Etiqueta: felicidad

  • Estancarse

    Sigo aquí, pausada y, además, se va tensando la coma. Y entre espacios y acentos y señales salgo a la superficie para volver a hundirme en mi mar de dudas, de precipicios que siguen alzándose hacia el cielo.

    Estancarse, o arrancarse los pulmones de una bofetada, o dos, por describirme demasiado o, al menos, intentarlo. Definitivamente, no sé cerrar ni ciclos ni etapas ni colocar puntos finales, pues siempre termino en el bucle inicial, alargando la corazonada ya sin tanto latir ni sentir.

    Desde hace semanas que pensé que podría zanjar, de una vez por todas, la novela y presentarla. Bueno, realmente presentarme. Luego saltar por el trampolín, y fin. Con todo ello, vengo a escribir, a recordarme, que se puede sonreír y ser feliz si dejo de escribir.

    ¿Ya lo hiciste? Cuestiono el acto de dejarse fluir y comenzar a vivir.

  • Siendo feliz como una perdiz

    Llevo días sin describirme, introduciéndome en otro vaivén que viene más que se va. Voy bailando entre mis raíces. De ellas nacen las flores, nacen, y ya no se caen. Y, yo, que me creía perdida, oculta entre sombras, ahora, estas son otros borradores, ya desechados, y guardados en el cajón de mi corazón. Déjame estallar, me dice la otra del espejo donde me reflejo sonriendo. Por fin ya no siento ese «por fin» tan ansiado, y angustiado. Simplemente, ser.
    Soy feliz como una perdiz, o dos.

  • ¿Cómo poner el punto y final?

    ¿Quemando el libro, quizás? Tirándolo en la hoguera o por el retrete. Ya no sé, ¿o sí? Y es que desde que lo coloqué, ahora solo suceden acontecimientos bonitos, como los amaneceres hermosos, y los cielos, que dejan de estar ennegrecidos, y mis recovecos lloran felicidad y a océanos, quiero decir, a mares en una cuerda que en vez de aflojar y tirarse por el precipicio, se dedica a apostar en el sí contínuo. Porque desde que ya no estás, desde que me ausenté de tu vida, y de ti, solo me dedico a sonreír en un ir y venir y quedarme en mí, solo sé vivir. Créeme cuando me digo que estoy siendo otra, que me recreo y me construyo desde el cariño y un amor sempiterno. Ya jamás volverá a ser efímero porque está siendo inmensamente infinito.

  • In crescendo

    Nuestros recovecos son, tristemente, nuestros miedos, que entre sombras y luces, esta vez, navideñas, van brotando, van saliendo a lucirse. Y tanto que ciegan. Parece una perspectiva ilusa, así que, simplemente, nos dejamos latir. Me tiro palpitando.

    Diciembre, bienvenido, otra vez. Aquí, en mi ser, hay una corazonada fría que se combina con una pizca de dolor, y un buen trago de alcohol -imaginario-. Estoy sentada observando cómo los minutos, solapándose, se pasan. Saludo a mis días, que se marchan, y a mi peculiar forma de existir.

    Allá me quedé, brillando intermitentemente. Quiero recrearme en el bucle de la paz, o de la pura felicidad. Se ve que uno no tiene todo lo que desea. Chispea. Mi mente sigue nublándose como el mes pasado, como ayer, un veintitrés de no sé qué. Consciente de ese suceso, y muchos más, regreso al túnel infinito donde me pierdo.

    Quiéreme, pero bien. No sé, de aquel amar bonito y sincero, sin roturas al borde -ni arriba ni abajo ni atrás- de la costura. ¿Me explico? De aquel armarse conjuntamente. Porque estoy ya descendiendo por mis propios precipicios y solo de pensar y también ver la cuesta que va in crescendo, me vuelco en el infierno, y me quedo.

    Lo que sentía, ¿Qué era? Vamos fuera a revolcarnos, a empaparnos, o estrellarnos, de amores completos. De los que se construyen desde el corazón hacia otro tipo de estallido, que seguro que se asemeja al tuyo.

    A ver si será tan simple como soltarse el cabello, desabrocharse la coraza y dejar que entre un poco de viento para, luego, seguir sus pasos con el pulso a flor de piel, y que, de tanto impulso, ir volando lejos, sin siquiera preocuparse de qué manera será el aterrizaje ni de cómo culminrá el viaje.

  • Verbena de brindis

    Por una verbena distinta,
    por una noche de brindis,
    de que brillen tus ojos
    (al mirarme)
    y sonreírte porque los dos sabemos lo que hay en nuestro interior,
    un sentimiento lleno de amor.
    Un nuevo color,
    las estrellas estallando en el cielo
    -como las mariposas en mi estómago-
    y los besos que sean a todo sabor.

  • Tal vez

    Podría ser feliz si quisiera,
    sólo con un poco de voluntad.
    Pero ya no puedo.
    Y sé,
    sé,
    que así me ahogo,
    me aislo
    y me pudro
    en mi soledad.
    Créetelo,
    porque duele.

  • Alma de mujer

    Hay domingos que son para echarse de menos y, otros, para emborracharse de más. De salir, de vivir. Que con un poco de Ron, risas y salvajerías varias, se puede ser feliz. Porque las dos amigas que tengo están locas, rotas y solas (como yo). ¿Mi virtud? Mi empoderamiento, mi fuerza y mi pasión por lo que sea. Hay que echarle amor al arte con un poco de sal, además de dos ovarios bien puestos. Y sino, un alma de mujer va donde sea. Donde quiera. Que vuela, y voló. Saltó y derrapó por el cielo.

  • Quiero caos

    Necesito oxígeno, no sé, ir al bosque o al mar a respirar(me). Quiero soledad, quiero paz y amor -por y para mí-. Porque… Actualmente estoy en un océano lleno de dolor, y tristeza. Me hundo en la miseria de lo que algunos llaman ‘vida’ -muerte-. ¿Me sigues? Vodka, y un poco de locura. Eso también lo necesito, y ya. No puedo. Estoy en la jodida rutina, y cuando acabe ¿Qué? Pues suicidémonos colectivamente para así sanar cada uno en su respectivo corazón; hecho pedazos, trizas. Destrezas y cerebros sin razones, o con mucha lógica.
    ¿Sabes qué pasa? Tan y tan poco, algo, aquello insignificante. Que, nada. -Nada-. Y quiero gritar en la calle y que me miren todos para luego unirse a un chillido muy necesrio. Sacar las tripas fuera y, por fin, sanar de toda la mierda. De todo lo que ya no cabe en esta cabecita ilógica.
    Me he cansado de ti, de mí. De esto y de lo otro. De lo de allá, de lo de aquí. De lo que fue, es y hasta de lo que será. Del mañana.
    Creo que ya me perdí.
    (Creo) que quiero caos. Uno que sea irrompible y que vaya agrandando hasta que yo -misma- explote.
    Porque quiero lo exótico,
    lo loco,
    lo podrido,
    lo negro
    y lo sucio.
    -Quiero caos-.
    Joder, sí, dame un orgasmo de caos.

  • Bailarina

    Recuerdo cuando bailaba, cuando danzaba dentro de mi tutú rosa y las zapatillas color carne. Llevaba un moño y, mi cabeza, estaba llena de ilusiones y deseos. Fueron hermosos aquellos días que se fueron fugazmente. Cada martes y jueves o cada lunes y viernes.
    Año tras año.
    Por aquellos tiempos aún no estaba formada ni físicamente ni mentalmente. Pero creaba arte, y aquello era y es hermoso.