tú me diste las alas para volar. Fuiste el que insistió en que aprendiera mecanografía y, gracias a ese esfuerzo, ahora estoy aquí, delante de mi espejo, escribiendo para ti. Si no hubiera sido por ti, no hubiese estado escribiendo con mi preciado teclado, que es tesoro. Tú, que me animaste a seguir. Tú que me dijiste «Sí, sigue así». Tú, fuiste tú. Y te lo agradezco con todas las letras del abecedario, des del fin hasta hoy. Por todas las palabras de la vida, desde que se inventó la imprenta hasta que, bueno, no creo que haya un final.
Te quiero.
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