Fui,
yo,
aquel sastre que se cosió la herida.
Que le dolió más cuando se cerró
que cuando estaba abierta.
Porque nunca llegó a cicatrizar.
Seguía sangrando,
llorando.
Y, arrasando el suelo,
(la herida)
sufrió más que amó.
El peso del corazón,
del amor,
fue un calvario.
Cosiéndome las heridas
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