Respiraste mi aliento, cansado y sucio. Noté el tuyo en mi cuello, soplándome, rozándome.
Yo y mi torpeza, tú y tu destreza.
Tiemblo sólo al recordarte, al verte en mis ensoñaciones, ñoñas e idílicas.
Tuvimos que marcharnos pero, aun así, bailamos.
Me he encariñado a ti, cielo.
Somos tan opuestos; tú chillándome con palabras, yo hablándote en silencios.
Lloro lágrimas saladas, amargas y endulzadas. Rabia, mucha, por no haberte besado justo al momento oportuno.
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