Categoría: Escritos

  • La metamorfosis

    Es tan bonito que te hagan daño porque luego te vas reconstruyendo para acabar oliendo a mar, a nubes de algodón, a café y al atardecer anaranjado. Hablar las cosas, que entre palabras se cuelguen los corazones, que se abran y se partan en dos y así puedan seguir naciendo florecillas. Sí, se irán marchitando… ¿Pero y el proceso? La transformación es lo que nos queda, y ese acto de crecer, de ser y de volver a nacer por haberse matado una más de cuatro veces, es lo que nos hace abrir las alas, aletear y volar a ras de los recovecos de una misma. Y, joder, qué hermosura. Estoy narrando la metamorfosis del ser humano, pues el dolor ha trascendido a otro color. Me siento, y eso es lo mejor, lo sano, ir al grano, estamparse y a posteriori de la pausa, afrontar al reflejo del espejismo roto.

  • El amor se escapó

    Me he dejado la libreta roja, y cada rosa, allá fuera. Se están marchitando, y enfriando, porque se quieren tanto que los colores, y dolores, repiquetean. Suenan los huesos y los reflejos de los espejos, sombras que se van ocultando para luego ir estallando, se van, pero en el otro vaivén. He perdido el tren porque fui caminando del revés por el andén. Los gusanillos de mi estómago se mueven rápidamente, las mariposas se han suicidado después de tantos daños consecutivos. Será el miedo, pienso. O el sufrimiento, siento, atragantado en mitad de mi garganta. El sabor, amargo, y el ir queriéndose de una forma tan sustancial y agridulce, me va matando. Agarro mis raíces por debajo de las pieles: ya no sé. Aún así, me percato de varios hechos, entre ellos, que me quiero querer y, alzando tanto el vuelo, me quedo en el gerundio sempiterno. Dejó de llover, la sequía ahora abunda. Me quiero quedar, de verdad que me gustaría, y sin necesidad. ¿Pero en qué consiste quererse? ¿Y amar? ¿El amor mutuo existiría? Porque si hablo, si narro, aquel de mi pasado, jamás tuvo acto de presencia. Simplemente hizo bomba de humo, y vaya si explotó. A posteriori, tristemente se exclamó, personificándose entre los pliegues, y recovecos, de mi ser que tenía un impulso ahuecado que se transformó el agujero. Aquí me pierdo, en la inercia, entre la peripecia y la voltereta.

  • Estrellándome

    Quiero, quiero bailar contigo y ser estrella y estrellarme en tus labios. Bésame despacio, hazme creer en el amor por primera vez. Quiéreme, quiéreme. Roza con la yema de tus dedos los míos, mira mi sonrisa, ¿sientes cómo late? Con solo verte todo se hace grande, eres inmenso porque las nubes grisáceas desaparecen y la tristeza huye de mi cora’. Somos tan felices, créate conmigo, seamos la misma canción.

  • Metafóricamente, yo

    Huí, me transformé en otra yo, metafóricamente poeta, toda rota, o coja. Un vaivén detrás de otro, en un bucle continuo. Ir cayéndose, ir lavándose la cara, que ya toca, que ya es vida de ir naciendo entre los sucesos coléricos, enrojecidos.
    Estoy sana, e ida, porque estar muy de la otra esquina, es recorrer la calle con los pies cortados, ¿Sabes? Aquel, el trozo del papel quebrantado. Déjame decirte… ¿Por qué tantos «lo siento»? ¿Para qué? ¿Qué finalidad habrá? Porque el fin, que consiste en comenzar del derecho, tal vez. Ayer me levanté con el pie izquierdo, y poca cordura. Ya lo he explicado, ¿No?
    Quiero colores, pero se deshacen por el desagüe de mi corazón que le falta una o varias piezas. ¿Cómo se forma? ¿Y por dónde empecerá a florecer? Agarrar el riesgo desde la última coletilla inexistente, aunque presente. ¿Arderá algún tipo de fuego? Aletéame que vuelo tan a ras del suelo que me convierto en el puto cielo.
    Y regresar para culminar en la avenida del instante anterior. ¿Sabes cómo construir un pasado? ¿Y de qué manera se destruye el futuro? ¿Consistirá en morderse la lengua unas cuantas veces? Quizás se trata solo de querer que te acaricien o te pellizquen las pestañas ya desgastadas para que a posteriori renazcan.

  • Va a amanecer

    Amanecerá, pero del revés porque los cielos se desbocan, se derraman, deabordándose, y ya. Sigo descendiendo en aquel vaivén que fue tan pasado y está aquí haciendo presencia con su esencia. Me caigo, mírame: soy torpe, pues puse el otro pie y ahora está agachado. ¿Mi corazón? Orgulloso, de mí, obviamente y, aunque hay instantes que alguien, la otra del reflejo del espejo, va cabizbaja, sin querer le hago cosquillitas: se pone a reír como una niña. ¿O es que ya lo es? Quiero decir, ¿ya lo soy? Siempre seré la inocente, y la rota, la muy rota y, de tanto, que explota. Déjame explicarte, o expresarme. Hace un par de años sí que estaba deslizándome por mi otra vida, la gris, ¿sabes? Ahora, desde hace tres tardes atrás, me observo, más que miro, y me veo. Ni sombras ni escupitajos. Eso sí, muchos garabatos e ir abriendo las cortinas mientras entra un sol que flipas y, cómo no, ir cosiéndose a una misma sombra. Hubo tantos meses que estuve a cinco latidos de pegarme cuatro tiros, pero como no había pistola, tampoco vivía en un piso con más de seis ventanas, solo me quedé. Aún así, se sentía: quería. El impulso se quedó retraído, después me puse a correr sin lápiz ni tiza ni papel, simplemente con el corazón que asaltó el tuyo. ¿O ya lo había conquistado? Pues fueron saliendo las palabras a balazos enredados, y muy enternecidos, sí, tenía sabor de nube algodón, de un sentido enamoradizo. Salieron endulzándose, las corazonadas serán ciertas.

  • El antepenúltimo

    Tres escopetazos, cuatro bombazos y otro latigazo. ¿Será el último? Quizás no. Y de un golpe en el corazón me quedo en blanco, pero como ya estoy tan acostumbrada a la miseria, a los huecos y a las nubes estrelladas que se desbocan, me da absolutamente igual y, por eso, ahí levito, rozando las puntas de los malditos recovecos, de mis preciosos precipicios. Estoy así.

  • Quiero quedarme

    Me apetece tantísimo describirme otra vez, como aquel día durante el amanecer o el atardecer. El caso es que iba en bragas y con un moño a medio hacer, o por deshacerse. Ahora estoy recostada sobre mi pecho izquierdo, que late y late y no se calla, y quiere gritarse a él mismo que se silencie, si puede o quiere.
    Ahora estoy aquí sentada con una vida aún por esclarecerse, o derrumbarse. Estoy saciada de tantas conjunciones. Es que son como errores ajenos, opuestos al incendio que quiero declarar, que quiero armar. Al final me agarro en aquel hilo invisible y derrapo y me estampo. Sello el dolor con otro lápiz de color.
    Ahora me hundo en este sillón y la hora pide a garabatos ensuciados de segundos y sin pausa que me quede, que levite en un tiempo inmortal. Y sigo, pero el puntero de no sé qué me está arrancando de esta comodidad sin dueño, pues se adueña de mi ser para obligarme a levantarme e irme.
    Ahora quiero dejar de caerme, pero después de tantas carencias, y creaciones editadas miles de veces), solo queda caerse y enorgullecerse de ello. Incluso ensalzarse en mis vidas (tengo varias facetas) y reírme a carcajada limpia, con alma y un instinto animal por querer quererme.

  • El poema desquiciado

    Por fin digo «por fin» sin decir «por fin». Te parecerá extraño. ¿A mí? Cuéntame los lunares y déjate de cuentos que van sin fin o escasean de lucidez. Me apetece ser la luna, o cualquier estrella que no se estrelle. ¿Ya lo estoy siendo? Enamórate de la felicidad y siempre terminarás en el bucle del sueño que tiene mucha finalidad llena de verdad, una muy pura. ¿Y las historias? Mejor pregúntate si la nuestra es de un nosotros lejano o cercano, de aquí al lado de las praderas, o romerías. O del lado de los colores translúcidos en que abundan los amaneceres grisáceos. Yo me quiero, yo me quiero, yo me quiero… me voy diciendo. Quédate así quieto y no muevas ni un dedo, o muévelos todos. Solo me apetece ensuciarme de palabras inéditas o excluidas o extraídas o extranjeras. Sencillamente me encantaría ser la poesía en persona y, al final, mi cara, y toda yo, somos un poema, aquel de prosa poética: el más breve y, al mismo tiempo, el que narra la nada y es la nada a la vez. La mirada déjala en el pasado, que se estanque.

  • Qué hermoso, el quererse

    ¿Sabes qué sabor tiene el amor? Uno agridulce, quizás. En el más allá lo masticarás, incluso lo tragarás. O un balazo chocará contra tu cuerpo invisible e indivisible. Te crearás; serás. Otra forma de palpitar: entre bucles, pues eras tan transparente que, al cabo de diez años contados de pedacitos de arena, sumándose de tres en tres, te ves. Te reflejas en un océano indistinto, pero presente. Estás latente. Después de tantos entonces, te quieres de forma rara, lo eres. Eso de ir y venir y ser y caer y morir son nimiedades y, a pesar de todo, quedas en la nada. En una neblina espesa y tu cerebro es un «tabula rasa» que arrasa. Solo puedes, porque sientes, escribirte, y hay momentos que sin impulso ni lápiz ni papel ni corazón, y con mucha coraza que rebosa tu caparazón. ¿La razón? La dejaste oculta, ¿recuerdas? Sí, me rememoro en otro espejo y con otros reflejos y me percato de algo, de un hecho (o dos): que los días ya están contados y que culmino en la cumbre de mi sencillez, que el atardecer resurge entre mis pliegues risueños y que soy, queriéndome, una nueva mujer ya florecida. Oye, qué bonito se siente.

  • Siendo feliz como una perdiz

    Llevo días sin describirme, introduciéndome en otro vaivén que viene más que se va. Voy bailando entre mis raíces. De ellas nacen las flores, nacen, y ya no se caen. Y, yo, que me creía perdida, oculta entre sombras, ahora, estas son otros borradores, ya desechados, y guardados en el cajón de mi corazón. Déjame estallar, me dice la otra del espejo donde me reflejo sonriendo. Por fin ya no siento ese «por fin» tan ansiado, y angustiado. Simplemente, ser.
    Soy feliz como una perdiz, o dos.

  • Otro -jodido- vaivén

    ¿Te estoy queriendo? Vaya, jodido, cuestionamiento interno. Dicen, o digo, yo qué sé, que debería hacerme una introspección. Me hice tantas… culminé en la desesperación porque absolutamente todas son meras expectaciones de mí que, al final, se quedaron en eso, en borradores. Ni lápices ni colores. En un grisáceo inédito, algo así como una suerte suertuda, burra. Sabes a helado, a un sabor medio amargo y a mucho chocolate, verde. Quizás, o probablemente, me desencajo en otro cajón y, ¡carajo! ¿Ahí cuajo? Me enaltezco, ya no sé si carezco de lo otro, que sí sé qué es: el miedo, y aquel resurgir de entre las cenizas idas, cicatrizadas y, zás. En un pis pás todo regresa, o se va. Pensé, quise creerme, que fui mía. Luego, que fui (muy) tuya. Lo que olvidé durante veinticinco daños -colaterales- es que, aún así con el pretexto delante (o detrás), que siempre fui yo con mis facetas, percales, estados sentimentales, modos en «off» y fuera, de onda, y todo eso, ¿O qué?

  • A día de hoy soy yo

    Ir yéndose, y vaya formas y qué ganas, sí, de ir yéndome, así, tristemente, mientras el vaivén de la nada y el bucle continuo de quebrantamientos inéditos van naciendo de la deriva hacia la flota marina. Se quedan allá, o aquí. Me derrito, es otra forma de latir, o de surgir entre las flores -marchitas- que van abriéndose paso entre el cielo ennegrecido, ahora, el que se va ocultando al ritmo de las palpitaciones serenas de mi corazón.
    ¿Qué te sucede? O, mejor cuestión, ¿Qué te está pasando? Que la vida ha dejado de petarse los pasos para comenzar a pasearse, que ha dejado de pasarse para pasar, de mí y, terminándome a sorbos muy queridos, he culminado en el auge de mi autoestima.

  • Otra forma de suicidio

    Querido diario, me estoy perdiendo de una forma tan descomunal, tan extraña, que muero una y otra y otra vez. No puedo más. Estoy agotada. Cansada de vivir y de la vida y de todo lo que rodea a esta. Y me quiero suicidar o, escribiéndolo de manera más sutil, quiero desaparecer. ¿Irme? ¿Pero a dónde? ¿Esa sería la solución a todos mis problemas?

    Siempre, la mayoría de gente, que son chusma, porque la sociedad se los ha comido, para luego vomitarlos ya transformados en aquello inútil, superficial, dicen, dicen quiérete. Y yo les respondo con otra asquerosa cuestión: ¿Cómo?

    Explicádmelo de una jodida vez. Estoy hartada, saciada de tanta soledad que solo quiero partirme, o dividirme, el corazón. Provocar su estallido así, de repente, y ya.

    Perdóname, sí, por ser tan directa, tan precisa, tan concisa. Y poco perspicaz. Ya que estamos: gracias. No sé, yo te lo suelto y ya si eso, ¿No?

    Debería hacer… tengo tantas cosas pendientes, entre ellas ir queriéndome que solo sé romperme mientras voy descendiendo por las calles. ¿Me explico? Mientras mis pedazos de mi jodidísimo vacío, cada vez más pequeños, más diminutos, van chocando entre ellos y, luego, luego se mueren más. Se agujerean aún más, si cabe posibilidad alguna.

    Quiero paz y amor y salud. ¿Eso existe? ¿Esas tres sustancias abstractas pueden existir al unísono? Ni puta idea, tampoco tengo ganas, pero estoy hasta el coño. Sí. Así que, bueno, ahí sigo, levitando entre la cuerda que se tensa y, yo, que me aflojo a lágrima viva, y seca, muy seca.

    Si no entiendes por dónde voy, simplemente quédate ahí, conmigo, en el suelo. Siéntate a mi lado mientras me ves caer, y léeme. O, bueno, enciéndete un cigarrillo. No, no lo quiero, fúmatelo tú, porque yo ya me fumé mi jodida vida tiempo atrás y por eso me he convertido en un agujero de donde cuelgan otros vacíos tan huecos. ¿Sabes? Necesito a alguien, o algo, si existiese, que me escuchase, y ya, aún sin comprenderme. Que me mirase a los ojos, ¿Los ves? Llenos de destellos sin esperanza, se van deshaciendo… se marchan, machacados por todo el peso que todavía siento dentro. Ya marchitada, solo queda florecer, ser. Pero, ¿Para qué? Para descender otra vez, y otra y otra y otra. Joder, que la marea me marea. Soy yo la ola colérica, por eso ese vaivén en constante movimiento circular, en un bucle que solo hace que derribar toda la miseria interna. De espejo a reflejo, me dejo la cadencia en otro charco, que se ennegrece. Ahora, me transformo en la nube grisácea, y créeme, es una explosión que detesto.

  • Por el precipicio

    Hay veces que cuando estoy caminando incluso me cuestiono cómo lo hago, sí, eso de poner un pie delante del otro y aún así no caerme aún así cayéndome.

  • Una noche rota

    Entonces, tu vida, alrededor tuyo, va dando giros, vueltas en ella misma. Y te mareas, aleteas y, justo, caes en tu jodido hueco. Se te ha roto algo, el corazón, porque mientras observas a tu hermana, estallas. Empatizando, preocupada no por el qué sino por cómo ella afrontará la situación. Vaya suceso, puto agujero negro.
    Porque se divide mentalmente en mil pensamientos que van en círculo, en bucle. Porque se ha partido en dos, ahora es dominada por la depresión, que se personifica en su cuerpo, animalizándola durante unos escasos pero intensos minutos.
    Es tu reflejo, ahora sois la misma. Comprendes, y te gustaría tomarte un café enfrente suyo y decirle que tranquila que esto pasará, pero no pasa. La miras, la observas y te echas a su lado. Ahí, en su miseria. Vaya maneras, y qué forma -abstracta-, cómo se enciende, qué malditas las garras del monstruo.
    Te vas deshaciendo al vaivén de cómo ella va muriéndose internamente. Sientes, demasiado, entre todas esas mierdas, compasión y cariño y amor. Sabes que, en unos días, o todo descenderá o será un desencadenamiento de acciones marchitas.
    Tengo miedo.

  • Sonidos entristecidos

    Soy dos vacíos en constante motivimiento, entrelazando bucles.

  • El texto ya no es raro

    Hay instantes que pierdo los días y me pierdo aún más y pierdo la cuenta y la cabeza, y también el tiempo. Me descuento de más. Paseo desorientándome, porque los pies los coloco mal, quiero decir, uno delante del otro y entonces me tropiezo. Son tropiezos, para otros, y ya, pero para mí es un aprendizaje hacia abajo, del revés. O algo así. Me cuestiono, o dejo de preguntarme. Luego vivo. Alcanzo, llego al logro y sigo. Porque todo consiste en eso, en ir y venir e ir y seguir. Continuar tu propio rumbo hacia el pedestal y al subirte en él, que se rompa debajo de tus pies para acabar en tus propios pies, en el mismo suelo donde comenzaste a subir y a subir escalones y a subir y a subir y a seguir subiendo. Estoy aquí, escribiéndome. No sé, no lo sé. No sé si es algo placentero o algo triste o algo bonito. Quizás algo raro, fuera de mi ser interno porque, porque, porque, yo siento que me estoy queriendo.

  • O el desamor

    ¿Alguien me explica qué es el amor?

  • Al vaivén del desamor

    ¿La verdad? Siento que me he desenamorado de ti, siento que se han caído todas las ilusiones. Me siento culpable. He intentado volver a construir, reparar, meter los «te quiero» en el corazón, y solo caben en aquel rincón, metidos, todos, dentro de un cajón. Y ya no puedo más. A causa de ello me estoy rompiendo a pedazos cada vez más diminutos. Soy la tristeza personificada. Voy bailando con ella al son del desamor.

    Y, me cuestiono, ¿Qué es el amor? ¿Para qué querernos? ¿Por qué nos amamos? Siento que ya no siento. La nada, tabula rasa. Un vacío, y otro y otro y otro y se van juntando y a pesar de tantos lloro internamente. La sequía, cada noche, se manifiesta. Créeme, me voy a crear, pero a va ser sin ti porque he dejado de quererte.

  • Hay días

    Hay días que una se siente rota y cansada. 

    Hay días que una quiere ser arropada.

    Hay días que simplemente queremos que se nos escuche. 

    Hay días grises,

    hay días ennegrecidos.

    Y hay días aún por pintar,

    aférrate a esos,

    como un primer aliento para empezar,

    otra vez,

    queriendo, así, con impulso.

  • Eso que siento es ilusión

    Ahora, estoy en una incógnita, y dentro de un cielo estrellado, y yo, emocionada por algo que aún no sé qué.

  • Apreciando mis recovecos

    Una mañana, saldré y me regalaré unas cuantas flores y, entonces, sabré, que me estaré queriendo para amarme. De mientras, solo llueve.

  • ¿A dónde?

    ¿Y a dónde vas cuando no puedes huir de ti misma?

    A ningún lugar, porque te quedas, ahí, recreándote en tu propia miseria.

  • Muriéndome mientras te quiero

    Otra forma de morir, o de sanar. Con la bestia dentro, el monstruo se tranquiliza. Tu corazón brilla al son de aquella ola colérica, con furia. Mucha. Y la llama, que estalla, que aún estalla. Dime, solo respóndeme la pregunta:

    ¿Me estás queriendo al mismo tiempo que late el viento? 

    Porque yo sí, yo lo siento, aquí, en mi pecho. Y voy muriendo.

  • Arte (im)perfecto

    Quiero ser un arte perfecto para ti,

    pero no lo soy,

    porque estoy rota

    y tengo heridas de guerra 

    sin tregua.

    Muchas ojeras,

    centenares de problemas

    internos,

    aún así,

    me bebo los deseos,

    a sorbos

    o a bocanadas de aire.

    Solo quiero volar

    contigo aquí

    a mi lado.

  • El miedo

    Siempre escribiendo de la muerte y ahora que la oigo, allá, desde una lejanía, desde la rareza, me acojona.

    ¿Por qué?

    ¿Para qué vivimos si no es para amarnos? ¿De qué serviría toda la guerra -interna- sin un poco de tregua?

    Solo siento algo, ahí, en mi pecho.

    Es el miedo.

  • Soy el amanecer

    Pero he saltado

    del vacío,

    de aquel hueco,

    ¿Sabes?

    Y me estoy convirtiendo

    en el acto de florecer,

    el mío,

    para ser luz,

    mariposa,

    estrella

    -bella-

    y luna.

    He saltado

    y, 

    he aterrizado

    sin necesidad de derrapar

    ni de cruzarme con el infierno

    ni chocarme con el suelo.

    Porque ha estallado una paz interna inmensa.

    Ahora,

    justo ahora,

    soy el amanecer

    que siempre quise ser.

  • Las canciones de amor

    Que solo pienso en ti,

    que ojalá pienses en mí.

    Que me puse a escribir,

    solo apareces tú

    en mi mente.

    Las canciones de amor

    van teniendo sentido,

    uno infinito.

    Yo qué sé.

  • ¿Qué será de nosotros?

    Y me he puesto a escribir

    y sales tú en mí,

    de serlo todo a

    la nada.

  • Cuesta -arriba-

    El café a estallar,
    el cielo demasiado azul
    y yo ennegrecida.
    Quiero otra vida,
    porque
    hoy,
    hoy,
    cuesta -arriba-.
    Desciendo por los recovecos,
    otra vez,
    de mi ser.
    Me quiero ocultar,
    agarrarme el corazón
    y sacármelo de un portazo,
    o porrazo,
    ¿O polvazo?
    Quiero desenamorarme,
    sí,
    de ti,
    y de mí,
    y de nosotros juntos,
    aunque no lo estemos.
    Aunque seamos amigos,
    y ya.

  • Te

    quiero pedir un deseo

    y que se cumpla,

    pero no hay estrellas en el cielo 

    y yo me derrito en mi propio infierno:

    Quiero que seas tú, conmigo, aquí.