¿Qué escribo? Me desvivo. Un dolor, otra forma de olfatear la muerte. Desde el infierno y arrastrándome. Aquí, ahora. Quiéreme bien, deséame. La ilusión, dos hechizos -eternos- y la ceniza fugándose. Para incendiarse, antes tuvo que marchitarse. Hablaré, después, de mi ser. Me apetece poco. Quiero un hogar lleno de besos, ¿sabes? Los quehaceres del día a día son los típicos de un amor sano. Bueno, deberían serlo. Porque tantos abrazos vacíos, que se sirven solos, son como cafés fríos. ¿Huimos?
¿Huimos?
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