Autor: perezitablog

  • Cuando termino un texto literario, me siento…

    Al terminar de escribir un texto literario, ya sea una historia breve, un poema o una novela, me siento más vacía aún, pues nunca pongo punto y final a mis sentimientos y, por ende, tampoco a mi literatura. Escribo puntos y seguidos o comas. A veces paréntesis y, otras, puntos suspensivos. Por eso, supongo, se van acumulando en mi interior creando, así, un hueco. Quizás parecerá que por cada sensación, lío argumental y mental, aumenta la oscuridad, pero, créeme, de la negrura espesa nace la luz. De allá arriba van cayendo las estrellas, que son seres todavía por descubrir(se), y se quedan plantados en otro universo, tan bonito y, al mismo tiempo, necesario, pues desconocen el querer, y el quererse.

    Me gustaría explicar cada fase respecto al proceso de escribir. Y me gustaría explicarlo con precisión, pero solo puedo expresar emociones.

    Para empezar, cuando un ser humano vive, significa que está muriendo en vida y, por ello, siente y, tan adentro, que luego es capaz de narrar lo que tiene ahí, en el pecho, y sacarlo fuera para sanarse o romperse más.

    En mi caso, para continuar, lo plasmo a través de las palabras y de una forma tan surrealista… Es decir, escribir consiste en decir verdades, y ya.

    Y, en último lugar, lo publico, ya sea en las redes sociales de forma casi inmediata o en un libro. Es un acto lleno de valentía, es un acción hermosamente rota, pues consiste en que, al terminar el texto literario, acabas de crecer, quiero decir, de florecer porque la semilla ya la plantaste justo en el momento que tuviste la idea.

    Solo puedo decir: siente y, luego, sientáte y escribe.

  • Flores, sonrisas y te quieros

    Me miro en el reflejo de la ventana, la abro. Muchas flores dentro. Soy de provocar la tristeza, que me la como,
    que me la como
    y acabo convirtiéndome en la depresión (ficticia) personificada.
    Mírame, create tu propio pedestal para ti. Hace días, segundos eternos, que lo creé yo. Deformando la realidad, chocando con el cielo y arrasando el suelo. Estoy,
    soy el infierno que está a rebosar de mariposas muertas.
    Ahora, gusano.
    Crecerá para florecer y dime chiquilla,
    muñequita de cristal,
    ¿Estás aquí o allí?
    ¿Vas viviendo o solo mueres para vivir o sigues viva porque sí?
    ¿Sabes qué pasa?
    Que la muerta es tan cercana…
    En vez de (yo qué sé qué), has acabado matándote varias veces, recreándote en el dolor, lamiéndote las heridas. Y buceando en tu propia cicatriz que aún sangra.
    Vas a ser tantos atardeceres y noches con y sin luna llena.
    Engulliste tantas estrellas estrelladas convirtiéndote, al fin, en una de ellas.
    Bailar hacia dentro, me quiero.
    Y te quiero
    y me quiero conmigo y contigo
    y también sin ti.
    Y nos quiero
    y dejé de quererme y quererte y querernos
    para querer en gerundio.
    Presente,
    preséntate ante el tribunal
    de tu sonrisa que brilla,
    que brilla
    y estalla dinamita.

  • Comunicando… ¿Me lees?

    Sí, léelo bien: Aurora actualmente gratis en formato ebook.

    ¿Quieres saber más?

    Quizás te preguntes cómo escribí Aurora. Al principio no se titulaba así, de hecho, era una historia sin título que página a página fue tomando su propia forma. Primero, plasmé en el papel una parte, luego otra y después otra. Y publiqué las tres partes por separado, creando una portada para cada una de ellas. Entonces, me percaté, también a través de críticas constructivas, que algo desencajaba.

    ¿Y si unía todas las partes formando una única historia?

    Un día, nació Aurora y, con ella, una novela hermosamente rota, pues de eso trata: de quebrarse sin querer ni quererse y queriendo porque sí.

    Pd. Gracias por leerme, nos leemos en otra vida.

  • ¿Qué significa para ti ser escritora?

    Ser escritora significa suicidarse en vida constantemente. Significa chocar con mis sentimientos, contradecirme sin querer, sin siquiera entenderme. Quiero decir, el acto de escribir, de sentir, consiste en ir muriendo -siempre en gerundio-, para luego, regresar al mundo terrenal y estamparse, otra vez, con la realidad. Pues escribir, para mí, es engullir sensaciones para después narrarlas sin querer, y queriendo, a través de las emociones que siento y lanzarlas al papel. Es decir, agarrar las palabras, sacándolas de mi corazón, e ir tirándolas por el precipicio -mi vacío existencial- mientras voy observando cómo caen, cómo intentan amarrarse y de qué forma acaban deslizándose por el hueco. El fin está dentro, en vez de llorar, sonrío tristemente, pero alimentando mi paz. La hoja está escrita, tiene texto y contenido, formada por un lío sentimental a conjunto con un quebrantamiento mental. Qué adrelanina gigantesca, se recorre por mis venas justo cuando planto el punto final que, metafóricamente es un punto y segudio, me rindo ante mi propio funeral de palabras. Si cada dos por tres relato mis miserias es porque lo siento. Y me estoy queriendo para amarma entre verso y párrafo y texto y argumento y sentimiento y un sinfín de palabrería que, al fin y al cabo, es pura brujería. Punto y final, escribo, para acto y seguido deletrearme a viva letra, que ser escritora está significando lo que acabo de describir.

  • Muñequitos de cristal

    Después de tantos daños, de tantos ratos, buceo en un mar de dudas, de roturas espesas. Y voy tirando, y se ve algo, un destello quizás. La esperanza se asoma por el alféizar de la ventana. Sale el sol, de mis raíces. Nace una flor. Solo una, en plena soledad. Los pájaros se desgarran, se desangran. Alteran la primavera y de la sangre rojiza sale hierba y mucha tierra y agua en vez de amor. Desaparece el dolor, el desamor y el hecho de dejar de creer en una misma. Morirse para regresar al vacío existencial. Es el bucle que derrapa cada dos por tres en el final contra el inicio, pues arranca y, sin querer, dispara. Autómata (en miniatura). Hay una infinidad. Muñequitos, de cristal, incalculables.

  • Aurora, la trilogía ya disponible

    ¡Hola! Me paso por aquí para comunicarte que Aurora ya ha salido a la venta y que está disponible en formato papel.

    Puedo decir Por fin se acabó, por fin he cerrado una etapa. Ya puedo volar feliz, sanando la cicatriz.

    También puedes leer la trilogía por separado: Café Frío, Otoño Nevado y Alma Gélida.

    Pd. Gracias por leerme,

    Nos leemos.

  • ¿De qué te vestirías siempre?

    Me desnudaría de dudas, de inseguridades, de miedos y de verdades para vestirme de mucha, y pura, realidad. Iría a buscar el traje del amor para, luego, seguir sin ropa y, mientras observo mi corazón en el espejo, llenaría de besos mi cuerpo y el reflejo (oscuro). Lamería cada herida y cicatriz que aún sangrase y me esfumaría, pero a arrasar con todo. Quiero decir, me marcharía a volar, a sonerír y a llorar de una tristeza amarga. Sacaría de mi ser el sufrimiento. Desenchufaría la depresión en persona, o sea, me partiría en dos, para, después, volver a ser yo misma (otra vez). Y así en un bucle indefinido.

    ¿Y qué más? ¿Qué más? Pues me encantaría ser transparente, que por los poros de mi piel trasluciera sinceridad, pero conmigo.

    Desde mi ser interno hacia mi misma, ¿Me explico? Me deduzco, buscando, chocando con los enigmas de mi corazón partio’, y sigo.

    Sigo volando, o buceando, entre un mar espeso, lleno de tierras y olas, extrañas, y al mismo tiempo, coléricas.

    Si pudiese me vestiría de paz, de luz y de chispazos, breves, de felicidad, y también de tristeza. Si pudiese me vestiría de realidad.

  • Sueños rotos

    Estoy empezando a comprender justo ahora que contigo ni paseos ni atardeceres ni tampoco cafés. Que tu forma de amar hacia mí es compartida con otra más y, aunque de distinta magnitud y forma, siempre será así. Me gustaría decirte, deletrearte entre sabores más dulces que amargos que te sigo amando, y que te estoy bajando, escalón a escalón, del pedestal. Este teclear tan presente, que persiste y nos sigue, desea, con todas sus ansias, dejar de ser el vicio, el bucle lleno de amaneceres vacíos. Lo que pasa es ese breve instante al leer una palabra que luego se convierte en historia y acaba siendo narrada. Lo que dejó de ser, ya jamás será pasado y, create, porque para ello solo necesitamos el acto de querer, de accionarnos como hacen los vagones de un tren sobre las vías. Se mueven, ¿verdad? Pues esto debería ser un hecho y no un mero sueño.

  • Aurora, la trilogía

    ¿Recuerdas lo que te conté en uno de los posts? Sí, expliqué varias premisas respecto a la trilogía titulada Aurora que se compone de tres partes: Café Frío, Otoño Nevado y Alma Gélida.

    Pues a día de hoy, puedo decir que ya está terminada, es decir, que la trilogía divida en varias partes se compone de una sola formando así un único libro.

    Saldrá a la venta el sábado ocho de julio del 2023 en los dos formatos, tanto en digital como en papel.

    Si quieres saber más, sígueme en @perezitablog.

    PD. Gracias por leerme,

    Nos leemos.

  • Aire de Dylan, Enrique Vila-Matas

    Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas es una crítica del postmodernismo y trata sobre aquel ser humano que cae en su propio hueco y se hunde descendiendo cada vez más. Ese hombre es Vilnius, artista, depresivo, roto, de donde se desarrollará el conflicto de la novela, en base a sus intríngulis internos.

    La novela se divide en varios capítulos separados por tres bloques: «Teatro de realidad», «Teatro de ratonera» y «Teatro de la memoria». Estos tres bloques o «teatros» son narrados por Vilnius y los capítulos restantes son explicados por el narrador o escritor espectador.

    Así pues, la historia es explicada desde dos perspectivas, es decir, partiendo de un narrador o escritor espectador del cual desconocemos su nombre. Y, la otra visión, es expuesta por Vilnius Lancastre, protagonista principal quien es contrapuesto a Juan, su padre.

    Entonces, el problema principal se mezcla con el personaje que parece secundario, pero que es tan primordial como el protagonista, pues son padre e hijo: Juan Lancastre y Vilnius Lancastre. Uno viviendo a raíz del esfuerzo quien trabaja por tener un futuro mejor. El otro, sobreviviendo como puede, ya que es un hombre lleno de humo en la cabeza, pues su objetivo consiste en el arte de no hacer nada.

    Respecto a la forma en cómo se narran los sucesos, podemos apreciar un contraste entre de qué va el conflicto: sobre la tristeza interna que siente Vilnius a raíz del fallecimiento de su padre. Y, además, cómo es narrado, es decir, desde una visión totalmente subjetiva, pues solo obtenemos diferentes verdades que juntas forman una única verdad, pero nunca una realidad.

    En definitiva, es una obra literaria que va sobre la muerte y la sensación de estar muerto en vida, donde sentimos cada recoveco roto de Vilnius.

  • Mi último amor

    Mi último amor soy yo en gerundio. Siempre. Desde que morí hasta que he vuelto a florecer, supongo, yo qué sé. Solo siento y voy paseándome entre un bosque indefinido -recovecos- lleno de humo, quiero decir, rebosante de nada. Habita, en mi ser, un sinsentido de seres extraños. Semidioses paranormales… ¿Será el aire? Que, quizás, dependiendo de donde venga, sopla amores tarados, tardíos y resquebrajados o envía, con la fuerza de la corriente, distintos desamores. Porque, ¿En qué consistiría quererse a una misma? Pues yo qué carajos sé. Esa pregunta está, ahora, desangrándose dentro de mi pecho, entre suspiro y desaliento. Voy yéndome de mi ser para introducirme en un arte surrealista. Para entrar en la parábola de la literatura metafórica. Y allá me quedé, levitando entre la cuerda que ya aflojó. Y caí, joder si caí. Hasta derrapé hundiéndome en mi propio vacío que acabó por unirse a mis pétalos muertos. Fui, o soy, ya no lo sé, la sombra espesa y rota y triste. La que sonríe porque sí y, aún así, cree ser feliz. Cree serlo.
    Así que, mi último amor he sido yo misma queriendo y sin quererme. Ese amor propio va cuesta arriba. ¿Sabes qué? Significa algo. Lo presiento. Pero mi último amor lo dejé, bueno, me dejé para el final que todavía no llega. No llegará. Estoy arrasando, arrastrándome por los cielos que, al fin y al cabo, son inviernos o infiernos o, literalmente, suelos. De vuelos, si escribo de ellos, han desaparecido. Se han esfumado, como yo. Cuestionarme la existencia de mis quehaceres jamás alcanzados e ir cumpliendo y seguir igual que ayer y un poco más rota que mañana. ¿Me explico? O me duplico o me divido, pero llego a la conclusión de que he dejado de ser para sentir, que fluyo al son de mis latidos y que si la inercia me lleva a la miseria pues allí me quedo (me quedé) y que si me impulso para alzar el duelo, conmigo misma, ahí estaré: luchando o dándome tregua. El caso es que ya he comenzado a ser yo misma para sentirme porque quiero sacar el arma, el alma, y quererme porque quiero estallar de amor. Y amar porque quiero amarme, porque me apetece acariciar el dolor e ir sanando.

  • Deshaciéndome

    ¿Qué decirte? Lo hemos dejado todo a medias,
    mis bragas al suelo,
    la poesía por el cielo
    y un cubo de hielo lleno de fuego.
    Yo solo quise hacer cosas,
    deshacerme de las rosas
    -marchitas-
    y volverme para mirarte,
    otra vez.
    Pero todo fue del revés,
    desde el amor hasta el dolor
    hay una corazonada
    y tres intentos.
    Porque, como dicen,
    a la cuarta vencemos,
    a la quinta nos alejamos
    y a la sexta vamos perdidos.
    Aquello de contar los días que quedan
    ya no es lo mío.
    Voy del vuelo al suelo y,
    después,
    arraso el universo.

  • Domingo de verano

    Hoy ha sido un día cansado. El calor y el viento espeso me cansan. Pensar, sentir y vivir me agota, y más en verano.

    Anoche reflexioné sobre algo que ahora mismo desconozco porque salió de mi mente. Estoy contenta y nerviosa al mismo tiempo.

    Esta semana terminó una etapa, empieza un domingo de verano que se va cuesta arriba porque, ¿Quién lo domina? Yo ya no puedo más, me cuesta seguir y tirar hacia delante. Quería hacer tantas cosas hoy…

    A pesar de todo, hice dos agujeros en la pared, colgué un panel perforado para organizar todas las cosas que tenía en mi escritorio. Estuve gran parte de la mañana. Después, cociné. Sí, patatas fritas con huevo y de aperitivo dos croquetas. He estado comiendo en el balcón al son del aire espeso de la calle. Al terminar, recogí, limpié y volví a distribuir los objetos de mi habitación. Por fin, puedo decir, por fin está terminada.

    Y ahora estoy aquí sentada, que me pesa el cuerpo entero.

  • Un soroll, flors i arrels

    Estava a casa estirada al llit i vaig escoltar un soroll que venia del carrer. Com que no volia baixar a veure d’on venia el soroll, vaig treure el cap per la finestra. De sobte em vaig enamorar. Em vaig enamorar de l’aire pur de la primavera, dels núvols juganers que feien formes abstractes, dels arbres i, sense voler, de les meves flors d’on, temps enrere, van anar creixent les arrels del meu ésser.
    Caminava i jugava amb el pas del temps. Recordo quan era petita que estava saltant damunt les pedres del riu i, jo, tant innocent i ingènua vaig veure un ocell. No era un ocell qualsevol, era una oreneta blava, molt maca qui em va enviar un missatge a través del seu cant.

  • (Des)amor propio

    ¿Qué es el amor? Me cuestiono. ¿Y el desamor propio? ¿En qué consiste? Se come a bocanadas de aire, supongo. Tiempo atrás, por no decir años, por no decir desde cuando era pequeña, me quise, pero del revés. De cabeza abajo y arrasando, siempre, el suelo. Derrapando queriendo. ¿Si uno no se quiere es porque uno no quiere quererse? ¿O porque, simplemente, necesita desaprender para florecer? Así, quiero decir, así de rota me sentí desde que era una niña.
    Lo siento, me disgusta recrearme en el pasado mientras me relamo las heridas, que van cicatrizando, pero quiero analizarme. Por eso mismo, te voy a narrar mis miserias, todas y cada una de ellas.

    Fue un cúmulo de sensaciones extrañas que entrelazándolas se pueden denominar como el vacío existencial. Ser la rareza en la infancia, ser una incomprendida durante la adolescencia y estar sola después del primer amor idealizado para, luego, acabar pariendo la semilla. ¿Qué significa? Que he tenido que destruir y destruirme infinitud de veces, que me he muerto, he matado, incluso me he suicidado en vida para darme cuenta de que, bueno, soy el punto exacto donde se mezcla el atardecer con el amanecer. Sí, soy ese arte puro, extraño y hermosamente roto que, a día de hoy, va pintando su propio lienzo, un cuadro donde habita un océano colérico sumergido en tonalidades primaverales. Es el ciclo de las estaciones, dirán. Es el acto de amarme, digo.

    Y ahí me quedo, abrazando un amor inmenso aún por descubrir, por tocar, por sentir, eso sí, hacia mi ser interno.
    Ahí me quedo, levitando en los recovecos de mi corazón ennegrecido.
    Estoy enamorándome, de mí.

  • Hechas de huecos

    He tenido una semana cargadita de dolores. Entre el catarro, el oído y la queridísima regla, estoy más tuerta que entera. Aún así, sobrevivo, sobrellevo los días que se me acumulan como las ventanas abiertas, o cerradas. La vida es bonita si la miras desde la otra perspectiva, desde el otro lado de mi misma. Porque hay momentos que dejan de serlo, que se refugian en noches de mucha luna llena. Aquella ausencia me habla, mi propia soledad. Me costó arrancarme las alas y, después de aquella desgracia, al fin volé sin ser pájaro. Ni enjaulado ni libre. Presente. Y sigue y quiere y vive. Y seguí y también quise. Y estoy viviendo, sintiendo las heridas escocer. Hacerse daño entre ellas con tanta soledad, pues, al fin y al cabo, están hechas de vacíos, de huecos. Son recovecos sin salida de emergencia y con escasa paciencia.

  • ¿Cómo estás?

    Pues han pasado muchos días y meses, cuyos han sido duros porque los he pasado sufriendo, pero porque yo quise. Elegí hundirme en una tristeza profunda en vez de acariciarla con amor. En vez de cuidarme. Ahora soy una niña feliz, enamorada de mi vida, de mi misma. Quiero decir, estoy sonriéndome. Me observo en el espejo y veo mi reflejo y me mira. ¿Y sabes qué? Me sonríe. Voy caminando con arte. Así soy: un caos artístico. Un cuadro de miradas fugaces llenas de amaneceres.

    Ayer, después de charlar, más con la mirada que con la boca, al final me descubrí, o descubrió -él de mí- que estoy en el mundo terrenal. Aquella idealización se ha esfumado. Todas las ilusiones han desaparecido. Estoy viviendo en la realidad. Por fin toco de pies al suelo. Por fin soy. Así. Tal cual. De carne y hueso y sin corazonadas ni instintos ni impulsos incoherentes.

    Porque es cierto que los seres humanos deseamos volar más allá de las nubes para sentir que estamos vivos y, al final, acabamos muertos, suicidándonos sin poder parar. Sin poder deternos. Nos agarramos a ella y nos despersonificamos y creamos nuestra propia muerte. Un vacío inerte que está, que es ser. Que se convierte en un hueco y luego otro y otro y, sin querer, somos la soledad.

    Todo esto significa que he soltado la bomba que llevaba dentro. Solo queda escribir la miseria pasada para poder analizar, aprender de una misma y crecer.

    Hace unas horas atrás puse la semilla. Me queda florecer y siento tan de dentro hacia fuera que sé que en un futuro habitará un jardín en mi interior.

    Así que sí, estoy floreciendo.

  • Desenchufar un cable

    Hoy me brotan, de mi corazón, las rosas. Están en la fase del crecimiento. Después de la semilla se pierde la vida, porque mueren. Y yo, aquí, tirándome a la avenida por quinta vez.

    Así que sí, me desenchufaría de la tristeza constante que viene para quedarse y ahí levita, estacionándose, aparcando en zona prohibida. Y la herida que sangra, la cicatriz que aviva la llama del dolor, va bailando. Sufrir y morir. Suicidarse. ¿Cuántos golpes más son necesarios?

    Florecer porque ya no queda otra, porque sí. Florecer, obligarse a florecer. Arrancarse los pétalos. Sonreír. Ir y venir.

    Estoy harta de escribir irracionalmente. Solo quiero decir realidades, no verdades, pero, perdón por la excusa, siempre habitan en mí. Llenas de melancolía, ajetreadas, cansadas, tristes. Necesitan muchas tiritas.

    Desenchufarme entera, ese sería un puntazo, o un librazo (perfectamente malo), roto, breve. Porque con un esbozo, tres hojas -sacadas de la primavera que tiempo atrás se instaló en mí- y cuatro pinceladas ya he sacado el cuadro desencajando toda mi vida.

  • Suerte del café

    Suerte del café, me sostengo gracias a él. Al café, digo. Aunque esté frío y amargo soy adicta. Sigo ahí, recreándome en la soledad. Relamiéndome las heridas. Sufriendo porque sí, o porque no. ¿Qué? Deja de mirarme así, porque prefiero que me observes. Que traspases ese cristal tan gélido. Dame amor que ya no puedo más.

  • Deseo sentirme como la espuma

    Porque, ¿cómo va esto del amor? ¿Cómo funciona? ¿Qué engranaje hay que tocar para amar o desarmar el alma? Quiero mucho mar, paz, una ola colérica. Sentirme espuma algún día. Estoy perdida, sí, hombre del bus que me miras y me miras. Seguro que te preguntas qué me pasa. Pues que la vida va pasando y, yo, ya paso. A paso ligero voy muriendo.

  • ¿Para qué amamos?

    ¿Alguien me explica por qué amamos? ¿Para qué? ¿Con qué finalidad?
    ¿Cuál fue tu objetivo cuando comenzaste a quererla, a enamorarte de ella? De esa chiquilla tan inocente, tan pura, tan inmadura. Fue un balazo directo al corazón donde se creó otro hueco y así sin quererme. Sosteniéndome en un hilo cada vez más tenso hasta que se rompió y, en vez de caer, me hundí profundamente en mí, en mi ser. ¿Tanta sinceridad para qué? Me cuestiono. Para luego sufrir y morir en intentos de vivir. He dejado de ser feliz y, aunque lo intente, porque cada día es un esfuerzo olímpico para seguir, voy hacia atrás. Necesito, necesito. ¿El qué? Ya no lo sé.

  • La vida es un poema, ¿O no?

    La vida es un breve poema que se complica con el paso de los días hacia la muerte. ¿Y qué son esos días? ¿Cómo se suceden? La perspectiva, ¿Para qué? ¿De dónde viene? Deslumbra, y tanto, que ciega las almas bellas. Créeme, todos, tiramos o, mejor dicho, nos tiramos por los precipicios. Nos hemos suicidado ya varias veces. Quien diga lo contrario es un inculto de la literatura existencial o sino un ignorante que, sin saber, sufrió sin querer(se). Como las huidas, aquellos tubos de escape, las fugas, las fugas… Fugaz, y me comí las estrellas todas y cada una de ellas. Eran, fueron. Brillaron tan intensamente, ¿Sabes? Respóndeme: ¿La vida es un poema o no lo es? Pienso, quiero sentir, que sí. Se abre de un portazo la ventana. Un aire golpea tus alas. Y sin querer se cierra (para siempre). Así es el transcurso vital. Metáfora, para colmo, la primera que se te plantea solo al nacer: ¿Para qué he salido del agujero? Para entrar en otro. Luego el nudo, que lo llevas atado contínuamente en la garganta. Ha subido y ahí se ha quedado, levitando, para después escuchar un único y silencioso estallido. Es el grito final. El dolor ya ha cesado. ¿Entiendes la comparación vida-poema? Literalmente hablando, todo es metafórico. Estamos a rebosar de verdades. ¿Cuántas realidades existen?, preguntaría el loco. Ya te respondo yo querido: miles. A cinco pasos de distancia del poema, antes o después de introducirme en su dulce miseria, me percato de que solo sé escribir sintiendo. En fin, que la vida es un poema.

  • ¿Cómo se ama?

    Seguro que si estuvieses con la chica de la que te enamoraste harías otras cosas, incluso irías a sitios nuevos y a otros lugares en los que nosotros nunca hemos ido, ¿verdad? Porque sería otro tipo de amor, un amor distinto…
    Es que pienso, reflexiono en lo que pasó y en lo que me está sucediendo. Siento algo extraño. Quizás el dolor acomodándose en mi pecho. ¿Qué es el amor? ¿En qué consiste sentir? ¿Y cómo amar(me) de forma real y sana?

  • Primavera con una esquina rota, Mario Benedetti

    Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti (1920-2009), fue publicada en el 1982 donde el autor narra cómo es vivir en el Urugay del siglo XX desde dos perspectivas -bajo una dictadura y desde el exilio-, y varios matices que protagonizan los personajes, quienes son testigos directos del conflicto. Mediante estos textos, nos hacemos una idea global del contexto social y político.

    La novela se divide por una sola trama y varios argumentos que son las historietas intercaladas, narradas desde varios puntos de vista como la visión de una niña, de una madre, de un padre, de un abuelo y de un amigo. Así pues, los personajes son Graciela, Santiago, Beatriz, don Rafael y Rolando.

    Los títulos que encabezan cada breve texto predicen quien está explicando tal situación y, además, ubican al lector de dónde se encuentra ese personaje. Por ejemplo, cuando leemos «Intramuros» podemos saber que quien protagoniza este texto está dentro de la cárcel. O cuando la narración se titula «Don Rafael» ya sabemos que está explicado desde la perspectiva del abuelo de Beatriz. Y que al leer el texto con algunas lagunas léxicas, intuimos que ha sido escrito por la niña, es decir, por Beatriz.

    Concluyendo, gracias a los personajes, testigo directos de la situación, podemos comprender cómo era Urugay en el siglo XX desde la mirada de una niña, desde la visión de un padre, también apreciamos cómo afecta anímicamente estar serparado de un ser querido cuyo está encerrado entre cuatro paredes…, es decir, nos introducimos en otro mundo, en otro país roto y dividido, a través de las sensaciones descritas en la obra.

  • Perder a una amiga

    Perder a una amiga es como perderse a una misma. De aquella forma se sintió. Así se siente. Mirarse en el espejo y solo ver, y no observar, el reflejo sin percatarse de los matices. Saber que estás mal desde aquel día, ser consciente de lo enferma que te pusiste y de cómo sigues. Tener muy presente que decaíste, de que moriste chocando, tristemente, con el bucle infinito.

    No sé para qué, bueno sí, para joderme, descubrí tu sentimiento. Lo que sentiste, y seguro que sigues sintiendo, hacia ella. Percibí, ya desganada, que te enamoraste perdidamente. Tú dijiste que era el principio de un enamoramiento, pero yo, después de leer a Mario Benedetti, tal y como dijo Don Rafael, cuando dices «creo que me estoy enamorando» es que ya lo hiciste hasta la llaga de tu -y mi- marchitado corazón. Fue jodido. Jodida estoy. Morí, muero y voy muriendo.

    Nosotras en aquella cafetería: ella hablando, yo diciendo mucho con la mirada. Callándolas, las palabras, en suspiros, en intentos de argumentar. La mierda ya estaba echada. El suceso ya anduvo su curso. No hubo opción de cerrar la puerta pues el cerrojo estalló, rompiéndose. ¿Y sabes qué? De una vez por todas, nada estuvo de mi parte.

    Me importa poco. Siempre he sido un zero a la izquierda. Prefiero florecer en mi soledad extraña, rota y malbaratada e ir haciendo malabares con mis sensaciones.

    Entonces, apareció el momento. Parecía algo superfluo y al asemejarse tanto a la nada, esa «nada» se convirtió en otro de mis huecos oscuros. El más ennegrecido. Destacó. La oveja negra, le nombraron los otros agujeros. Porque pensé que lo había perdido todo. Reflexioné innumerables veces: estoy sangrando. He perdido tanto que me estoy recreando en los recovecos de mi misma. Y sé que acabaré, para volver a empezar, sonriendo sin hipocresías. Seré un océano cristalino. Mientras tanto, miento.

    Y fin, de la incógnita.

  • Hola, ¿Qué tal?

    Hola, ¿Qué tal? ¿Me comes las heridas sin cicatrizar? Me duele el pasado, que pisado, dicen. Dicen. Vaya rima de mierda. En formato literal, este texto, sigue siendo nefasto. El derrumbamiento mental de mi misma cada vez va a peor. Cayendo por un declive emocional tácito, aunque lleno de existencialidad. ¿Qué es la vida? ¿Y vivir? ¿Y existir?
    Hola, ¿Cómo estás? ¿Cómo vas? ¿Te estás muriendo como yo? Obvio, que sí. Todos, por cada día que pasa, un día menos de vida y un día más de vida. Pero no me refiero a este tipo de muerte, sino a… ¿A cuál?
    Pues, joder, a la que te vas deshaciendo sin querer, sin movimiento, sin adelantamiento ni acción que, por muy bonita que sea, acaba por convertirse en dolor. Créeme, consiste en crear. En crear siempre. En ir construyendo una vía por donde poder caminar, incluso correr, pero yo, yo, destruyo todos los caminos y, y en vez de pasear, o me arrastro o me rememoro lamiéndome los recovecos de mi ser, los vacíos tan huecos. Léelo: tan huecos.
    Y ya no sé.
    ¿Sabes?
    Perdiéndome en lo perdido y lo que queda por perder ya lo perdí y perderse aún más aunque ya esté perdida.
    Me quedo ahí, de hecho me estoy quedando en la pérdida de mi ser perdido.

  • Un poco de mi arte…

    Actualmente he autopublicado ocho obras literarias, que las puedes encontrar en la sección Mis libros.

    La noticia es que hoy he sacado, por fin, la tercera y última parte de la trilogía Aurora y me paso por aquí para puntualizar varios detalles respecto a esta historia.

    En primer lugar, la trilogía Aurora se divide en tres partes: Café Frío, Otoño Nevado y Alma Gélida. La novela se puede interpretar de dos formas: como una historia simple de desgracias o como una serie de acontecimientos que unidos forman la desgracia principal. Sea analizada desde una perspectiva o de otra, me quedo con la segunda interpretación, pues es más profunda y ahonda en el mensaje que quiero transmitir: el vacío existencial y cómo sobrellevarlo hacia lo más profundo de un ser, en este caso, de la protagonista.

    En segundo lugar, me centraré en cada parte. Preciso que en esta obra podría haber juntado cada breve historia en una sola, pero preferí dejar la esencia de cuando la escribí, que fue en mi adolescencia.

    • Café Frío es el inicio de la desgracia de Aurora donde el conflicto se centra en el problema interno de la protagonista.
    • En Otoño Nevado hay una dualidad entre realidad-ficción.
    • Y, finalmente, en Alma Gélida se puede llegar a comprender a Aurora.

    En tercer lugar, me cuestiono cuál fue mi objetivo con esta novela. Pues experimentar. Es decir, me inicié en este viaje cuando tenía quince años, el auge de las crisis existenciales. Lo único que necesitaba por aquellos tiempos era probar cómo sería escribir una novela de este calibre tan insignificante. Así que me lancé y ahí está el resultado.

    En cuarto lugar, debo aclarar que voy a reescribir esta novela dividida en tres narraciones para unificarla en una sola, donde editaré, matizaré, borraré, corregiré, entre otras acciones, para darle un toque más profesional, pues cabe recordar que al publicarla la dejé tal y como la escribí cuando era más niña porque no quería que perdiera la esencia. Aunque también soy muy consciente que tiene errores de bulto, porque me dediqué a dejar plasmado el arte que saqué de mi ser interno en un pasado.

    Y, finalmente, quiero decir que no estoy nada preocupada, al contrario, me gusta que el resultado final no sea del todo el final, porque, como dije, aún queda editarla otra vez. Debo destacar que la novela en tres partes, es decir, la actual, seguirá estando así, sin unificar, simultaneamente también estará la novela editada. Es decir, habrá los dos formatos.

    En resumen, he hecho esta breve explicación para evitar confusión y para informar de que la trilogía ya está terminada, donde intento cerrar una etapa. ¡Así que ya la puedes leer!

  • (In)comunicando

    Comunicar, comunicarse, comunicarme con mi ser interno. Siempre, mediante las palabras, a través de la escritura creativa. ¿Llega el mensaje? Mi mensaje, quiero decir, la señal. ¿Cuál? Está ahí parpadeando. La chispa fundiéndose. ¿Sabes qué? Que hace tiempo atrás, días quizás, me comí las heridas, muriendo en los parques. Los sucesos se han deshecho enteros.

    Volviendo, regreso al viento que es de otro color, otro tiempo. Matices y cicatrices. Quiéreme. Y quiero, cuando me observo en el espejo, no querer sino quererme. Y punto, y seguido. O puntos suspensivos. Pasa, ¿Sabes? Pasa mucho que la vida se pasa de moda. Y yo soy una chatarra antigua. Soy chiquilla chamuscada, atrasada, como de las épocas viejas. Soy la ambigüedad personificada. La rotura al borde del corazón. Descosida voy, e incomunicada conmigo, pues sucede que sigo sin saber quien soy. A veces me digo que escribo y yo al escribirme me convierto en escritora. Un instante, dos. Hay tantas facetas como días distintos. Vaya desconcierto.

    Y cuestiono, así, en el aire: ¿ Te comunicas? Yo lo estoy haciendo. ¿El problema? Que soy arma y víctima, que hay un muro alto y espeso entre el yo y mi yo-poético. Entre alma y espejo. Cierto reflejo, me hablas, pero hay interferencias. Las pongo yo, quemándome, rompiendo el juego comunicativo. Quebrando el hilo telefónico, mordiendo el verbo, haciéndome la sorda.

    En realidad oigo, pero no me escucho. Comunicarse con uno mismo, ¿Eso qué es? ¿Se siente?

  • Continuación del amor

    Y también amo la forma en la que callas y estás ausente, aunque presente. Amo tus palabras y, sobre todo, tus acciones. Estás más activo que yo en el mundo. Eres de hacer, en vez de decir. Soy de sentir, en vez de hablar. Porque nos amo así. A nosotros nos amo así. Somos, estamos, seremos, supongo. ¿Seremos?

  • Hola, ¿Hay alguien ahí?

    Sí, y me paso por aquí para comunicarte que a raíz de que hace tres días se me murió la batería del móvil, he abierto esta sección, que puede ser muy interesante.

    Estoy casi incomunicada, sí. Están siendo unos días de aprender a vivir sin redes sociales y sin música. Sobrevivo, de momento.

    Nada, comentarte que esto va a ser un poco de feedback entre tú y yo, entre lector/a y escritora. La verdad es que se me acaba de ocurrir ahora. Mi idea es ir publicando, eso sí, de cara a los domingos. Así que si quieres saber un poco más de mi vida personal… Ya sabes.

    Volviendo al tema, no, no hay nadie. Bueno, sí, solo estoy yo conmigo, pero está yendo bien, supongo. Escribo, ahora, aquí, para contentarme un poco y sacar el dolor y sanar las heridas que ya van cicatrizando.

    Me estoy haciendo a la idea de que la idea ya no es una idea, una ilusión dentro de una burbuja, sino que es la realidad.

  • ¿Qué es lo que más odias que te pregunten? Explica por qué.

    Odio que me pregunten cómo estoy, porque siempre mi respuesta será «Bien» aunque esté muriéndome por dentro. Es triste, pero es mi realidad. No sé, imagínate que estás intentando desconectar, sentada en una cafetería mientras lees lo que sea que te apetezca leer y, de repente, aparece tu amiga y te cuestiona cómo estás. Has tenido no un día sino un mes de mierda, ¿Crees que lo que te aptece es contar qué te sucede y porqué?

    Lo último que quiero es martirizarme más. No quiero relamerme las heridas abiertas, no quiero indagar en mi ser, no quiero morir otra vez, no quiero tener que expresar, no quiero sacar todo lo que me hunde y me hace mal. No quiero porque me doy asco por dentro. Porque le tengo miedo a mis miedos, a mis defectos.

    Si eso, ya lo escribiré. Porque soy así. Cuando estoy triste, escribo. Y si leo aquello narrado, aquel sentimiento que bombardea dentro, será por casualidad. Aquel acto regular, tan común, quizás, lo cotidiano de una escritora, lo habitual, en mi caso, nunca lo es.

    Soy rara, soy única, soy la excepción. Me salgo de la norma, de la etiqueta «normal». Lo sé. Y ya lo asumí. Sí, lo acabo de asumir hace treinta segundos atrás. De hecho, lo vuelvo a asumir. Justo ahora soy consciente de que no soy, de que vivo muerta, de que seguirá siendo así y de que volveré a toparme con la tristeza muchísimas veces más. No soy consciente de que soy consciente y, aún así, vivo consciente.

    Así que, bueno, si te preguntabas qué me sucede, pues te lo digo ahora. Me pasa de todo. Cualquier suceso o sentimiento que puedas imaginar, incluso llegar a experimentar, eso me pasa. Y pasa que el día y la vida y el mes y el año se pasa. Y pasan tanto y tan rápido que ya he muerto otra vez.

    ¿Comprendes? El eco de mis palabras que provienen de mi interior van resonando. A veces, esas palabras que, al final, acaban siendo acciones, tocan canciones graves y tristes, agudas y amargas, breves y alegres. La mayoría son llenas de melancolía. Regresando al pasado, del recuerdo, soy la nostalgia personificada. Si vivo en gerundio es porque me obligo a ser el presente andante.