La realidad, una estrella fugaz

¿Feliz día nuevo? ¿O feliz vida? Dejé de tirarme por el agujero desde aquel precipicio tan bajo. Porque solo consistía en descender un mísero escalón para que me dejase de dar el bajón y acabar viendo los momentos con otro tipo de colocón, sí, el que te deja cuerdo, así, del revés, pero del derecho. Desistí, ¿O me derretí? Será, quizás, otro tipo de latir, de seguir, de sentir. La felicidad va pasando, paseándose de forma indecisa e imprecisa, por las casas. Dejaron de ser hogareñas para transformarse en hogares. Créeme cuando las mariposas, sin estar -ni ser- primavera, aletean aún, chocando entre ellas a causa del vaivén rizado del viento. Yo quiero ser aire, personificarme en su propio poema y convertirme en la breve, y escasa, libertad. Estaba rota siendo otra. Aquella, quemarme en ella, quiero decir, la del reflejo del espejo herido, ido, hueco…, que se brutalizó, así, impersonalmente, como quien no quiso la cosa, o como quien la deseó tanto que rompió el último pedazo esperanzado. Se quedó levitando mientras se cuestionaba lo incuestionable… Tantas dudas, abundando, llenando el estómago ansioso y, además, agregándole una pizca de sueños inéditos a rebosar de deseos jamás cumplidos. ¿Cuántos daños llevas ya permitidos? Doblando las esquinas del papel y cruzando las calles; se caen, se caen y, finalmente, se rompen estampándose con la ilusión. ¿La realidad? Fue tan estrella fugaz…


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