No lo sé, aunque me paseo por aquí para presentarte mis libros autopublicados y, una breve novela que estoy subiendo a Wattpad. Supongo que a través de mi literatura, quizás podrás descubrirme, entre líneas.
Hoy mis palabras escasean, así que, sencillamente, te los linkeo.
La vida continúa a pesar de estar enamorada, ilusionada y anonada. La vida continúa a pesar de tanto pesar y pensar. Y del todo a la nada en escasos segundos. Jaque mate, y mátame ya. Las cortinas grisáceas están intentando deshinibirse, pero sin querer se ennegrecen. Vaya jodida oscuridad. Arráncamela. Remonto, salto, tantos pasos hacia el pasado que me quedo inmersa en aquel inmenso recuerdo. Un paradigma tan pequeño, tan coqueto. Descuélgame esta, quiéreme así, bonito y sano, que la sonrisa se me quede colgando de la comisura de mis labios. Y ve contando mis lunares, haz constelaciones con ellos, que yo te describiré cada estrella polar aunque, la que destella, chispeando en el cielo ensombrecido, es aquella, la más bella. Cariño, que eres esa forma tan infinita, que tienes dentro de ti, que lo irradias hacia fuera. Desde entonces, estoy yo, aparezco siendo escopeta y bala a la vez porque estallan al unísono. Escopeteada voy. Soy el dolor insonoro, sin color. Soy la luna que va latiendo en una soledad absoluta, y llena de perplejidad, que te observa desde la lejanía, enamorándose en una cercanía ilusa que se deshace al chocar contigo en la realidad. Cae, y cae deformándose, con los hilos deshilachados. Tanta abstractez habita en el después, que muero del revés. ¿No me ves? ¿Te cuestionas cómo es? Pues, un, dos y tres, descárgate mi poemario, lector, otra vez. Agárrame de la mano que me marcho, o me mancho de tu mirada hermosa. Tírame el anzuelo, que te engancho, y me engaño, y así nos enganchamos y así nos queremos, y así nos amamos.
A parte de que ¿Te puedo escribir algo?aún está gratuito, me paso por aquí para pasearme un rato indefinido y largo, y divagar. Además, con el impulso hacia atrás, y unos cuantos intentos de no sé qué, cerrar algunos ciclos, o dividirlos sin quererlos. El caso es que después de tantos sucesos abstractos, no hay, eso, el hecho. Entonces, me pierdo y regreso y así continuamente. ¿Qué siente una al terminar algo? Quiero decir, el final todavía no lo he puesto, pues ¿Para qué? ¿Con qué finalidad? He culminado en una parte del fin. Ahora solo queda zanjar o borrar o quemar de una vez por todas el punto, el que, en teoría (le sobra la práctica) debería colocar allí, ¿Sabes?
¿Tú cómo cierras los lapsus? ¿De qué manera? Yo, quizás, con carencia de matices, o al revés. En estos días tan raros y oscuros y entristecidos y ennegrecidos y otoñales, casi, me voy queriendo. Son latidos, estallidos que se dedican a hacer eso, a estallar. Así que, bueno, si no sabes por donde empezar, comienza, y ya.
Este viernes, como los restantes, estoy un poco borrosa y odiosa y, reflexionando sobre lo descrito en un tiempo verbal pasado, me he percatado de que no sé cortar el hilo, ni finalizar el párrafo ni romper el vicio de que te quiero de pellizco en pellizco con mi corazón quebrado. ¿En algún momento se sanará? ¿Se armará de valor para deletrearte encima de tus labios lo mucho que te amo? Porque van pasando los días o las semanas y los meses y la cuenta atrás va sumándose daños descontándose, y ausentándose.
Pensé que había finiquitado, pero me vuelco en lo inexistente, en lo inevitable: la ilusión. Voy estando bien, pero llueve hacia dentro, tan lento.
Ir queriéndose a una misma al vaivén del run run del mar. Caerse, y que de corazonada a corazonada salte eso que bombardea dentro de ti tan fuerte, con tanta furia y de un sabor más dulce que amargo. Es la fiera que quiere salir a la profundidad e introducirse en otro amar, para luego enfurecerse de un amor bonito y leal. Es la madrugada de San Juan y con mi falda de flores, de colores verdosos, rosados y azucarados, voy estando bien. Armarse de valor, de uno entristecido y, en el chocar del enamoramiento, la ola nace, la que quiere saborearse, oler a sal y a arena y a cal y a alegría, que trasciende: ha dejado de ser hueco convirtiéndose, y convirtiéndome, incluso a mí, en otro latir. Aunque el cielo esté nublado, siempre va saliendo el sol, o la luna ennegrecida que brilla siendo la soledad absoluta. Ya quiero ser la loba o la bruja o la penúltima vida de la felina hambrienta, porque estoy preparada para lo que venga, y aquellos segundos que se marchan, que machacan o se arrastran… quieren dejarse existir, vivir. El ambiente está abstracto, de un sentir bastante cálido, de un ver encanelado, enternecido. Un cuadro, ni gris ni pálido, tampoco lleno de anhelos ni a rebosar de deseos. Está vacío de todos los sacrificios ya hechos, que culminaron, quedándose estrellados en el pasado. Las caricias, los besos y los amantes siguen locos, y la música, que resuena en mis pupilas, solo se dedica a arroparme mientras voy queriendo al son del viento, tocando el suelo y a ras del cielo, en esta playa a las cinco de la mañana, que parece ser, por fin, un invierno estival. Y tanto que derrapo por mis raíces de donde se deshacen o rehacen las cicatrices. ¿De heridas? Pocas, la mayoría ya curadas, u odiadas o alocadas. El caso es que voy a terminar para volver a empezar.
Es tan bonito que te hagan daño porque luego te vas reconstruyendo para acabar oliendo a mar, a nubes de algodón, a café y al atardecer anaranjado. Hablar las cosas, que entre palabras se cuelguen los corazones, que se abran y se partan en dos y así puedan seguir naciendo florecillas. Sí, se irán marchitando… ¿Pero y el proceso? La transformación es lo que nos queda, y ese acto de crecer, de ser y de volver a nacer por haberse matado una más de cuatro veces, es lo que nos hace abrir las alas, aletear y volar a ras de los recovecos de una misma. Y, joder, qué hermosura. Estoy narrando la metamorfosis del ser humano, pues el dolor ha trascendido a otro color. Me siento, y eso es lo mejor, lo sano, ir al grano, estamparse y a posteriori de la pausa, afrontar al reflejo del espejismo roto.
Me he dejado la libreta roja, y cada rosa, allá fuera. Se están marchitando, y enfriando, porque se quieren tanto que los colores, y dolores, repiquetean. Suenan los huesos y los reflejos de los espejos, sombras que se van ocultando para luego ir estallando, se van, pero en el otro vaivén. He perdido el tren porque fui caminando del revés por el andén. Los gusanillos de mi estómago se mueven rápidamente, las mariposas se han suicidado después de tantos daños consecutivos. Será el miedo, pienso. O el sufrimiento, siento, atragantado en mitad de mi garganta. El sabor, amargo, y el ir queriéndose de una forma tan sustancial y agridulce, me va matando. Agarro mis raíces por debajo de las pieles: ya no sé. Aún así, me percato de varios hechos, entre ellos, que me quiero querer y, alzando tanto el vuelo, me quedo en el gerundio sempiterno. Dejó de llover, la sequía ahora abunda. Me quiero quedar, de verdad que me gustaría, y sin necesidad. ¿Pero en qué consiste quererse? ¿Y amar? ¿El amor mutuo existiría? Porque si hablo, si narro, aquel de mi pasado, jamás tuvo acto de presencia. Simplemente hizo bomba de humo, y vaya si explotó. A posteriori, tristemente se exclamó, personificándose entre los pliegues, y recovecos, de mi ser que tenía un impulso ahuecado que se transformó el agujero. Aquí me pierdo, en la inercia, entre la peripecia y la voltereta.
Huí, me transformé en otra yo, metafóricamente poeta, toda rota, o coja. Un vaivén detrás de otro, en un bucle continuo. Ir cayéndose, ir lavándose la cara, que ya toca, que ya es vida de ir naciendo entre los sucesos coléricos, enrojecidos. Estoy sana, e ida, porque estar muy de la otra esquina, es recorrer la calle con los pies cortados, ¿Sabes? Aquel, el trozo del papel quebrantado. Déjame decirte… ¿Por qué tantos «lo siento»? ¿Para qué? ¿Qué finalidad habrá? Porque el fin, que consiste en comenzar del derecho, tal vez. Ayer me levanté con el pie izquierdo, y poca cordura. Ya lo he explicado, ¿No? Quiero colores, pero se deshacen por el desagüe de mi corazón que le falta una o varias piezas. ¿Cómo se forma? ¿Y por dónde empecerá a florecer? Agarrar el riesgo desde la última coletilla inexistente, aunque presente. ¿Arderá algún tipo de fuego? Aletéame que vuelo tan a ras del suelo que me convierto en el puto cielo. Y regresar para culminar en la avenida del instante anterior. ¿Sabes cómo construir un pasado? ¿Y de qué manera se destruye el futuro? ¿Consistirá en morderse la lengua unas cuantas veces? Quizás se trata solo de querer que te acaricien o te pellizquen las pestañas ya desgastadas para que a posteriori renazcan.
Los corazones están dementes, ¿O qué? ¿Pero lo son realmente o solo se convierten en una ficción latente, tan irreal, que duele? Desdibújame y estréllate en la curva de la carretera, la más compleja y estrecha. Ahonda en tu ser, acciónate y déjate parafrasear o narrar lo que harás que nunca lograrás de la forma dicha. De promesas tampoco me hables, en el para nunca se van quedando. Del amor, ¿Cómo se siente? Agárralo, si puedes y quieres, de un soplido, y cómetelo a bocanadas de aire, que las nubes de algodón que flotan en el cielo azucarado lloren de tanta dulzura. Luego ya se encenderá el fuego. Cuando me sueltes, ¿Te recuerdo que ya lo hiciste? Pues rómpete las muñecas en cortar perfectamente el hilo rojo, ese del que nadie sabe, pero todos anhelan con una fe ciega al espero que me quieran como yo quiero. ¿Para qué? Pregunto, si, total, los segundos espacio-temporales entre tú y yo ya están contados, y suspirados. Todos se han esfumado, solo necesito fumarme los pétalos de las rosas marchitas e ir naciendo otra vez, o no haberlo provocado jamás. ¿Te cuestionaste cómo mata el crecer? Y quedarse anclada en el vaivén que viene más que se va.
Amanecerá, pero del revés porque los cielos se desbocan, se derraman, deabordándose, y ya. Sigo descendiendo en aquel vaivén que fue tan pasado y está aquí haciendo presencia con su esencia. Me caigo, mírame: soy torpe, pues puse el otro pie y ahora está agachado. ¿Mi corazón? Orgulloso, de mí, obviamente y, aunque hay instantes que alguien, la otra del reflejo del espejo, va cabizbaja, sin querer le hago cosquillitas: se pone a reír como una niña. ¿O es que ya lo es? Quiero decir, ¿ya lo soy? Siempre seré la inocente, y la rota, la muy rota y, de tanto, que explota. Déjame explicarte, o expresarme. Hace un par de años sí que estaba deslizándome por mi otra vida, la gris, ¿sabes? Ahora, desde hace tres tardes atrás, me observo, más que miro, y me veo. Ni sombras ni escupitajos. Eso sí, muchos garabatos e ir abriendo las cortinas mientras entra un sol que flipas y, cómo no, ir cosiéndose a una misma sombra. Hubo tantos meses que estuve a cinco latidos de pegarme cuatro tiros, pero como no había pistola, tampoco vivía en un piso con más de seis ventanas, solo me quedé. Aún así, se sentía: quería. El impulso se quedó retraído, después me puse a correr sin lápiz ni tiza ni papel, simplemente con el corazón que asaltó el tuyo. ¿O ya lo había conquistado? Pues fueron saliendo las palabras a balazos enredados, y muy enternecidos, sí, tenía sabor de nube algodón, de un sentido enamoradizo. Salieron endulzándose, las corazonadas serán ciertas.
Por fin digo «por fin» sin decir «por fin». Te parecerá extraño. ¿A mí? Cuéntame los lunares y déjate de cuentos que van sin fin o escasean de lucidez. Me apetece ser la luna, o cualquier estrella que no se estrelle. ¿Ya lo estoy siendo? Enamórate de la felicidad y siempre terminarás en el bucle del sueño que tiene mucha finalidad llena de verdad, una muy pura. ¿Y las historias? Mejor pregúntate si la nuestra es de un nosotros lejano o cercano, de aquí al lado de las praderas, o romerías. O del lado de los colores translúcidos en que abundan los amaneceres grisáceos. Yo me quiero, yo me quiero, yo me quiero… me voy diciendo. Quédate así quieto y no muevas ni un dedo, o muévelos todos. Solo me apetece ensuciarme de palabras inéditas o excluidas o extraídas o extranjeras. Sencillamente me encantaría ser la poesía en persona y, al final, mi cara, y toda yo, somos un poema, aquel de prosa poética: el más breve y, al mismo tiempo, el que narra la nada y es la nada a la vez. La mirada déjala en el pasado, que se estanque.
¿Debería serlo? No, y aún así lo sigue siendo, creyéndonos que necesitamos ser queridos cuando realmente el amor consiste en elegir, en el acto de te quiero amar, e ir haciéndolo en un gerundio sempiterno. A posteriori del enamoramiento, solo queda continuar construyendo algo, el nido común, entre dos y ser uno al unísono. Cómo palpitan los corazones, la manera y sus formas abstractas, pues son otros temas inéditos, o no.
Cuando el amor se convierte en una necesidad es peligroso porque uno, o los dos, se precipitan al precipicio que solo desciende y parece desconocer la salida. ¿Será que es un continuo vaivén? Sí, yo lo viví, lo sentí, porque necesitaba, y cuando una persona, o alma, necesita, otra corazonada bailaría divertidamente y sin tanta pesadumbre en su mente.
Nos han educado, probablemente de nosotros a otros o de los otros a los demás, que el amor es algo idílico, que lo encontramos siendo príncipes y princesas, pero resulta que el cuento ha cambiado, al menos, en mí. ¿Para qué quiero uno cuando soy la propia reina de mis desilusiones? Si con unas cuantas tiritas y tirándome de cabeza al océano ya me voy curando, ya estoy sanándome, recreándome en otro vals.
Tanto desamor propio, dejándonos para el final, siendo el penúltimo hueco, porque el último es el cabo atado, que culminamos en el inicio de volver a intentar querernos. Y, oye, no está mal, pero cansa, agota.
Hace tantos años que me deshaucié, quiero decir, mi yo-poético huyó, ¿Pero de qué? ¿Del dolor o del miedo al amor? Realmente estoy acojonada y acabo cojeando, ¿Y sabes qué? Mata. Aunque, si me enamoré de ti fue por casualidades del destino, pero si quiero estar contigo es porque te elijo, porque quiero quererte e ir floreciendo a tu lado diariamente. El amor es bonito, dicen, ¿No?
Llevo días sin describirme, introduciéndome en otro vaivén que viene más que se va. Voy bailando entre mis raíces. De ellas nacen las flores, nacen, y ya no se caen. Y, yo, que me creía perdida, oculta entre sombras, ahora, estas son otros borradores, ya desechados, y guardados en el cajón de mi corazón. Déjame estallar, me dice la otra del espejo donde me reflejo sonriendo. Por fin ya no siento ese «por fin» tan ansiado, y angustiado. Simplemente, ser. Soy feliz como una perdiz, o dos.
¿Te estoy queriendo? Vaya, jodido, cuestionamiento interno. Dicen, o digo, yo qué sé, que debería hacerme una introspección. Me hice tantas… culminé en la desesperación porque absolutamente todas son meras expectaciones de mí que, al final, se quedaron en eso, en borradores. Ni lápices ni colores. En un grisáceo inédito, algo así como una suerte suertuda, burra. Sabes a helado, a un sabor medio amargo y a mucho chocolate, verde. Quizás, o probablemente, me desencajo en otro cajón y, ¡carajo! ¿Ahí cuajo? Me enaltezco, ya no sé si carezco de lo otro, que sí sé qué es: el miedo, y aquel resurgir de entre las cenizas idas, cicatrizadas y, zás. En un pis pás todo regresa, o se va. Pensé, quise creerme, que fui mía. Luego, que fui (muy) tuya. Lo que olvidé durante veinticinco daños -colaterales- es que, aún así con el pretexto delante (o detrás), que siempre fui yo con mis facetas, percales, estados sentimentales, modos en «off» y fuera, de onda, y todo eso, ¿O qué?
Ir yéndose, y vaya formas y qué ganas, sí, de ir yéndome, así, tristemente, mientras el vaivén de la nada y el bucle continuo de quebrantamientos inéditos van naciendo de la deriva hacia la flota marina. Se quedan allá, o aquí. Me derrito, es otra forma de latir, o de surgir entre las flores -marchitas- que van abriéndose paso entre el cielo ennegrecido, ahora, el que se va ocultando al ritmo de las palpitaciones serenas de mi corazón. ¿Qué te sucede? O, mejor cuestión, ¿Qué te está pasando? Que la vida ha dejado de petarse los pasos para comenzar a pasearse, que ha dejado de pasarse para pasar, de mí y, terminándome a sorbos muy queridos, he culminado en el auge de mi autoestima.
Los domingos se me hacen eternos, ¿Y a ti? Solo de sentir cómo late mi corazón, como queriendo desprenderse de ese vaivén; que si me enamoro, que si me despido de aquel -para siempre-… pues está harto de ensancharse. Saciado de tanta tristeza, agotado, se arrastra por el cielo, desbocándose. ¿Y sabes qué? Está dejando de creer en el amor, pues desconoce cómo se siente, es decir, su forma de palpitar. Y, aún así, se aferra a una ilusión, ¿Cuál? Que se deshace, que cae y, de golpe, se estrella con la realidad.
Me paso por aquí, describiéndome, o intentando descífrarme, en otro lugar, donde pueda ser hogar. Termino derrumbándome. Sí, estos finales, y principios de algo, se me hacen muy largos.
Te regalo un trozo de mi corazón, si quieres leerme, ya sabes, mañana estará gratuito ¿Te puedo escribir algo?
Hey, ¿Cómo vas? Yo enamorada, con el corazón rasgado, aunque sea un domingo para echarme de menos, me paso por aquí para decirte que ¿Te puedo escribir algo? está actualmente gratuito,
¿Me lees?
Pd. Gracias, nos leemos. Que abunde el amor propio, que te reboses el pecho de mariposas. Algún día florecerás y será hermoso.
Quiero salirme, no solo de mí, de mi ser, sino del bucle. Ahora está pausado, pero cuando siento y, luego pienso, muero (otra vez) sin querer(me). Y créeme que se hace cuesta abajo. Que estoy tocando con el rostro al suelo. Anhelo levantarme y caminar con algo que me palpite dentro. Me estoy autodestruyendo porque, se ve que soy adicta a recrearme en mis recuerdos más tristes. Cada quien con su propia mierda. Pues si emocionalmente me ves mal, cágate cuando te sonría. ¿Las ves? Está rota, y vacía.
Estaré en una resaca sentimental del desamor, tanto ajeno como propio, que flipas, me observas y te marchitas. Si te marchas, planta la semilla por mí y riégame que, yo, ya no estoy para revivir. Vente cada dos días, así la espera se hace menos eterna y la esperanza aumenta.
Porque nuestro amor se sostiene con dos pinzas -tu corazón y el mío- en una cuerda floja que afloja y aprieta y desgarra los cuadros melancólicos del pasado, que ya ni cicatrizan, que ni se pintan. Están descoloridos.
«Pero yo te quiero».
«¿Eso qué tiene que ver?»
¿Que ver el qué? ¿Con qué? ¿Y para qué?
Pues que se trata de que te estoy queriendo para amarte.
Ahora están sonando las alarmas, los semáforos de la ciudad se ponen en rojo. ¿Será aquella señal de la esquina que me dice «Nena, frena»?
Quiérete un poco, date amor. Valora tu tiempo, aprecia el cariño que has dejado de brindarte. Busca tu propio color. Tu arte, tu alma.
Cuando me miro en el espejo, provoco ese mismo acto, y no me observo. Y lloro internamente y siento tanto que finjo.
Sí, así te lo solté. De balazo en balazo y disparas porque te ha tocado ser arma.
Soy la herida.
Una vida falsa,
una sonrisa intacta,
pero hipócrita que se llena de mentiras,
de desilusiones
y de mucha muerte.
Los muertos ya no son cenizas después de esto. El amor siempre será un hechizo sin polvos mágicos. Y, yo, bueno, soy de carne y hueso, aunque con líos y corazonadas que buscan, esperanzadas, otro espacio vital. Un hogar donde, al fin, puedan refugiarse.
Me estoy escapando,
de mí.
Los colores descoloridos,
el océano lleno de nubes flotando al son de la música.
Las olas ya no bailan,
la espuma ha dejado de flotar.
Pequeña, pero también infinita y efímera.
Duelen las palmas de mis manos,
y las paredes.
Corazonadas que están ahí y no se marchan.
Son instintos o miles de vacíos juntos
que se apellidan de ti,
de ti,
-de ti-.
Siento que mi vida cada vez va a peor. Escalón a escalón va bajando, sí, la depresión, hasta llegar y sentarse en el columpio de la vida. Se balancea. Y muere y muere. Dame amor, deshaz todas las promesas que me hiciste tiempo atrás. Enlaza las acciones, una detrás de otra. Cojamos un avión. Vámonos, te canto ahora a ti desde fuera del espejo. Ya no soy reflejo sino humana. Me toco los brazos, observo mis pestañas desde el recuerdo. Tengo piel, cicatrices y alma. Unas cuantas arrugas en el corazón rememoran lo que siento, y sentí. Créeme, soy pez y paz. Dolor, alegría. Vivo por vivir y para la morir. Derramo cada vaso. De ellos caen gotas de sangre disecadas. Es el mar de dudas, que está en sequía. Estás más roto que aquella paloma que voló y se fue con su familia, pero se quedó perdida en otro cielo más bonito, más roto.
¿Puedo irme de aquí? ¿De nuestro ser y de nosotros? Es que me estoy rompiendo a trozos. Siento que ya no puedo más. Veo un chispazo de luz. Muero en los intentos. Las puertas se abren de golpe, de portazo en portazo y me estrello porque no hay más remedio. Créeme cuando dicen que las palomas están viniendo para marcharse. Tú eres uno de esos, uno de esos vuelos hermosos, pero tan dolorosos. El único que tiene el poder de hacerme daño. La que acaba recomponiéndose soy yo. Sola y dentro de una tristeza profunda. Porque las oleadas acompañan mi idea de desaparecer, de ir al otro lado de la ventana. Hay tanto cielo, ¿para qué? Me pregunto. Si todos acabamos en el mismo infierno: el amor.
Las ventanas abiertas dicen mucho y los cielos también. Son mundos ajenos, otros pájaros donde ellos vuelan o se suicidan. A la vez. Quizás, no sé, nosotros somos un tú y un yo que ya no nos pertenecemos más. Simplemente han sido unos días, años, bonitos de recuerdos que se quedarán empapados llenos de nostalgia. Porque, tal vez, espero equivocarme, dejamos de ser para convertirnos en dos seres humanos distanciados (para siempre). Y quieres hacerme feliz el resto de mis días, ¿pues a qué esperas? Vente conmigo, seamos uno. En un futuro, nuestro pasado conjunto será una historia disecada enmarcada en un cuadro, que llorará por un amor que jamás salió a flote. Fuimos incapaces de sacarle jugo a la manzana o de florecernos. Ese acto tan doloroso nos fue matando paso a paso. Créeme, te sigo amando. Cuando llegue el final lo seguiré haciendo, eso de amarte. Tú también siempre tendrás un hueco en mi corazón. Nos quedaremos, al fin y con suerte, en enamorados y nuestra historia se titulará como «un romance pasajero». ¿En serio quieres eso? Me marchito por dentro.
Sentirme a tres kilómetros del suelo. Estoy del revés. Mátame, por favor. ¿Por qué yo? Me cuestioné tiempo atrás por otra situación y, ahora, la misma pregunta, distinto rumbo que, por cierto, no sé a dónde va. ¿A dónde nos vamos? Yo sólo quiero volar un rato a toda hostia y, esta, me estrella. La vida, reflexiono. Pues jodida mierda, afirmo. A veces te sorprende. A mí cada día. Invítame a dos copas y bésame el corazón que se me está desangrando de tanta tristeza, caos y poca cerveza. Ojalá, deseo que jamás se cumplirá. Vaya.