¿Hacia dónde latimos?

¿Hacia dónde latimos? O mejor escrito: ¿Desde dónde latimos? Me voy pegando tres o siete o diez tiros y, tanto, que llego tarde a mis otros seres latentes. Los vaivenes, ¿Qué son? ¿Qué son? ¿Quehaceres o…? Me quiero perder en abundancia que culmino en la escasez y con una breve lucidez. Deslumbra que estalla, y ya. Los árboles están tan llenos agudos estos días primaverales, y en mi corazón bailan las mariposas, que sus tallos y ramas y hojas -inéditas- se resquebrajan. Es invierno aún, parece otra forma de infierno. Estamos -mi sombra y mi pensar- al costado de un parque deforme. La puerta se ha (en)cerrado en su propio ser. Se acabaron los cuentos de hadas, los fuegos artificiales y, con ello, las navidades. Todas. Solo queda la soledad, hacerse amiga, de ella. ¿Entiendes? Enciéndeme esta, y las siguientes porque se me apagan las velas, se me apagan, se me apagan… y todavía se arrastran. Van muertas, aguantándose las ganas (de seguir brillando). Y cuando comiencen a llorar, a sanar la jodida ceniza, ¿Te acuerdas? A posteriori, habitará aquí. La bruma en la que me he convertido. Así voy: meditando, entrando y saliendo. Soy la personificación del humo: me corro, o corro, a trompicones, que se me atragantan entre el pasado y el futuro. Quiero ser presente, pero sin querer, y queriéndome, soy la herida abriéndose, destruyéndose porque sí porque ya no sabe cómo ni hacia dónde latir.


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