Sigo aquí, pausada y, además, se va tensando la coma. Y entre espacios y acentos y señales salgo a la superficie para volver a hundirme en mi mar de dudas, de precipicios que siguen alzándose hacia el cielo.
Estancarse, o arrancarse los pulmones de una bofetada, o dos, por describirme demasiado o, al menos, intentarlo. Definitivamente, no sé cerrar ni ciclos ni etapas ni colocar puntos finales, pues siempre termino en el bucle inicial, alargando la corazonada ya sin tanto latir ni sentir.
Desde hace semanas que pensé que podría zanjar, de una vez por todas, la novela y presentarla. Bueno, realmente presentarme. Luego saltar por el trampolín, y fin. Con todo ello, vengo a escribir, a recordarme, que se puede sonreír y ser feliz si dejo de escribir.
¿Ya lo hiciste? Cuestiono el acto de dejarse fluir y comenzar a vivir.
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