No lo sé.
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Un soroll, flors i arrels
Estava a casa estirada al llit i vaig escoltar un soroll que venia del carrer. Com que no volia baixar a veure d’on venia el soroll, vaig treure el cap per la finestra. De sobte em vaig enamorar. Em vaig enamorar de l’aire pur de la primavera, dels núvols juganers que feien formes abstractes, dels arbres i, sense voler, de les meves flors d’on, temps enrere, van anar creixent les arrels del meu ésser.
Caminava i jugava amb el pas del temps. Recordo quan era petita que estava saltant damunt les pedres del riu i, jo, tant innocent i ingènua vaig veure un ocell. No era un ocell qualsevol, era una oreneta blava, molt maca qui em va enviar un missatge a través del seu cant.Hechas de huecos
He tenido una semana cargadita de dolores. Entre el catarro, el oído y la queridísima regla, estoy más tuerta que entera. Aún así, sobrevivo, sobrellevo los días que se me acumulan como las ventanas abiertas, o cerradas. La vida es bonita si la miras desde la otra perspectiva, desde el otro lado de mi misma. Porque hay momentos que dejan de serlo, que se refugian en noches de mucha luna llena. Aquella ausencia me habla, mi propia soledad. Me costó arrancarme las alas y, después de aquella desgracia, al fin volé sin ser pájaro. Ni enjaulado ni libre. Presente. Y sigue y quiere y vive. Y seguí y también quise. Y estoy viviendo, sintiendo las heridas escocer. Hacerse daño entre ellas con tanta soledad, pues, al fin y al cabo, están hechas de vacíos, de huecos. Son recovecos sin salida de emergencia y con escasa paciencia.
Desenchufar un cable
Hoy me brotan, de mi corazón, las rosas. Están en la fase del crecimiento. Después de la semilla se pierde la vida, porque mueren. Y yo, aquí, tirándome a la avenida por quinta vez.
Así que sí, me desenchufaría de la tristeza constante que viene para quedarse y ahí levita, estacionándose, aparcando en zona prohibida. Y la herida que sangra, la cicatriz que aviva la llama del dolor, va bailando. Sufrir y morir. Suicidarse. ¿Cuántos golpes más son necesarios?
Florecer porque ya no queda otra, porque sí. Florecer, obligarse a florecer. Arrancarse los pétalos. Sonreír. Ir y venir.
Estoy harta de escribir irracionalmente. Solo quiero decir realidades, no verdades, pero, perdón por la excusa, siempre habitan en mí. Llenas de melancolía, ajetreadas, cansadas, tristes. Necesitan muchas tiritas.
Desenchufarme entera, ese sería un puntazo, o un librazo (perfectamente malo), roto, breve. Porque con un esbozo, tres hojas -sacadas de la primavera que tiempo atrás se instaló en mí- y cuatro pinceladas ya he sacado el cuadro desencajando toda mi vida.
Suerte del café
Suerte del café, me sostengo gracias a él. Al café, digo. Aunque esté frío y amargo soy adicta. Sigo ahí, recreándome en la soledad. Relamiéndome las heridas. Sufriendo porque sí, o porque no. ¿Qué? Deja de mirarme así, porque prefiero que me observes. Que traspases ese cristal tan gélido. Dame amor que ya no puedo más.
Deseo sentirme como la espuma
Porque, ¿cómo va esto del amor? ¿Cómo funciona? ¿Qué engranaje hay que tocar para amar o desarmar el alma? Quiero mucho mar, paz, una ola colérica. Sentirme espuma algún día. Estoy perdida, sí, hombre del bus que me miras y me miras. Seguro que te preguntas qué me pasa. Pues que la vida va pasando y, yo, ya paso. A paso ligero voy muriendo.
¿Para qué amamos?
¿Alguien me explica por qué amamos? ¿Para qué? ¿Con qué finalidad?
¿Cuál fue tu objetivo cuando comenzaste a quererla, a enamorarte de ella? De esa chiquilla tan inocente, tan pura, tan inmadura. Fue un balazo directo al corazón donde se creó otro hueco y así sin quererme. Sosteniéndome en un hilo cada vez más tenso hasta que se rompió y, en vez de caer, me hundí profundamente en mí, en mi ser. ¿Tanta sinceridad para qué? Me cuestiono. Para luego sufrir y morir en intentos de vivir. He dejado de ser feliz y, aunque lo intente, porque cada día es un esfuerzo olímpico para seguir, voy hacia atrás. Necesito, necesito. ¿El qué? Ya no lo sé.La vida es un poema, ¿O no?
La vida es un breve poema que se complica con el paso de los días hacia la muerte. ¿Y qué son esos días? ¿Cómo se suceden? La perspectiva, ¿Para qué? ¿De dónde viene? Deslumbra, y tanto, que ciega las almas bellas. Créeme, todos, tiramos o, mejor dicho, nos tiramos por los precipicios. Nos hemos suicidado ya varias veces. Quien diga lo contrario es un inculto de la literatura existencial o sino un ignorante que, sin saber, sufrió sin querer(se). Como las huidas, aquellos tubos de escape, las fugas, las fugas… Fugaz, y me comí las estrellas todas y cada una de ellas. Eran, fueron. Brillaron tan intensamente, ¿Sabes? Respóndeme: ¿La vida es un poema o no lo es? Pienso, quiero sentir, que sí. Se abre de un portazo la ventana. Un aire golpea tus alas. Y sin querer se cierra (para siempre). Así es el transcurso vital. Metáfora, para colmo, la primera que se te plantea solo al nacer: ¿Para qué he salido del agujero? Para entrar en otro. Luego el nudo, que lo llevas atado contínuamente en la garganta. Ha subido y ahí se ha quedado, levitando, para después escuchar un único y silencioso estallido. Es el grito final. El dolor ya ha cesado. ¿Entiendes la comparación vida-poema? Literalmente hablando, todo es metafórico. Estamos a rebosar de verdades. ¿Cuántas realidades existen?, preguntaría el loco. Ya te respondo yo querido: miles. A cinco pasos de distancia del poema, antes o después de introducirme en su dulce miseria, me percato de que solo sé escribir sintiendo. En fin, que la vida es un poema.
¿Cómo se ama?
Seguro que si estuvieses con la chica de la que te enamoraste harías otras cosas, incluso irías a sitios nuevos y a otros lugares en los que nosotros nunca hemos ido, ¿verdad? Porque sería otro tipo de amor, un amor distinto…
Es que pienso, reflexiono en lo que pasó y en lo que me está sucediendo. Siento algo extraño. Quizás el dolor acomodándose en mi pecho. ¿Qué es el amor? ¿En qué consiste sentir? ¿Y cómo amar(me) de forma real y sana?Hola, ¿Qué tal?
Hola, ¿Qué tal? ¿Me comes las heridas sin cicatrizar? Me duele el pasado, que pisado, dicen. Dicen. Vaya rima de mierda. En formato literal, este texto, sigue siendo nefasto. El derrumbamiento mental de mi misma cada vez va a peor. Cayendo por un declive emocional tácito, aunque lleno de existencialidad. ¿Qué es la vida? ¿Y vivir? ¿Y existir?
Hola, ¿Cómo estás? ¿Cómo vas? ¿Te estás muriendo como yo? Obvio, que sí. Todos, por cada día que pasa, un día menos de vida y un día más de vida. Pero no me refiero a este tipo de muerte, sino a… ¿A cuál?
Pues, joder, a la que te vas deshaciendo sin querer, sin movimiento, sin adelantamiento ni acción que, por muy bonita que sea, acaba por convertirse en dolor. Créeme, consiste en crear. En crear siempre. En ir construyendo una vía por donde poder caminar, incluso correr, pero yo, yo, destruyo todos los caminos y, y en vez de pasear, o me arrastro o me rememoro lamiéndome los recovecos de mi ser, los vacíos tan huecos. Léelo: tan huecos.
Y ya no sé.
¿Sabes?
Perdiéndome en lo perdido y lo que queda por perder ya lo perdí y perderse aún más aunque ya esté perdida.
Me quedo ahí, de hecho me estoy quedando en la pérdida de mi ser perdido.(In)comunicando
Comunicar, comunicarse, comunicarme con mi ser interno. Siempre, mediante las palabras, a través de la escritura creativa. ¿Llega el mensaje? Mi mensaje, quiero decir, la señal. ¿Cuál? Está ahí parpadeando. La chispa fundiéndose. ¿Sabes qué? Que hace tiempo atrás, días quizás, me comí las heridas, muriendo en los parques. Los sucesos se han deshecho enteros.
Volviendo, regreso al viento que es de otro color, otro tiempo. Matices y cicatrices. Quiéreme. Y quiero, cuando me observo en el espejo, no querer sino quererme. Y punto, y seguido. O puntos suspensivos. Pasa, ¿Sabes? Pasa mucho que la vida se pasa de moda. Y yo soy una chatarra antigua. Soy chiquilla chamuscada, atrasada, como de las épocas viejas. Soy la ambigüedad personificada. La rotura al borde del corazón. Descosida voy, e incomunicada conmigo, pues sucede que sigo sin saber quien soy. A veces me digo que escribo y yo al escribirme me convierto en escritora. Un instante, dos. Hay tantas facetas como días distintos. Vaya desconcierto.
Y cuestiono, así, en el aire: ¿ Te comunicas? Yo lo estoy haciendo. ¿El problema? Que soy arma y víctima, que hay un muro alto y espeso entre el yo y mi yo-poético. Entre alma y espejo. Cierto reflejo, me hablas, pero hay interferencias. Las pongo yo, quemándome, rompiendo el juego comunicativo. Quebrando el hilo telefónico, mordiendo el verbo, haciéndome la sorda.
En realidad oigo, pero no me escucho. Comunicarse con uno mismo, ¿Eso qué es? ¿Se siente?
¿Qué es lo que más odias que te pregunten? Explica por qué.
Odio que me pregunten cómo estoy, porque siempre mi respuesta será «Bien» aunque esté muriéndome por dentro. Es triste, pero es mi realidad. No sé, imagínate que estás intentando desconectar, sentada en una cafetería mientras lees lo que sea que te apetezca leer y, de repente, aparece tu amiga y te cuestiona cómo estás. Has tenido no un día sino un mes de mierda, ¿Crees que lo que te aptece es contar qué te sucede y porqué?
Lo último que quiero es martirizarme más. No quiero relamerme las heridas abiertas, no quiero indagar en mi ser, no quiero morir otra vez, no quiero tener que expresar, no quiero sacar todo lo que me hunde y me hace mal. No quiero porque me doy asco por dentro. Porque le tengo miedo a mis miedos, a mis defectos.
Si eso, ya lo escribiré. Porque soy así. Cuando estoy triste, escribo. Y si leo aquello narrado, aquel sentimiento que bombardea dentro, será por casualidad. Aquel acto regular, tan común, quizás, lo cotidiano de una escritora, lo habitual, en mi caso, nunca lo es.
Soy rara, soy única, soy la excepción. Me salgo de la norma, de la etiqueta «normal». Lo sé. Y ya lo asumí. Sí, lo acabo de asumir hace treinta segundos atrás. De hecho, lo vuelvo a asumir. Justo ahora soy consciente de que no soy, de que vivo muerta, de que seguirá siendo así y de que volveré a toparme con la tristeza muchísimas veces más. No soy consciente de que soy consciente y, aún así, vivo consciente.
Así que, bueno, si te preguntabas qué me sucede, pues te lo digo ahora. Me pasa de todo. Cualquier suceso o sentimiento que puedas imaginar, incluso llegar a experimentar, eso me pasa. Y pasa que el día y la vida y el mes y el año se pasa. Y pasan tanto y tan rápido que ya he muerto otra vez.
¿Comprendes? El eco de mis palabras que provienen de mi interior van resonando. A veces, esas palabras que, al final, acaban siendo acciones, tocan canciones graves y tristes, agudas y amargas, breves y alegres. La mayoría son llenas de melancolía. Regresando al pasado, del recuerdo, soy la nostalgia personificada. Si vivo en gerundio es porque me obligo a ser el presente andante.
¿Cuál es la importancia de lavarse las manos?
Justo me las estaba lavando cuando me surgió esa duda. Es muy importante lavarnos las manos y ya no recuerdo la respuesta coherente que me di a mi misma, pues supe, en aquel instante, que sin libreta ni teclado ni bolígrafo se me irían las ideas.
Fui capaz de convencerme diciéndome que seguiría recordando la idea, aquella formada por mí.
Ahora estoy aquí, sentada delante del portátil y, bueno, quería escribir algo interesante, algo lleno de contenido. Algo. Es cierto que este texto, tan absurdo por cierto, lo es. Pero de distinta forma de la que me imaginé en mi cabeza en el instante en que pensé: ¿Cuál es la importancia de lavarnos las manos? Más concretamente, de enjabonarlas. De darles masajes con las palmas de las manos y los dedos de las manos. Las manos, son curiosas también, pues son una herramienta muy útil para nuestra cotidianidad. Nos facilitan la vida. Le agradezco a mis manos a conjunto con mis dedos el poder que me dan sobre el teclado, sobre el papel y sobre las letras. La literatura es tan bonita y aún así he escrito lo más horrendo que podría haber escrito.
Es así porque estoy escribiendo sin dejarme llevar por los sentimientos. Es decir, este fragmento de texto, que no sé de dónde viene ni hacia dónde se va, se trata de uno que está escrito con la cabeza
loca.¿Podemos ir a mirar cielos?
Para todas tus preguntas que siempre van a lo mismo: ¿Qué te pasa?
La respuesta es que la vida pasa y me siento sola en una soledad rara, muy lejana y, a la vez, cercana a mí.
Si sigo, quizás ni lo captes, probablemente lo percibas brevemente. Eres suspicaz, de hecho, viste cómo miraba el cielo porque te vi mirarlo mientras te estaba mirando. Levitaba un avión. Parpadeaban sus luces, brillando alto. Quiero ser esa estrella. ¿Podemos ir a mirar cielos?Ser en gerundio es más bonito
Los gritos de aquellos que se burlan de tu paciencia son la señal, la única, de que eres más estable, menos furioso. Siéntate, tómate dos cafés, uno por la mañana y, el otro, cuando te de la gana. Sal a bailar, suéltate el pelo, mueve las caderas. Déjate brillar el cuerpo entero ya que después estarás hecho un percal. El caos siempre está, presente por cada segundo que pasa. Solo debes desacelerar, bajar la escalera que subiste ayer y colgarte de la cuerda floja que afloja. Mira hacia el oeste porque o este es el momento o, bueno, se pasó. Quiero decir, la puerta se cerró y tú le tienes vértigo al vivir. Vas pensando en morir. ¿Te has planteado alguna vez desistir? ¿Desenchufarte? Tu pensamiento hace malabares, se enfoca en desenfocar tu cordura y trazar o, mejor dicho, inventar un plan que ya es parte de tu memoria. Aún así, ser en gerundio es más bonito.
Otro latido
Me he enamorado de mi propio vacío y qué vicio. Los recovecos de mis huesos, internos, se llenan de oscuridad. Se siente muy bien. La caída en picado, la caída al hueco existencial. El perderse para siempre, porque sí, día que pasa, día que sigues viviendo muerta. Así trata tu cuento, tu historia. Solo necesitas un poco de aire, música, pasear entre la gente y pasar desapercibida. Y, luego, sonreír de aquella manera, ¿Sabes? Aquella típica risa rota. La tuya, la que te define en el presente contínuo, quiero decir. Estoy escribiendo. Quiero crear, sentir, plasmar las reflexiones salidas de dudas con infinitas respuestas. El marchitarme se quedó ahí seco, pequeño y ya perdido gracias al viento que dispersó los pétalos de un rojizo oscuro. De otro latido ralentizado que ya jamás regresará del pasado porque es el futuro.
Los girasoles ciegos, Alberto Méndez
Los girasoles ciegos de Alberto Méndez está formado por cuatro historias, entrelazadas entre sí, que narran distintas situaciones de testigos que vivieron durante la Guerra Civil (1936 – 1939) y la posguerra. Estas confesiones desembocan a un mismo lugar: la derrota, es decir, la muerte.
La novela se divide en cuatro historias. En la primera narración se relata como Carlos Alegría, un hombre rendido ante el enemigo, se entrega como prisionero porque dice que el Comité de Defensa de Madrid se rendirá al siguiente día o en los dos próximos. Así pues, es condenado a muerte por ser un «traidor militar».
La segunda historia es una confesión a través de un manuscrito encontrado por el narrador, quien es testigo de todas esas verdades. El cuaderno, que contiene veintiséis páginas, trata sobre cómo acaba viviendo una familia que intentó exiliarse.
En la tercera historia, el protagonista es Juan Senra, quien parece que va sobreviviendo en la segunda galería, porque conoció al coronel Miguel Eymar y va contando a su madre cómo era. Aunque miente continuamente, es decir, se inventa relatos llenos de mentiras. La segunda galería era donde esperaban aquellos que iban a ser condenados a muerte.
En la cuarta derrota, se explica desde tres perspectivas la vida de Lorenzo, un niño, y su familia. Su madre, Elena, vive una doble vida, ocultando a su marido Ricardo Mazo dentro de un armario.
En resumen, es una obra literaria donde hay distintas perspectivas de ver y afrontar la muerte, aunque todos los destinos de las cuatro historias van al mismo lugar. Los protagonistas acaban derrotados sin querer a causa del contexto tanto social como político y tienen una evolución significativa: van de mal en peor. Los personajes secundarios son tan necesarios como los principales, pues sirven para comprender los sucesos de la historia de la trama. Van de la miseria a la desgracia, a la muerte real ya que durante la existencia vivieron muertos. Así que, sintieron varias veces la muerte, bailando con su humor tan irónico. Se convirtieron en un sufrimiento continuo, que fueron un vacío eterno, con todos sus huecos definidos.
¿Cuál es el trabajo de tus sueños?
El trabajo de mis sueños es poder vivir de la escritura. Mi deseo sempiterno es seguir escribiendo y leyendo sin detenerme hasta mi muerte real, porque, de morir, he muerto unas cuantas veces. También he latido sosteniéndome a un vacío hueco y he bailado de su brazo, hundiéndome y saliendo a la superfície de sus jodidos altibajos, de sus quehaceres cotidianos, llenos de roturas, de cicatrices y de heridas que van sangrando de vez en cuando. Entre las nubes y las ramas, que son raíces, a ras del suelo. Y dime, ¿Qué sería de aquel ser humano que todavía vive por vivir, por amor al arte de andar? Créeme, todos nos hemos suicidado en vida más de dos veces. Y, aún así, mi sueño sigue brillando entre un océano colérico, oscuro y lleno de suciedad. Le dicen pulcritud o, quizás, es aquel latido tan sutil que, hasta que la mente no hace un «click», un cambio de chip, se queda ahí, entre la boca del cielo y del infierno, derramando lágrimas sacas. Pero yo he venido aquí a narrar el trabajo de mis sueños y la realidad está superando la telenovela montada en mi cabeza loca, llena de barbaridades, de desilusiones paranoicas. Porque la ficción es que mi corazón sigue latiendo a mil por hora cada vez que una idea cabalga en mí para luego convertirse en letra, en palabra y en verbo. Para, en definitiva, ser acción, ser un estallido y la singularidad personificada. Denominándose, así, el término, como el arte de la creación. Ven, quédate y ama mi caos.
¿Huimos?
¿Qué escribo? Me desvivo. Un dolor, otra forma de olfatear la muerte. Desde el infierno y arrastrándome. Aquí, ahora. Quiéreme bien, deséame. La ilusión, dos hechizos -eternos- y la ceniza fugándose. Para incendiarse, antes tuvo que marchitarse. Hablaré, después, de mi ser. Me apetece poco. Quiero un hogar lleno de besos, ¿sabes? Los quehaceres del día a día son los típicos de un amor sano. Bueno, deberían serlo. Porque tantos abrazos vacíos, que se sirven solos, son como cafés fríos. ¿Huimos?
Otro texto, ¿El último?
Se me cayó la venda. Joder si tenías razón, se me ha roto el corazón. Lo sé y lo siento. Siempre fuiste tú, real. No sé, me duele pensar que esto se termine. Me duele más no quererme bien. He sido frágil tanto tiempo. ¿Sabes qué? Me merezco, me necesito. Quiero quererme. Roturas, heridas cada vez más profundas. Las tristezas se me comieron entera y soy la depresión personificada. ¿Algún día toda esta miseria acabará?
Tenías razón: me enamoré de una ilusión, de un ideal subido en tal pedestal… que ahora que ya te bajé, veo la realidad. Y siento que el amor es desamor. Entonces, irradia el dolor.
Quería que me quisieras a mi manera, pero esta premisa jamás será posible. Será siempre ficción.Si pudieras «desinventar» algo, ¿Qué sería?
Desinventaría el dolor que va incrustado al desamor. Desconectaría la forma en que se ama del revés, a los corazones tóxicos. Y, luego, inventaría un amor sano, sin heridas ni cicatrices aún por curarse. Sí, porque es doloroso.
El desamor es como una patada en el trasero una y otra y otra vez. O como ir cayendo al vacío para después convertirse en este mismo.
Quizás o, mejor dicho, probablemente otra persona hubiese elegido desinventar otra cosa. Yo voy por el lado de los sentimientos, de aquellos que, no sé cómo, huyo. Intento salirme de esas emociones tan quisquillosas… Intento ser paloma que vuela para acabar arrasando el cielo en mi contra. Para terminar arrastrando mis alas, rotas y desgastadas, por el suelo del infierno.
¿Así funciona el desamor? Así va, por encima de todo, y viniendo. Regresando, siempre.
¡Choca esos cinco, dolor! Estás de lujo conmigo, estás en tu mejor momento. Celebrando, doliéndote y brindando tus quehaceres cuotidianos a todos los seres muertos y que siguen viviendo. Bienvenido, te abro los brazos. Abrázame y duéleme de la forma más triste y rota que sabes.
Caída la venda, roto el corazón
¿Cuándo comenzaste a desenamorarte de mí? ¿En qué momento? ¿En qué día empecé a bajarte del pedestal? Escalón a escalón hasta la desilusión. Ahora eres real. Quiero cegarme por amor, que continúes siendo un personaje ficticio porque darse de bruces contra la realidad me está doliendo más de lo normal. ¿Cuándo he dejado de enamorarme de ti? Te veo, tú. Siempre fuiste tu mismo, en todo tu ser. Elijo, ¿El qué? ¿Seguir queriéndote así? ¿Y si me amo? Me estoy rompiendo. Dicen que es porque floreceré. ¿Cuándo?
Dialogando con el café
Simplemente quería un café y charlar, yo qué sé, de la fe. Reírnos un rato (largo), que quede constancia de nuestras sonrisas. Bueno, aquí estoy: tomándome la fe sola y dialogando con el café, ya frío. Ya roto y vacío. Quiéreme, digo, creemos juntos. Estamos más separados que nunca. Duelen, mis alas están quebradas. Mi mirada habla sin querer. La esperanza se deshace.
Debería aprender de la vida, de mi misma. Debería. Solo es enero, uno eterno. Destruirme para volver a florecer…, ¿O es que siempre me marchito?
Los pétalos van cayendo,
van muriendo.El Principito, Antoine de Saint-Exupéry
En El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, el autor compara metafóricamente y analiza la vida adulta desde el punto de vista de un niño.
La aventura, o desgracia, comienza porque un adulto se pierde en medio del desierto y se encuentra a un niño llamado ‘El Principito’, quien recorrió distintos mundos denominados como regiones de asteroides. El niño, es decir, ‘El Principito’, le va contando las historias a su compañero adulto, un aventurero solo y perdido por el mundo.
Los distintos planetas son un total de siete: el del rey absolutista y universal, el del hombre del sombrero, el del bebedor, el del hombre de negocios, el del farol y el farolero, el del señor viejo que escribe libros gigantes y, por último, el de la Tierra. De todos ellos podemos extraer distintas conclusiones y reflexiones gracias a los pensamientos que va expresando el niño.
El Principito se divide en veintisiete capítulos breves y contiene varias ilustraciones, dibujadas por el autor, con alguna cita interesante que provoca el acto mágico de pensar.
Así pues, es una obra llena de emociones, metáforas y pensamientos de los cuales el lector acaba empatizando.
En definitiva, el niño de nuestro interior siempre debería estar vivo, pues si miramos más allá, en el cielo, quizás vemos una estrella, que nos recuerda quién es él y, a la vez, quiénes somos nosotros.
¿Estamos vivos? ¿Nuestro corazón palpita?
Valórame más
Ni Romeos ni Julietas.
Quiéreme bien.
Quiéreme de forma sana,
por favor.
Pero es que si se lo pido al cielo,
¿Qué sentido tiene?
Ninguno.
Es triste,
pero está siendo mi realidad.
Duelen,
las corazonadas,
las emociones,
que se rompen como las olas,
quiero decir,
en contra del viento,
y de tu voluntad.Un proceso hermoso
Sigo aprendiendo de mi misma.
Está siendo un proceso muy bonito y, aunque doloroso, infinito de momentos llenos de algo que aprender. Y no sé tú, pero para mí la evolución de uno mismo no acaba y empieza al finalizar un año e iniciarlo sino que los pétalos van naciendo y muriendo en una vida hasta que nuestro cuerpo se enfría. Así está siendo. En un cerrar de ojos todo se esfuma incluso la espuma. De mientras, disfruta.Si pudieras diseñar la habitación perfecta para leer y escribir, ¿cómo sería?
Mi ideal de ‘habitación perfecta’ es que sea mi espacio, un lugar donde pueda evadirme del mundo exterior e introducirme en mi caos.
Anna Pérez CarreñoY para ello necesitaría un escritorio con unas cuantas libretas, bolígrafos y post-its. Una estantería para almacenar libros aunque podría prescindir de ella, pues los iría colocando uno encima de otro en el suelo, por orden de leído.
Además, me encantaría tener mi propio rincón de lectura. Un sillón al lado de la ventana, una alfombra y la literatura entre mis manos.
Una habitación perfecta para mí sería aquella que desprendiese un ambiente cálido, con la música sonando de fondo y mucho arte aún por descubrir.
Me gustaría, en un futuro, sentirme rodeada de libros que provocaran algo en mi ser. Lo que fuere. Cualquier emoción, el palpitar del corazón.
Así que, bueno, si tengo que elegir, prefiero estar viviendo y sintiendo al mismo tiempo a través de la imaginación.
Y para ti, ¿Cuál sería tu ideal de habitación perfecta?
Vivir muriendo, o al revés
Me apetece escribir(me), deletrear mi piel con el sabor de un chocolate caliente. Sentirme y al fin, desvivirme. Necesito irme, no de mí, sino de vosotros. De cada uno, y de ti. Quiero marcharme a otro lugar. Lo de marchitarme va por cuenta propia. Ahora mismo el ambiente está lleno de superficialidad. Carece de paz. Estoy fuera de onda ya. Literalmente, sentada en el váter del baño. Mi peor y mejor año. Voy de daño en daño y me tiro porque ha tocado el gordo:
Que jamás volveré
(a ser la misma).
Quizás es que hay un color distinto, pero es un pretexto. Excusa tras excusa, escondiéndome detrás de una sonrisa pequeña, e hipócrita.
Es 26, Anna.
Deja de llorar y afronta la realidad.
Y es que nadie te echará de menos, sino que tu misma. Llanto interno. Las palomas han volado y, aunque sufriendo, mueren viviendo.
O al revés.Incendios
Me estoy dando cuenta de que todo mi vacío existencial comenzó en mi adolescencia y, ¿Cómo retrocedo o de qué manera puedo cambiar mi dolor por amor? Quiero decirle adiós a mi oscuridad, a mis deseos rotos y a todas las cicatrices abiertas. Puedo nombrarlas una a una y de mejor a peor.
Una ceniza que se enciende,
la chispa,
la luna brilla en el cielo azul,
pero está sola
y vacía.
Pero está sola y vacía,
aunque llena de vida.
¿Será el primer pétalo caído la causa del cuadro descolorido?
Porque apareció la compañera de por vida: mi queridísima soledad. Me quité el pecho entero cuando se introdujo en mí, cuando mis alas pesaban y las sombras se apoderaban de mis sentidos.
Fui oscuridad,
hoja seca en plena primavera
y ola colérica llena de disturbios en medio de las calles de la ciudad ya anochecida.
Dejé de sangrar,
mis venas se congelaron hace años.
Mis labios ya no pronunciaban sonrisas y,
aún así,
con la magia que hay entre mis ojos, cristalizados,
amanecen las estrellas, bellas y,
ellas, tan desdichadas,
tan agarradas en almas muertas
(ensombrecidas por morirse y revivir y regresar a las tumbas,
vacías de ruido),
que rieron hasta explotar y transformarse en rosas descompuestas.
Créeme,
todo se inició, así, sin fecha definida,
todo se incendió en una vida incompleta.
Sigo aquí,
sigo aquí,
aunque vuelvo a morir por mí.¿Cómo escribir el esqueleto de una novela?
Para empezar, un esqueleto, en el ámbito de la escritura, es la estructura que tiene una novela, es decir, la forma interna de cómo está construida la historia.
El objetivo del esqueleto, o también denominado como escaleta en el terreno cinematográfico, consiste en tener una organización previa lógica y coherente sobre lo que se escribirá a posteriori. Sirve, principalmente, para planificar la forma de la novela. Pero, ¿Cómo se hace un esqueleto o una escaleta? O, mejor dicho, ¿Cómo la creo yo?
Pues, en mi caso, para el acto previo a escribir, utilizo una libreta. Una vez con la libreta ya abierta, un bolígrafo y mi idea ya desarrollada, sigo desencajando las piezas -de esa breve idea-, incluso las recorto, las elimino o las prolongo unos días más, para después hacerlas bailar en el papel. Pero antes viene el proceso de planificar, quiero decir, de preparar los capítulos.
Mi estrategia es la siguiente:
- Escribo el número del capítulo al inicio de la hoja del lateral izquierdo de la libreta.
- Al lado de donde he escrito Cap. I defino brevemente de qué irá el capítulo. También anoto alguna idea de forma breve, incluso pongo el personaje que quiero que presida el capítulo.
- Divido en tres partes la estructura narrativa: en la primera parte, abro el capítulo, lo que es la introducción; en la segunda parte, que es la continuación, desarrollo el capítulo, y en la tercera parte, intento cerrar el hilo del capítulo o lo dejo abierto dependiendo de mi estado anímico y de mis preferencias respecto a la trama de la novela.
Lo realmente divertido de planificar la novela es que dentro del orden habita un caos inmenso. Es interesante y curioso. A parte, entre las frases y las palabras, se va creando, sin querer, el arte. Al menos para mí.
Mi consejo es que te dejes llevar por la idea surgida y que, luego, la vayas moldeando sin que pierda la esencia principal. Para ello es necesario perderse muchas veces y dar en el clavo justo en el momento más esclarecedor que, probablemente, sea cuando estés más ofuscado.
El otro consejo que te puedo ofrecer es que no te limites, que te dejes llevar tanto en tu forma de crear como con tus herramientas (libreta, bolígrafos, espacio y forma de escritura, etc.) Y que experimentes. Me refiero a que si siempre escribes a mano y en un mismo lugar como, por ejemplo, en tu despacho, cambies un poco de aires y de métodos. Sal a pasear y ve a donde te lleve tu corazón que de ahí pueden surgir procesos hermosos. En vez de escribir a mano, escribe en el móvil o desde el portátil. O al revés. Yo, por ejemplo, muchas veces voy a una de mis cafeterías preferidas donde escribo y me dejo fluir. Pero hay momentos que voy a la biblioteca o si hace buen tiempo me quedo en un parque. Todo depende del estado emocional de cada uno. Inténtalo, ganarás más que perderás.
En definitiva, a veces la escritura nos sorprende a nosotros mismos de lo que puede surgir de ahí, así que como último consejo: vive, siente, desordena tus emociones, escribe, transmite y vuelve a vivir. En bucle.
Me voy queriendo
Que lo entienda quien quiera porque estoy cansada de sentir tanto para expresar la nada. Es como hablar con paredes que aún siendo curiosas, por mala suerte, están vacías por dentro. Créeme cuando te digo que los sucesos se me vienen encima. Montañas de palabras se aglomeran en mi corazón. Quiere, Quiere salir, estallar, volar. Lo está haciendo latido a latido. Me siento y descanso. El arte bueno escasea. Los días se van. Se marchan, como yo de mi misma. Estoy floreciendo. Soy otra fuera de mi ser y qué bonito y bien se experimenta. Y qué mal se verbaliza, pero que sencillo es plasmarlo en palabras.
De mientras me quiero.¿Cuántos colores hay en un enamoramiento?
Hola ojazos,
me estoy enamorando
otra vez en gerundio
y de la vida,
de ti.
Soy feliz,
me ves sonriendo como una perdiz.
El dolor se va,
Hey, ¿Cuántos colores hay en un enamoramiento?
Amor inalcanzable,
es imposible
lo nuestro,
lo que corre por encima de una cuerda que no afloja,
que se estira cada vez más.
Quiéreme y, por encima de todo,
bien.