Ahora la rosa,
se sonroja,
porque está marchita y,
a la vez, florecida.
Ennegrecida como el carbón,
eres un bombón; literal.
Después llega mi funeral,
cuando te declaro,
con palabras y no habla,
unas cuantas balas,
que sigo queriéndote.
Y no porque sea hoy,
que también.
Sino porque eres,
tan real como cada día.
Y seguiré escribiéndote,
y me dará todo igual,
si me lees,
si no,
porque jamás sabrás la verdad.
Siempre te quiero, y te querré,
en la inercia,
de mi felicidad,
de mi tristeza,
de mi bordería,
de mi amargura,
y podría seguir adjetivando.
No escribo para los demás,
escribo para mí,
para demostrarme
que sigo queriéndote,
queriéndome contigo,
y sin ti,
una vez más.
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