¿Feliz día nuevo? ¿O feliz vida? Dejé de tirarme por el agujero desde aquel precipicio tan bajo. Porque solo consistía en descender un mísero escalón para que me dejase de dar el bajón y acabar viendo los momentos con otro tipo de colocón, sí, el que te deja cuerdo, así, del revés, pero del derecho. Desistí, ¿O me derretí? Será, quizás, otro tipo de latir, de seguir, de sentir. La felicidad va pasando, paseándose de forma indecisa e imprecisa, por las casas. Dejaron de ser hogareñas para transformarse en hogares. Créeme cuando las mariposas, sin estar -ni ser- primavera, aletean aún, chocando entre ellas a causa del vaivén rizado del viento. Yo quiero ser aire, personificarme en su propio poema y convertirme en la breve, y escasa, libertad. Estaba rota siendo otra. Aquella, quemarme en ella, quiero decir, la del reflejo del espejo herido, ido, hueco…, que se brutalizó, así, impersonalmente, como quien no quiso la cosa, o como quien la deseó tanto que rompió el último pedazo esperanzado. Se quedó levitando mientras se cuestionaba lo incuestionable… Tantas dudas, abundando, llenando el estómago ansioso y, además, agregándole una pizca de sueños inéditos a rebosar de deseos jamás cumplidos. ¿Cuántos daños llevas ya permitidos? Doblando las esquinas del papel y cruzando las calles; se caen, se caen y, finalmente, se rompen estampándose con la ilusión. ¿La realidad? Fue tan estrella fugaz…
Categoría: Blogueando
¿Alguien me va a querer bien?
-¿Dónde está el amor? -Le soplé al reflejo del espejo, de golpe y porrazo.
-Se perdió… -Me respondió, acongojado.
-Pero, ¿Para siempre? -Le cuestioné, indecisa.
-¿Y qué significa el «para siempre»? -Me preguntó. Un martillo repiqueteaba en mi cabeza.
-A veces los «para siempre» duelen tanto que permanecen, sin querer, en nosotros mismos evitando que sanemos. Y, yo, yo, ya estoy agotada, tanto, que solo quiero pegarme tres tiros. Sí, para rematar bien a mi muerte. ¿Será esa soledad que me carcome por dentro? -Argumenté.
-Entiendo… -Me miró con anhelo, uno con la necesidad inalcanzable.
-No, joder, ya no entiendes nada, no, porque encendiste mi llama para luego ir transformándola en ceniza. -Sopló el viento y ahora… -Casi ahogué un grito, inédito, e insonoro.
-¿Ahora qué? -Me escupió el corazón.
-Ahora queda la nada. -Interrumpió esa sensación, abriéndome la ventana.El aire otoñal entró petrificándome con su astucia. Me sentí tan gélida y débil y rota y sola, y hueca… que regresé a la realidad, a otra, para iniciarme en el acto que tanto estaba esperando: que alguien me quisiese bien. Pero, ¿Qué es «que alguien te quiera bien»? ¿Qué es el amor? Y, joder, ¿Y cómo se siente?
Domingo productivo
¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Cómo te va?
Mi domingo está siendo productivo ya que estoy avanzando con mis estudios, entre otras cosas.
Esta última semana he estado bastante fuera de onda, pues he tenido exámenes, y sigo teniendo, y estuve decaída. Por eso mismo solo he publicado el lunes: ni relato ni reseña. Aunque, así va el mundo de la escritura, ¿No? Hay veces que abunda el acto de sentir y, otras, en cambio, que simplemente estás ausente, inerte.
¿A ti te pasó alguna vez?
Me paso por aquí para comunicarte que desde este lunes 15 de enero hasta el viernes 19 de enero, estará gratuito Aurora.
Gracias por leerme, ¡Nos leemos!
¿Cómo poner el punto y final?
¿Quemando el libro, quizás? Tirándolo en la hoguera o por el retrete. Ya no sé, ¿o sí? Y es que desde que lo coloqué, ahora solo suceden acontecimientos bonitos, como los amaneceres hermosos, y los cielos, que dejan de estar ennegrecidos, y mis recovecos lloran felicidad y a océanos, quiero decir, a mares en una cuerda que en vez de aflojar y tirarse por el precipicio, se dedica a apostar en el sí contínuo. Porque desde que ya no estás, desde que me ausenté de tu vida, y de ti, solo me dedico a sonreír en un ir y venir y quedarme en mí, solo sé vivir. Créeme cuando me digo que estoy siendo otra, que me recreo y me construyo desde el cariño y un amor sempiterno. Ya jamás volverá a ser efímero porque está siendo inmensamente infinito.
In crescendo
Nuestros recovecos son, tristemente, nuestros miedos, que entre sombras y luces, esta vez, navideñas, van brotando, van saliendo a lucirse. Y tanto que ciegan. Parece una perspectiva ilusa, así que, simplemente, nos dejamos latir. Me tiro palpitando.
Diciembre, bienvenido, otra vez. Aquí, en mi ser, hay una corazonada fría que se combina con una pizca de dolor, y un buen trago de alcohol -imaginario-. Estoy sentada observando cómo los minutos, solapándose, se pasan. Saludo a mis días, que se marchan, y a mi peculiar forma de existir.
Allá me quedé, brillando intermitentemente. Quiero recrearme en el bucle de la paz, o de la pura felicidad. Se ve que uno no tiene todo lo que desea. Chispea. Mi mente sigue nublándose como el mes pasado, como ayer, un veintitrés de no sé qué. Consciente de ese suceso, y muchos más, regreso al túnel infinito donde me pierdo.
Quiéreme, pero bien. No sé, de aquel amar bonito y sincero, sin roturas al borde -ni arriba ni abajo ni atrás- de la costura. ¿Me explico? De aquel armarse conjuntamente. Porque estoy ya descendiendo por mis propios precipicios y solo de pensar y también ver la cuesta que va in crescendo, me vuelco en el infierno, y me quedo.
Lo que sentía, ¿Qué era? Vamos fuera a revolcarnos, a empaparnos, o estrellarnos, de amores completos. De los que se construyen desde el corazón hacia otro tipo de estallido, que seguro que se asemeja al tuyo.
A ver si será tan simple como soltarse el cabello, desabrocharse la coraza y dejar que entre un poco de viento para, luego, seguir sus pasos con el pulso a flor de piel, y que, de tanto impulso, ir volando lejos, sin siquiera preocuparse de qué manera será el aterrizaje ni de cómo culminrá el viaje.
Volver al intento
Volver al intento del intento, y así recursivamente, de forma contínua, en un ir y venir para luego morir a causa de tantos fallidos. Centrarse, desacelerar, frenar. Porque ese vaivén, con el bucle ya hecho añicos, y tan mío, que hasta lo puedo sentir, tocar, hundir en mí…, aún así siendo transparente. La lucidez se marcha, arranca la pizca de racionalidad latente. ¿Y qué pasa cuando ya lo intentaste, no dos veces sino unas cuantas más? ¿Significa que ya toca rendirse? ¿Que debo tirarme por el precipicio? Ay, digo. Si ya lo hice, sí, eso de ir cayéndome porque quise, porque no pude detenerme.
Hoy toca celebrar(se), o festejar que seguimos vaciándonos. Agarrándonos a otro tipo de latir, tal vez tan similar. Quiéreme así. Deja de querer crearme otra nueva yo. Porque mañana me habré transformado como la luna; de forma translúcida. Y los amores, los amaneceres, incluso las luces que brillan durante estos anocheceres, sonarán distinto, de colores superlativos, o bucólicos. Acentúando la poesía ñoña.
Detesto el hecho de apreciar aquello que siempre fui amándolo amargamente. El brillibrilli, los tempos rojizos, el calendario con chocolatitos, aquel dorado y los sentimientos dolor plata. Que me cante villancicos, la niña pequeña que fui una vez, que baile por dentro, con el corazón arrugado de papel de regalo, porque en aquel pasado estuvo repleteo de ilusiones, ahora ya derretidas. ¿Y si solo siguen dormidas? ¿Y si sencillamente hay que encenderlas?
Romper con todo, conmigo
Rompiendo ambos vínculos -con el externo y con mi ser interno-. Y es que del pasado al presente solo hay un trecho, formado por tres huecos, o más.
Quebrantar el hilo invisible, y tan latente, con mi propio sufrimiento es complicado, tanto, que voy estallando y de chispazo a chispazo tiro, sin avanzar, y me arranco del pecho, que duele, que escuece, manifestando aquella tristeza tan prfounda.
¿Cómo definirla? Es ilimitada, gigantesca y deshilachada de donde van brotando las dudas, los miedos y las sombras que, de estas, con impulso, nace el monstruo. ¿Para qué ocultarlo? ¿Cómo remediarlo? Si la forma que se va armando es abstractamente vacía, y rota. Mira, como yo. ¿Estoy, sin querer, inconscientemente, descifrándome? Joder, cuesta abajo, ¿O arriba? Créeme cuando mi mirada cae. Me siento abatida, casi rendida. Aunque voy caminando todavía sin lanzar la bandera al mar. Espera, porque soy yo el océano colérico, enfurecido. Gruña, ¿Le oyes? ¿Me escuchas? Siente estallando en susurros. Son gritos, ¿Sabes? ¿Cuál será el penúltimo? ¿Cuándo? ¿Y de qué manera?
Ayer sopló el viento, y la ceniza del amor desgarrado que quedaba en mi corazón, débilmente se fue yendo. Ahí, descolgándose.
Domingos eternos
Los domingos se me hacen eternos, ¿Y a ti? Solo de sentir cómo late mi corazón, como queriendo desprenderse de ese vaivén; que si me enamoro, que si me despido de aquel -para siempre-… pues está harto de ensancharse. Saciado de tanta tristeza, agotado, se arrastra por el cielo, desbocándose. ¿Y sabes qué? Está dejando de creer en el amor, pues desconoce cómo se siente, es decir, su forma de palpitar. Y, aún así, se aferra a una ilusión, ¿Cuál? Que se deshace, que cae y, de golpe, se estrella con la realidad.
Me paso por aquí, describiéndome, o intentando descífrarme, en otro lugar, donde pueda ser hogar. Termino derrumbándome. Sí, estos finales, y principios de algo, se me hacen muy largos.
Te regalo un trozo de mi corazón, si quieres leerme, ya sabes, mañana estará gratuito ¿Te puedo escribir algo?
Pd. Nos leemos,
Gracias por leerme.
¿Hacia dónde?
¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde va el corazón? ¿Y el corazón partido? ¿Y el dividido? ¿Y el hecho añicos? ¿Dónde se queda el corazón marchito? ¿Y vacío?
Solo sé que se pega tres tiros, avanza y, ya, si eso, sigue. Él, se está cansando del bucle contínuo, del vaivén, de agarrarse a la cuerda floja, que afloja. O pone el punto y final o siempre habrá un epílogo, y el más allá que, sin querer, como la miseria, regresará.
¿Lo ves? Quizás porque es el suceso ya deshecho, con mucho inicio, y poco impulso. El saber hacia cuál ya es otro cuento, superfluo, o no.
«Porque yo ya no me enamoro», suelta un latido abatido, rendido.
«¿Por qué?», le cuestiona su propio reflejo.
«¿Para qué?», devuelve la pregunta, aunque la duda acaba rebotando, disparando verdades.
«Si ya lo estás sintiendo», le recuerda el suspiro.
«Si te estás derrumbando, otra vez», le afirma la consciencia derretida.
Entonces la propia razón quiere hablar, responder, y termina concluyéndose a ella misma, yéndose, marchándose.
El penúltimo chispazo de esperanza, ya oculto entre la negrura espesa, se dice, sin quererse, que planta la bandera roja y que se va bajando del amor.
«Porque no existe», canta el dolor.
«Quizás sí, quizás habita en algún lugar», sentencia la ilusión, pletórica.
«¿Dónde estáis, pedazos rotos?», cuestiona la Nada.
Habrá que reconstruirse, culmina mi cerebro en su momento más sereno.
«¿Pero cómo?», pregunta el eco resonando débilmente en su propio hueco.
Luego, abunda el silencio roto.
Un poco de mi caos, o mucho
Idealizar a alguien y, luego, bajarlo del pedestal es complicado y aún más cuando crees estar enamorada y solo es una ilusión temporal. Porque el enamoramiento viene y se va, pero el amor, ¿En qué consiste el acto de amar? ¿Cómo amamos? ¿De qué forma me amo? Hay veces, instantes, donde hay que hacer introspecciones sinceras, honestas. Así que si no sabes quererte y quieres quererte, cuestiónate y desaprende y lee y reléete y vuelve a aprender. Escribe, nárrate, léete. Vive y sobrevive. Luego, súbete a ti misma en el pedestal, ¿Sabes? Mírate, lo estás logrando. Así que, bueno, tan simple como hacer las cosas, las acciones, con amor, y no mucho, sino uno sano.
Yo estoy cansada de mi misma, de mi existencia. De pensar y sobrepensar y no llegar a ninguna conclusión o tener dentro de mí demasiadas reflexiones. Me agoto. Pero después de ese no sé qué, del flash, del click, y de unos cuantos más, me quiero. De hecho, me estoy queriendo. Probablemente estés perdido en eso, sí, en esos hechizos. ¿Sabías que el amor no es ni constante ni estable? El amor es como un parque de atracciones: días de todo.
Si estás en el punto, en ese instante de no saber, o creer saber demasiado, te invito a que te leas, ya sea en voz alta o en voz baja. O a grito pelado. Que da igual, lo mismo porque, en general, la vida consiste en eso, en ir haciendo, en ir sintiendo. En el libre albedrío. Y que si tu estado mental no es similar a otro, disfrútalo igual.
Vete queriendo, así, con intención, con impulso, con ganas de saborearte. Estoy bien, ir haciendo, como quien dice aún sabiendo que el estar bien es solo un pretexto opacando el contexto, el real.
Otro domingo
¡Hola! ¿Cómo va? Me paso por aquí para comunicarte que ¿Te puedo escribir algo? actualmente está gratuito,
¿Te unes a mi caos?
Pd. Gracias por leerme, ¡Nos leemos!
¿Cómo (des)enamorarme de ti?
Dímelo tú, si te veo en mis sueños, incluso en la realidad, tú, ahí, como una ilusión. Serán las ganas de verte, de querer quererte, de abrazarte, joder, de tenerte en mí.
¿Cómo olvidarme de ti?
Si tengo tus pupilas clavadas en mi retina. Si soy adicta a tus sonrisas. Y cómo me miras… ficción bandida, vete, vete ya. Que venga la verdad y divida mi corazón en dos, devolviéndome la razón.
Lo siento tanto por estar enamorada de ti. Por quererte así. Quería ocultar, evitar ese amanecer tan enamoradizo, lleno de colores latiendo, vacío de grises. Es verte y tirarme de cabeza en una ensoñación, la mía.
Húndete conmigo en ese palpitar tan contento. Contigo a mi lado veo la vida brillar.
Poemario gratuito
Hey, ¿Cómo vas? Yo enamorada, con el corazón rasgado, aunque sea un domingo para echarme de menos, me paso por aquí para decirte que ¿Te puedo escribir algo? está actualmente gratuito,
¿Me lees?
Pd. Gracias, nos leemos. Que abunde el amor propio, que te reboses el pecho de mariposas. Algún día florecerás y será hermoso.
Me he enamorado de ti
El amor eres tú. Ojalá ser nosotros, sin otros, y al unísono. Que nuestros corazones vayan latiendo, así, en gerundio y para siempre, aunque sea como el trayecto de una estrella fugaz, que aparece para destellar. Vuelvo, aquí, a ti, a creer en el chispazo del enamoramiento; la ilusión va creciendo. Tengo el pecho lleno de rosas florecidas. Regálame tus besos, y tus tiempos. Bailemos al son del viento, ya no miento porque estoy despegando. He abierto -queriéndome y queriéndote y queriéndonos- las alas. He dejado de arrasar el suelo, ahora derrapo por el cielo. Provoquemos el incendio, cállame con un beso, o unos cuantos más de esos, sempiternos. Los amaneceres son de otro color. Míranos, somos el lenguaje, imperfecto y real, con ansias, y muchas ganas, se aman. Te he pellizcado tantas veces entre mis quehaceres, quiero decir, hace tiempo que llevo haciéndote el amor desde mis ensueños. Los intentos por olvidarte son fallidos, ya no sé evitarte y ya no quiero reprimirme nunca más. Ceso, me planto colgando la bandera, dejando caer la semilla ya florecida. ¿Empezamos la guerra?
Perderse contínuamente
Perdiéndome en bucle, así me siento últimamente. Sí, llena de tristeza, es decir, vacía. Me tomo cada tarde un café con mi querida soledad. Escribo, o la denomino tantas veces, que se ha apropiado de mí. Ahora me llamo Anna, la ahuecada; la que se rompe al borde de la costura. Solo necesito crearme. ¿Y si la solución es, sencillamente, seguir relamiéndome las heridas? Las costillas, ¿Dónde están? De cosquillas ni hablemos. Quiero decir, ni me las busques. Sí, porque, no entiendo cómo, pero voy despilfarrando la vida. ¿Era eso vivir? Será desvivirse, deshauciarse de una misma. O desalojarme. ¿Me sigues? Siento que solo te dedicas a perseguir mis huellas. Te hablo a ti, sombra; que me observas, anhelante, y angustiada, desde el espejo. Somos, nosotros, otro tipo de reflejo. Nos vamos transformando. Volvemos otra vez al ruedo. Como duele el acto de marchitarse sin ya saber ni apreciar el querer(se). Los intentos, aquellos, por amarse, se han vuelto locos, tontos o sordos. O los tres a la vez. Unísonos y cuatro hostiazos. Dicen que a la tercera, la vencida. Voy, ya, por la quinta, y sumando. O restando. ¿Cómo lo ves? Yo demasiado oscuro; un cielo ennegrecido, sin estrellas. Probablemente había tantas que se han estrellado levitando entre el desliz, el vaivén, de seguir siendo, o inmutarse para siempre.
El amor, destruyéndose
¿Y cómo se siente el amor? ¿Una construcción imaginaria? Una jodida ilusión, pienso yo mientras voy perdiéndome entre mis pliegues tan surrealistas… Porque estaba leyendo y terminé leyéndome. Quiero decir, lamiéndome las heridas, perdiéndome. ¿Será la señal? ¿Acaso sé algo? Solo siento; muero entre aquellos intentos -suicidas- absurdos por regresar, por palpar la vida. Se me traspapelan las idas y las venidas. Se trastoca el acto, perdido en la fe, de quererme.
Entonces, el amor aparece para destruirse. Sí, al crearlo nosotros, los humanos, provocamos el desliz, el caernos. El llanto, que sale por el lagrimal derecho -deshecho y tuerto-, es la jodida desilusión. Poca razón, que escasea, que deletrea, la misma palabra, estallidos, y destellos, de tanta incerteza, que me paralizo. ¿Sentir tanto para qué? Para terminar recreándome en mi propia soledad.
Vuelvo, volcándome en el abismo, a cuestionarme qué es el amor. O, peor escrito aún, ¿Cómo se siente? Yo puedo, quizás, describir, incluso narrar, cómo se siente el desamor al desarmarse una y otra vez, quitándose, una, la coraza de hielo para después abrigarse, durante los intensos inviernos, con la armadura de piedra.
Sí, el amor real, o sincero, consiste en ir rompiendo ilusiones y, a posteriori, construirse -a una misma- con impulso, con intención. Con instinto animal de loba, y no de gata negra. Quererse porque una merece ser querida, pero por ella misma, siempre con mucha alma y un amor sano, bonito.
¿Enamorándome de mí?
Poner punto y final, o puntos suspensivos, en el amor ajeno a mí. Por eso mismo no sé girar la esquina ni doblar la página. ¿Quemar el libro? ¿Cómo se quema el fuego con el fuego? Solo provoco que estalle aún más la llama. Luego, se desvive, apagándose por un tiempo indefinido. Uno inestable. Por eso, probablemente, no sé irme: no sé cuándo colocar el punto y a parte.
A posteriori de observar mi reflejo en el espejo, me pierdo, ¿O aún me quiero más? ¿En qué consiste amarse a una misma? ¿Será un proceso de enamoramiento iluso y constante? Yo quiero amor mutuo, entre este y mi ser interno. Yo quiero quererme. ¿Dónde está el truco? ¿Y la magia?
Desenamorándome, así, la simplicidad del deshacerse por no poder quererme. De arrasar el suelo, el cielo, el infierno. De destruirme. Ahora toca desencajar para colocar la pieza. ¿Sabes qué pasa? Que el último trozo, roto, está perdido, paseándose.
Sola, siento que no siento, ¿O es que no quiero? Y dime, deletréame a besos qué es eso del amor y de ser querido por uno mismo. Siempre voy dialogando con mi consciencia, divagando, con aquellas ansias de creer en algo que jamás he tenido conmigo, pues es aquello tan inédito.
Un poco de arte por aquí…
¡Hola! Hoy es un domingo a rebosar de arte, así que me paso por aquí para comunicarte dos cosas:
En primer lugar, Aurora estará gratuito durante la semana que viene, ¿A qué esperas?
Y, por otro lado, he comenzado un podcast, pásate ¡Y me dices!
Pd. Muchísimas gracias por leerme, ¡Nos leemos! Un abrazo y que abunde el amor propio.
(Des)enamorarse
Desenamorarse es tan bonito y a la vez tan duro, que consiste en volver a quererse a una misma. Desaprender. Desgarrarse el corazón, lamerse las heridas contínuamente. Seguir amándose, regarse. Florecer, y florecer otra vez.
A veces siento que la vida me da puñetazos, que no alcanzo a sonreírme, y me siento culpable por ser infeliz. Por mi inestabilidad emocional. Al mismo tiempo, bailo y brillo y me luzco y saco mi poder lleno de libertad. Ya me siento mejor.
Actualmente estoy enamorándome de la vida, del mundo, del espacio y del tiempo. Me he enamorado de él y también de mí. Sí, lo estoy haciendo, me estoy apreciando, aceptando. Es el proceso más hermoso de entre todos mis momentos vitales. Siempre en gerundio. Y es hermosamente perfecto. Porque una danza en otro vaivén, en un escalón distinto. Y se mueve a través de su corazón cuando suena, cuando vibra.
Pintarse de colores otoñales, acurrucarse en las zonas fuera de confort. Salir de la burbuja, provocar su estallido.
Ser feliz, porque sí, porque te eliges a ti.
Créeme, es el acto de amor más sensato que puedes, y debes, hacer. Así que, niña, ármate y ámate.¿La libertad qué es? ¿Se come o cómo?
La libertad es como la ilusión, hinchándose como el corazón, como cuando una se enamora, supongo, y luego estalla, de golpe, dejándote más muerta que viva. Y el aliento, a rebosar de todo, se convierte en un cúmulo de vacíos. Te quedas levitando a ras del precipicio. El pensamiento, la duda, de si lanzarte o seguir bailando en tu propio limbo. Trazando el hilo rojo, del que nadie ya habla, que está a punto de romperse. Solo queda provocar el último tirón. Porque, sino, ahí sigues, rozando el límite. Arrancándote el cuerpo, que se cala, que se cala en otro infierno.
¿Siempre ha sido el mismo cielo dónde te has arrimado? Hace tanto tiempo, inédito, que siento sin sentir. El frío va habitando en ti, en mí. Pero, ¿La libertad qué es? ¿Se come, se siente? ¿O cómo? Supongo que se come a bocanadas de aire… ¿La nada? No lo sé, ¿Una novedad? Sí. O necedad. Se sentirá de alguna forma, y palpitará dentro de tu ser y se quedará un buen rato -latente-. Significará dejarse caer y, en vez de estrellarse, volar. Abrir las alas, sonreír con mucha paz.
Últimamente me he sentido así, en una libertad inconmensurable, e irreconocible. Es extraño, pero bonito.
Defino, este acto, ahora, que soy aquel amanecer, roto, y a la vez, lleno de un rojizo esparanzador, como un bombardeo en mi pecho, fuerte.
Bilogía gratuita
El enamoramiento, y las mariposas
El enamoramiento, ¿Qué es? ¿Y las mariposas? Esas revoloteadas, ¿De dónde nacen? ¿Cómo amanecen?
Últimamente, estoy, me siento en una libertad infinita, inmensa, pero, hay instantes en que me pierdo tanto contándolas, que se esfuman. ¿Alguna vez te enamoraste? Otra duda más, ¿Qué es el amor? O, mejor cuestión, ¿Cómo se siente? Supongo que será un latir, un ir palpitando porque sí, o por ser feliz y volar, tan alto hasta arrasar aquella nube. ¿O no? Qué bonita, ¿Has visto el cielo? La luna, que sola está y que gigante y que diminuta se considera, como yo. Como todas aquellas mujeres que, envueltas en un halo de nostalgia, sienten la soledad muy adentro, en el más allá. Quizás en otro mundo paralelo, en otra ilusión o deseo, todo gira distinto. De mientras, va lloviendo y, en vez del derecho, del revés.
Y me vuelvo a preguntar, ¿Alguna vez has sentido mariposas en tu estómago? ¿Sinceramente?, me respondo, nunca.
He vivido desilusiones, esperanzas deshinchadas. He muerto tantas veces que solo esperaba, ¿A qué? A una nada llena de algo. Al final fue aquel océano, tan deprimido, que llegó con el vaivén de las olas mi ser brutalizado y, con este, un descoserme contínuo.
Dejo llevarme, cobijarme, en esas letras, que más que palabrería, son magia, hechicería. O quehaceres de la cotidianidad. ¿Sabes qué pasa? Mucho, justo, ahí, en mi pecho. Respóndeme ahora tú: ¿Sientes cómo yo? Así, dejándote bailar entre los pliegues de la paz, y el amor. ¿O te sumerges en un dolor imperial, ajeno? Aunque muy tuyo, o mío.
¿Qué es el amor?¿Cómo estás?
Estoy carcomiéndome las entrañas, las saboreo tan intensamente que acabo por matarme, por hundirme en mi propio hueco porque, al fin y al cabo, soy eso: un conjunto de vacíos o heridas, depende la perspectiva. Estoy ahogándome, pero sobreviviendo, quiero decir, flotando en un océano, invisible, aunque palpita, latente, dentro de mi ser. Son sus olas coléricas, descoloridas que quieren pintarse de alguna forma y, en vez de, eso, se transforman en algo abstracto.
Han pasado tantos días, que ya ni sé cómo me siento. ¿Cómo voy? ¿Levito o arraso el suelo tocando de cabeza al infierno? Puede.
Ha pasado el tiempo y su noción se ha perdido entre las nubes grisáceas que van latiendo al son de la lluvia. Y entonces pienso, o me cuestiono, que ya nadie me pregunta cómo estoy y, si alguien, por alguna casualidad, lo hace, no sé responder.
Los porqués se han marchado a conjunto con las respuestas, todos en un mismo saco, o vuelo, y allá se han quedado. Allá siguen viajando. ¿Dónde? Lo desconozco, y me observo en el espejo, me reconozco, ¿O simplemente estoy tan muerta que estoy viviendo porque sí?
¿Cómo estás, nena?, la duda ofende, muerde. Porque mi amor propio, si es que aún habita por aquí, solo se dedica a lanzar el anzuelo y pescar una pizca y otra y otra y otra de un coro de miedos, o anhelos, a rebosar de una fe ennegrecida. Solo queda sentarse sobre una misma, dejar de plantar semillas, arrancar la herida e ir disparando balas para matar la soledad. Aunque, bueno, soy la neblina, tengo demasiadas flores marchitas, me escuece todavía la cicatriz y solo sé esquivar balazos, porque si miro de frente a la tristeza y la agarro para lanzarla al mar, esta siempre se dedica a regresar, en bucle, en un círculo vicioso, hacia mi cobijo.
Después de morir, toca florecer
Me siento rara, quiero llorar, ver las estrellas, estrellarme en ellas; son tan bellas. Quiero enamorarme, otra vez, de la vida. De ti, de mí. De nosotros -sin nadie más- diferente, quiero decir, sano. No sé.
¿Qué pienso yo? ¿Qué siento? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde vamos, corazón mío? Marchito que va floreciendo. Muere, nace, muere, nace, muere y, al final, seguro que vive. Lo presiento porque lo quiero. Porque, joder, agarro el amor con la yema de los dedos. Saboreo el tiempo, me recreo en un dolor ajeno y, por fin, sonrío mirándome en el espejo donde el reflejo me habla. Me dice, me dice: «Anna, quiérete para amarte. Priorízate, ya sé que lo haces. Anna, enamórate de ti, hazlo, siéntelo con todos tus recovecos. Vas a estar bien y vas a ser feliz».
Y entonces, se abre un destello, ínfimo, pero infinito. Me quiero para amarme. Me estoy enamorando de mí. A la mierda todo lo demás. Que se joda el viento, la marea y la lluvia. Me empaparé de ella para sentir que estoy viva y que me permito, porque quiero, volar de una puta vez. Volar sin arrasar el suelo ni el infierno. Volar porque soy completamente libre.Porque, después de morir, toca florecer. He estado pensando tanto, reflexionando sobre muchísimas cosas, entre ellas, en mí. Y sí, quiero ser feliz: me elijo, me permito fluir conmigo.
Porque después de sufrir, de destruir y de ir destruyendo a los demás. Después de morirse por dentro, de empaparse de tristeza, de llorar como una loca por algo o alguien o un deseo que jamás se cumplía o una ilusión que, bueno, era eso, una jodida ilusión.
– ¿Por qué me sentí rota tanto tiempo?
– Porque no me elegí.
– ¿Ah sí?
– Sí, Anna. Elegiste todo lo demás sin ti. Te dejaste oculta entre tus propias sombras. Solo te falta salir y romper con todo. Quiero decir, eres luz, ¿Lo ves?
– Sí, soy luz. Ahora me quiero.
Después de tanto tiempo, llega el crecimiento. Lo siento, no te culpo a ti ni a nosotros. Me culpo a mí. Y me perdono por todos los pétalos disecados y rotos que fui dejando por el camino. Ahora solo toca dejarlos allá, plantarme y comenzar, otra vez, a vivir, a volar y a sonreír. Jamás pediré disculpas ni «lo siento» por un pasado que está descompuesto.
La cosa, ahora, va del revés, ¿Sabes? Sé que cada pedazo de mi corazón ennegrecido ya no lo quiero. Por eso mismo quiero estar sola. Quiero hacerlo sola. Quiero dedicarme tiempo a mi misma sin nadie más. Y si eso implica destruirme, que no lo veo, pues ya me construiré.
Me tengo a mí y, con este impulso, es más que suficiente.
Otra reflexión
El otro día, conversando con mi pareja, me salieron varias dudas de las cuales, actualmente, reflexiono sobre lo siguiente:
¿En qué consiste amarse?
De esta cuetión nace un mensaje de texto que probablemente nunca le envíe, pero que, seguramente, en un futuro surgirá el tema donde acabaremos acotando, dentro de nuestras posibilidades, el cóctel molotov de incertezas.
Porque yo, desde muy pequeña, siempre he querido certezas y poner las cartas sobre la mesa. Saber y coincidir a ciencia exacta lo que pasará y será de mi futuro, ya sea a corto o a largo plazo.
Actualmente, me doy cuenta de que es un «hecho» totamlente improbable, ya que el «hecho» es un deseo o un instinto enganchado en mi ser que cada vez se va deshaciendo para, así, después, poder accionarme y conseguir aquello que quiero realmente.
Desde mi perspectiva, una relación se basa en construir conjuntamente y, obviamente que muchas veces será la destrucción y que parecerá incluso que con él nos estemos queriendo de forma tóxica, pero para salir de ese bucle y de tal fase, hay que desaprender mucho para aprender. Hay que desamar y amar el doble de lo que te han amado mal. Además, hay que ir queriéndose a uno mismo contínuamente.
Me dijo que estaba esperando, a lo que le respondo con varias dudas:
<< ¿A qué, amor? ¿A que me quiera? ¿Pero para qué? ¿Por qué?
Es cierto que me cuesta quererme y que, por momentos, parece que nunca alcanzaré un amor absoluto, pero es que el lograr amarse al cien por cien es imposible.
Es como nuestro amor, ¿Sabes? Hay días en los que te amo mucho, otros en los que te admiro, otros en los que te quiero y otros en los que te aprecio.
Pues lo mismo pasa con el amor propio. A veces somos duros con nosotros mismos, pero así nos va, ya que cada causa tiene su consecuencia.
Lo que quiero decir, o intentar explicarme, es que hay instantes en los que no me quiero tanto, otros en los que solo me aprecio o me acepto o incluso me amo, aunque sea un minuto. Pero así es el amor: quererse en todos los ámbitos desde varios recovecos y en distintas cantidades.
¿Que sería mejor amarse con calidad? Sí, ¿Pero quién te asegura que ahora mismo, en este párrafo, te estás amando a tope y saludablemente?
El amor propio es una carrera de fondo porque consiste en ir esforzándose paso a paso para quererse un poquito mejor que el esfuerzo puesto en el minuto anterior. >>
Estoy floreciendo
Sí, estoy floreciendo. O no. No lo sé. Solo siento, antes pienso y llego al raciocinio. Estaba rota, voy creciendo emocionalmente. Es tan hermosamente roto, que lloro, en gerundio. Y vuelo y grito y necesito. Y quiero.
Haciéndome una introspección mientras me introduzco en mis propios huecos, de donde nacen las estrellas, me doy cuenta de la luz que tengo, dentro. Y algo, o alguien, me arrastra, me detiene. Provoca que retroceda o vaya del revés.
Un,
dos,
tres.
¿Qué será? ¿Quién?
¿Dónde estoy?
¿Qué quiero?
¿Cómo lo logro?
Solo sé certezas, de dudas tengo pa’ aburrir y, aun así, estoy floreciendo porque lo que siento, lo quiero. Lo estoy consiguiendo. Es tan reconfortante saber de dónde vengo y hacia el lugar que voy, que he dejado de morir, que estoy viviendo.Tiempo atrás, quiero decir, desde hace años que vivía suicidándome en vida. Lo siento por reiterarme. Me retiro, aquí, en mí y, joder, qué bien es cuando se está bien. Regreso del sufrimiento y me olvido de todas mis cicatrices. Están sanas, estoy saludable. Me estoy queriendo.
En un futuro, sé, que tendremos una charla, distendida, supongo, que será toda la realidad que necesitaré para decirte adiós y, al mismo tiempo, ponerme un punto y final. Plantar la semilla y, por fin, crecer en una nueva era.
¿Salirse de la tristeza o seguir vaciándote?
Al final es un bucle infinito, aquel instinto animal del desamor propio sin querer y porque sí. Me cuestiono:
¿Para qué vaciarse aún más? ¿Por qué odiarse si solo estás a una corazonada de florecer?
Sí, consiste en volver al arte, a la acción. Se trata de fluir y, por encima de todo, quererse. Ponerle chispitas de amor. Primero, cuídate. Luego, cuida tus sentimientos y a los demás. Dale amor al amor, seguro que, así, recibirás caricias sin dolor. Seguro que chocarás con tus cicatrices. Créeme, se están sanando. Y si te las relames con cariño, acabarán queriéndote y tú a estas.
El problema está en creer que nos sentimos «bien» en nuestro propio vacío lleno de huecos que estamos queriendo ahuecarlo todavía más.
Realmente, es un mecanismo de defensa, de comodidad, de conformidad, de zona de confort. Sinceramente, estás pudriéndote ahí dentro. Sal y vete hacia otro mundo. Haz que estalle tu burbuja, vas a sentirte mejor porque estarás rompiendo con tus límites, poniéndote a prueba. Habitará el miedo en ti por cada paso que des. Pero, responde:
¿Cuántas vidas tienes?
Pues, sé presente y siente en gerundio. Desordena, complícate, rompe y llora cuando lo necesites. Aún así, estalla todas tus burbujas de fantasía, pon las alas al suelo y, sí, arrasa con todo, menos contigo. Cuida de tu ser, cuídalo de forma sana y quiérete porque te lo merces. Quiérete…
La idea, ¿Qué es y cómo la alcanzo?
La idea es un sueño, un deseo o un pensamiento que deambula por el cerebro y, luego, se va tal y como apareció. Es fugaz y, además, letal, porque cuando se marcha y no se anota, desaparece para siempre. Es imposible recordarla.
Así que, a continuación, te explicaré cómo funciona mi proceso creativo, desde el instante en que alcanzo la idea hasta que la desarrollo para, después, darle los retoques finales, acortando o ampliando ya el texto -con el contexto- plantado en el papel.
Para empezar, escribo, ya sea una sola palabra, dos verbos, una oración subordinada, un fragmento o un relato. Quiero decir, abro la libreta, digital o en papel, -la que tenga más a mano- y saco de mi cabeza lo que brota de mi corazón. Este proceso lo puedo hacer tantas veces como me lo pida el cuerpo. O ninguna.
Porque el acto de sentir es tan libre como atado a aquel bucle -tú sabrás cuál- infinito.
El siguiente paso consiste en moldear esa idea y para ello aporto otras ideas inspiradas en la idea principal o inicial. Luego, voy desarrollando, ya sea agregando o borrando.
Hay veces en las que improviso. Por ejemplo, cuando escribo los textos de prosa poética para el blog. En cambio, cuando mi idea abarca el calibre de una novela, la preciso partiendo de la creación de capítulos en base a una estructura y a mi sistema que, probablmente, sea de alguien más, pero que yo he ido adaptando a mi metodología. Si te interesa, ¿Cómo escribir el esqueleto de una novela?, será un post útil para ti.
El objetivo de plasmar la estructura de una idea dependerá por dónde te salga ese instinto animal de sacar la miseria de dentro. Así que, mi consejo es que te dejes llevar mientras le añadas una chispa de racionalidad.
Del caos nace el arte, si ordenas ese desastre, entonces, nacerá lo extraordinario, lo inususal. ¿Me explico?
La última fase del proceso, básicamente, trata sobre darle coherencia a lo ya expresado. Será necesario enlazar la historia, darle lógica a la trama y aplicar las normas ortográficas.
Concluyendo, lo complicado es darle forma a esa idea, porque atraparla al vuelo es lo más divertido.
Cuando termino un texto literario, me siento…
Al terminar de escribir un texto literario, ya sea una historia breve, un poema o una novela, me siento más vacía aún, pues nunca pongo punto y final a mis sentimientos y, por ende, tampoco a mi literatura. Escribo puntos y seguidos o comas. A veces paréntesis y, otras, puntos suspensivos. Por eso, supongo, se van acumulando en mi interior creando, así, un hueco. Quizás parecerá que por cada sensación, lío argumental y mental, aumenta la oscuridad, pero, créeme, de la negrura espesa nace la luz. De allá arriba van cayendo las estrellas, que son seres todavía por descubrir(se), y se quedan plantados en otro universo, tan bonito y, al mismo tiempo, necesario, pues desconocen el querer, y el quererse.
Me gustaría explicar cada fase respecto al proceso de escribir. Y me gustaría explicarlo con precisión, pero solo puedo expresar emociones.
Para empezar, cuando un ser humano vive, significa que está muriendo en vida y, por ello, siente y, tan adentro, que luego es capaz de narrar lo que tiene ahí, en el pecho, y sacarlo fuera para sanarse o romperse más.
En mi caso, para continuar, lo plasmo a través de las palabras y de una forma tan surrealista… Es decir, escribir consiste en decir verdades, y ya.
Y, en último lugar, lo publico, ya sea en las redes sociales de forma casi inmediata o en un libro. Es un acto lleno de valentía, es un acción hermosamente rota, pues consiste en que, al terminar el texto literario, acabas de crecer, quiero decir, de florecer porque la semilla ya la plantaste justo en el momento que tuviste la idea.
Solo puedo decir: siente y, luego, sientáte y escribe.
Comunicando… ¿Me lees?
Sí, léelo bien: Aurora actualmente gratis en formato ebook.
¿Quieres saber más?
Quizás te preguntes cómo escribí Aurora. Al principio no se titulaba así, de hecho, era una historia sin título que página a página fue tomando su propia forma. Primero, plasmé en el papel una parte, luego otra y después otra. Y publiqué las tres partes por separado, creando una portada para cada una de ellas. Entonces, me percaté, también a través de críticas constructivas, que algo desencajaba.
¿Y si unía todas las partes formando una única historia?
Un día, nació Aurora y, con ella, una novela hermosamente rota, pues de eso trata: de quebrarse sin querer ni quererse y queriendo porque sí.
Pd. Gracias por leerme, nos leemos en otra vida.
¿Qué significa para ti ser escritora?
Ser escritora significa suicidarse en vida constantemente. Significa chocar con mis sentimientos, contradecirme sin querer, sin siquiera entenderme. Quiero decir, el acto de escribir, de sentir, consiste en ir muriendo -siempre en gerundio-, para luego, regresar al mundo terrenal y estamparse, otra vez, con la realidad. Pues escribir, para mí, es engullir sensaciones para después narrarlas sin querer, y queriendo, a través de las emociones que siento y lanzarlas al papel. Es decir, agarrar las palabras, sacándolas de mi corazón, e ir tirándolas por el precipicio -mi vacío existencial- mientras voy observando cómo caen, cómo intentan amarrarse y de qué forma acaban deslizándose por el hueco. El fin está dentro, en vez de llorar, sonrío tristemente, pero alimentando mi paz. La hoja está escrita, tiene texto y contenido, formada por un lío sentimental a conjunto con un quebrantamiento mental. Qué adrelanina gigantesca, se recorre por mis venas justo cuando planto el punto final que, metafóricamente es un punto y segudio, me rindo ante mi propio funeral de palabras. Si cada dos por tres relato mis miserias es porque lo siento. Y me estoy queriendo para amarma entre verso y párrafo y texto y argumento y sentimiento y un sinfín de palabrería que, al fin y al cabo, es pura brujería. Punto y final, escribo, para acto y seguido deletrearme a viva letra, que ser escritora está significando lo que acabo de describir.
Aurora, la trilogía ya disponible
¡Hola! Me paso por aquí para comunicarte que Aurora ya ha salido a la venta y que está disponible en formato papel.
Puedo decir Por fin se acabó, por fin he cerrado una etapa. Ya puedo volar feliz, sanando la cicatriz.
También puedes leer la trilogía por separado: Café Frío, Otoño Nevado y Alma Gélida.
Pd. Gracias por leerme,
Nos leemos.