Sinceramente, no. Está bien y mal a la vez, quiero decir, es mucho mejor de lo que esperaba y, al mismo tiempo, no es del todo como la imaginaba.
¿Por qué?
Voy a hacer un análisis introspectivo.
El primer recuerdo que me vienen a la mente solo pensar en enero es un curso on-line al que me subscribí. Es el hecho de la frase que me dije, autoconvenciéndome de que me apetecía hacer el curso, pero como tenía por delante un año entero, lo fui dejando hasta del día de hoy. Bueno, sigue a medias. Y con ello, todo lo que me propongo nunca lo termino.
El curso va de cómo escribir una novela paso a paso. Aunque, desde mi perspectiva, debería explicarme, la vida, cómo vivir. Más concretamente, cómo hacer aquello o lo otro.
Luego ya no tengo más imágenes esclarecedoras. Simplemente tengo sensaciones. Ha sido un año intenso. Muy brusco. He recorrido recovecos de mi ser que anteriormente no hubiese reconocido. He detectado algunos desagües, deteriorados por el tiempo donde la causa fui yo. Vivir y morir a partes iguales. Desvivirme, sufrir por todo lo alto y regresar al suelo para quererme, para cuidarme.
Sí, ha sido hermosamente doloroso. Reencontrarme, digo. El año entero ya es otra cosa, un viento distinto, quizás.
Tengo que reconocer que he leído escasas páginas de entre los libros que me quedan aún por saborear. Aún así, me he relamido las heridas. Demasiado, creo. Hasta tal punto que las he dejado en blanco y he sido incapaz de encontrar el porqué o, mejor dicho, el para qué. Por ese camino sí, sí que me leí. Lo sigo haciendo, pero lentamente porque no quiero asustarme, o despeinarme.
Sentir consistirá siempre en enredarse con las palabras para después soltarlas del revés, incluso tragártelas y quedarse en un silencio inmensamente profundo. Y quedarse ahí por unos escasos meses. Estamos hablando de más de cuatro. Son numerosos días que duelen, que te marchitan y hacen que florezcas, pero ya, si eso, cuando sientas que estás, que todo es presente. Ni pasado ni futuro. Presente.
Aquí estoy. Escribiendo barbaridades, y de emociones extrañas también. Fluí a contracorriente. ¿Cómo lo hice? Pues que me dejé engatusar por una ola que se empeñaba en arrastrarme hacia la orilla mientras insistía en regresar a un pasado. Me correspondió, pero en una verdad deshecha.
Otro rollo, otro modo. Cada día que amanezco, florezco. Y aprendo. Muchísimo. El acto de analizarme me gusta. Solo fíjate en lo que ha salido de mis dedos. Ahora siento paz y una chispa de felicidad.
Tengo hambre. De llenarme de ganas y de vaciarme de disgustos. Los escaparates están por estar y tú, ser humano, estás para escribirte de aquellas idas y venidas en un bucle imparable.
Estás para ser una herida, plantar una sonrisa en la brisa de tus pestañas y correr kilómetros sin querer(te). Vas a morirte y a amarte en un vaivén constante. Despreocúpate, quiero decir, ocúpate en ser un torbellino de sucesos sentidos. Esto es lo que te hace real. Todo lo demás, sobra.
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