Recuerdo la primera vez que te vi cuando pensé: «¿De qué palo va este tío?» Y también cuando tu cara me hacía reír a carcajada libre.
Recuerdo cuando nos veíamos y me dabas dos besos, uno en cada mejilla, con mucha ternura y amor.
Recuerdo cuando me encarabas para hablarme y observarme. Cuando me sacabas temas de conversación y me hacías sonreír.
Y también cuando empezamos a quedar porque mi «lio de invierno» comenzó a ignorarme. Aquella vez que fuimos a la biblioteca a estudiar y estuvimos más hablando, riendo y jugando que otra cosa.
Recuerdo cuando te di mi libro escrito por mí. También cuando me acompañabas por las noches a casa.
Recuerdo aquel 15 de Diciembre cuando quedamos tres veces consecutivas: mañana, tarde y noche. Y tu declaración de amor, mi incertidumbre y mi decisión de la cual no me arrepiento para nada.
Nuestro primer beso, que te lo robé yo y lo planificaste tú. Porque tú te morías por uno, y yo también. Porque nos moríamos los dos por besarnos sin parar.
Recuerdo mi primera lágrima contigo y como te dije: «No es nada, ya está, ya está». Estábamos en el coche de tu padre.
Recuerdo nuestra primera vez que hasta que no te di el consentimiento no seguiste. Y cuando te dije «Sí» entonces continuaste.
Recuerdo cuando me decías: «Ven que voy a partirte la boca a besos».
Recuerdo que me dijiste: «Me gusta hablar contigo». En aquel momento se me enterneció el corazón.
Recuerdo cuando me brindaste amor sin que yo te lo pidiera y me quisiste sin yo quererte hasta que te quise y llegar a querernos sin querer.
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