-¿Dónde está el amor? -Le soplé al reflejo del espejo, de golpe y porrazo.
-Se perdió… -Me respondió, acongojado.
-Pero, ¿Para siempre? -Le cuestioné, indecisa.
-¿Y qué significa el «para siempre»? -Me preguntó. Un martillo repiqueteaba en mi cabeza.
-A veces los «para siempre» duelen tanto que permanecen, sin querer, en nosotros mismos evitando que sanemos. Y, yo, yo, ya estoy agotada, tanto, que solo quiero pegarme tres tiros. Sí, para rematar bien a mi muerte. ¿Será esa soledad que me carcome por dentro? -Argumenté.
-Entiendo… -Me miró con anhelo, uno con la necesidad inalcanzable.
-No, joder, ya no entiendes nada, no, porque encendiste mi llama para luego ir transformándola en ceniza. -Sopló el viento y ahora… -Casi ahogué un grito, inédito, e insonoro.
-¿Ahora qué? -Me escupió el corazón.
-Ahora queda la nada. -Interrumpió esa sensación, abriéndome la ventana.
El aire otoñal entró petrificándome con su astucia. Me sentí tan gélida y débil y rota y sola, y hueca… que regresé a la realidad, a otra, para iniciarme en el acto que tanto estaba esperando: que alguien me quisiese bien. Pero, ¿Qué es «que alguien te quiera bien»? ¿Qué es el amor? Y, joder, ¿Y cómo se siente?
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