Después de morir, toca florecer

Me siento rara, quiero llorar, ver las estrellas, estrellarme en ellas; son tan bellas. Quiero enamorarme, otra vez, de la vida. De ti, de mí. De nosotros -sin nadie más- diferente, quiero decir, sano. No sé.
¿Qué pienso yo? ¿Qué siento? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde vamos, corazón mío? Marchito que va floreciendo. Muere, nace, muere, nace, muere y, al final, seguro que vive. Lo presiento porque lo quiero. Porque, joder, agarro el amor con la yema de los dedos. Saboreo el tiempo, me recreo en un dolor ajeno y, por fin, sonrío mirándome en el espejo donde el reflejo me habla. Me dice, me dice: «Anna, quiérete para amarte. Priorízate, ya sé que lo haces. Anna, enamórate de ti, hazlo, siéntelo con todos tus recovecos. Vas a estar bien y vas a ser feliz».
Y entonces, se abre un destello, ínfimo, pero infinito. Me quiero para amarme. Me estoy enamorando de mí. A la mierda todo lo demás. Que se joda el viento, la marea y la lluvia. Me empaparé de ella para sentir que estoy viva y que me permito, porque quiero, volar de una puta vez. Volar sin arrasar el suelo ni el infierno. Volar porque soy completamente libre.

Porque, después de morir, toca florecer. He estado pensando tanto, reflexionando sobre muchísimas cosas, entre ellas, en mí. Y sí, quiero ser feliz: me elijo, me permito fluir conmigo.

Porque después de sufrir, de destruir y de ir destruyendo a los demás. Después de morirse por dentro, de empaparse de tristeza, de llorar como una loca por algo o alguien o un deseo que jamás se cumplía o una ilusión que, bueno, era eso, una jodida ilusión.

– ¿Por qué me sentí rota tanto tiempo?

– Porque no me elegí.

– ¿Ah sí?

– Sí, Anna. Elegiste todo lo demás sin ti. Te dejaste oculta entre tus propias sombras. Solo te falta salir y romper con todo. Quiero decir, eres luz, ¿Lo ves?

– Sí, soy luz. Ahora me quiero.

Después de tanto tiempo, llega el crecimiento. Lo siento, no te culpo a ti ni a nosotros. Me culpo a mí. Y me perdono por todos los pétalos disecados y rotos que fui dejando por el camino. Ahora solo toca dejarlos allá, plantarme y comenzar, otra vez, a vivir, a volar y a sonreír. Jamás pediré disculpas ni «lo siento» por un pasado que está descompuesto.

La cosa, ahora, va del revés, ¿Sabes? Sé que cada pedazo de mi corazón ennegrecido ya no lo quiero. Por eso mismo quiero estar sola. Quiero hacerlo sola. Quiero dedicarme tiempo a mi misma sin nadie más. Y si eso implica destruirme, que no lo veo, pues ya me construiré.

Me tengo a mí y, con este impulso, es más que suficiente.


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