Autor: perezitablog

  • Coraje

    Y es que tengo miedo a darlo todo y que, luego, no se me dé lo merecido.

    Y es que tengo miedo a querer tanto hasta romperme y, aun así, me rompo igual. Acuchillándome, agujereándome.

    Tengo miedo a no saber quererte, ni a conquistarte instante tras instante.

  • Respiraste

    Respiraste mi aliento, cansado y sucio. Noté el tuyo en mi cuello, soplándome, rozándome.

    Yo y mi torpeza, tú y tu destreza.

    Tiemblo sólo al recordarte, al verte en mis ensoñaciones, ñoñas e idílicas.

    Tuvimos que marcharnos pero, aun así, bailamos.

    Me he encariñado a ti, cielo.

    Somos tan opuestos; tú chillándome con palabras, yo hablándote en silencios.

    Lloro lágrimas saladas, amargas y endulzadas. Rabia, mucha, por no haberte besado justo al momento oportuno.

  • Pero

    Pero yo, no soy ella y nunca lo seré. No podré serlo porque entonces ya no sería yo. Y, quisiera serlo, para que me quisieras, como yo te quiero a ti.

  • Regreso

    Salí de casa a las doce menos cuarto,

    con tacones y falda negros.

    Una chaqueta de cuero,

    y unos pendientes de aro.

    La noche estaba oscurecida,

    porque el ticket de ida

    era caro, y el de vuelta, raro.

    Rodando por la ciudad,

    observé las farolas encendidas y,

    también, recordé tus ojos.

    -Un cielo esclarecido-.

    Porque hacía mucho frío,

    y hubiera querido que hubieses venido.

    No dejarme sola en medio de aquel lío,

    estaba demasiado perdida,

    demasiado enloquecida, sin saber,

    el camino de regreso.

  • Ilusión

    Vamos lentos,

    porque nos estamos reconstruyendo.

    Yendo pieza por pieza.

    Zarpando a nuestro rumbo.

    Volando, recargando armas,

    apuntando a la bala.

    Alas, sonrisas, ¿amas?

    Ninguno de los dos sabemos

    que nos estamos engañando.

    Porque el amor es demasiado,

    iluso.

  • Arrogancia

    «Arranca las hojas,

    deshojadas,

    heladas,

    encantadas.

    Arráncalas.

    Margaritas ennegrecidas,

    entristecidas.

    Y un cielo de infarto,

    frío.

    Arte y mucho hielo.

    Parto y zarpo,

    entre esta neblina espesa,

    y gruesa, que se deshace,

    mientras el mar nace.

    Porque son abrumadores

    éstos días azules

    y éste sol de la infancia.»

  • Gime

    Gime, gime fuerte,

    gime todo lo que puedas.

    Gime hasta romperte las cuerdas vocales.

    Gime hasta asustar las paredes.

    Gime hasta estallar,

    hasta armar el desastre, el caos.

    Gime hasta volverte loco.

    Gime, tanto, que la vida te diga: «Joder, si que vives.»

  • Porque

    Porque, al fin y al cabo, yo sólo sueño, entre letras, con historias escondidas en los libros.

    Porque, yo sólo tengo antojos, de duración larga, difíciles de conseguir, imposibles. Se quedan atascados, atados.

    Y es que, ya no sé vivir, se me va el ansia de querer. Porque el no poder hace que se te alcen murallas a tu alrededor, privándote del poder de vivir.

    ¿Y para qué asegurarme un futuro al día de mañana? ¿Para qué? Si yo sólo quiero vivir el hoy. Pero nunca será vivido. Siempre será un instante, largo, escurridizo.

    Escuece, escuece tanto que es el acto de no sentir; ni por fuera, ni por dentro.

  • Palomas

    Tirando la ceniza en el suelo,

    de nuestro fuego,

    lento.

    Calentándose,

    volviendo a renacer.

    Rasguños,

    volviendo a florecer.

    Cicatrices cicatrizando,

    amarrando los Te Quieros,

    los anhelos.

    Ya no hay palomas,

    ya no.

  • Vivo

    No quiero que me rompan más,

    no quiero que me estrellen,

    no quiero verdades dolorosas,

    ni pasados quebrantables,

    que asustan,

    que te hacen largar hacia un futuro

    inexistente, impalpable, intocable.

    Quiero heridas cicatrizadas,

    quiero sonrisas sinceras,

    alegría que no se acaba.

    Quiero un dolor ajeno,

    un recuerdo bonito en invierno.

    Quiero un presente existente y vivo,

    muy vivo.

  • Fuego

    Veo el sonido desgarrador de la noche,

    que desprende pudor y a la vez, temor.

    Se me atraganta el corazón en la garganta.

    Y, quiero luz, y quiero vida, y quiero día,

    y quiero primavera, una nueva era, esta.

    Y ando por las calles, oscuras, y me

    atraganta el miedo.

    Y quiero ser, un alma salvaje, y quiero

    ser un alma libre, y quiero ser un alma viva,

    con fuego y también hielo,

    pero con mucho fuego..

  • Verso

    Quiero ser,

    pero contigo,

    amigo.

  • Díselo

    Universo,

    dile que amo sus raíces.

    Universo,

    dile que amo sus cosmologías.

    Dile, también, que amo su corazón.

    Y, dile, que adoro su razón.

    Dile, dile, que me encanta su forma de ser.

    Universo, dile, por favor,

    que halago sus ojos, su sonrisa y su rostro cada instante de mi vida.

    Dile, que no falte, que le quiero, que amar es aun muy fuerte, o temprano, quizás.

    Dile que me gusta, que me encanta y que me enamora.

    Pero tú, Universo, ¿lo has visto? No por fuera, sino por dentro.

    Tampoco has visto como anda,

    su rumbo por la vida.

    Y, lo sé, que el físico es lo de menos.

    ¿Pero tú lo has visto Universo?

    ¿Lo has visto también por fuera?

    No, creo que no, porque sino,

    no te hubieras enamorado como yo.

  • Retrospección

    Entonces, sentada en el sillón de aquella habitación, cerró los ojos. Retrospección.

    Immersión en una profundidad demasiada esclarecida.

    La mujer, de cabellos anaranjados, empezó a hablar y ella, en su memoria, se imaginó a una niña -ella- en medio de un bosque en abundancia de sentimientos y un alma poco florecida. Descubrió como la tenía rota y vacía, muy vacía y muy rota, muy, muy, rota.

    Descubrió como temía al mundo y a la vida, como temió, como se amó y se quebrantó. Era, sin más, una niña alcoholizada, vulnerable ante la immensidad de aquel mundo. Era, una niña astustada.

    Y comenzaron a asaltar las preguntas, preguntas maleducadas, inadecuadas.

    Después, después de que la narración terminara, al instante, abrió los ojos. Y, se encontró, otra vez, en la habitación sentada en el sillón.

    La mujer, de pelo anaranjado, la invitó a sentarse en una silla. Aceptó y, al instante que lo hizo, segundos eternos y una mirada analizadora, se lo preguntó como una bomba, un disparo en el corazón. «Cuéntame qué has visto». «He visto a una niña que era feliz».

    Ella, era yo.

  • Pieles

    Te guardaré en mi esperanza,

    si tú, mi fe.

    Te tendré atragantada ente los huesos, la sangre y el alma.

    Porque arrancaré la piel, y la colgaré de un cenicero.

    Empezaré de cero en cada amanecer, contigo o sin ti, y lo haré.

    Lo haré con todas mis fuerzas aunque a veces se desvanezcan, pero lo haré.

    Me pudriré, lo sé, también resuscitaré, de las cenizas caídas en el cenicero, colgadas, ahora, de un tendedero.

    Han salido a volar, todas las capas de mi piel. Unas se han estampado contra el suelo, otras han volado al cielo, pero todas, han escogido un rumbo. Y, han sido tantos que, ahora, he caído rendida, perdida.

  • Salto y vuelo

    Escúchame, joder,

    quiero decir,

    ahora léeme.

    Rómpete, sí,

    que sí, que te rompas,

    que no pasa nada.

    Ya te arreglarás,

    así crecerás,

    y te amarás,

    más,

    mucho más.

    Y nunca te sanarás del todo,

    cicatrices te quedarán,

    jamás se cerrarán.

    ¿Sabes qué va a pasar?

    Que un día, por la mañana,

    las fuerzas se habrán evaporado.

    Te quedarás intacto y la revolución habrá empezado.

    Porque serás tú, con todo tu arte,

    miseria y cobardía.

    Pero, amigo, no temas,

    ahora es cuando más fuerte estás siendo.

    Sí, porque es el inicio del sendero,

    el de comenzar a conocerte.

    Abrirte las puertas a ti mismo,

    como si no te fuera la vida en ello,

    pero, créeme, te estás dejando las garras,

    amarrando las armas para que,

    cuando salgas de este agujero negro,

    saltes y vueles aun más alto,

    mucho más.

  • Una vez más

    Ahora la rosa,

    se sonroja,

    porque está marchita y,

    a la vez, florecida.

    Ennegrecida como el carbón,

    eres un bombón; literal.

    Después llega mi funeral,

    cuando te declaro,

    con palabras y no habla,

    unas cuantas balas,

    que sigo queriéndote.

    Y no porque sea hoy,

    que también.

    Sino porque eres,

    tan real como cada día.

    Y seguiré escribiéndote,

    y me dará todo igual,

    si me lees,

    si no,

    porque jamás sabrás la verdad.

    Siempre te quiero, y te querré,

    en la inercia,

    de mi felicidad,

    de mi tristeza,

    de mi bordería,

    de mi amargura,

    y podría seguir adjetivando.

    No escribo para los demás,

    escribo para mí,

    para demostrarme

    que sigo queriéndote,

    queriéndome contigo,

    y sin ti,

    una vez más.

  • Café moreno y tinto rosado

    Sus ojos,

    son café moreno.

    Sus labios,

    son tinto rosado.

    Que, conjuntos,

    son la mezcla más bonita

    del mundo.

    Porque no habéis visto

    su sonrisa.

    Ni sus ojos achicados,

    cuando sonríe.

    Porque no habéis escuchado

    cuando estalla riendo.

    Ni tampoco habéis

    sentido su voz.

    Ni palpado su tacto.

    No sabéis nada,

    y ya podéis empezar

    a envidiar porque es para

    morirse de la rabia

    al saber que es mío y no vuestro.

    Y por eso muero de rabia yo también,

    porque no es mío y nunca lo será.

    Él es de la Tierra, del Océano y del Aire.

    Porque es Universo, y estalla Galaxias.

  • Él

    Quiero una copa de vino tinto,

    quiero un papel y tinta para poder

    escribir sobre su piel.

    Quiero emborracharme,

    escribirme; frágil y débil.

    Quiero escribirle el poema de amor más bonito que pueda existir.

    Quiero que se entere de que le amo.

    Quiero que lo sepa.

    Quiero besarle,

    amarle.

    ¿Cómo se lo explico?

    ¿Cómo se lo hago entender?

    ¿Cómo se lo hago ver?

    Que sé que me lee y, que de entre todos,

    es el más especial.

    Quiero darle las gracias;

    porque me ayuda a crecer,

    me ayuda a ser.

    Quiero que sepa que es él,

    que todos mis versos,

    desde el verano pasado,

    son para él.

    Ya sean crueles o insanos,

    llenos de veneno, invierno o primavera.

    Llenos de amor.

    Quiero que lo sepa, pero, ¿cómo se lo hago saber sin querer hacérselo saber?

  • Hueso

    Un espejo en su derecha, un hueco en su izquierda. Se miró, se observó y se odió. Fracturada, aquella era la palabra para definir su cuerpo. Estaba desnuda, un reflejo vacío, un corazón frío. Se puso detrás de la oreja un mechón castaño, que caía delicadamente por su rostro. Su rostro; sus ojos hundidos, moratones debajo de ellos, cansados y una lágrima corriendo por su mejilla, después otra y, unas cuantas más. Infinitas, inalcanzables, quebrantables. Sollozos discretos, sinceros.

    Después de secarse con la yema de los dedos las gotas saladas, abrió el grifo y se lavó la cara con agua endulzada, que seguía cayendo, abundante en cada rincón de aquel baño. Levantó la cara, igual de marchita, pero no tan mojada, y se giró bruscamente, dándole la espalda al espejo. Se sentó en el suelo porque sus piernas ya no podían soportar tanto dolor y, entonces, observó su alrededor.

    Cuatro paredes, azules, un váter blanco, donde encima había ropa, y una ducha, a conjunto con un corazón roto, un trozo de razón perdida, la locura amanecida, un cuerpo destrozado y una chica aun con vida. ¿Qué hacía allí metida si se quería? Odiándose, pero se quería. Era una bonita forma de amarse, odiarse. Aun así, al cabo de unos minutos, largos, decidió vestirse con la ropa que tenía encima del váter y salir.

    Temblorosa, temiendo, cogió el mango de la puerta y, aquella, se abrió. Salió entrando en otra habitación. Anduvo hacia la ventana y se quedó observando el paisaje. Árboles con las hojas anaranjadas, secas, un río sin agua y montañas desérticas; el otoño más triste de su vida.

  • Lluvia, llora

    Mírala, mírala que bonita ella, como llora, como destella, como enciende el fuego en una alma enternecida. Como arrasa, arranca y abunda en destruir. En destruir todo aquello que quiere, que ama. Que la vuelve loca y ya no puede tener entre sus delicadas lágrimas y, que, estas, salen a relucir, a brillar, a la oscuridad amanecida.

    Porque anduvo hacia su rumbo, empezando a resquebrajar un corazón, a iluminar, aquellos ojos tan comunes, marrones.

    Porque estaba maldita y era hechicera, endemoniando los cielos llenos de ángeles puros, es decir, de muertos que quieren morir y siguen viviendo. Esos sí que son valientes, alzan sus copas al infierno y tiran al regazo de Satanás los residuos de sus bocas.

    Sus lágrimas, ahora las que son disparadas por las nubes, seguían cayendo como cascadas, pero detenidas en medio del rumbo pues eran disecadas, aplastadas con las yemas de sus dedos. Rayos y truenos.

  • un poco quizás

    Soy un caos solitario, quien anda sin rumbo creyendo en un destino indefinido, sumergido.

    Sólo, quiero volar. Sólo eso. También respirar, un poco quizás. Llenar mis pulmones de sinceridad y salir a buscarte, para encontrarte y cantarte, soplarte, todo lo que no te dije en su momento, porque, tal vez, no alcancé mi sinceridad máxima. Sé y siento que me entiendes, y que eres mi única salida, aunque seas mi principio y mi final. Te necesito, eso es todo. Y, aun así sin buscar tu necesidad, me siento viva pero más aun cuando tú estás conmigo, hablando como un amigo incondicional, porque, ¿qué somos?

    Después de todo, nada ha cambiado excepto mis sentimientos por ti y los tuyos por mí. Siento que te quiero y, ahora, más que nunca, te necesito. Porque no hay nadie en este mundo que me entienda, ni comprenda, ni tenga la intención de hacerlo. Sólo te pido que sigas vivo, que conmigo no te vas a arrepentir.

    Que volaremos hacia la eternidad, seremos, sobretodo, seremos, ¿sí? Ojú, estés en aquel lugar tan inesperado, tan deseado y me anheles con toda tu alma como yo hago contigo. ¿Sabes? A veces siento como el mundo se me cae encima y me hundo hacia la deriva, sin poder, ni querer, seguir. ¿Pero qué puedes hacer? Si lo único que se debe hacer en este mundo es seguir. ¿Y por qué no te paras un instante? Detente, ¿dónde vas corriendo tan deprisa? Espérate, que la risa estalle. No corras tanto, camina, lentamente. Porque, hay que saborear el tiempo, el instante, y fotografiarlo. Por eso nunca dejo de observar el paisaje, porque va a tiempo con mi corazón, acompañándome en cada estación.

  • letras

    Quiero quererme,

    quiero quererte.

    Caerme,

    recomponerme,

    besarme,

    amarme y,

    volar.

    Volar hacia ningún lugar,

    alargar las palabras y

    besar aquellas amargas;

    enloquecerme en ellas,

    bellas.

    Quiero que me quieran,

    que me amen.

    Quiero ser querida por ellas,

    todas mis voces en letras,

    melodías marchitas,

    -melancólicas, florecidas-.

    Renovarme y empezar otra vez,

    pero contigo.

    Y es que siempre sales,

    sin testigo,

    con abrigo enternecido,

    dormido, cariño.

  • Una noche de ensueño

    -Sólo quiero a alguien que se estire a mi lado, en el suelo y espere a que me levante, o me hunda más, mientras miro las estrellas en el cielo.

    -Pues vamos -dijo, levantándose del banco. -Estírate conmigo, aquí, en el suelo.

    -¿Ahora?

    -Sí.

    Se sorprendió, de hecho no se lo esperaba. Vio como él se estiraba en el suelo y, ella, lo hizo también, riéndose de la situación.
    Estaban en una plaza, cualquiera, ¿qué importaba el lugar? Si cuando estaban juntos el mundo era distinto. Más sencillez y lucidez.
    El cielo estaba estrellado, entonces, dijo, mirándole:

    -Estamos locos.

    -Quizás seamos nosotros los cuerdos en un mundo de locos.

    -Estoy cansada de la vida ¿sabes? De esa monotonía que no se rompe.

    -Ahora la estamos rompiendo ¿no lo ves?

    -Sí, pero eso será sólo un momento, que se desvanecerá con el tiempo.

    -Yo lo recordaré, siempre te recuerdo.

    -Y yo..

    -¿Tú qué?

    -Te quiero. -dijo en un susurro con el corazón palpitándole a mil por hora.

    -Ven, levántate. -le ofreció la mano y ella, con ayuda de él, se levantó.

    Entonces se puso a correr hacia el medio de la plaza.

    -¡Grítame!

    -¿Cómo que te grite? -dijo, sin alzar la voz y observando su alrededor por si había alguien. Él estaba a unos metros de distancia.

    -¡No te oigo!

    Y, en una chispa de locura, lo hizo. Gritó.

    -¿¡Qué quieres que te grite!?

    -¡Lo que sientas!

    -¡Te quiero!

    -¡¿Qué!?

    -¡Que te quierooooo!

    Y, al mismo tiempo, corrieron hacia el otro, en una carrera lenta hacia el amor. Se abrazaron, se miraron, se tocaron, se besaron y se amaron, en una eternidad infinita.
    La luna resplandecía, ella, bonita, sonriente ante la noche, que era vida.

  • fotografía, melancolía

    Entonces observo una fotografía;

    yo en Venecia,

    cayendo en inercia.

    ¿Qué será

    de aquella agua

    tan endulzada?

    ¿Enamorada?

    Florecen las flores

    de mi corazón,

    florecen por ti.

    Y ahora se marchitan,

    se marchitan por ti.

  • Cicatrices

    Paso mi dedo índice por encima de mi labio inferior, rozándolo. Lo tengo quebrantado, roto. Después, este mismo, corre por mi cuello y se detiene en el lado derecho, pues me duele; otra cicatriz, escociéndome, apagándome. Recuerdo, pasado, aparece en mi mente. Noche desenfrenada. Duele, duele porque te quiero y no debería haberlo hecho. No hay peros, tampoco porqués. Pero sí un simple «¿ves? No deberías y lo hiciste», recriminándome. Me huele a mala espina, quemada, hecha ceniza.

  • No me entiendo

    No sé, tampoco entiendo, porqué me callé tantas cosas.

  • Joder,

    cuanta razón tienes.

    Soy una contradicción personificada, sí.

    Y siempre lo seré.

  • aMarte

    Llévame a Marte

    y déjame amarte.

  • Eres demasiado

    Y vas y me versas.

    (Eres de lo que no hay.)

  • Eres el protagonista de mi vida.

  • no sé

    Yo no sé descifrar textos, tal vez, tú eres el único que los sabe interpretar.