Al final es un bucle infinito, aquel instinto animal del desamor propio sin querer y porque sí. Me cuestiono:
¿Para qué vaciarse aún más? ¿Por qué odiarse si solo estás a una corazonada de florecer?
Sí, consiste en volver al arte, a la acción. Se trata de fluir y, por encima de todo, quererse. Ponerle chispitas de amor. Primero, cuídate. Luego, cuida tus sentimientos y a los demás. Dale amor al amor, seguro que, así, recibirás caricias sin dolor. Seguro que chocarás con tus cicatrices. Créeme, se están sanando. Y si te las relames con cariño, acabarán queriéndote y tú a estas.
El problema está en creer que nos sentimos «bien» en nuestro propio vacío lleno de huecos que estamos queriendo ahuecarlo todavía más.
Realmente, es un mecanismo de defensa, de comodidad, de conformidad, de zona de confort. Sinceramente, estás pudriéndote ahí dentro. Sal y vete hacia otro mundo. Haz que estalle tu burbuja, vas a sentirte mejor porque estarás rompiendo con tus límites, poniéndote a prueba. Habitará el miedo en ti por cada paso que des. Pero, responde:
¿Cuántas vidas tienes?
Pues, sé presente y siente en gerundio. Desordena, complícate, rompe y llora cuando lo necesites. Aún así, estalla todas tus burbujas de fantasía, pon las alas al suelo y, sí, arrasa con todo, menos contigo. Cuida de tu ser, cuídalo de forma sana y quiérete porque te lo merces. Quiérete…
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