¿Con insomnio? Me enchufo a la música y empiezo a leer, comiéndome la literatura como si no hubiera un mañana, total, ya es de madrugada. ¿Y sabes qué? La nada está latente a rebosar de placeres y vaivenes y nubes grisáceas. La luna brillante, y en soledad, estará latiendo por allá, en algún lado, pero yo sigo aquí, con ojeras y sofocada, que me llegan hasta los tobillos. Será duro el atardecer, o el amanecer, ¿qué más da? Porque golpeará tristemente y yo lo miraré y este me observará enrojecido y me percataré del simple hecho: sonrío porque te quiero, y me duele reconocerlo. Me mata saberlo, pues la consciencia, y el corazón, a conjunto con la irracionalidad reconocible, están, siempre, a flor de piel que estallan a la vez dándome a entender que sí y que no, un jodido vaivén interminable. Tengo los miedos al otro lado de la esquina, que se van tirando por los precipicios de algo intangible. ¿El dolor quizás? Cuando se junta con mis pestañas casi a punto por humedecerse parece que habite en mí un mundo inmenso e infinito de sombras descoloridas y, entre matices, la duda se asoma y yo solo me largo para terminar en otro placer del revés. Píllalo, álzalo al vuelo y arrasa con aquello, pues la vida ya no está conmigo sino sin mí.
Solo me apetece llorar
por
Etiquetas:
Deja un comentario