más viejo y desgastado y abatido de lo que ya lo había estado en su juventud.

  • La mujer loca, Juan José Millás

    La mujer loca de Juan José Millás trata sobre «la locura» a través de las introspecciones del léxico que hace uno consigo mismo – en este caso Julia, quien dialoga con el propio vocabulario -, es decir desde la gramática y, acaba, el propio autor y, también narrador, definiendo y describiendo, el qué, el cómo y el porqué de un tipo de locura, de un tipo de trastorno mental desde sus crisis iniciales hasta ir estallando paulatinamente en chispazos de lúcidez. Así pues, el escritor nos explica cómo nace este libro, de forma indirecta, y a través de su curiosidad por querer entender qué es eso del «brote».

    Julia, la protagonista, quien trabaja en una pescadería, habla con los sustantivos y, mediante estos, va encajando sus teorías, aunque, al mismo tiempo, se desorienta ubicándose en otro mundo, es decir, en su propia paranoia. Al cabo de un tiempo, decide irse a vivir a un piso compartido y acaba conviviendo con Emérita, una señora destinada a fallecer a causa de su enfermedad sin cura, y Serafín, pareja de la enferma.

    Aunque hay varios finales sin concluir, Millás, termina en el vacío, en su bloqueo ya no como novelista sino como ser humano. Es una sensación que le persigue durante su trayectora para escribir algo que, finalmente, se convierte en una novela, concretamente esta, pero cabe cuestionarnos lo siguiente: ¿Qué es verosímil? ¿Y qué es una novela real, auténtica? ¿Y qué es verdad? ¿Y la realidad, en qué se fundamenta?

    En resumen es una novela con muchos intríngulis como, por ejemplo, las dos facetas de la muerte, ambas posiciones opuestas donde uno se coloca o ya se encuentra colocado por azares de la vida. O el concepto del ‘amor’ y del ‘acto de querer’ y el de ‘no quererse a una misma’ ya que cada ser humano lo percibe y lo transmite de forma distinta. O también la dualidad entre realidad y ficción…, entre otros temas a destacar.

  • Libro de poemas, Federico García Lorca

    El Libro de poemas de Federico García Lorca (1898-1936) es una recopilación de textos poéticos escritos durante su juventud, entre el 1918 y el 1920, de cuando estaba enamorado, siendo, así, una lírica autobiográfica.

    Lorca comienza describiendo cómo vuela, cómo gira en sí mismo, el corazón, comparándolo con una veleta, que es el título que le pone a su primer poema, haciendo comprender al lector que si no sopla el amor, es decir, si no sopla el viento, el corazón no gira y, por ende, no late. De esa forma se siente el escritor.

    Entonces, el desamor es el tema destacado de su poesía, y en ese color descolorido se va moviendo su sentir. Entre otros temas más específicos, cabe destacar la tristeza, el dolor, la nostalgia, la desilusión, el sin sentido de la vida y, en resumen, el ir muriéndose por amor, pues, ¿Quién no se desgarra cuando un amor no es correspondido?

    El escritor personifica el silencio, creando una propia metáfora de este. Además, comprende que la vida es un tempus fugit constante y que el desamor desemboca sin querer a la tristeza, al dolor contínuo. Incluso eso que siente lo tiene tan adentro que exagera su latir, hiperbolizándolo a través de los árboles en sus raíces.

    En resumen, el poeta ansía ser querido, un suceso que jamás ocurrirá, pues su «querido» está muy lejos de amarle a él. Además, siente una culpabilidad inmensa, pues su corazón está sintiendo algo que va en contra del cristianismo.

  • Crónica del desamor, Rosa Montero

    Crónica del desamor de Rosa Montero (Madrid, 1951) es un libro reflexivo, crítico, que trata sobre ir queriéndose a destiempo a una misma, porque a través de un hilo conductor -la vida de la protagonista, Ana, y otras tramas entrelazadas- van surgiendo varios intríngulis latentes, muy presentes.

    Entre ellos cabe destacar distintas sensaciones: la soledad, el enamoramiento, el amor -idílico y la escasez de este- y el desamor, el dolor, el sentirse perdida a conjunto con la melancolía constante, el hecho de priorizarse, pero poco y, bueno, el acto de sobrevivir a una misma a pesar de toda la miseria vivida.

    Ana es madre soltera, llena de vacíos, quien necesita quererse otra vez, de forma real. El cómo ya es otra cuestión, pues el argumento se desarrolla en base a los vicios, negativos, que tenemos los seres humanos a la hora de intentar querernos. Mientras el espectador lee, este se va preguntando, de vez en cuando, qué es el amor, o qué no lo es.

    Así pues, este constraste de reflexiones son divididas en catorce capítulos, cada uno encabezado por un tema genérico, aunque de este se ramifiquen unos cuantos, tan necesarios como los demás. Y, en cada uno, se nos presentan distintos personajes cuyo rasgo común se compone por un vaivén de inseguridades.

    En resumen, es una historia centrada en el sufrimiento interno habitual de uno mismo, es decir, nos narra cómo no deberíamos querernos, porque el aprender a querernos es otro camino tan personal e íntimo, que es imposible de descifrar, y de expresar.

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