Desenamorarse es tan bonito y a la vez tan duro, que consiste en volver a quererse a una misma. Desaprender. Desgarrarse el corazón, lamerse las heridas contínuamente. Seguir amándose, regarse. Florecer, y florecer otra vez.
A veces siento que la vida me da puñetazos, que no alcanzo a sonreírme, y me siento culpable por ser infeliz. Por mi inestabilidad emocional. Al mismo tiempo, bailo y brillo y me luzco y saco mi poder lleno de libertad. Ya me siento mejor.
Actualmente estoy enamorándome de la vida, del mundo, del espacio y del tiempo. Me he enamorado de él y también de mí. Sí, lo estoy haciendo, me estoy apreciando, aceptando. Es el proceso más hermoso de entre todos mis momentos vitales. Siempre en gerundio. Y es hermosamente perfecto. Porque una danza en otro vaivén, en un escalón distinto. Y se mueve a través de su corazón cuando suena, cuando vibra.
Pintarse de colores otoñales, acurrucarse en las zonas fuera de confort. Salir de la burbuja, provocar su estallido.
Ser feliz, porque sí, porque te eliges a ti.
Créeme, es el acto de amor más sensato que puedes, y debes, hacer. Así que, niña, ármate y ámate.
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