Te declaro la rebeldía contra el amor.
¿Que cómo se inicia?
Versando los versos más tristes, vacíos, intactos y desolados.
Vaciándonos de amores no correspondidos, llegando hasta el éxtasis. Del querer para perder.
Rompiendo la regla;
querer ¿para qué?
Para sentirte vivo, querido.
Eso no es amar, es volar. No lo llames amor, llámalo viento.
Es nuestra forma, nuestra norma.
Rebélate, joder.
No lo estás haciendo, me estás siguiendo y, aquí, me estás imitando, amando.
¿Ves?
No se puede querer a la inversa, pero nosotros lo haremos. ¿A que sí?
Nos miraremos sin besarnos y no declararemos amor, dictaremos dolor.
¿Quieres que te ame o no?
¿Quieres que te lo demuestre?
Entonces,
déjame ser desastre
porque, de otra forma, no sé amar.
Déjame rebelarme,
déjame quererme antes y,
después, te querré a ti aunque anteriormente ya te haya querido.
Déjame ser caos,
déjame ser arte.
Déjame llorar en medio de un océano invadido de cristales deshechos.
Déjame ser.
Déjame rebelarme, tengo que hacerlo para demostrarle al mundo que yo -la que odiaba sin querer, rompiendo, rompiéndose- ahora, justamente, puede amar. Porque saber, ¿quién sabe?
Quiero rebelarme, sólo, déjame rebelarme.
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