La luz que entra por la ventana durante el atardecer refleja que estoy sin ganas, sin ansias, sin ánimas. La ciudad me habla en plena calle o en medio de mi habitación. Me dice que busque, que cante, que baile y que viva. Yo estoy bien, y siento. Necesito otros aires, otros rumbos, otros caminos. Quiero. Estar contigo y sentirte muy de cerca y, que estando, seamos. Sin ataduras, sin porqués y con un después, otra vez. Cada día de nuestras vidas hasta el final. Y que este sea la muerte. Porque quiero compartir una vida entera contigo; me gustas, te quiero, te amo. Aquí y ahora. Allá y luego. Y ya sea en las Maldivas o en Barcelona. Feliz contigo, a todas horas.
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