Etiqueta: blog literario

  • ¿Buena vida? Perdida

    ¡Hola! Últimamente voy cansada, agotada, y cuesta arriba absolutamente todo y, aunque haya veces que intento cambiar el chip, este me gira a mí.

    Justamente esta mañana me pregunté dos cosas existenciales:

    ¿Qué soy? ¿Hacia dónde voy?

    ¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Hacia dónde vas? Y, ¿para qué?

    Bueno, entiendo que hay muchos días, indefinidos y que son etapas, en que vamos con las dudas en la punta de la lengua y se caen por el precipicio del vicio por intentar querer y querernos, ¿No? Durante este proceso es muy importante apreciarse, o dejarse ser.

    Solo me voy pasando por aquí para recordarte que puedes conseguirlo todo si te lo propones, si le echas ganas y si cambias las alas. Alzarse al vuelo, quizás, no será un arrasar el suelo sin quererlo, o queriéndote.

  • La realidad, una estrella fugaz

    ¿Feliz día nuevo? ¿O feliz vida? Dejé de tirarme por el agujero desde aquel precipicio tan bajo. Porque solo consistía en descender un mísero escalón para que me dejase de dar el bajón y acabar viendo los momentos con otro tipo de colocón, sí, el que te deja cuerdo, así, del revés, pero del derecho. Desistí, ¿O me derretí? Será, quizás, otro tipo de latir, de seguir, de sentir. La felicidad va pasando, paseándose de forma indecisa e imprecisa, por las casas. Dejaron de ser hogareñas para transformarse en hogares. Créeme cuando las mariposas, sin estar -ni ser- primavera, aletean aún, chocando entre ellas a causa del vaivén rizado del viento. Yo quiero ser aire, personificarme en su propio poema y convertirme en la breve, y escasa, libertad. Estaba rota siendo otra. Aquella, quemarme en ella, quiero decir, la del reflejo del espejo herido, ido, hueco…, que se brutalizó, así, impersonalmente, como quien no quiso la cosa, o como quien la deseó tanto que rompió el último pedazo esperanzado. Se quedó levitando mientras se cuestionaba lo incuestionable… Tantas dudas, abundando, llenando el estómago ansioso y, además, agregándole una pizca de sueños inéditos a rebosar de deseos jamás cumplidos. ¿Cuántos daños llevas ya permitidos? Doblando las esquinas del papel y cruzando las calles; se caen, se caen y, finalmente, se rompen estampándose con la ilusión. ¿La realidad? Fue tan estrella fugaz…

  • ¿Alguien me va a querer bien?

    -¿Dónde está el amor? -Le soplé al reflejo del espejo, de golpe y porrazo.
    -Se perdió… -Me respondió, acongojado.
    -Pero, ¿Para siempre? -Le cuestioné, indecisa.
    -¿Y qué significa el «para siempre»? -Me preguntó. Un martillo repiqueteaba en mi cabeza.
    -A veces los «para siempre» duelen tanto que permanecen, sin querer, en nosotros mismos evitando que sanemos. Y, yo, yo, ya estoy agotada, tanto, que solo quiero pegarme tres tiros. Sí, para rematar bien a mi muerte. ¿Será esa soledad que me carcome por dentro? -Argumenté.
    -Entiendo… -Me miró con anhelo, uno con la necesidad inalcanzable.
    -No, joder, ya no entiendes nada, no, porque encendiste mi llama para luego ir transformándola en ceniza. -Sopló el viento y ahora… -Casi ahogué un grito, inédito, e insonoro.
    -¿Ahora qué? -Me escupió el corazón.
    -Ahora queda la nada. -Interrumpió esa sensación, abriéndome la ventana.

    El aire otoñal entró petrificándome con su astucia. Me sentí tan gélida y débil y rota y sola, y hueca… que regresé a la realidad, a otra, para iniciarme en el acto que tanto estaba esperando: que alguien me quisiese bien. Pero, ¿Qué es «que alguien te quiera bien»? ¿Qué es el amor? Y, joder, ¿Y cómo se siente?

  • ¿Qué será de nosotros?

    Y me he puesto a escribir

    y sales tú en mí,

    de serlo todo a

    la nada.

  • Cuesta -arriba-

    El café a estallar,
    el cielo demasiado azul
    y yo ennegrecida.
    Quiero otra vida,
    porque
    hoy,
    hoy,
    cuesta -arriba-.
    Desciendo por los recovecos,
    otra vez,
    de mi ser.
    Me quiero ocultar,
    agarrarme el corazón
    y sacármelo de un portazo,
    o porrazo,
    ¿O polvazo?
    Quiero desenamorarme,
    sí,
    de ti,
    y de mí,
    y de nosotros juntos,
    aunque no lo estemos.
    Aunque seamos amigos,
    y ya.

  • In crescendo

    Nuestros recovecos son, tristemente, nuestros miedos, que entre sombras y luces, esta vez, navideñas, van brotando, van saliendo a lucirse. Y tanto que ciegan. Parece una perspectiva ilusa, así que, simplemente, nos dejamos latir. Me tiro palpitando.

    Diciembre, bienvenido, otra vez. Aquí, en mi ser, hay una corazonada fría que se combina con una pizca de dolor, y un buen trago de alcohol -imaginario-. Estoy sentada observando cómo los minutos, solapándose, se pasan. Saludo a mis días, que se marchan, y a mi peculiar forma de existir.

    Allá me quedé, brillando intermitentemente. Quiero recrearme en el bucle de la paz, o de la pura felicidad. Se ve que uno no tiene todo lo que desea. Chispea. Mi mente sigue nublándose como el mes pasado, como ayer, un veintitrés de no sé qué. Consciente de ese suceso, y muchos más, regreso al túnel infinito donde me pierdo.

    Quiéreme, pero bien. No sé, de aquel amar bonito y sincero, sin roturas al borde -ni arriba ni abajo ni atrás- de la costura. ¿Me explico? De aquel armarse conjuntamente. Porque estoy ya descendiendo por mis propios precipicios y solo de pensar y también ver la cuesta que va in crescendo, me vuelco en el infierno, y me quedo.

    Lo que sentía, ¿Qué era? Vamos fuera a revolcarnos, a empaparnos, o estrellarnos, de amores completos. De los que se construyen desde el corazón hacia otro tipo de estallido, que seguro que se asemeja al tuyo.

    A ver si será tan simple como soltarse el cabello, desabrocharse la coraza y dejar que entre un poco de viento para, luego, seguir sus pasos con el pulso a flor de piel, y que, de tanto impulso, ir volando lejos, sin siquiera preocuparse de qué manera será el aterrizaje ni de cómo culminrá el viaje.

  • Romper con todo, conmigo

    Rompiendo ambos vínculos -con el externo y con mi ser interno-. Y es que del pasado al presente solo hay un trecho, formado por tres huecos, o más.

    Quebrantar el hilo invisible, y tan latente, con mi propio sufrimiento es complicado, tanto, que voy estallando y de chispazo a chispazo tiro, sin avanzar, y me arranco del pecho, que duele, que escuece, manifestando aquella tristeza tan prfounda.

    ¿Cómo definirla? Es ilimitada, gigantesca y deshilachada de donde van brotando las dudas, los miedos y las sombras que, de estas, con impulso, nace el monstruo. ¿Para qué ocultarlo? ¿Cómo remediarlo? Si la forma que se va armando es abstractamente vacía, y rota. Mira, como yo. ¿Estoy, sin querer, inconscientemente, descifrándome? Joder, cuesta abajo, ¿O arriba? Créeme cuando mi mirada cae. Me siento abatida, casi rendida. Aunque voy caminando todavía sin lanzar la bandera al mar. Espera, porque soy yo el océano colérico, enfurecido. Gruña, ¿Le oyes? ¿Me escuchas? Siente estallando en susurros. Son gritos, ¿Sabes? ¿Cuál será el penúltimo? ¿Cuándo? ¿Y de qué manera?

    Ayer sopló el viento, y la ceniza del amor desgarrado que quedaba en mi corazón, débilmente se fue yendo. Ahí, descolgándose.

  • Domingos eternos

    Los domingos se me hacen eternos, ¿Y a ti? Solo de sentir cómo late mi corazón, como queriendo desprenderse de ese vaivén; que si me enamoro, que si me despido de aquel -para siempre-… pues está harto de ensancharse. Saciado de tanta tristeza, agotado, se arrastra por el cielo, desbocándose. ¿Y sabes qué? Está dejando de creer en el amor, pues desconoce cómo se siente, es decir, su forma de palpitar. Y, aún así, se aferra a una ilusión, ¿Cuál? Que se deshace, que cae y, de golpe, se estrella con la realidad.

    Me paso por aquí, describiéndome, o intentando descífrarme, en otro lugar, donde pueda ser hogar. Termino derrumbándome. Sí, estos finales, y principios de algo, se me hacen muy largos.

    Te regalo un trozo de mi corazón, si quieres leerme, ya sabes, mañana estará gratuito ¿Te puedo escribir algo?

    Pd. Nos leemos,

    Gracias por leerme.

  • ¿Hacia dónde?

    ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde va el corazón? ¿Y el corazón partido? ¿Y el dividido? ¿Y el hecho añicos? ¿Dónde se queda el corazón marchito? ¿Y vacío?

    Solo sé que se pega tres tiros, avanza y, ya, si eso, sigue. Él, se está cansando del bucle contínuo, del vaivén, de agarrarse a la cuerda floja, que afloja. O pone el punto y final o siempre habrá un epílogo, y el más allá que, sin querer, como la miseria, regresará.

    ¿Lo ves? Quizás porque es el suceso ya deshecho, con mucho inicio, y poco impulso. El saber hacia cuál ya es otro cuento, superfluo, o no.

    «Porque yo ya no me enamoro», suelta un latido abatido, rendido.

    «¿Por qué?», le cuestiona su propio reflejo.

    «¿Para qué?», devuelve la pregunta, aunque la duda acaba rebotando, disparando verdades.

    «Si ya lo estás sintiendo», le recuerda el suspiro.

    «Si te estás derrumbando, otra vez», le afirma la consciencia derretida.

    Entonces la propia razón quiere hablar, responder, y termina concluyéndose a ella misma, yéndose, marchándose.

    El penúltimo chispazo de esperanza, ya oculto entre la negrura espesa, se dice, sin quererse, que planta la bandera roja y que se va bajando del amor.

    «Porque no existe», canta el dolor.

    «Quizás sí, quizás habita en algún lugar», sentencia la ilusión, pletórica.

    «¿Dónde estáis, pedazos rotos?», cuestiona la Nada.

    Habrá que reconstruirse, culmina mi cerebro en su momento más sereno.

    «¿Pero cómo?», pregunta el eco resonando débilmente en su propio hueco.

    Luego, abunda el silencio roto.

  • Huecos

    ¿Vacía de ideas o de alma? De las dos sustancias, quizás. Sobreviviendo a base de tragos llenos de quebrantamiento, quiero decir, de cansancio, uno que se va acumulando. Un bucle infinito, ¿Cómo salir? ¿Cómo entrar? Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, dicen. ¿Y si se cierran todas las surrealidades de un golpe de aire? Así, esfumándose, yéndose hacia otro mar de olas dubitativas, de ilusiones que arrasan el cielo. Un infierno distinto. Sería un proceso hermoso, un hueco lleno, pues estaría tocando, al fin, de manos al suelo. Sí, siempre del revés. Cada dos por tres voy sin un rumbo dando zancadas sin detenerme y, al mismo tiempo, quedándome ahí, paralizada. Petrificada. ¿Entiendes? Quiero encender otro amanecer sin necesidad de ahogarme entre tanta lucidez.

  • Otro olvido

    Una carta, otro cielo y un invierno en verano. Pensé que florecía, pero me estoy marchitando otra vez. Los precipicios abundan y los miro cabizbaja y desde la cima porque sé que caeré. ¿O ya estoy en el suelo? Derramo la miseria, el dolor, la vida. Eso es sentirme viva. Solo quiero paz, paz, paz, paz… Pero te echo de menos, aquí, en mi cama. Abrázame amor, abrázame. Quiero sentirme bien y por tanto querer me hundo en la miseria de mi ser.

  • Me he enamorado de ti

    El amor eres tú. Ojalá ser nosotros, sin otros, y al unísono. Que nuestros corazones vayan latiendo, así, en gerundio y para siempre, aunque sea como el trayecto de una estrella fugaz, que aparece para destellar. Vuelvo, aquí, a ti, a creer en el chispazo del enamoramiento; la ilusión va creciendo. Tengo el pecho lleno de rosas florecidas. Regálame tus besos, y tus tiempos. Bailemos al son del viento, ya no miento porque estoy despegando. He abierto -queriéndome y queriéndote y queriéndonos- las alas. He dejado de arrasar el suelo, ahora derrapo por el cielo. Provoquemos el incendio, cállame con un beso, o unos cuantos más de esos, sempiternos. Los amaneceres son de otro color. Míranos, somos el lenguaje, imperfecto y real, con ansias, y muchas ganas, se aman. Te he pellizcado tantas veces entre mis quehaceres, quiero decir, hace tiempo que llevo haciéndote el amor desde mis ensueños. Los intentos por olvidarte son fallidos, ya no sé evitarte y ya no quiero reprimirme nunca más. Ceso, me planto colgando la bandera, dejando caer la semilla ya florecida. ¿Empezamos la guerra?

  • Me gusta ser brillibrilli

    Me estoy acostumbrando a ti y me da bastante miedo, un vértigo irreconocible. Porque estaba rota, ahora me vuelvo loca. Y siento y pienso y quiero y piso, ¿El qué? Pues los pétalos muertos, caídos al suelo. Derramo, por el lagrimal derecho una emoción. Se sale de la norma, del montón. Caen, de las goteras de mi corazón, chispazos de felicidad. Es el brillibrilli de mi ser. Camino, joder, vaya forma de mover mis caderas. Muerdo el polvo, soy el fuego que aviva la llama. Levito, miro el cuadro de tonalidades hermosamente rotas. Me quiero, estoy queriéndome. Dejo atrás, en el pasado, las cenizas de lo que fui. Observo el reflejo en el ventanal entreabierto. Me detengo, saboreo el viento, el tiempo. Es otro paisaje distinto; la primavera florece al revés, de dentro hacia fuera y en un bucle contínuo sin querer. Por amor al arte, al mundo, al cielo soleado. Soy otro amanecer donde habita la luna, me mezclo con las estrellas descoloridas, desenchufadas de la vida. Conectándome en el punto de mira, siendo yo misma.

  • Perderse contínuamente

    Perdiéndome en bucle, así me siento últimamente. Sí, llena de tristeza, es decir, vacía. Me tomo cada tarde un café con mi querida soledad. Escribo, o la denomino tantas veces, que se ha apropiado de mí. Ahora me llamo Anna, la ahuecada; la que se rompe al borde de la costura. Solo necesito crearme. ¿Y si la solución es, sencillamente, seguir relamiéndome las heridas? Las costillas, ¿Dónde están? De cosquillas ni hablemos. Quiero decir, ni me las busques. Sí, porque, no entiendo cómo, pero voy despilfarrando la vida. ¿Era eso vivir? Será desvivirse, deshauciarse de una misma. O desalojarme. ¿Me sigues? Siento que solo te dedicas a perseguir mis huellas. Te hablo a ti, sombra; que me observas, anhelante, y angustiada, desde el espejo. Somos, nosotros, otro tipo de reflejo. Nos vamos transformando. Volvemos otra vez al ruedo. Como duele el acto de marchitarse sin ya saber ni apreciar el querer(se). Los intentos, aquellos, por amarse, se han vuelto locos, tontos o sordos. O los tres a la vez. Unísonos y cuatro hostiazos. Dicen que a la tercera, la vencida. Voy, ya, por la quinta, y sumando. O restando. ¿Cómo lo ves? Yo demasiado oscuro; un cielo ennegrecido, sin estrellas. Probablemente había tantas que se han estrellado levitando entre el desliz, el vaivén, de seguir siendo, o inmutarse para siempre.

  • La vida te está yendo bien

    Hay personas que no te dejan construirte porque te destruyen. Así que cuídate y quiérete más de lo que crees.

  • El amor, destruyéndose

    ¿Y cómo se siente el amor? ¿Una construcción imaginaria? Una jodida ilusión, pienso yo mientras voy perdiéndome entre mis pliegues tan surrealistas… Porque estaba leyendo y terminé leyéndome. Quiero decir, lamiéndome las heridas, perdiéndome. ¿Será la señal? ¿Acaso sé algo? Solo siento; muero entre aquellos intentos -suicidas- absurdos por regresar, por palpar la vida. Se me traspapelan las idas y las venidas. Se trastoca el acto, perdido en la fe, de quererme.

    Entonces, el amor aparece para destruirse. Sí, al crearlo nosotros, los humanos, provocamos el desliz, el caernos. El llanto, que sale por el lagrimal derecho -deshecho y tuerto-, es la jodida desilusión. Poca razón, que escasea, que deletrea, la misma palabra, estallidos, y destellos, de tanta incerteza, que me paralizo. ¿Sentir tanto para qué? Para terminar recreándome en mi propia soledad.

    Vuelvo, volcándome en el abismo, a cuestionarme qué es el amor. O, peor escrito aún, ¿Cómo se siente? Yo puedo, quizás, describir, incluso narrar, cómo se siente el desamor al desarmarse una y otra vez, quitándose, una, la coraza de hielo para después abrigarse, durante los intensos inviernos, con la armadura de piedra.

    Sí, el amor real, o sincero, consiste en ir rompiendo ilusiones y, a posteriori, construirse -a una misma- con impulso, con intención. Con instinto animal de loba, y no de gata negra. Quererse porque una merece ser querida, pero por ella misma, siempre con mucha alma y un amor sano, bonito.

  • Me quiero

    Partirme las alas, el corazón. Después, volver a alzar el vuelo sin arrasar el suelo. Vaya sueño, hermosamente roto. Será un jodido deseo, un quiero, un estoy yendo (hacia ti).

  • La fragilidad de un corazón bajo la lluvia, María Martínez

    La fragilidad de un corazón bajo la lluvia de María Martínez (España, 1979) es una novela actual que narra la evolución del amor, tanto propio como ajeno, pues los protagonistas, aprenden, con el transcurso de la vida, a apreciar sus recovecos internos más odiados.

    La narración tiene dos perspectivas: Darcy y Declan, cuyos protagonizan la trama principal. Así pues, los capítulos, un total de setenta y cinco, son explicados por ellos, intercalándose, y entrelazando entre sí sus intríngulis, ya que necesitan desaprender para aprender a amar, y quererse al unísono y en el mismo tiempo.

    Los personajes secundarios, y muy palpables, imprescindibles para el lío argumental, son el hermano de Declan, Harvey, y el abuelo de Darcy, Stern.

    En resumen, es una historia que, gracias a su sencillez, cala hasta los huesos, provocando que el lector sienta constantemente, para, luego, que se pierda entre sus propias sensaciones y vuelva a encontrarse, o desarmarse para ir queriéndose, otra vez.

  • ¿Enamorándome de mí?

    Poner punto y final, o puntos suspensivos, en el amor ajeno a mí. Por eso mismo no sé girar la esquina ni doblar la página. ¿Quemar el libro? ¿Cómo se quema el fuego con el fuego? Solo provoco que estalle aún más la llama. Luego, se desvive, apagándose por un tiempo indefinido. Uno inestable. Por eso, probablemente, no sé irme: no sé cuándo colocar el punto y a parte.

    A posteriori de observar mi reflejo en el espejo, me pierdo, ¿O aún me quiero más? ¿En qué consiste amarse a una misma? ¿Será un proceso de enamoramiento iluso y constante? Yo quiero amor mutuo, entre este y mi ser interno. Yo quiero quererme. ¿Dónde está el truco? ¿Y la magia?

    Desenamorándome, así, la simplicidad del deshacerse por no poder quererme. De arrasar el suelo, el cielo, el infierno. De destruirme. Ahora toca desencajar para colocar la pieza. ¿Sabes qué pasa? Que el último trozo, roto, está perdido, paseándose.

    Sola, siento que no siento, ¿O es que no quiero? Y dime, deletréame a besos qué es eso del amor y de ser querido por uno mismo. Siempre voy dialogando con mi consciencia, divagando, con aquellas ansias de creer en algo que jamás he tenido conmigo, pues es aquello tan inédito.

  • ¿Lo peor? Que fui yo

    Veo las nubes grises y empatizo con ellas al vaivén de mi corazón que va lanzando destellos de color. Un cuadro hermosamente roto, y triste. Muy triste. Pero la vida sigue y yo también avanzo aunque sea del revés. Un, dos, tres, muévete otra vez. O muérete de una corazonada al ver su alma a través de su mirada tan, tan, tan bonita. Roturas al borde de la costura, descosida. Créeme, los hilos bailan, cantan a coro mezclando un saxofón quebrado con aquel agridulce sabor que te queda cuando te petan. Así, sin más, sin ton ni son ni ron. Te petan. Y estallas. ¿Lo peor? Que allí, la culpable de esta miseria fuiste tu misma. O sea, yo.

  • Un poco de arte por aquí…

    ¡Hola! Hoy es un domingo a rebosar de arte, así que me paso por aquí para comunicarte dos cosas:

    En primer lugar, Aurora estará gratuito durante la semana que viene, ¿A qué esperas?

    Y, por otro lado, he comenzado un podcast, pásate ¡Y me dices!


    Pd. Muchísimas gracias por leerme, ¡Nos leemos! Un abrazo y que abunde el amor propio.

  • (Des)enamorarse

    Desenamorarse es tan bonito y a la vez tan duro, que consiste en volver a quererse a una misma. Desaprender. Desgarrarse el corazón, lamerse las heridas contínuamente. Seguir amándose, regarse. Florecer, y florecer otra vez.

    A veces siento que la vida me da puñetazos, que no alcanzo a sonreírme, y me siento culpable por ser infeliz. Por mi inestabilidad emocional. Al mismo tiempo, bailo y brillo y me luzco y saco mi poder lleno de libertad. Ya me siento mejor.

    Actualmente estoy enamorándome de la vida, del mundo, del espacio y del tiempo. Me he enamorado de él y también de mí. Sí, lo estoy haciendo, me estoy apreciando, aceptando. Es el proceso más hermoso de entre todos mis momentos vitales. Siempre en gerundio. Y es hermosamente perfecto. Porque una danza en otro vaivén, en un escalón distinto. Y se mueve a través de su corazón cuando suena, cuando vibra.

    Pintarse de colores otoñales, acurrucarse en las zonas fuera de confort. Salir de la burbuja, provocar su estallido.

    Ser feliz, porque sí, porque te eliges a ti.
    Créeme, es el acto de amor más sensato que puedes, y debes, hacer. Así que, niña, ármate y ámate.

  • Disecadas, las lágrimas

    El café por los suelos,
    los sueños llenos de infiernos
    y los vacíos,
    de huecos oscuros,
    absurdos.
    Se manchan,
    se derrumban.
    Las paredes han caído,
    mis flores se marchitan,
    se marchitan.
    Dime, dime nene,
    cántame la canción de ayer que sonó,
    que sintió,
    no sé quien
    sino nosotros,
    siendo otros -desconocidos conociéndose-
    y sin ellos.
    Yo solo sé que mi corazón vibró,
    tembló por vez primera,
    otra vez.
    Otro ser,
    muchas cucharadas de azúcar.
    Claro, que no, que no quiero morir y aún así sobrevivo a los monstruos de mi ser,
    de ti.
    Mírate, observa mis delirios,
    las lágrimas ya salieron tiempo atrás.

  • ¿La libertad qué es? ¿Se come o cómo?

    La libertad es como la ilusión, hinchándose como el corazón, como cuando una se enamora, supongo, y luego estalla, de golpe, dejándote más muerta que viva. Y el aliento, a rebosar de todo, se convierte en un cúmulo de vacíos. Te quedas levitando a ras del precipicio. El pensamiento, la duda, de si lanzarte o seguir bailando en tu propio limbo. Trazando el hilo rojo, del que nadie ya habla, que está a punto de romperse. Solo queda provocar el último tirón. Porque, sino, ahí sigues, rozando el límite. Arrancándote el cuerpo, que se cala, que se cala en otro infierno.

    ¿Siempre ha sido el mismo cielo dónde te has arrimado? Hace tanto tiempo, inédito, que siento sin sentir. El frío va habitando en ti, en mí. Pero, ¿La libertad qué es? ¿Se come, se siente? ¿O cómo? Supongo que se come a bocanadas de aire… ¿La nada? No lo sé, ¿Una novedad? Sí. O necedad. Se sentirá de alguna forma, y palpitará dentro de tu ser y se quedará un buen rato -latente-. Significará dejarse caer y, en vez de estrellarse, volar. Abrir las alas, sonreír con mucha paz.

    Últimamente me he sentido así, en una libertad inconmensurable, e irreconocible. Es extraño, pero bonito.

    Defino, este acto, ahora, que soy aquel amanecer, roto, y a la vez, lleno de un rojizo esparanzador, como un bombardeo en mi pecho, fuerte.


    Bilogía gratuita

  • ¿Disfrutando?

    Beberme el café de un sorbo largo, ir yendo tarde. Estamparme con las heridas una y otra y otra vez. Salir viva, pero llena de cicatrices. Dime, querida, ¿Cómo te va la vida? ¿Te lo pasas bien? Pasan los días porque tiro y me toca sobrevivir, otra vez.

  • El enamoramiento, y las mariposas

    El enamoramiento, ¿Qué es? ¿Y las mariposas? Esas revoloteadas, ¿De dónde nacen? ¿Cómo amanecen?
    Últimamente, estoy, me siento en una libertad infinita, inmensa, pero, hay instantes en que me pierdo tanto contándolas, que se esfuman. ¿Alguna vez te enamoraste? Otra duda más, ¿Qué es el amor? O, mejor cuestión, ¿Cómo se siente? Supongo que será un latir, un ir palpitando porque sí, o por ser feliz y volar, tan alto hasta arrasar aquella nube. ¿O no? Qué bonita, ¿Has visto el cielo? La luna, que sola está y que gigante y que diminuta se considera, como yo. Como todas aquellas mujeres que, envueltas en un halo de nostalgia, sienten la soledad muy adentro, en el más allá. Quizás en otro mundo paralelo, en otra ilusión o deseo, todo gira distinto. De mientras, va lloviendo y, en vez del derecho, del revés.
    Y me vuelvo a preguntar, ¿Alguna vez has sentido mariposas en tu estómago? ¿Sinceramente?, me respondo, nunca.
    He vivido desilusiones, esperanzas deshinchadas. He muerto tantas veces que solo esperaba, ¿A qué? A una nada llena de algo. Al final fue aquel océano, tan deprimido, que llegó con el vaivén de las olas mi ser brutalizado y, con este, un descoserme contínuo.
    Dejo llevarme, cobijarme, en esas letras, que más que palabrería, son magia, hechicería. O quehaceres de la cotidianidad. ¿Sabes qué pasa? Mucho, justo, ahí, en mi pecho. Respóndeme ahora tú: ¿Sientes cómo yo? Así, dejándote bailar entre los pliegues de la paz, y el amor. ¿O te sumerges en un dolor imperial, ajeno? Aunque muy tuyo, o mío.
    ¿Qué es el amor?

  • Cuadros grisáceos

    Me esfumo entre las nubes grisáceas,
    y le soplo a la luna,
    las estrellas fugaces se han marchitado.
    Tristeza sigue así,
    cortándome las alas
    y dejándome caer a ras del suelo.
    El fuego, que habitaba en mi alma,
    ya se apagó convirtiéndose
    en ceniza, una descolorida.

  • ¿Cómo estás?

    Estoy carcomiéndome las entrañas, las saboreo tan intensamente que acabo por matarme, por hundirme en mi propio hueco porque, al fin y al cabo, soy eso: un conjunto de vacíos o heridas, depende la perspectiva. Estoy ahogándome, pero sobreviviendo, quiero decir, flotando en un océano, invisible, aunque palpita, latente, dentro de mi ser. Son sus olas coléricas, descoloridas que quieren pintarse de alguna forma y, en vez de, eso, se transforman en algo abstracto.

    Han pasado tantos días, que ya ni sé cómo me siento. ¿Cómo voy? ¿Levito o arraso el suelo tocando de cabeza al infierno? Puede.

    Ha pasado el tiempo y su noción se ha perdido entre las nubes grisáceas que van latiendo al son de la lluvia. Y entonces pienso, o me cuestiono, que ya nadie me pregunta cómo estoy y, si alguien, por alguna casualidad, lo hace, no sé responder.

    Los porqués se han marchado a conjunto con las respuestas, todos en un mismo saco, o vuelo, y allá se han quedado. Allá siguen viajando. ¿Dónde? Lo desconozco, y me observo en el espejo, me reconozco, ¿O simplemente estoy tan muerta que estoy viviendo porque sí?

    ¿Cómo estás, nena?, la duda ofende, muerde. Porque mi amor propio, si es que aún habita por aquí, solo se dedica a lanzar el anzuelo y pescar una pizca y otra y otra y otra de un coro de miedos, o anhelos, a rebosar de una fe ennegrecida. Solo queda sentarse sobre una misma, dejar de plantar semillas, arrancar la herida e ir disparando balas para matar la soledad. Aunque, bueno, soy la neblina, tengo demasiadas flores marchitas, me escuece todavía la cicatriz y solo sé esquivar balazos, porque si miro de frente a la tristeza y la agarro para lanzarla al mar, esta siempre se dedica a regresar, en bucle, en un círculo vicioso, hacia mi cobijo.

  • Estoy triste

    Ya he explotado de amor y sigo presente, ausente.
    Y lloro las lágrimas más hermosas,
    de tonalidades naranjas,
    muchas rosas.
    Abundan los amaneceres,
    quiero dos al día
    para empezar de cero y arrancar una buena vida, mi esencia. Mi color, mi dolor.
    Agotamiento mental, cansancio emocional.
    Gritar internamente,
    sentirme o, mejor dicho, ser una demente.

  • Antologia poètica, Salvador Espriu

    La Antologia poètica de Salvador Espriu i Castelló (1913 – 1958), poeta novecentista, es un conjunto de sus poemas más destacados, que transmiten, principalmente, un aliento de nostalgia y frustración. La vejez, la tristeza y la desesperanza son algunos de los temas específicos.

    El poemario se divide en tres partes, donde predomina la muerte, pues le golpeó injustamente de forma inesperada e intensa varias veces.

    Podemos definir los poemas de esta recopilación como el tempus fugit, el grito -cansado- del fin de la vida ya que nuestro destino es la nada. Incluso el tópico literario ubi sunt, es un término que también define los textos a la perfección, pues Espriu expresa cómo se siente después de que todos sus seres amados hayan fallecido.

    Él, consciente de que todos moriremos, intenta buscar una paz, que quizás será inalcanzable o irreconocible.

    En resumen, tal y como escribe el poeta en los versos finales del poema XL:

    «No provis de tocar-me

    cap mot, si et sembla trist.

    Prou saps que no podries:

    el que he escrit és escrit».

    – Salvador Espriu

    Porque nuestro camino es desaparecer del mundo para siempre. Una realidad dura y palpable y, sobretodo, irreversible.

  • Sin color

    Por fin me puedo desahogar,
    soy mar,
    neblina espesa.
    Y todos estamos tristes,
    comemos perdices
    muriendo con profundas cicatrices.
    El terror a mirarme en el espejo
    donde habita el reflejo
    (de mi ser).
    Nunca creí, pero volví.
    Ahora vuelo entre nubes grisáceas,
    tonalidades ambiguas,
    oscuras,
    vívidas,
    o sea,
    ausentes de colores.

  • Mariposas alegremente rotas

    ¿Las ves? Florecen las mariposas, salen a volar. Porque de allí, más lejos del universo, de las montañas y del cielo, derrapan, se alteran. Un golpe continuo a ras del suelo. Les han arrancado las penas. Van con el corazón despeinado, rebelde, porque rebosan alegría. Van repartiendo aquellos chispazos llenos de vitalidad. Sonrisas enigmáticas que enganchan, que enamoran. Es una transformación primaveral. Tan bonita, tan querida, tan sentida. Brillan traslúcidamente. Y saltan, voltean y juegan con sus cicatrices sorteando los miedos. Ya son la felicidad personificada.