En El viaje vertical de Enrique Vila-Matas recorremos el vacío existencial tan abismal de Federico Mayol, el protagonista, narrado desde el punto de vista de Pedro Ribera, quien es escritor y dueño del hotel Bom Jesus, último lugar de su viaje donde se hospeda Mayol.
¿Pero qué sucede cuando uno mismo se siente tan cómodo en su propio hueco?
Quiero decir, cuando viviendo muerto, uno se recrea tanto en su tristeza que se queda ahí, cayendo en picado sin parar. Esa sensación comienza a experimentar el protagonista justo cuando Julia, su mujer, le echa de casa ya que quiere y necesita saber quién es. Quiere ser libre. El acontecimiento sucede al día siguiente después de la boda de oro, de los cincuenta años. Ella le deja clara la sentencia: quiere estar sola.
Ahí comienza el declive emocional de Mayol. Desde Barcelona, pasando por Lisboa y acabando en Madeira donde conoce el escritor que a posteriori narrará a su vida.
En resumen, ‘viaje vertical’ significa el recorrido que hace Mayol hacia el sur y también su forma anímica de descender, de ir cayendo.
Porque tal y como escribió Enrique Vila-Matas:
«Era fantástico notar que se hundía, tal vez porque por primera vez en su vida sabía al menos adónde se dirigía, lo tenía muy claro porque no hacía más que ver una imagen muy concreta de él mismo descendiendo en posición radicalmente vertical hacia el más absoluto vacío, camino al hundimiento total».
Enrique Vila-Matas
Y aquí yo me quedo, como Mayol, siendo un paisaje hermosamente doloroso.
Desato el pasado, lo anclado ha flotado y aunque volvió lo encallé en el fondo del mar. El sentimiento se está ahogando, pero no tanto. Necesito contarlo, sufrí tan fuertemente. Los varios golpes se dieron de una intensidad que a día de hoy me quiebro, me quiebro, me quiebro… Y, bueno, estoy saliendo del estallido, del bucle jodido: me fui. Ahora estoy presente, latente.
Nuestros recovecos son, tristemente, nuestros miedos, que entre sombras y luces, esta vez, navideñas, van brotando, van saliendo a lucirse. Y tanto que ciegan. Parece una perspectiva ilusa, así que, simplemente, nos dejamos latir. Me tiro palpitando.
Diciembre, bienvenido, otra vez. Aquí, en mi ser, hay una corazonada fría que se combina con una pizca de dolor, y un buen trago de alcohol -imaginario-. Estoy sentada observando cómo los minutos, solapándose, se pasan. Saludo a mis días, que se marchan, y a mi peculiar forma de existir.
Allá me quedé, brillando intermitentemente. Quiero recrearme en el bucle de la paz, o de la pura felicidad. Se ve que uno no tiene todo lo que desea. Chispea. Mi mente sigue nublándose como el mes pasado, como ayer, un veintitrés de no sé qué. Consciente de ese suceso, y muchos más, regreso al túnel infinito donde me pierdo.
Quiéreme, pero bien. No sé, de aquel amar bonito y sincero, sin roturas al borde -ni arriba ni abajo ni atrás- de la costura. ¿Me explico? De aquel armarse conjuntamente. Porque estoy ya descendiendo por mis propios precipicios y solo de pensar y también ver la cuesta que va in crescendo, me vuelco en el infierno, y me quedo.
Lo que sentía, ¿Qué era? Vamos fuera a revolcarnos, a empaparnos, o estrellarnos, de amores completos. De los que se construyen desde el corazón hacia otro tipo de estallido, que seguro que se asemeja al tuyo.
A ver si será tan simple como soltarse el cabello, desabrocharse la coraza y dejar que entre un poco de viento para, luego, seguir sus pasos con el pulso a flor de piel, y que, de tanto impulso, ir volando lejos, sin siquiera preocuparse de qué manera será el aterrizaje ni de cómo culminrá el viaje.
Volver al intento del intento, y así recursivamente, de forma contínua, en un ir y venir para luego morir a causa de tantos fallidos. Centrarse, desacelerar, frenar. Porque ese vaivén, con el bucle ya hecho añicos, y tan mío, que hasta lo puedo sentir, tocar, hundir en mí…, aún así siendo transparente. La lucidez se marcha, arranca la pizca de racionalidad latente. ¿Y qué pasa cuando ya lo intentaste, no dos veces sino unas cuantas más? ¿Significa que ya toca rendirse? ¿Que debo tirarme por el precipicio? Ay, digo. Si ya lo hice, sí, eso de ir cayéndome porque quise, porque no pude detenerme.
Hoy toca celebrar(se), o festejar que seguimos vaciándonos. Agarrándonos a otro tipo de latir, tal vez tan similar. Quiéreme así. Deja de querer crearme otra nueva yo. Porque mañana me habré transformado como la luna; de forma translúcida. Y los amores, los amaneceres, incluso las luces que brillan durante estos anocheceres, sonarán distinto, de colores superlativos, o bucólicos. Acentúando la poesía ñoña.
Detesto el hecho de apreciar aquello que siempre fui amándolo amargamente. El brillibrilli, los tempos rojizos, el calendario con chocolatitos, aquel dorado y los sentimientos dolor plata. Que me cante villancicos, la niña pequeña que fui una vez, que baile por dentro, con el corazón arrugado de papel de regalo, porque en aquel pasado estuvo repleteo de ilusiones, ahora ya derretidas. ¿Y si solo siguen dormidas? ¿Y si sencillamente hay que encenderlas?
Sin más, sin puntos suspensivos, sin quizás y sin un mañana. Y lo siento, no voy a permitir(me) fingir sonrisas. Porque me dejaré fluir y sonreír a carcajada limpia. Y si un día me veo triste, dejaré bajar el río por mis mejillas y luego saldré airada, sin porqués, ni cuestiones sin respuesta, ni dilemas en mi cabeza. Ya es hora de vivir porque quiero ser feliz.
Llegar del trabajo, comer y salir de casa a las tres de la tarde para ir a tu encuentro. Y cuando llego me siento ajena a ti. Porque me doy cuenta de que, quizás, me quieres menos o soy un simple deseo -del momento-. E instantáneamente me reflejo en el espejo viéndome más yo; más mujer, más humana y menos rota. Porque, querido, cuando una ya no se ve diminuta, ni triste, ni decaída, brilla y deslumbra en la vida.
No sé qué decirme a mi misma, ni cómo actuar ante el hecho, la acción, el verbo. Tampoco sé qué necesito. O quizás sí. Parándome a pensar quiero tres cosas: paz, amor y estabilidad. Aquello que nunca he tenido. Almemos por mí. Que los demás me lo den ya es otro tema, aunque va enlazado. Porque de lazo a lazo, y otra cosa. Voy perdida por la vida. Salto de hueco en hueco y me pierdo porque me vacío. Tengo necesidades, digo necedades y estoy rota. Me apetece ir al mar, sentirme y escucharme. Reconstruirme mientras me baño desnuda en él y me acaricia la piel. Ver el atardecer y amanecer. Al fin y al cabo, finalizo el texto con un deseo. Que ojalá se cumpla, que ojalá logre yo sola.
Últimamente estoy poco inspirada y muchas veces, por no decir todas, me fuerzo a escribir. Es malo. Me entra el agobio y el bloqueo se acrecentra. No lo hagáis, no seáis como yo. En estos casos lo mejor es levantarse, salir al exterior y caminar sin rumbo para luego sentarse en el césped de cualquier parque y leer un rato eterno, aunque sea efímero. Llevar entre vuestras manos un libreta y apuntar ideas, dibujar o simplemente ni abrirla.
El bloqueo del escritor es un bloqueo general que acaba siendo un estancamiento de nuestras vidas. Un aislamiento ya sea a nivel general o concreto. Pues normalmente cuando uno no puede escribir, es decir, no le surge la inspiración es porque está dentro de un bucle, de una monotonía. Del aburrimiento constante. Es importante percartarse de ese hecho, identificar el porqué e inentar remediarlo.
Centrándonos en nuestra vida y abarcando cada sector. Si estamos tristes y vacíos, analicémonos:
¿Por qué estoy triste y vacío?
¿En qué ámbito de mi vida?
¿En mi vida en general?
¿O sólo en el trabajo? ¿Ya no me llena?
Y ahí algunos ejemplos de preguntas que deberíamos hacernos.
Las cuestiones surgen por si mismas y las respuestas salen solas. Si las escuchamos de corazón y las sabemos analizar, tendremos mucho ganado.
RECOMENDACIONES
Una vez identifcado el bloqueo mental, existen distintos hábitos que podemos implementar diariamente para salirnos de ese bloqueo tan agobiante.
Os propongo los siguientes:
Poner un tiempo límite
Saber que disponemos de un tiempo equis para realizar una tarea sirve para no procanistar y hacerlo.
Por ejemplo, si tenéis que escribir un libro, poneros fechas para cerrar cada capítulo. Evidentemente esas fechas serán flexibles porque el arte es caótico y lleno de imprevistos bonitos.
La técnica pomodoro es un método para gestionar el tiempo de forma productiva. Consiste en trabajar 25 minutos y hacer un descanso de 5. Se puede adaptar a cada persona. Si a uno le va mejor trabajar durante 45 minutos y descansar 10, es posible. Sólo se trata de adaptarse a las necesidades de cada uno.
En el caso de la escritura, se trata de escribir, por ejemplo, durante 30 minutos y despejarse 5 para sí no entrar en el bucle de preguntas sin respuesta. O el tiempo que sea.
¡A continuación os dejo un vídeo muy interesante!
Cambiar de tarea
Se trata de hacer distintas tareas, una detrás de otra. Por ejemplo, ponerse a leer durante 20 minutos y después escribir durante los 30 minutos siguientes. Pero no escribir todo el rato, sino organizar los capítulos o reorganizarlos, repasar el esqueleto, releer los capítulos ya escritos y editarlos o tomar alguna nota, entre otros.
Charlar con alguien
Un escritor no escribe todo el día las 24 horas y los 7 días de la semana sin parar. Es importante de vez en cuando levantarse de la silla y charlar con quien tengáis más cerca: un familiar, vuestra hermana o sino llamar a algún amigo o amiga. Socializar un poco.
Los paréntesis son importantísimos para refrescar el cerebro y darle otra prespectiva a vuestro proyecto teniendo en cuenta el objetivo inicial.
Mirar por la ventana
Enfocarse en la tarea que estáis haciendo es importante pero de vez en cuando hay que despejarse, ver las cosas desde otra perspectiva, salirse del plano en el que estáis y, por eso, está bien mirar por la ventana. Observar un rato el exterior.
Para salir de ese bucle es fundamental buscar otra forma de hacer lo que sea que estéis haciendo. Si, por ejemplo, siempre utilizáis una libreta para hacer el esqueleto de vuestro manuscrito y lo hacéis de una forma en concreto, estructurándolo de equis manera, ¿Por qué no cambiáis la metodología?
Escribir una lista de tareas
Es importante tener una organización y, para ello, escribir una lista de tareas os irá bien para saber todo lo que tenéis que hacer y organizaros dependiendo de la cantidad de tareas que tengáis, de la importancia, de la durada…
El objetivo principales vivir, experimentar, salir de la monotonía. Alejaros de vuestra zona de confort y bailar con las personas que os rodean y, también, danzar solos. Moveros por el mundo. Hacer cosas. Y sentir. Porque cuando se hacen cosas, cuando uno vive está sientiendo y cuando uno siente luego puede escribir aquello que ha vivido.
Para salir de ese bucle no se sale haciendo ejercicios de escritura creativa, porque durarán un tiempo y luego ese aburrimiento volverá. No nos estamos centrando en lo que realmente importa, en lo que nosotros necesitamos.
Lo siento, por todo. Por ser caos, mar y lágrima. Porque estoy helada, porque soy más verbo que palabra. Porque me dejo ir en el vaivén de miradas. Y me pierdo en el acto de ser (persona).
No sé, a veces tengo dudas; si me quieres o no. Porque nuestros recuerdos me remontan al pasado, a aquel concierto que tocó mi alma. No sé la tuya, pero a mi me vibró -me latió- el ritmo cardíaco a mil por hora. Y en la calle no, no lloré de milagro. Aunque en casa… en la madrugada acabé explotando, llorando. Dolor, amor. Fue una herida que se ha quedado abierta y no cicatriza. Y duele, porque, no se cierra. -No se cierra-.
Estoy mal, no hace falta que preguntes pero gracias. Por tu amabilidad, por tu cordialidad, por tu interés. Ha sido muy descortés y desolador. No me preguntas nunca y, justo esos días, te pica la curiosidad.
Mira niña -o mujer- la vida no funciona así, bueno, no debería. Porque son tres copas de vino con tus colegas o un JM con tus seres más queridos. Que sí, que la vida es un «emborrachémonos», una resaca de medio día y una muerte de mierda, inesperada. Como todos los sucesos que van y vienen consecutivamente. Créeme cuando digo que no quiero, que no me apetece o que, simplemente, no. Y llueve, llueve y llueve. A cántaros y cantando. Que duele; más a mar que a río. Es decir, hacia dentro y en bucle. A tornados y a remolinos sin fin.
Se me acumula la vida, sus pliegues -arrugas de haber sobrevivido-. Y cicatrices que quieren curarse pero no pueden. Son tan -tan- profundas que ya no tienen cura. Estoy triste y tiro del llanto, de las lágrimas que salen de mi alma. Y ya no sé si quiero gastar todo mi dinero en un viaje lejano para no volver, ¿Sabes? Montarme en un Taxi y volar, follar(me) la vida. Arrancar las alas que salen de mi espalda y correr(me) con las piernas abiertas y los pies a punto de saltar desde un precipicio hermoso. Porque sí, al fin y al cabo, es. Y de tanto ser rompe esquemas. Caos y mucho cielo -ennegrecido- lleno de rayos, y grietas. De océano oscuro, ¿Me entiendes? (Enciendes). Tú encantado, y yo pues también. Las cenizas abrasan, y sólo son eso, cenizas. Que se van encendiendo hasta amansar, o no, a la fiera que llevo dentro. ¿Y si nos tomamos unas copas? O tres Whiskies. Que nos suban a la cabeza y acabar sin ropa. Volando a ras del suelo. Que perdimos, hace tiempo, todo las de ganar. Que ya no vale la pena seguir -muriendo-. Así que… Vive.
El pelo alborotado sin lavar desde hace días, igual que el corazón; alocado. Y qué bonita es la vida cuando miras por la ventana y observas la brevedad del amanecer. No hay nada más hermoso que sentir palpitar el tiempo, casi pausado y que no pase. Que se detenga, ahí, en un invierno fugaz. Porque las hojas ya no están y los árboles se mueren de frío.
Las mañanas abruman, angustian. El sol, como cada día, aparece. Más allá del cielo, diciendo, haciendo creer que siempre hay un motivo para brillar, para darle luz a la vida. Yo ya estoy cansada de lo mismo; de las mismas personas, de las mismas caras, de los mismos recuerdos. De pasados y presentes que son rebeldes sin causa. Porque ya no hay indicios de seguir, si todo es parecido, similar. Ya no se sale de la regla, no es anormal. Quiero locura, bailar y sanar -hacia dentro-.
Niña, no te preocupes. Eres pequeña, aún tienes que crecer. También eres frágil y fuerte. Recuérdate que vales, no la pena, no el oro. Que vales por ser tú. Y sólo por eso ya deberías ir aprendiendo que no todo lo que brilla es real, que tiene más de una cara. Que si no observas el mundo con perspectiva te vas a matar, a hundir. Dejarás de fluir. Y sonreír. Sí. En muchos momentos. Pero no por ello serás menos, simplemente serás. A secas. Que está bien que te digan «quiérete». ¿Pero de qué sirve si el que te lo dice no te quiere, no te respeta y no te admira?
Estuve muchos años dormida siendo un zombie a quien la vida le lleva. Y así día tras día. Muerta aunque viva. Ahora simplemente quiero paz y un poco de amor. Y ser feliz, a instantes y a carcajadas. A risas. Me quiero y estoy bien tal y como soy.
¿Cómo se escribe sobre la soledad? Sobre el sentimiento de ver el mar ensombrecerse y oscurecerse, arrancar y echarse hacia atrás, por miedo al rechazo. A ser distinto y, a la vez, bonito. Porque está tan solo y tan poco acompañado que me derrito ante él. Y aquel pensamiento de «me siento bien» cuando estás allá presenciándolo. Y llega la noche, la luna llena sale a hacer su ceremonia y, luego, brilla. Reluce tanto cuando ella llora, digo, la chica. Y tan pequeña que se divide en pedazos y acaba convirtiéndose en cristales rotos.
Cierro los ojos, -sentirme-. Escucho música y no dejo de latir paz. Soy brillo, y me emociono. El cielo está enfadado; quiere arrancar a chillar. Créeme, es sano. Un reflejo de mi alma, de mi ser. -«Déjate ser», me digo-. Una pausa, un respiro y qué bonito.
Hoy me permito estar triste, me dejo ser así. Porque somos facetas, de nosotros mismos; nos influencian los otros. Y quiero recordarte que puedes -puedes-. Sal al exterior y vuela desde dentro. Saca ese pecho tan grande que tienes, y vívelo. Exprímelo.
Mira, niña, yo no soy nadie para equilibrarte emocionalmente, ni sostenerte mentalmente pero soy tu amiga y estoy aquí por y para ti. Es cierto que no me dejaré la piel -no me voy a quemar hasta morir-, no voy a esforzarme por hacer o decir. Que con cuatro frases no te haré sentir mejor. Eso sí, me dejaré fluir, contigo; por lo que siento, por lo que pienso. Y estaré a tu lado día sí y día también aunque no esté en cuerpo en corazón lo estoy, porque te siento aquí. No será difícil no, será más que eso y aún así lo lograrás, lo conseguiremos. Salir del pozo, alcanzar el gozo. Rozar el vuelo. Estrellarse también, y matarse de una ilusión. Qué poco listas fuimos por aquella época. Perdimos pero aprendimos. Pasamos rachas de esas malas, que ni se nombran ya pero se recuerdan. También nos reímos a carcajada limpia. Fue tan lindo. Momento a momento y paso a paso vamos avanzando, progesando y siendo más que estando. Unidas somos mejores y más fuertes.
Paul Auster me ha achicado el corazón con sus palabras. Me ha dejado pensativa, destruyéndome. Ha sido un instante de reflexión, un momento muy íntimo que conecta con mi pasado. Aquello que sentía superado, me vuelve a doler, pero esta vez fortaleciéndome. Ha sido un pellizco en el pecho.
Hoy te voy a dar le lección de tu vida: la hostia que te darás será mortal, pero sobrevivirás. Sí, porque no todo está perdido, porque es cierto que aún no has ganado. Siente, flor de mi vida; lo necesitas. Y es hermoso observar la vida pasar, pero lo es aún más vivirla, sentirla, amarla. Y gritar hasta quedarte sin voz, y follar un día entero, y dormir acurrucada en su brazo, y bailar en la calle o volar en cualquier parque. Que el globo terráqueo va girando y no para. Tú tampoco, -tú tampoco-.