Poner punto y final, o puntos suspensivos, en el amor ajeno a mí. Por eso mismo no sé girar la esquina ni doblar la página. ¿Quemar el libro? ¿Cómo se quema el fuego con el fuego? Solo provoco que estalle aún más la llama. Luego, se desvive, apagándose por un tiempo indefinido. Uno inestable. Por eso, probablemente, no sé irme: no sé cuándo colocar el punto y a parte.
A posteriori de observar mi reflejo en el espejo, me pierdo, ¿O aún me quiero más? ¿En qué consiste amarse a una misma? ¿Será un proceso de enamoramiento iluso y constante? Yo quiero amor mutuo, entre este y mi ser interno. Yo quiero quererme. ¿Dónde está el truco? ¿Y la magia?
Desenamorándome, así, la simplicidad del deshacerse por no poder quererme. De arrasar el suelo, el cielo, el infierno. De destruirme. Ahora toca desencajar para colocar la pieza. ¿Sabes qué pasa? Que el último trozo, roto, está perdido, paseándose.
Sola, siento que no siento, ¿O es que no quiero? Y dime, deletréame a besos qué es eso del amor y de ser querido por uno mismo. Siempre voy dialogando con mi consciencia, divagando, con aquellas ansias de creer en algo que jamás he tenido conmigo, pues es aquello tan inédito.
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