Etiqueta: desamor

  • ¿Hacia dónde latimos?

    ¿Hacia dónde latimos? O mejor escrito: ¿Desde dónde latimos? Me voy pegando tres o siete o diez tiros y, tanto, que llego tarde a mis otros seres latentes. Los vaivenes, ¿Qué son? ¿Qué son? ¿Quehaceres o…? Me quiero perder en abundancia que culmino en la escasez y con una breve lucidez. Deslumbra que estalla, y ya. Los árboles están tan llenos agudos estos días primaverales, y en mi corazón bailan las mariposas, que sus tallos y ramas y hojas -inéditas- se resquebrajan. Es invierno aún, parece otra forma de infierno. Estamos -mi sombra y mi pensar- al costado de un parque deforme. La puerta se ha (en)cerrado en su propio ser. Se acabaron los cuentos de hadas, los fuegos artificiales y, con ello, las navidades. Todas. Solo queda la soledad, hacerse amiga, de ella. ¿Entiendes? Enciéndeme esta, y las siguientes porque se me apagan las velas, se me apagan, se me apagan… y todavía se arrastran. Van muertas, aguantándose las ganas (de seguir brillando). Y cuando comiencen a llorar, a sanar la jodida ceniza, ¿Te acuerdas? A posteriori, habitará aquí. La bruma en la que me he convertido. Así voy: meditando, entrando y saliendo. Soy la personificación del humo: me corro, o corro, a trompicones, que se me atragantan entre el pasado y el futuro. Quiero ser presente, pero sin querer, y queriéndome, soy la herida abriéndose, destruyéndose porque sí porque ya no sabe cómo ni hacia dónde latir.

  • Arte (im)perfecto

    Quiero ser un arte perfecto para ti,

    pero no lo soy,

    porque estoy rota

    y tengo heridas de guerra 

    sin tregua.

    Muchas ojeras,

    centenares de problemas

    internos,

    aún así,

    me bebo los deseos,

    a sorbos

    o a bocanadas de aire.

    Solo quiero volar

    contigo aquí

    a mi lado.

  • ¿Para qué existimos? ¿Con qué finalidad?

    Existimos y ya, ¿No? Así, latiendo de forma inerte en un vaivén de quehaceres que se quedan en ir diciendo y no haciendo. Voy recorriendo los amaneceres, recubriéndome de las nubes de algodón. Me corto aún más las cicatrices, profundizando en un verso interminable, o fugaz. Me regocijo, dirán. ¿Quiénes? Las voces de mi cabeza del pasado, aquel tan puntiagudo.

    El otro día paseé entre esos pliegues donde sangran mis recovecos -los muertos-. Entonces fui cuestionándome, allá, en un plural imperfecto, ¿O plusquamperfecto? Espera, me pierdo. Me ensanché de una tristeza alcanzable, demasiado palpable. Sonreí, ¿O se rio de mí ella? Se sació, tal vez, de mi monstruo inédito. O de mi manuscrito ya ido y hueco y dividido. ¿Partido o marchito? Ambos al unísono sordo.

    ¿Y latimos? Quiero decir, ¿Volamos por algo? ¿Volamos hacia alguien? Deberíamos, si pudiésemos, volar desde dentro hasta nuestro ser que bombardea, que estalla, para culminar en la explosión contínua de flores abriéndose, dejándose brillar. Siendo más que existiendo. Anque, si estás, pasa por tus propios intríngulis y quédate un tiempo inexistente. Quédate dejándote caer porque el acto de crecer tiene formas y facetas tan abstractas de florecer… Ve sintiéndote, existe como sepas, ya te convertirás en mariposa luego. Ahora, en estos días sempiternos, fluye, arrastrate como un gusano. O dos o tres. Total, ya has muerto como dos veces, no te va de matarte una tercera, ¿O sí?

  • La realidad, una estrella fugaz

    ¿Feliz día nuevo? ¿O feliz vida? Dejé de tirarme por el agujero desde aquel precipicio tan bajo. Porque solo consistía en descender un mísero escalón para que me dejase de dar el bajón y acabar viendo los momentos con otro tipo de colocón, sí, el que te deja cuerdo, así, del revés, pero del derecho. Desistí, ¿O me derretí? Será, quizás, otro tipo de latir, de seguir, de sentir. La felicidad va pasando, paseándose de forma indecisa e imprecisa, por las casas. Dejaron de ser hogareñas para transformarse en hogares. Créeme cuando las mariposas, sin estar -ni ser- primavera, aletean aún, chocando entre ellas a causa del vaivén rizado del viento. Yo quiero ser aire, personificarme en su propio poema y convertirme en la breve, y escasa, libertad. Estaba rota siendo otra. Aquella, quemarme en ella, quiero decir, la del reflejo del espejo herido, ido, hueco…, que se brutalizó, así, impersonalmente, como quien no quiso la cosa, o como quien la deseó tanto que rompió el último pedazo esperanzado. Se quedó levitando mientras se cuestionaba lo incuestionable… Tantas dudas, abundando, llenando el estómago ansioso y, además, agregándole una pizca de sueños inéditos a rebosar de deseos jamás cumplidos. ¿Cuántos daños llevas ya permitidos? Doblando las esquinas del papel y cruzando las calles; se caen, se caen y, finalmente, se rompen estampándose con la ilusión. ¿La realidad? Fue tan estrella fugaz…

  • ¿Alguien me va a querer bien?

    -¿Dónde está el amor? -Le soplé al reflejo del espejo, de golpe y porrazo.
    -Se perdió… -Me respondió, acongojado.
    -Pero, ¿Para siempre? -Le cuestioné, indecisa.
    -¿Y qué significa el «para siempre»? -Me preguntó. Un martillo repiqueteaba en mi cabeza.
    -A veces los «para siempre» duelen tanto que permanecen, sin querer, en nosotros mismos evitando que sanemos. Y, yo, yo, ya estoy agotada, tanto, que solo quiero pegarme tres tiros. Sí, para rematar bien a mi muerte. ¿Será esa soledad que me carcome por dentro? -Argumenté.
    -Entiendo… -Me miró con anhelo, uno con la necesidad inalcanzable.
    -No, joder, ya no entiendes nada, no, porque encendiste mi llama para luego ir transformándola en ceniza. -Sopló el viento y ahora… -Casi ahogué un grito, inédito, e insonoro.
    -¿Ahora qué? -Me escupió el corazón.
    -Ahora queda la nada. -Interrumpió esa sensación, abriéndome la ventana.

    El aire otoñal entró petrificándome con su astucia. Me sentí tan gélida y débil y rota y sola, y hueca… que regresé a la realidad, a otra, para iniciarme en el acto que tanto estaba esperando: que alguien me quisiese bien. Pero, ¿Qué es «que alguien te quiera bien»? ¿Qué es el amor? Y, joder, ¿Y cómo se siente?

  • Volver al intento

    Volver al intento del intento, y así recursivamente, de forma contínua, en un ir y venir para luego morir a causa de tantos fallidos. Centrarse, desacelerar, frenar. Porque ese vaivén, con el bucle ya hecho añicos, y tan mío, que hasta lo puedo sentir, tocar, hundir en mí…, aún así siendo transparente. La lucidez se marcha, arranca la pizca de racionalidad latente. ¿Y qué pasa cuando ya lo intentaste, no dos veces sino unas cuantas más? ¿Significa que ya toca rendirse? ¿Que debo tirarme por el precipicio? Ay, digo. Si ya lo hice, sí, eso de ir cayéndome porque quise, porque no pude detenerme.

    Hoy toca celebrar(se), o festejar que seguimos vaciándonos. Agarrándonos a otro tipo de latir, tal vez tan similar. Quiéreme así. Deja de querer crearme otra nueva yo. Porque mañana me habré transformado como la luna; de forma translúcida. Y los amores, los amaneceres, incluso las luces que brillan durante estos anocheceres, sonarán distinto, de colores superlativos, o bucólicos. Acentúando la poesía ñoña.

    Detesto el hecho de apreciar aquello que siempre fui amándolo amargamente. El brillibrilli, los tempos rojizos, el calendario con chocolatitos, aquel dorado y los sentimientos dolor plata. Que me cante villancicos, la niña pequeña que fui una vez, que baile por dentro, con el corazón arrugado de papel de regalo, porque en aquel pasado estuvo repleteo de ilusiones, ahora ya derretidas. ¿Y si solo siguen dormidas? ¿Y si sencillamente hay que encenderlas?

  • Romper con todo, conmigo

    Rompiendo ambos vínculos -con el externo y con mi ser interno-. Y es que del pasado al presente solo hay un trecho, formado por tres huecos, o más.

    Quebrantar el hilo invisible, y tan latente, con mi propio sufrimiento es complicado, tanto, que voy estallando y de chispazo a chispazo tiro, sin avanzar, y me arranco del pecho, que duele, que escuece, manifestando aquella tristeza tan prfounda.

    ¿Cómo definirla? Es ilimitada, gigantesca y deshilachada de donde van brotando las dudas, los miedos y las sombras que, de estas, con impulso, nace el monstruo. ¿Para qué ocultarlo? ¿Cómo remediarlo? Si la forma que se va armando es abstractamente vacía, y rota. Mira, como yo. ¿Estoy, sin querer, inconscientemente, descifrándome? Joder, cuesta abajo, ¿O arriba? Créeme cuando mi mirada cae. Me siento abatida, casi rendida. Aunque voy caminando todavía sin lanzar la bandera al mar. Espera, porque soy yo el océano colérico, enfurecido. Gruña, ¿Le oyes? ¿Me escuchas? Siente estallando en susurros. Son gritos, ¿Sabes? ¿Cuál será el penúltimo? ¿Cuándo? ¿Y de qué manera?

    Ayer sopló el viento, y la ceniza del amor desgarrado que quedaba en mi corazón, débilmente se fue yendo. Ahí, descolgándose.

  • ¿Hacia dónde?

    ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde va el corazón? ¿Y el corazón partido? ¿Y el dividido? ¿Y el hecho añicos? ¿Dónde se queda el corazón marchito? ¿Y vacío?

    Solo sé que se pega tres tiros, avanza y, ya, si eso, sigue. Él, se está cansando del bucle contínuo, del vaivén, de agarrarse a la cuerda floja, que afloja. O pone el punto y final o siempre habrá un epílogo, y el más allá que, sin querer, como la miseria, regresará.

    ¿Lo ves? Quizás porque es el suceso ya deshecho, con mucho inicio, y poco impulso. El saber hacia cuál ya es otro cuento, superfluo, o no.

    «Porque yo ya no me enamoro», suelta un latido abatido, rendido.

    «¿Por qué?», le cuestiona su propio reflejo.

    «¿Para qué?», devuelve la pregunta, aunque la duda acaba rebotando, disparando verdades.

    «Si ya lo estás sintiendo», le recuerda el suspiro.

    «Si te estás derrumbando, otra vez», le afirma la consciencia derretida.

    Entonces la propia razón quiere hablar, responder, y termina concluyéndose a ella misma, yéndose, marchándose.

    El penúltimo chispazo de esperanza, ya oculto entre la negrura espesa, se dice, sin quererse, que planta la bandera roja y que se va bajando del amor.

    «Porque no existe», canta el dolor.

    «Quizás sí, quizás habita en algún lugar», sentencia la ilusión, pletórica.

    «¿Dónde estáis, pedazos rotos?», cuestiona la Nada.

    Habrá que reconstruirse, culmina mi cerebro en su momento más sereno.

    «¿Pero cómo?», pregunta el eco resonando débilmente en su propio hueco.

    Luego, abunda el silencio roto.

  • Huecos

    ¿Vacía de ideas o de alma? De las dos sustancias, quizás. Sobreviviendo a base de tragos llenos de quebrantamiento, quiero decir, de cansancio, uno que se va acumulando. Un bucle infinito, ¿Cómo salir? ¿Cómo entrar? Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, dicen. ¿Y si se cierran todas las surrealidades de un golpe de aire? Así, esfumándose, yéndose hacia otro mar de olas dubitativas, de ilusiones que arrasan el cielo. Un infierno distinto. Sería un proceso hermoso, un hueco lleno, pues estaría tocando, al fin, de manos al suelo. Sí, siempre del revés. Cada dos por tres voy sin un rumbo dando zancadas sin detenerme y, al mismo tiempo, quedándome ahí, paralizada. Petrificada. ¿Entiendes? Quiero encender otro amanecer sin necesidad de ahogarme entre tanta lucidez.

  • Un poco de mi caos, o mucho

    Idealizar a alguien y, luego, bajarlo del pedestal es complicado y aún más cuando crees estar enamorada y solo es una ilusión temporal. Porque el enamoramiento viene y se va, pero el amor, ¿En qué consiste el acto de amar? ¿Cómo amamos? ¿De qué forma me amo? Hay veces, instantes, donde hay que hacer introspecciones sinceras, honestas. Así que si no sabes quererte y quieres quererte, cuestiónate y desaprende y lee y reléete y vuelve a aprender. Escribe, nárrate, léete. Vive y sobrevive. Luego, súbete a ti misma en el pedestal, ¿Sabes? Mírate, lo estás logrando. Así que, bueno, tan simple como hacer las cosas, las acciones, con amor, y no mucho, sino uno sano.

    Yo estoy cansada de mi misma, de mi existencia. De pensar y sobrepensar y no llegar a ninguna conclusión o tener dentro de mí demasiadas reflexiones. Me agoto. Pero después de ese no sé qué, del flash, del click, y de unos cuantos más, me quiero. De hecho, me estoy queriendo. Probablemente estés perdido en eso, sí, en esos hechizos. ¿Sabías que el amor no es ni constante ni estable? El amor es como un parque de atracciones: días de todo.

    Si estás en el punto, en ese instante de no saber, o creer saber demasiado, te invito a que te leas, ya sea en voz alta o en voz baja. O a grito pelado. Que da igual, lo mismo porque, en general, la vida consiste en eso, en ir haciendo, en ir sintiendo. En el libre albedrío. Y que si tu estado mental no es similar a otro, disfrútalo igual.

    Vete queriendo, así, con intención, con impulso, con ganas de saborearte. Estoy bien, ir haciendo, como quien dice aún sabiendo que el estar bien es solo un pretexto opacando el contexto, el real.

  • Otro olvido

    Una carta, otro cielo y un invierno en verano. Pensé que florecía, pero me estoy marchitando otra vez. Los precipicios abundan y los miro cabizbaja y desde la cima porque sé que caeré. ¿O ya estoy en el suelo? Derramo la miseria, el dolor, la vida. Eso es sentirme viva. Solo quiero paz, paz, paz, paz… Pero te echo de menos, aquí, en mi cama. Abrázame amor, abrázame. Quiero sentirme bien y por tanto querer me hundo en la miseria de mi ser.

  • Otro domingo

    ¡Hola! ¿Cómo va? Me paso por aquí para comunicarte que ¿Te puedo escribir algo? actualmente está gratuito,

    ¿Te unes a mi caos?

    Pd. Gracias por leerme, ¡Nos leemos!

  • Poemario gratuito

    Hey, ¿Cómo vas? Yo enamorada, con el corazón rasgado, aunque sea un domingo para echarme de menos, me paso por aquí para decirte que ¿Te puedo escribir algo? está actualmente gratuito,

    ¿Me lees?

    Pd. Gracias, nos leemos. Que abunde el amor propio, que te reboses el pecho de mariposas. Algún día florecerás y será hermoso.

  • Crónica del desamor, Rosa Montero

    Crónica del desamor de Rosa Montero (Madrid, 1951) es un libro reflexivo, crítico, que trata sobre ir queriéndose a destiempo a una misma, porque a través de un hilo conductor -la vida de la protagonista, Ana, y otras tramas entrelazadas- van surgiendo varios intríngulis latentes, muy presentes.

    Entre ellos cabe destacar distintas sensaciones: la soledad, el enamoramiento, el amor -idílico y la escasez de este- y el desamor, el dolor, el sentirse perdida a conjunto con la melancolía constante, el hecho de priorizarse, pero poco y, bueno, el acto de sobrevivir a una misma a pesar de toda la miseria vivida.

    Ana es madre soltera, llena de vacíos, quien necesita quererse otra vez, de forma real. El cómo ya es otra cuestión, pues el argumento se desarrolla en base a los vicios, negativos, que tenemos los seres humanos a la hora de intentar querernos. Mientras el espectador lee, este se va preguntando, de vez en cuando, qué es el amor, o qué no lo es.

    Así pues, este constraste de reflexiones son divididas en catorce capítulos, cada uno encabezado por un tema genérico, aunque de este se ramifiquen unos cuantos, tan necesarios como los demás. Y, en cada uno, se nos presentan distintos personajes cuyo rasgo común se compone por un vaivén de inseguridades.

    En resumen, es una historia centrada en el sufrimiento interno habitual de uno mismo, es decir, nos narra cómo no deberíamos querernos, porque el aprender a querernos es otro camino tan personal e íntimo, que es imposible de descifrar, y de expresar.

  • El amor, destruyéndose

    ¿Y cómo se siente el amor? ¿Una construcción imaginaria? Una jodida ilusión, pienso yo mientras voy perdiéndome entre mis pliegues tan surrealistas… Porque estaba leyendo y terminé leyéndome. Quiero decir, lamiéndome las heridas, perdiéndome. ¿Será la señal? ¿Acaso sé algo? Solo siento; muero entre aquellos intentos -suicidas- absurdos por regresar, por palpar la vida. Se me traspapelan las idas y las venidas. Se trastoca el acto, perdido en la fe, de quererme.

    Entonces, el amor aparece para destruirse. Sí, al crearlo nosotros, los humanos, provocamos el desliz, el caernos. El llanto, que sale por el lagrimal derecho -deshecho y tuerto-, es la jodida desilusión. Poca razón, que escasea, que deletrea, la misma palabra, estallidos, y destellos, de tanta incerteza, que me paralizo. ¿Sentir tanto para qué? Para terminar recreándome en mi propia soledad.

    Vuelvo, volcándome en el abismo, a cuestionarme qué es el amor. O, peor escrito aún, ¿Cómo se siente? Yo puedo, quizás, describir, incluso narrar, cómo se siente el desamor al desarmarse una y otra vez, quitándose, una, la coraza de hielo para después abrigarse, durante los intensos inviernos, con la armadura de piedra.

    Sí, el amor real, o sincero, consiste en ir rompiendo ilusiones y, a posteriori, construirse -a una misma- con impulso, con intención. Con instinto animal de loba, y no de gata negra. Quererse porque una merece ser querida, pero por ella misma, siempre con mucha alma y un amor sano, bonito.

  • La fragilidad de un corazón bajo la lluvia, María Martínez

    La fragilidad de un corazón bajo la lluvia de María Martínez (España, 1979) es una novela actual que narra la evolución del amor, tanto propio como ajeno, pues los protagonistas, aprenden, con el transcurso de la vida, a apreciar sus recovecos internos más odiados.

    La narración tiene dos perspectivas: Darcy y Declan, cuyos protagonizan la trama principal. Así pues, los capítulos, un total de setenta y cinco, son explicados por ellos, intercalándose, y entrelazando entre sí sus intríngulis, ya que necesitan desaprender para aprender a amar, y quererse al unísono y en el mismo tiempo.

    Los personajes secundarios, y muy palpables, imprescindibles para el lío argumental, son el hermano de Declan, Harvey, y el abuelo de Darcy, Stern.

    En resumen, es una historia que, gracias a su sencillez, cala hasta los huesos, provocando que el lector sienta constantemente, para, luego, que se pierda entre sus propias sensaciones y vuelva a encontrarse, o desarmarse para ir queriéndose, otra vez.

  • ¿Enamorándome de mí?

    Poner punto y final, o puntos suspensivos, en el amor ajeno a mí. Por eso mismo no sé girar la esquina ni doblar la página. ¿Quemar el libro? ¿Cómo se quema el fuego con el fuego? Solo provoco que estalle aún más la llama. Luego, se desvive, apagándose por un tiempo indefinido. Uno inestable. Por eso, probablemente, no sé irme: no sé cuándo colocar el punto y a parte.

    A posteriori de observar mi reflejo en el espejo, me pierdo, ¿O aún me quiero más? ¿En qué consiste amarse a una misma? ¿Será un proceso de enamoramiento iluso y constante? Yo quiero amor mutuo, entre este y mi ser interno. Yo quiero quererme. ¿Dónde está el truco? ¿Y la magia?

    Desenamorándome, así, la simplicidad del deshacerse por no poder quererme. De arrasar el suelo, el cielo, el infierno. De destruirme. Ahora toca desencajar para colocar la pieza. ¿Sabes qué pasa? Que el último trozo, roto, está perdido, paseándose.

    Sola, siento que no siento, ¿O es que no quiero? Y dime, deletréame a besos qué es eso del amor y de ser querido por uno mismo. Siempre voy dialogando con mi consciencia, divagando, con aquellas ansias de creer en algo que jamás he tenido conmigo, pues es aquello tan inédito.

  • (Des)enamorarse

    Desenamorarse es tan bonito y a la vez tan duro, que consiste en volver a quererse a una misma. Desaprender. Desgarrarse el corazón, lamerse las heridas contínuamente. Seguir amándose, regarse. Florecer, y florecer otra vez.

    A veces siento que la vida me da puñetazos, que no alcanzo a sonreírme, y me siento culpable por ser infeliz. Por mi inestabilidad emocional. Al mismo tiempo, bailo y brillo y me luzco y saco mi poder lleno de libertad. Ya me siento mejor.

    Actualmente estoy enamorándome de la vida, del mundo, del espacio y del tiempo. Me he enamorado de él y también de mí. Sí, lo estoy haciendo, me estoy apreciando, aceptando. Es el proceso más hermoso de entre todos mis momentos vitales. Siempre en gerundio. Y es hermosamente perfecto. Porque una danza en otro vaivén, en un escalón distinto. Y se mueve a través de su corazón cuando suena, cuando vibra.

    Pintarse de colores otoñales, acurrucarse en las zonas fuera de confort. Salir de la burbuja, provocar su estallido.

    Ser feliz, porque sí, porque te eliges a ti.
    Créeme, es el acto de amor más sensato que puedes, y debes, hacer. Así que, niña, ármate y ámate.

  • Perder a una amiga

    Perder a una amiga es como perderse a una misma. De aquella forma se sintió. Así se siente. Mirarse en el espejo y solo ver, y no observar, el reflejo sin percatarse de los matices. Saber que estás mal desde aquel día, ser consciente de lo enferma que te pusiste y de cómo sigues. Tener muy presente que decaíste, de que moriste chocando, tristemente, con el bucle infinito.

    No sé para qué, bueno sí, para joderme, descubrí tu sentimiento. Lo que sentiste, y seguro que sigues sintiendo, hacia ella. Percibí, ya desganada, que te enamoraste perdidamente. Tú dijiste que era el principio de un enamoramiento, pero yo, después de leer a Mario Benedetti, tal y como dijo Don Rafael, cuando dices «creo que me estoy enamorando» es que ya lo hiciste hasta la llaga de tu -y mi- marchitado corazón. Fue jodido. Jodida estoy. Morí, muero y voy muriendo.

    Nosotras en aquella cafetería: ella hablando, yo diciendo mucho con la mirada. Callándolas, las palabras, en suspiros, en intentos de argumentar. La mierda ya estaba echada. El suceso ya anduvo su curso. No hubo opción de cerrar la puerta pues el cerrojo estalló, rompiéndose. ¿Y sabes qué? De una vez por todas, nada estuvo de mi parte.

    Me importa poco. Siempre he sido un zero a la izquierda. Prefiero florecer en mi soledad extraña, rota y malbaratada e ir haciendo malabares con mis sensaciones.

    Entonces, apareció el momento. Parecía algo superfluo y al asemejarse tanto a la nada, esa «nada» se convirtió en otro de mis huecos oscuros. El más ennegrecido. Destacó. La oveja negra, le nombraron los otros agujeros. Porque pensé que lo había perdido todo. Reflexioné innumerables veces: estoy sangrando. He perdido tanto que me estoy recreando en los recovecos de mi misma. Y sé que acabaré, para volver a empezar, sonriendo sin hipocresías. Seré un océano cristalino. Mientras tanto, miento.

    Y fin, de la incógnita.

  • ¿Qué has aprendido del amor?

    He tenido que desaprender tantas veces… Para comprender al fin, quizás, que el amor no es dolor y que el desamor duele.

    ¿Desamor propio? ¿Amor? ¿Para qué queremos? ¿Qué es el amor? Quiero decir, ¿Qué significa el acto de amar?

    Martirizarse a dudas, ir latiendo a paso lento y vida fugaz. Porque el amor es eso, ¿No? Querer tanto y tan rápido para, después, bueno, tener una caída de tres segundos y un derrumbamiento mental. De un portazo, de un latigazo. Y, de golpe, dejar de sentir(se). Pero yo me sigo preguntando:

    ¿Qué carajos es el amor? ¿Duele?

    ¿Se come a bocanadas de aire? ¿O simplemente se siente? ¿Dónde? ¿En el dedo pequeño del pie?

    ¿Y de dónde surge?

    Supongo que de las chispas del corazón que, en vez de dar tregua, dan mucha guerra.

    No he aprendido absolutamente nada. Porque, no sé, el amor lo es todo, supongo en un intervalo de tiempo inédito. ¿Y el viento? ¿Cuántos días nos quedará para seguir amando o sufriendo?

  • Libro gratuito

    Buenas tardes, actualmente el libro «¿Hola?» está gratuito en Amazon.

    Gracias por leerme, ¡Nos leemos!

  • Al verbo

    Las colillas -restantes- del cigarro
    cayendo al suelo
    mientras tu corazón se agarra
    sin querer y con ansias
    al mío,
    doliéndose.
    Sintiendo el tacto de las balas
    que dispara mi mirada
    de aquella metáfora, hermosamente rota,
    que se sostiene al aire
    sin saber el cómo
    ni querer un tiempo,
    viviendo siempre
    de un pretérito tan imperfecto
    que se aferra a eso:
    al verbo,
    que ya descendido
    chocando contra aquel color gris
    sucio y oscuro
    deja de ocultarse para morir.

  • Estoy aquí (conmigo)

    Me hubiese gustado quedarme un rato más para conversar sobre la existencia de nuestras vidas. Para preguntarte, quizás, si alguna vez me quisiste. Si ahora aún sigues haciéndome el amor con la mirada.
    Al irme, te noté triste, nostálgico.
    ¿Un abrazo?
    ¿Un «estoy aquí» sería suficiente?

  • Quédate amor

    Siento cosas,
    muchas.
    Un pasado que se arrastra hacia el presente,
    -el hueco del dolor incrustrado en mi corazón-.
    Hay algo por hacer aún, lo sé.
    Porque la vida,
    joder como mata,
    hace que vibremos
    al son de una canción.
    La que revive los sentimientos y emociones,
    los momentos
    de aquellos días que parecían eternos.
    Créeme
    y miénteme a la cara mientras haces que te vas,
    y te quedas porque sí,
    sin más.

  • ¿Sabes…?

    ¿Sabes qué? Nuestro amor es como la vida misma;
    la rosa.
    Primero, la semilla donde empieza a nacer el sentimiento. Lo desconocido por conocer.
    Después, crece porque se cuida día a día. Se riega, va floreciendo. Hay instantes donde se ahoga, brilla o necesita de más. Es el querer(se) mismo. Tal cual, sin tapujos.
    Hasta que llega el fin donde se marchita. La vejez llena de sabiduría y madurez.
    La rosa ya muere, pero ha dejado su semilla formando una familia. Creando otra vida en carne y hueso o en polvo. En el universo o más allá de las estrellas.
    Ser nostros es ser amaneceres de todos los colores.
    Y es hermoso.

  • Recuerdo tras recuerdo, tú

    He soñado contigo dos noches seguidas. No quiero soñarte más. Pensé, sentía, que aquella etapa ya la tenía superada, que aquel vacío que se fue formando en mi corazón estaba más que lleno, pero se sigue agrandando. ¿Serán los recuerdos que lo llenan de huecos sin querer? Mira, no lo sé ni quiero saberlo. Sólo digo «ya no más dolor ni pasado». Porque estoy bien, aunque no lo parezca soy feliz. Y también triste. Hay momentos en los que me gusta recrearme en ese sentimiento y sentir un poco del pasado. O mucho. No es malo, es sano si pienso, luego, en el error, en lo que puedo mejorar y aprender.
    Y ya.

  • Rebelde sin causa

    Hay veces, días y también noches
    donde soy más mar
    -caos-
    y corazón sangriento
    que mujer.
    Y está bien.
    Me derrito,
    me derrumbo
    me destruyo
    sola,
    rebelde
    y sin causa.

  • Cúrame

    Venga, nene,
    bésame
    el alma
    y cúrame la piel.

  • Desamor

    Vete (jodido desamor),
    aléjate de mí.
    Es un sufrir constante,
    es un morirse presente
    y un «no avanzo» contínuo.
    Es un,
    querido
    ya no quiero querer(te).

  • Cojo de alma

    ¿Que no me ves?
    (No me ves).
    Lo rota que estoy,
    lo mal que voy
    -por el sendero de la vida-.
    ¿Sabes qué pasa amor mío?
    Que estás cojo de alma,
    por ella (el pedazo) y no por mí.
    Porque, bueno, sigue ahí
    en tu pecho
    y yo ya no.
    -Ya no-.

  • Hechos (efímeros)

    Joder,
    quiero escribir una historia.
    Ya no sé si la mía, la tuya o la nuestra.
    Quiero escribir algo épico,
    aquello que se sale de la norma;
    un amor efímero pero lleno de realidad,
    (de amor).
    Hay dolor, más de uno.
    Se juntan,
    incrustrándose,
    muriéndose.
    Matándome.

  • Recuerdo lejano

    Ya no leo (libros).
    Tampoco vivo (mi vida).
    Ni siento (sentimientos).
    Y miento, al verme,
    al verte
    en un recuerdo lejano.