¿Y cómo se siente el amor? ¿Una construcción imaginaria? Una jodida ilusión, pienso yo mientras voy perdiéndome entre mis pliegues tan surrealistas… Porque estaba leyendo y terminé leyéndome. Quiero decir, lamiéndome las heridas, perdiéndome. ¿Será la señal? ¿Acaso sé algo? Solo siento; muero entre aquellos intentos -suicidas- absurdos por regresar, por palpar la vida. Se me traspapelan las idas y las venidas. Se trastoca el acto, perdido en la fe, de quererme.
Entonces, el amor aparece para destruirse. Sí, al crearlo nosotros, los humanos, provocamos el desliz, el caernos. El llanto, que sale por el lagrimal derecho -deshecho y tuerto-, es la jodida desilusión. Poca razón, que escasea, que deletrea, la misma palabra, estallidos, y destellos, de tanta incerteza, que me paralizo. ¿Sentir tanto para qué? Para terminar recreándome en mi propia soledad.
Vuelvo, volcándome en el abismo, a cuestionarme qué es el amor. O, peor escrito aún, ¿Cómo se siente? Yo puedo, quizás, describir, incluso narrar, cómo se siente el desamor al desarmarse una y otra vez, quitándose, una, la coraza de hielo para después abrigarse, durante los intensos inviernos, con la armadura de piedra.
Sí, el amor real, o sincero, consiste en ir rompiendo ilusiones y, a posteriori, construirse -a una misma- con impulso, con intención. Con instinto animal de loba, y no de gata negra. Quererse porque una merece ser querida, pero por ella misma, siempre con mucha alma y un amor sano, bonito.
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