Se me quebró,
la voz,
al leer,
aquel poema.
Y sólo,
de escucharte a ti,
arte que fluye de tu alma.
Eres sol,
y luna.
Eres mar,
y tierra.
Eres gotas,
y flores.
Eres todo,
y más.
Bésame,
cantándome,
una canción.
Me gusta comerme las chispitas de colacao que flotan en la leche
Me gusta andar descalza por la casa, y llevar un libro entre mis brazos
Me gusta ir despeinada por la calle
Me gusta no ir depilada, pero me encanta depilarme
Me gusta mojarme el pelo, y los dedos de los pies
Me gusta cantar y bailar delante del espejo del baño
Me gusta gritar, y llorar.
Pasaros por mi nueva historia en Wattpad:
https://www.wattpad.com/story/111203026-enso%C3%B1aci%C3%B3n
Era medianoche, por la ventana entreabierta se veían las luces de la ciudad y las cortinas blancas se movían sutilmente al compás de la música lenta que sonaba desde el inicio de la madrugada.
Sus bragas negras se deslizaban por sus piernas dejándolas caer al suelo y, su braiser desabrochado, caía en cualquier lugar de la habitación. Ellos, ya desnudos sus cuerpos, se besaban. Sus manos danzaban por cada secreto oculto dejándolo al descubierto, resbalando por encima de las gotitas de sudor. Ella, que suspiraba fuertemente y él que mientras jugaba con su clítoris, mojado. También tocaba sus senos, erectos. Y entonces él se posicionó encima de ella, rozando su miembro por todo su vientre, dibujando circulos alrededor de sus senos, duros. Y bajándolo hacia su parte más íntima, entró en ella.
Es un privilegio leer tus textos pero mi corazón decae cada vez que siente el sentimiento de tus palabras. Son tristes, desoladas. Me derrumban. Por favor, se que estás loco pero siento que no harás ninguna de tus locuras calcadas en el papel. Miedo, miedo a que te lastimes. ¿Y si me besas? Hazme sentir tus palabras rozando tus labios por mi piel que se eriza por ti.
Se me ha cerrado la puerta, no puedo volver al recuerdo del pasado. ¿Y por qué quisiera viajar hasta allí? Porque necesito ese recuerdo para comprender mi pasado ¿no os ha pasado? A veces se necesita saber más de lo normal para poder entender ciertas cosas que en su momento no se entendieron. Y es que si entiendes tu pasado, podrás avanzar en tu futuro ¿o no? ¿O me estoy equivocando? Vete a saber tú…
No sé escribir palabras bonitas, todas se desgarran de mi alma. Bonito problema ¿verdad? Si me quiero yo, después te quiero a ti, podremos querernos. Pero si tú no te quieres, entonces no tendremos futuro, aunque conectemos con las palabras, y los pensamientos.
El otro día estaba pensando en ti, y te soñé. Vi tu rostro. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué me enamoro de cada sujeto, de cada desgracia desgarrada? Y no te estoy diciendo que seas desgraciado, pero somo dos desgarrados del alma siendo muy agraciados. No me comprendas si no quieres, pero no te enfades. No quiero herirte, y aun así tu me hieres a mí.
¿Y si te digo que nos podemos besar bajo la luna? ¿O en un atardecer? ¿O en medio de la ciudad? ¿Sabes qué? Que necesito que me beses. Necesito volar.
Mala experiencia, no estuvo bien, pero tampoco mal. ¿Qué digo? Estuvo fatal, me siento hecha trizas. Ahora no sé qué carajos hacer. Estoy en bucle, no puedo deshacer lo ya hecho. ¿Qué debo hacer? Me lo advirtieron y yo aposté para perder. He perdido, estoy perdida. Tal vez no debería haber hecho lo que he hecho, es decir, el acto primero estuvo bien pero, el segundo, no lo debería haber hecho. Debería haberme detenido. Y es que no quiero que ningún chico venga a buscarme, no quiero ser su princesa ni tampoco su prostituta. ¿Pero qué he hecho? Ahora soy su reina. Esto no debería estar pasando. Debo detenerlo, pararlo de algún modo. Y, quizás, te preguntarás ¿qué estoy diciendo? Pues lo que lees, lo siento más pistas no puedo dar. Soy así y así seré. Pero de los errores se aprende, y mañana no los volveré a cometer. ¿O sí?
Y ella, con cautela, se sentó al borde de la cama. Y allí se quedaron, él recostado, ella sentada, mirándose a los ojos sin poder desprenderse de aquel sentimiento lleno de ilusión y esperanza, sin poder ya cambiar lo que estaba por venir.
Entonces, en un acto irreflexivo, Aurora se acercó a su boca, para besarle en los labios, y como si éste fuera un imán, le dio un casto beso. Y, pensándolo bien, después de haber hecho tal cosa, se separó rápidamente, arrepintiéndose, y justo antes de partir hacia la nada, Aarón le cogió la muñeca, insinuándole que todo estaba bien. Cedió, y se estiró a su lado, incorporándose los dos, mirándose a los ojos intensamente.
Se acaba de romper otro pedazo de mi cerebro. No quiero volver a pasar por lo mismo, no quiero volver a sufrir. No quiero que sufran por mí. Esta vez sufriré yo, queriendo escoger, y escojo el dolor.
Cuando me vea en medio del bucle será demasiado tarde. Ellos quieren ayudarme pero yo cada vez que quiero ganar, pierdo. Y me arrepentiré, lo sé. Pero ya esta bien ¿no? Ya está bien de todo esto que parece no tener fin. Ya está bien de tanto sufrimiento. ¿Es que el universo se pone en mi contra siempre, a cada rato? Pues sí, es así. ¿Y por qué? ¿Qué he hecho yo para merecerme tal sufrimiento? Tal vez sea yo la rara, la que quizá se oponga al mundo sin querer y acaba siendo la perjudicada.
De madrugada salió sigilosamente de su casa y corrió por la calle hasta llegar a la plaza, y allí, se encontró con su amante, joven y desesperado. Se sentaron en un banco y él le dijo susurrando en su oreja: «Siéntate más cerca de mí». Ella cedió, nerviosa por la novedad. Entonces él, con sus dedos, recorrió sus piernas, haciendo carreras como si fueran carreteras. «Siéntate encima de mí» le volvió a susurrar. Y, ella, cedió otra vez más. Sus pechos cayeron encima de su cabeza mientras sus partes íntimas chocaban suavemente. Al cabo de un rato se levantaron, cada uno con ganas desesperadas de quitarse la ropa, y andaron hacia un párquing donde allí se besaron y toquetearon, con ansias. Después siguieron caminando hacia un callejón oscuro, donde él le tocó su parte más preciada. Y, los dos, con unas ganas irresistibles buscaron un sitio donde dejarse caer uno encima del otro. Allí, en el césped, él le hizo deditos, jugando con su clítoris, el que mojado estaba. Y ella, le hacía una paja mientras sus senos estaban erectos, duros.
Sus cálidos labios susurrándole bonitas palabras que la hacían estremecerse, mientras rozaban con delicadeza su lóbulo izquierdo. Y acercándose provocativamente, paseándolos de la mejilla hasta los parpados de ella, haciéndolos bailar por la nariz hasta llegar a su fin, para que la besaran intensamente en sus peculiares labios finos y sonrosados, como si sólo fuera el único día que podía amarla. Pero los chillidos de los más menudos cortaron su placidez dentro del sueño, obligándola a abrir los ojos, observando cada rincón de aquel lugar.
Vuela el universo entero por encima de mi anatomía, soy feliz. Pero las palabras siguen ahogándose en mi esófago, riéndose de mí.
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El mío es: apc2502
No me juzgues, no sabes por lo que he pasado. Y no, no he venido aquí a escribir sobre mis penas, sino a regocijarme de ellas. Palabras de estrellas, bellas. Aunque siempre me hundo en sus profundidades, océanos impuros. Saciedad de sentimientos, todos llenos de odio y rencor, hacia mi mismo ser. ¿Por qué? En un atardecer me empecé a querer pero cuando llegó el amanecer me desvanecí, como frenesí. Soy así. Paz necesito y me subo al precipicio, como cualquier mal vicio.
En la calle hacía frío y en el interior de la casa demasiado calor. ¿Cuál era el punto intermedio? Eras, y eres, el colmo de mis más anhelados colmos. Te llenas el vaso de inseguridades pero me arrastras por todas las seguridades, haciéndome creer que puedo con y contra el mundo. ¿Qué es de mí? ¿Y de ti? Arrastrame más, te quiero no para quererte sino para amarte. ¿Cómo lo has hecho? ¿O he sido yo la que se ha ilusionado demasiado? Déjame, ya caeré, ya me tropezaré.
Y, cierro los ojos, unas cuantas veces. He perdido todos mis escritos, ya no yacen en mi corazón, porque no tengo. No es que esté partido, es que no está. Inexistente, no hay ya intermitente. Mis letras, palabras y frases ya no nacen de mi alma, pues ésta se ha querido marchitar. Pero déjame escribirte, lo quiero intentar. Como la purpurina que cae de mis pupilas y nace un río en mis mejillas. Cristales rotos, espejos partidos. Ven. Ven y quédate, aunque conozcas mis más de mil demonios. Siento que no me quieres, ni para un rato ni para siempre. No soy tu estación, tampoco tu pasión. Pues nunca es suficiente pero, ahora te pregunto cordialmente ¿tú me quieres? Si es así, por favor, quédate. Aunque sólo no seamos, seres inexpertos, indeseados. Aquellos nombrados como amigos, entiéndeme cuando te digo que te necesito. Eres un pilar esencial en mi vida. No te escapes, no vueles hacia otra dirección que no sea la mía. No te dejes llevar por una arpía.
Estoy con ansias de querer empezar a colgar mi nueva historia, Ensoñación, en Wattpad. Es una mezcla entre amor y dolor, recuerdos del pasado llenos de aflicción. Hablaré sobre distintos trastornes mentales.
Para los que no tengáis o no queráis entrar, os dejo un fragmento aquí. Espero que os guste.
PD: lo siento por colgar tantos posts pero es que me encanta escribir y no puedo parar.
Un abrazo.
Subieron las escaleras de espiral, una detrás de otra, hasta llegar al final.
-Tu tejado.
-Es aquí donde cuento las estrellas.
-Sentémonos, te contaré una historia.
Y se sentaron, los dos mirando el cielo. Ella hablando y él escuchándola. Pareja bonita.
-Había una vez una chica de diecisiete años que aspiraba a ser princesa, todo el mundo se lo decía. Estaba predestinado. Pero su burbuja, creada por ella para alejarse de todos, de tener un caparazón que la protegiera, se rompió y su verdad más pura llegó.
«Era un miércoles, ella estaba en clase sonriente, divertida, pasándoselo bien, pues las palabras que leía le decían que debía estar con él, su príncipe. Soñaba tanto con encontrar a su alma gemela… que le resbalaron todas las verdades cayendo por su cuerpo, hasta llegar al suelo.
Llegó a casa, saltando, pues estaba muy feliz. Saludó a su madre y a su hermana y, cuando se puso a comer, observó la televisión. Ésta le estaba contando una historia, la de él. Cómo vivía, con quiénes vivía. Como un rey, era de la nobleza. Con gente de la realeza. Salían imágenes, disparadas, como fotografías, instantáneas. Todas ellas con un mensaje oculto.
Después de comer se fue a su habitación, pues cada vez sabía más de él, que estaba en su consciencia, dentro de su mente, hablándole, dirigiéndole, dándole indicaciones de lo que debía hacer y de lo que no.
Y se puso a escribir en su diario, alegre, relatando su felicidad. Entonces, de repente, sus padres la vinieron a buscar diciéndole que debía ir al hospital. Pero ella se creía que iba a ser princesa y que allí vivían los de la realeza, y su amor platónico siéndolo cada vez menos. Estaba viviendo una ensoñación. Y la llevaron en coche hacia el hospital. Allí ella voló, creyéndose que iba a cambiar el mundo.
Estaba en la sala infantil, esperando, escuchando como su amor le decía todo lo que debía hacer. Su objetivo era superar las pruebas que se le pusieran por delante. Los minutos pasaban y ella sentada estaba, con sus pensamientos a mil por hora. Y, de repente, le hicieron pasar a una sala, pequeña, y allí contó la historia, la suya. Explicó las sensaciones, extrañas, que le produjeron. El proceso de convertirse en princesa. Sentía que todo el mundo la observaba, veía como las personas y la televisión le tiraban indirectas, hasta las palabras de los libros también. Hasta se sentía la chica más inteligente, pues a la hora de hacer deberes el pensamiento le iba muy rápido. Y, sentía, además, que él la ayudaba, hablándole desde la lejanía. Todo era un proceso mágico, lleno de ilusión, tanta que explotó estallando por cada rincón de su vida, haciéndole deshacerle la verdad más bonita.
(…)
La ingresaron a un hospital pero ella no se daba cuenta de su realidad, ella… no era ella, no estaba en su propio ser. Estaba risueña, contenta, demasiado por lo que en verdad le estaba pasando. Pues, no se sentía en su propio cuerpo, no… comprendía nada. No sentía dolor. Después se daría un golpe muy fuerte con la realidad, y se lo dio.
—
Las estrellas se colapsaron, estrellándose, juntas, dejando salir chispas de amor. Justo en aquel momento le declaró su amor. Sintiéndolo, amándolo. Pensándose que detrás de la puerta, la de su habitación, estaría él. Pero no, no fue así. Todo fue con el sentido inverso. Palabras vacías en medio de la oscuridad, corazón derramándose, su color rojizo cayendo paulatinamente. Gotas. Manchas calcando un trozo del suelo. Sonrisas partidas, lágrimas heladas, ensangrentadas una vez llegaban a su fin.
El paso de los días allá dentro eran lentos. Eran monotonía, redundancia. Como cuando el cielo no brilla, como cuando se oscurece durante un tiempo largo, quedándose gris. Pues ese tiempo, durante ese periodo, es el que estuvo allá encerrada.
Y, cuando, por fin salió la vida le cambió. Sus agujeros se profundizaron, haciéndose más agudos, puntiagudos. Iba con la verdad de cara, y la cruz le retumbaba las orejas fuertemente. Ya jamás podría olvidarlo.
Simplemente soy realista, y ya está. Me baso en todas las vidas, no sólo en la mía. Pensamiento general, común y habitual. Nada de especial. Que coincide contigo, perfecto. Que te identificas con él, pues muy bien. Que no estás de acuerdo, pues también. No es un mensaje propio, de esos que te los tomas a pecho y duelen tocándote fondo, o quizás, por contra, te alzan al vuelo. No me caracterizo contigo, ni con nadie. Ni tampoco reflejo mi vida, aunque un poquito sí, porque algo semejante hay en cada una de ellas, uniéndolas, aunque parezca mentira y no te lo creas. Y no es nada personal. Y de subjetividad quizás encuentres, pero lo que jamás verás es el interlineado. Sí, sí. No llegas, te pierdes. Y yo, mientras, me río. Porque es gracioso y me encanta.
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Quería,
quería que le brotaran de sus ojos océanos, los más inmensos. Quería que navegaran por el rostro entero, rápidamente, tocando cada fibra sensible de su ser. Quería que saltaran como cascadas, cansadas ya de aquella explosión que había en ella. Quería que gritaran, cantaran, hablaran y bailaran. Quería que la llenaran. Quería que la liberaran, pero un bucle de suciedad incrustada en su pecho se lo impidió, y ella, quería. Y no podía. Maldito cielo, maldito infierno; hechiceros de un universo, encadenado por sentirse enamorado.
Pero ella, quería llorar de felicidad,
una vez más.
Prólogo:
Era una chica sociable, aunque estaba sola.
Era una chica divertida, aunque estaba rota.
Era una chica introvertida, aunque estaba loca.
Era una chica rebelde, que aún así sin saber querer, unos pocos la querían.
Era una chica que odiaba el amor. Decía que era un horror, algo semejante al dolor.
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Prólogo: Solo se trata de que nos acerquemos, como polos opuestos que somos, nos miremos, sonríamos y, nos besamos.
H
Te odio porque me duele quererte, que sepas que el cuplable tú eres de este sentimiento inerte, porque no se mueve de donde está, simplemente aumenta, asciende.
Yo, ahora, me quiero suicidar.
¿Qué clase de fuego es ese?
El que hiela mi cuerpo entero, dejándolo paralizado.
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Prólogo: Sentimientos escritos en mi querido diario, narrados en algún lugar lejano, sin tiempo, a la luz de la luna y con soledad.
XI
Sólo hojas en blanco, me llaman a gritos que me lanze, que te llame sin ll. Es una forma de amarte, amarme, amarnos. Déjame decirte que, te echo de menos. Hemos conectado, te necesito ¿sabes? No, no lo sabes. Si me leyeras… todo sería tan fácil ¿o no? Necesito que me leas. ¿A qué esperas? Nosotros nos entendemos pero no pasará. Nunca pasa. Eres distinto, y para bien. Pero no te conozco y yo quiero. Saber más de ti, saborearte, besarte. Me he enamorado de tus palabras y me enamoraría de tus besos. No me prives del poder del placer. No me prives del querer. Enamórate de mí, de mis palabras ¿o ya lo has hecho? Es difícil, sin ti. Contigo, todo. Dime qué quieres ¡dímelo!
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séptima
Momento insólito, lleno de cólera, espesura errónea. Séptimas lunas, chispeantes en la exuberancia de la negrura universal, rebosante de estrellas -mis pupilas abarrotadas- vivirás en ellas. Lunáticas luciérnagas en mi estómago hambriento vuelan, poéticas, desechas. Ya no brillan, muertas. Las volveré a contar, las desecharé y después me las tragaré, para otra vez atragantarme con la falta de tu sed. Soledad, ven a mi encuentro, ya no quiero llorar más. Secas hojas de papel, ya no acaban manchadas de agua enrojecida, compacta, desprendida de las rosas marchitas de mi corazón sin fe. Puentes cerrados, tapiados por miles de espinas, de aquellas descoloridas, como las películas blancas y negras, de la juventud de mi abuela. Querían transmitir vida, pobres, no lo conseguían, si yo pudiese renacer en ellas, siete almas de gato tendría. Ya no escribo poesía, tampoco lírica, pluma en mano, tinta en alas, cortadas, manchadas sin ser amadas.