Te guardaré en mi esperanza,
si tú, mi fe.
Te tendré atragantada ente los huesos, la sangre y el alma.
Porque arrancaré la piel, y la colgaré de un cenicero.
Empezaré de cero en cada amanecer, contigo o sin ti, y lo haré.
Lo haré con todas mis fuerzas aunque a veces se desvanezcan, pero lo haré.
Me pudriré, lo sé, también resuscitaré, de las cenizas caídas en el cenicero, colgadas, ahora, de un tendedero.
Han salido a volar, todas las capas de mi piel. Unas se han estampado contra el suelo, otras han volado al cielo, pero todas, han escogido un rumbo. Y, han sido tantos que, ahora, he caído rendida, perdida.
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