Necesito mar, mucho mar.
Y sal y lamerme los labios y estamparlos en los tuyos. Con mi vestido amarillo, desnuda de dudas y miedos, sentarme a tu lado en la orilla. Mirar el horizonte, y luego observarte. Sonreír. Vivir a base de risas en el corazón que late enamorado de la vida, de ti, de mí. De todo. Lo más hermoso es eso: ser en gerundio y amar.
Qué paisaje,
ahí.
Un cuadro pintado a verbos, a tiempos, a latidos. Sin pintura, solo con los sentimientos encuadrándolos en un momento inédito y lleno de nosotros.
Horizonte salado
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