Rompiendo ambos vínculos -con el externo y con mi ser interno-. Y es que del pasado al presente solo hay un trecho, formado por tres huecos, o más.
Quebrantar el hilo invisible, y tan latente, con mi propio sufrimiento es complicado, tanto, que voy estallando y de chispazo a chispazo tiro, sin avanzar, y me arranco del pecho, que duele, que escuece, manifestando aquella tristeza tan prfounda.
¿Cómo definirla? Es ilimitada, gigantesca y deshilachada de donde van brotando las dudas, los miedos y las sombras que, de estas, con impulso, nace el monstruo. ¿Para qué ocultarlo? ¿Cómo remediarlo? Si la forma que se va armando es abstractamente vacía, y rota. Mira, como yo. ¿Estoy, sin querer, inconscientemente, descifrándome? Joder, cuesta abajo, ¿O arriba? Créeme cuando mi mirada cae. Me siento abatida, casi rendida. Aunque voy caminando todavía sin lanzar la bandera al mar. Espera, porque soy yo el océano colérico, enfurecido. Gruña, ¿Le oyes? ¿Me escuchas? Siente estallando en susurros. Son gritos, ¿Sabes? ¿Cuál será el penúltimo? ¿Cuándo? ¿Y de qué manera?
Ayer sopló el viento, y la ceniza del amor desgarrado que quedaba en mi corazón, débilmente se fue yendo. Ahí, descolgándose.
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