¿Con insomnio? Me enchufo a la música y empiezo a leer, comiéndome la literatura como si no hubiera un mañana, total, ya es de madrugada. ¿Y sabes qué? La nada está latente a rebosar de placeres y vaivenes y nubes grisáceas. La luna brillante, y en soledad, estará latiendo por allá, en algún lado, pero yo sigo aquí, con ojeras y sofocada, que me llegan hasta los tobillos. Será duro el atardecer, o el amanecer, ¿qué más da? Porque golpeará tristemente y yo lo miraré y este me observará enrojecido y me percataré del simple hecho: sonrío porque te quiero, y me duele reconocerlo. Me mata saberlo, pues la consciencia, y el corazón, a conjunto con la irracionalidad reconocible, están, siempre, a flor de piel que estallan a la vez dándome a entender que sí y que no, un jodido vaivén interminable. Tengo los miedos al otro lado de la esquina, que se van tirando por los precipicios de algo intangible. ¿El dolor quizás? Cuando se junta con mis pestañas casi a punto por humedecerse parece que habite en mí un mundo inmenso e infinito de sombras descoloridas y, entre matices, la duda se asoma y yo solo me largo para terminar en otro placer del revés. Píllalo, álzalo al vuelo y arrasa con aquello, pues la vida ya no está conmigo sino sin mí.
Etiqueta: llorar
Domingos
Un domingo de família, de comida y estar en el sofá.
Un domingo de tarde con amigos, de cine y palomitas.
Un domingo de estallar a llorar.¿Por qué?
¿Por qué lloraste el otro día?
¿Qué fue?
¿Rabia?, Fiera acumulada.
O dolor, o temor.
Puro desamor. Triste querer y no poder. Y hacer errores, serlos.
Que la vida, -la vida- está llena de miseria. Y créeme: podrás.
Con esto y todo lo demás.Mi corazón
Llorando en una tierra seca que se va humedeciendo paulatinamente. Cada vez que miro el cielo me derrumbo como las gotas que caen de él. Rompiendóme las uñas al chocar contra el suelo;
sangre,
y frío
-mi corazón-.
Entiéndelo,
ya no puedo.
Me derretí,
dejé de fluir
y me fui.Rosa
¿Cómo se escribe sobre la soledad? Sobre el sentimiento de ver el mar ensombrecerse y oscurecerse, arrancar y echarse hacia atrás, por miedo al rechazo. A ser distinto y, a la vez, bonito. Porque está tan solo y tan poco acompañado que me derrito ante él. Y aquel pensamiento de «me siento bien» cuando estás allá presenciándolo.
Y llega la noche, la luna llena sale a hacer su ceremonia y, luego, brilla. Reluce tanto cuando ella llora, digo, la chica. Y tan pequeña que se divide en pedazos y acaba convirtiéndose en cristales rotos.