Algunas gotas caen del cielo chocando contra el suelo, otras chocan sobre el cristal y resbalan hasta llegar a su fin como aquí, que caen de mis ojos y manchan de recuerdos mi almohada, supongo que no pasa nada, sólo es agua.
Y así toda la noche, la lluvia no se detiene ni un segundo. El sonido es bonito, lo es más aun el silencio que transmite una sonrisa sincera. Empaparse es divertido, no tanto como la tristeza de mis ojos, rojos y cristalizados. Me quedo en sequía, sigo ahogándome. Las calles quedan muertas, quemadas por el fuego de la lluvia. Aquí sólo quedan las cenizas, y esta vez no se van con un soplo del viento, incrustados en el suelo y sin intención de deshacerse, ya no. Sólo queda un pasillo oscuro con principio y final infinito, un cielo vacío que acompaña mi soledad y una luna escondida por temor a la vida. Sólo queda mi alma rota y una muerte que me espera ansiosa en el amanecer de cada día, y por culpa del ayer estoy más herida y menos viva.
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