Pienso que me estoy perdiendo, perdida me siento.
Siento que te quiero, querida no me siento.

Pienso que me estoy perdiendo, perdida me siento.
Siento que te quiero, querida no me siento.

Tengo tan mala suerte que si me tirara a la vía de un tren, éste pararía justo al punto del impacto. Sí, sería tan deprimente. Y me pregunto ¿por o para qué? ¿por qué no prefiero vivir? Pero con ese sentimiento de melancolía, de vacío entero y eterno. Me pregunto cuando se detendrá. Tal vez, y sólo quizá, cuando su amor sea correspondido.
El dolor a veces lo dejas de lado para no regocijar en sus entrañas. Mis ojos se cristalizan, no quiero llorar otra vez. Ya lloré demasiado, parezco un pez. El que se sumerge entre las ranuras del océano. Y quiero desvanecer, volver a ser.
Pienso, que voy a coger una manzana para llenar mi vacío, vacilo, pero desisto, es absurdo.
Las estrellas del firmamento se colapsan en mi interior, en el núcleo de mi corazón que bombardea a mil por hora. La sangre, alterada, desangrada, desgarrada, te ama. ¿Por qué me cortas las alas? Necesito volar. Y quiero ver la noche estrellada pero la persiana está bajada, me oculta la realidad allá detrás, en el infinito. Y una sirena suena, otro choque colapsado en mi interior.
Se hace el loco pero sé que me mira, me hago la loca pero donde duele inspira. A mi no me vengas de inocente si lo único que sale de tu alma es ira. Comete la mierda, caga la mala uva que llevas encima. Cierra la boca, no dejes que cante más, que si canta llueve. Que se quiebra la voz y las notas caen del pentagrama. Que se muere la música a favor del corazón más potente, -el mío ¿tal vez?- y el ritmo al compás de la pulsación al revés. Como la vida misma, del sentido; la cordura y la locura en un segundo entero y eterno, junto. Pegado con el tiempo. Que de amor en este mundo queda poco, que ya no se sabe si existe. Sacado de contexto; todo es un pretexto, demasiado largo. Interés y desinterés. La gente ya no se acuerda de lo que dijo una vez. Las promesas se quedan perdidas en el cielo, pero nunca escondidas. Yo encontraré la mía, lo sé, y será cuando menos buscada sea, cuando más lejos la quiera.
Todos merecemos una historia de amor, y bien merecida que es, que la tendremos ahora o después.
«El tiempo pasa muy lento para aquellos que se sienten solos, y sobretodo desolados, caídos, rotos o vacíos y también, enamorados. Después de todo algo de positivismo debe haber en esta miserable vida. Ya no sé. ¿Para qué pensar, hablar o escuchar, decir o hacer? Si todo lo que se piensa no se dice, si lo que se dice se juzga, si lo escuchado se ignora, si lo dicho se desdice y lo hecho ni se deshace.»
Es imposible que me quieras. Para enamorarse de mí primero hay que enamorarse de mi infierno entero y como me enamoré yo nadie más se enamora. No quieras quererme, que si lo haces acabarás por odiarme. No intentes odiarme, que una vez que empiezas no acabas, y va en aumento. Pero recuerda que de tanto odio puede nacer el amor. Yo te amaba y después te odiaba, y cuando empecé a odiarte volví a enamorarme de ti, o mejor dicho, seguí enamorándome. Y mi amor y odio hacia ti se complican. Cuando te veo un mar de sensaciones y emociones aparecen en mi interior, y no sabes ni te imaginas, como mis pies se alzan hacia el cielo dejando abajo el suelo. Y no quiero volar, porque cuando vuelo por ti al cabo de medio segundo me estampo contra el infierno para quedarme toda una vida eterna encerrada en aquella única luz; el brillo de tus ojos al mirarme.
Aquí empiezan los textos caóticos de cuando tenía 15 años.
Veo a mi alrededor, los contemplo a ellos. Ellos, que son felices. Tan completos como cada día. Joder, que envidia que les tengo. Ellos, que disfrutan de la vida, de cada momento. Ellos que saben lo que hacen. Ellos que saben hacia donde van. Ellos que saben quiénes son. Yo quiero ser uno de ellos. A veces finjo serlo, y es más difícil de lo que parece. Sonreír cuando lloras por dentro, duele. Saber lo que haces, hacia donde vas y quien eres sin saberlo, sin ir y sin ser, duele. Decir que todo va bien cuando todo está mal, duele. Y fingir que nada de esto duele, duele el doble, y más.
También puedo ser la niña mala. Puedo ser una rebelde, una loca chalada. ¡Y gritar! ¡Gritar que se jodan! ¡Que se jodan todos! ¡Sí! Porque si quiero, puedo coger esos tejanos, rotos, desgastados. Esos que enseñan medio culo. Puedo ponerme esa camiseta negra de tirantes, la que marca toda mi silueta entera. Y puedo ponerme esos tacones negros y altos de mi madre. Puedo ponerme una chupa negra. O puedo ponerme esa minifalda negra. Y puedo, también, ponerme ese vestido rojo. Cualquier cosa que haga que los tíos me miren. ¡Que se corran si quieren! Que se caigan al suelo del infarto que les pueda dar al verme. ¡Que hagan lo que quieran! ¡Me da igual! Y, puedo pintarme los labios de un rojo chillón, si quiero. Porque, puedo maquillarme como una pepona. Y salir por ahí de noche. ¡Porque sí! Sin ningún permiso de mis padres. ¡Porque me da igual!¡Quiero vivir, ser libre! ¡Y lo soy! Puedo coger la puerta y salir corriendo, como si nada hubiese pasado. Puedo entrar a cualquier bar y coquetear con todos los tíos. Mientras me bebo dos cervezas y tres cubatas. Y después, puedo ligarme tres a la vez, a los más buenos. Porque estoy muy loca. Y si me da la gana me los puedo tirar ¿por qué no? También puedo salir del bar, para después caerme al suelo. Y, por mala suerte o buena, romper mis tacones. ¡Porque quiero! Ir descalza por la calle, si quiero. ¡Porque estoy totalmente borracha! Y aun así, puedo sacar de mi chupa el paquete de cigarros y fumarme cinco a la vez. ¿Quién me lo impide? La gente me vería tirada al suelo y ni se pararía a ayudarme. ¡Porque daría miedo! ¡Soy un monstruo! ¡Estoy chalada! ¡Di que sí! ¡Sin miedo! Sólo observarían. ¡Palurdos, sois unos palurdos! Algunos se sorprenderían, otros se burlarían y a otros les daría pura pena. ¡Oh, que envidia!Y también, si quiero, puedo gritar un taxi. Mi destino sería ir a Wonderland. Entonces el conductor se partiría el culo en mi cara. Pero yo insistiría. Y no me dejará entrar ¡Mira que cara de amargado que tienes! ¡Corre y no mires atrás! Se lo decía en serio, no era una broma ¿qué problema habría? Que todo el mundo estaría loco menos yo, eso sería el problema. ¡Que todos están locos! ¡Todos son unos locos de remate! ¡Todos están locos! ¡Locos!
El aire en mis pies sube, y asciende, rompiendo, deformando mi cuerpo entero. Desde la nariz hasta el dedo meñique de mi pie izquierdo. Soledad, ¿por qué no vienes a buscarme? Te necesito y aun así siempre estás, aquí, a mi costado, cogidas de la mano. Como ya es habitual en mi vida. Del día a día. Rutinario. Y camino, no sé qué dirección escoger, hay demasiadas pocas. Sí, joder -y lo siento por el vocabulario vulgar, pero me da igual-. Demasiadas pocas…
Me gusta comerme las chispitas de colacao que flotan en la leche
Me gusta andar descalza por la casa, y llevar un libro entre mis brazos
Me gusta ir despeinada por la calle
Me gusta no ir depilada, pero me encanta depilarme
Me gusta mojarme el pelo, y los dedos de los pies
Me gusta cantar y bailar delante del espejo del baño
Me gusta gritar, y llorar.
Pasaros por mi nueva historia en Wattpad:
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Era medianoche, por la ventana entreabierta se veían las luces de la ciudad y las cortinas blancas se movían sutilmente al compás de la música lenta que sonaba desde el inicio de la madrugada.
Sus bragas negras se deslizaban por sus piernas dejándolas caer al suelo y, su braiser desabrochado, caía en cualquier lugar de la habitación. Ellos, ya desnudos sus cuerpos, se besaban. Sus manos danzaban por cada secreto oculto dejándolo al descubierto, resbalando por encima de las gotitas de sudor. Ella, que suspiraba fuertemente y él que mientras jugaba con su clítoris, mojado. También tocaba sus senos, erectos. Y entonces él se posicionó encima de ella, rozando su miembro por todo su vientre, dibujando circulos alrededor de sus senos, duros. Y bajándolo hacia su parte más íntima, entró en ella.
Es un privilegio leer tus textos pero mi corazón decae cada vez que siente el sentimiento de tus palabras. Son tristes, desoladas. Me derrumban. Por favor, se que estás loco pero siento que no harás ninguna de tus locuras calcadas en el papel. Miedo, miedo a que te lastimes. ¿Y si me besas? Hazme sentir tus palabras rozando tus labios por mi piel que se eriza por ti.
Se me ha cerrado la puerta, no puedo volver al recuerdo del pasado. ¿Y por qué quisiera viajar hasta allí? Porque necesito ese recuerdo para comprender mi pasado ¿no os ha pasado? A veces se necesita saber más de lo normal para poder entender ciertas cosas que en su momento no se entendieron. Y es que si entiendes tu pasado, podrás avanzar en tu futuro ¿o no? ¿O me estoy equivocando? Vete a saber tú…
No sé escribir palabras bonitas, todas se desgarran de mi alma. Bonito problema ¿verdad? Si me quiero yo, después te quiero a ti, podremos querernos. Pero si tú no te quieres, entonces no tendremos futuro, aunque conectemos con las palabras, y los pensamientos.
El otro día estaba pensando en ti, y te soñé. Vi tu rostro. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué me enamoro de cada sujeto, de cada desgracia desgarrada? Y no te estoy diciendo que seas desgraciado, pero somo dos desgarrados del alma siendo muy agraciados. No me comprendas si no quieres, pero no te enfades. No quiero herirte, y aun así tu me hieres a mí.
¿Y si te digo que nos podemos besar bajo la luna? ¿O en un atardecer? ¿O en medio de la ciudad? ¿Sabes qué? Que necesito que me beses. Necesito volar.
Mala experiencia, no estuvo bien, pero tampoco mal. ¿Qué digo? Estuvo fatal, me siento hecha trizas. Ahora no sé qué carajos hacer. Estoy en bucle, no puedo deshacer lo ya hecho. ¿Qué debo hacer? Me lo advirtieron y yo aposté para perder. He perdido, estoy perdida. Tal vez no debería haber hecho lo que he hecho, es decir, el acto primero estuvo bien pero, el segundo, no lo debería haber hecho. Debería haberme detenido. Y es que no quiero que ningún chico venga a buscarme, no quiero ser su princesa ni tampoco su prostituta. ¿Pero qué he hecho? Ahora soy su reina. Esto no debería estar pasando. Debo detenerlo, pararlo de algún modo. Y, quizás, te preguntarás ¿qué estoy diciendo? Pues lo que lees, lo siento más pistas no puedo dar. Soy así y así seré. Pero de los errores se aprende, y mañana no los volveré a cometer. ¿O sí?
Y ella, con cautela, se sentó al borde de la cama. Y allí se quedaron, él recostado, ella sentada, mirándose a los ojos sin poder desprenderse de aquel sentimiento lleno de ilusión y esperanza, sin poder ya cambiar lo que estaba por venir.
Entonces, en un acto irreflexivo, Aurora se acercó a su boca, para besarle en los labios, y como si éste fuera un imán, le dio un casto beso. Y, pensándolo bien, después de haber hecho tal cosa, se separó rápidamente, arrepintiéndose, y justo antes de partir hacia la nada, Aarón le cogió la muñeca, insinuándole que todo estaba bien. Cedió, y se estiró a su lado, incorporándose los dos, mirándose a los ojos intensamente.
Se acaba de romper otro pedazo de mi cerebro. No quiero volver a pasar por lo mismo, no quiero volver a sufrir. No quiero que sufran por mí. Esta vez sufriré yo, queriendo escoger, y escojo el dolor.
Cuando me vea en medio del bucle será demasiado tarde. Ellos quieren ayudarme pero yo cada vez que quiero ganar, pierdo. Y me arrepentiré, lo sé. Pero ya esta bien ¿no? Ya está bien de todo esto que parece no tener fin. Ya está bien de tanto sufrimiento. ¿Es que el universo se pone en mi contra siempre, a cada rato? Pues sí, es así. ¿Y por qué? ¿Qué he hecho yo para merecerme tal sufrimiento? Tal vez sea yo la rara, la que quizá se oponga al mundo sin querer y acaba siendo la perjudicada.

De madrugada salió sigilosamente de su casa y corrió por la calle hasta llegar a la plaza, y allí, se encontró con su amante, joven y desesperado. Se sentaron en un banco y él le dijo susurrando en su oreja: «Siéntate más cerca de mí». Ella cedió, nerviosa por la novedad. Entonces él, con sus dedos, recorrió sus piernas, haciendo carreras como si fueran carreteras. «Siéntate encima de mí» le volvió a susurrar. Y, ella, cedió otra vez más. Sus pechos cayeron encima de su cabeza mientras sus partes íntimas chocaban suavemente. Al cabo de un rato se levantaron, cada uno con ganas desesperadas de quitarse la ropa, y andaron hacia un párquing donde allí se besaron y toquetearon, con ansias. Después siguieron caminando hacia un callejón oscuro, donde él le tocó su parte más preciada. Y, los dos, con unas ganas irresistibles buscaron un sitio donde dejarse caer uno encima del otro. Allí, en el césped, él le hizo deditos, jugando con su clítoris, el que mojado estaba. Y ella, le hacía una paja mientras sus senos estaban erectos, duros.
Sus cálidos labios susurrándole bonitas palabras que la hacían estremecerse, mientras rozaban con delicadeza su lóbulo izquierdo. Y acercándose provocativamente, paseándolos de la mejilla hasta los parpados de ella, haciéndolos bailar por la nariz hasta llegar a su fin, para que la besaran intensamente en sus peculiares labios finos y sonrosados, como si sólo fuera el único día que podía amarla. Pero los chillidos de los más menudos cortaron su placidez dentro del sueño, obligándola a abrir los ojos, observando cada rincón de aquel lugar.