Veo las nubes grises y empatizo con ellas al vaivén de mi corazón que va lanzando destellos de color. Un cuadro hermosamente roto, y triste. Muy triste. Pero la vida sigue y yo también avanzo aunque sea del revés. Un, dos, tres, muévete otra vez. O muérete de una corazonada al ver su alma a través de su mirada tan, tan, tan bonita. Roturas al borde de la costura, descosida. Créeme, los hilos bailan, cantan a coro mezclando un saxofón quebrado con aquel agridulce sabor que te queda cuando te petan. Así, sin más, sin ton ni son ni ron. Te petan. Y estallas. ¿Lo peor? Que allí, la culpable de esta miseria fuiste tu misma. O sea, yo.
¿Lo peor? Que fui yo
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