Etiqueta: literatura

  • Apreciando mis recovecos

    Una mañana, saldré y me regalaré unas cuantas flores y, entonces, sabré, que me estaré queriendo para amarme. De mientras, solo llueve.

  • Días muertos, o vivos

    Días sin escribirme, recreándome en otro tipo de placer angustiado. Aquel vaivén: ir, venir, ir yéndome; ya me fui. Soy, ahora, una rosa. Ni marchita ni florecida. Solo creciendo mientras se ensancha, así, impersonalmente sin mente, siendo alguna demente. Estoy agotada de describir(me) siempre sobre la misma, y mísera, mentira, que ya ni se la cree la vecina. Al final, sin querer, soy yo o la del espejo, translúcido reflejo. ¿U ópaco? Lo que acaba, culmina y termina siendo algo indescriptible. Después de tantos segundos, regresé para ir perdiéndome, ahuecándome en otro tiro y afloja porque ¿Queda de algún intento más? Estallar del revés. ¿Ves? Hablo de los pedazos, de los cristales vacíos de lucidez. Voy tarde, como siempre. Cuando puedo, y porque quiero, todavía sigo aquí, en el querer -fallido- de alcanzar el tren. ¿O era que debía dejarlo fluir? Quizás así me iría mejor? ¿Porque en vez de derrapar por el infierno estaría desencajándome por los cielos, desubicándome? ¿Acaso serán los recovecos internos? Yo digo que sí.

  • ¿A dónde?

    ¿Y a dónde vas cuando no puedes huir de ti misma?

    A ningún lugar, porque te quedas, ahí, recreándote en tu propia miseria.

  • (Des)dibujándome

    Estuve tantos minutos -míseros- sin prestarme, sin echarme atención que culminé en la creación sin canción. Entonces, recreo, rememoro. Punto y final con final. He sentido que te he querido tanto que me merezco un tipo de amor distinto. Ya no quiero ni tus caricias, ni tus palabras ni tampoco tus mentiras endulzadas de sobredosis aromática, y romántica. Me quisiste tan raramente, una dulzura fría, congelada. Porque creí que estabas llevándome a casa, y se ve, deduzco porque sí, porque he visto en mí, que jamás seremos hogar. El atardecer más caluroso, y hermoso, siempre comenzará aquí, en mi latir. Inicialmente respiro. Salgo a la superficie: ya dejé de ser la brubuja que flota como puede, como surja, y sobrevive porque ya no se sabe derretir en el otro lado de la ceniza en ruinas. Estallé. Ahora estoy fusionada, quiero decir, realidad y verdad dejaron de mirarse en el espejo vacilándose, pues no son reflejos sino destellos, son sinceros chispazos de un brillo racional, y descomunal. Lo denominado como que me convertí, al fin, en algo brutal. Estoy animalizada. A cachos -charcos metalizados- de hipérboles regreso en mi ser y, en vez de caer, camino sabiendo seducirme comprendiendo los pasos que voy haciendo. Y, y, me quiero. Sí, lo estoy sintiendo, ese acto tan hermosamente personificado en la flor de la pupila, de mi vida.

  • Muriéndome mientras te quiero

    Otra forma de morir, o de sanar. Con la bestia dentro, el monstruo se tranquiliza. Tu corazón brilla al son de aquella ola colérica, con furia. Mucha. Y la llama, que estalla, que aún estalla. Dime, solo respóndeme la pregunta:

    ¿Me estás queriendo al mismo tiempo que late el viento? 

    Porque yo sí, yo lo siento, aquí, en mi pecho. Y voy muriendo.

  • ¿Hacia dónde latimos?

    ¿Hacia dónde latimos? O mejor escrito: ¿Desde dónde latimos? Me voy pegando tres o siete o diez tiros y, tanto, que llego tarde a mis otros seres latentes. Los vaivenes, ¿Qué son? ¿Qué son? ¿Quehaceres o…? Me quiero perder en abundancia que culmino en la escasez y con una breve lucidez. Deslumbra que estalla, y ya. Los árboles están tan llenos agudos estos días primaverales, y en mi corazón bailan las mariposas, que sus tallos y ramas y hojas -inéditas- se resquebrajan. Es invierno aún, parece otra forma de infierno. Estamos -mi sombra y mi pensar- al costado de un parque deforme. La puerta se ha (en)cerrado en su propio ser. Se acabaron los cuentos de hadas, los fuegos artificiales y, con ello, las navidades. Todas. Solo queda la soledad, hacerse amiga, de ella. ¿Entiendes? Enciéndeme esta, y las siguientes porque se me apagan las velas, se me apagan, se me apagan… y todavía se arrastran. Van muertas, aguantándose las ganas (de seguir brillando). Y cuando comiencen a llorar, a sanar la jodida ceniza, ¿Te acuerdas? A posteriori, habitará aquí. La bruma en la que me he convertido. Así voy: meditando, entrando y saliendo. Soy la personificación del humo: me corro, o corro, a trompicones, que se me atragantan entre el pasado y el futuro. Quiero ser presente, pero sin querer, y queriéndome, soy la herida abriéndose, destruyéndose porque sí porque ya no sabe cómo ni hacia dónde latir.

  • Arte (im)perfecto

    Quiero ser un arte perfecto para ti,

    pero no lo soy,

    porque estoy rota

    y tengo heridas de guerra 

    sin tregua.

    Muchas ojeras,

    centenares de problemas

    internos,

    aún así,

    me bebo los deseos,

    a sorbos

    o a bocanadas de aire.

    Solo quiero volar

    contigo aquí

    a mi lado.

  • Mi domingo

    ¡Buenas! Hoy es mi domingo, sí, el de pegarme tres tiros o hacer un doble giro para quedarme de pie, o del revés. ¿Sabes qué? No hay nada mejor que un café a conjunto con un cruasán, y una breve, pero bonita sonrisa. Tampoco está de más ir echándose de menos a una misma. Luego se remonta, así impersonalmente, hacia el despegue: el acto tan hermoso de quererse. Porque voy agarrando las bocanadas de aire a ras del suelo y entre vaivenes, los cielos se caen, como mis seres internos. Otro día ya hablamos de infiernos.

    Te dejo por aquí mis obras literarias: Aurora, Descendent y ¿Te puedo escribir algo?


    Pd. Gracias por leerme,

    que abunden las sonrisas,

    y las alegrías.

  • ¿Para qué existimos? ¿Con qué finalidad?

    Existimos y ya, ¿No? Así, latiendo de forma inerte en un vaivén de quehaceres que se quedan en ir diciendo y no haciendo. Voy recorriendo los amaneceres, recubriéndome de las nubes de algodón. Me corto aún más las cicatrices, profundizando en un verso interminable, o fugaz. Me regocijo, dirán. ¿Quiénes? Las voces de mi cabeza del pasado, aquel tan puntiagudo.

    El otro día paseé entre esos pliegues donde sangran mis recovecos -los muertos-. Entonces fui cuestionándome, allá, en un plural imperfecto, ¿O plusquamperfecto? Espera, me pierdo. Me ensanché de una tristeza alcanzable, demasiado palpable. Sonreí, ¿O se rio de mí ella? Se sació, tal vez, de mi monstruo inédito. O de mi manuscrito ya ido y hueco y dividido. ¿Partido o marchito? Ambos al unísono sordo.

    ¿Y latimos? Quiero decir, ¿Volamos por algo? ¿Volamos hacia alguien? Deberíamos, si pudiésemos, volar desde dentro hasta nuestro ser que bombardea, que estalla, para culminar en la explosión contínua de flores abriéndose, dejándose brillar. Siendo más que existiendo. Anque, si estás, pasa por tus propios intríngulis y quédate un tiempo inexistente. Quédate dejándote caer porque el acto de crecer tiene formas y facetas tan abstractas de florecer… Ve sintiéndote, existe como sepas, ya te convertirás en mariposa luego. Ahora, en estos días sempiternos, fluye, arrastrate como un gusano. O dos o tres. Total, ya has muerto como dos veces, no te va de matarte una tercera, ¿O sí?

  • ¿Buena vida? Perdida

    ¡Hola! Últimamente voy cansada, agotada, y cuesta arriba absolutamente todo y, aunque haya veces que intento cambiar el chip, este me gira a mí.

    Justamente esta mañana me pregunté dos cosas existenciales:

    ¿Qué soy? ¿Hacia dónde voy?

    ¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Hacia dónde vas? Y, ¿para qué?

    Bueno, entiendo que hay muchos días, indefinidos y que son etapas, en que vamos con las dudas en la punta de la lengua y se caen por el precipicio del vicio por intentar querer y querernos, ¿No? Durante este proceso es muy importante apreciarse, o dejarse ser.

    Solo me voy pasando por aquí para recordarte que puedes conseguirlo todo si te lo propones, si le echas ganas y si cambias las alas. Alzarse al vuelo, quizás, no será un arrasar el suelo sin quererlo, o queriéndote.

  • La realidad, una estrella fugaz

    ¿Feliz día nuevo? ¿O feliz vida? Dejé de tirarme por el agujero desde aquel precipicio tan bajo. Porque solo consistía en descender un mísero escalón para que me dejase de dar el bajón y acabar viendo los momentos con otro tipo de colocón, sí, el que te deja cuerdo, así, del revés, pero del derecho. Desistí, ¿O me derretí? Será, quizás, otro tipo de latir, de seguir, de sentir. La felicidad va pasando, paseándose de forma indecisa e imprecisa, por las casas. Dejaron de ser hogareñas para transformarse en hogares. Créeme cuando las mariposas, sin estar -ni ser- primavera, aletean aún, chocando entre ellas a causa del vaivén rizado del viento. Yo quiero ser aire, personificarme en su propio poema y convertirme en la breve, y escasa, libertad. Estaba rota siendo otra. Aquella, quemarme en ella, quiero decir, la del reflejo del espejo herido, ido, hueco…, que se brutalizó, así, impersonalmente, como quien no quiso la cosa, o como quien la deseó tanto que rompió el último pedazo esperanzado. Se quedó levitando mientras se cuestionaba lo incuestionable… Tantas dudas, abundando, llenando el estómago ansioso y, además, agregándole una pizca de sueños inéditos a rebosar de deseos jamás cumplidos. ¿Cuántos daños llevas ya permitidos? Doblando las esquinas del papel y cruzando las calles; se caen, se caen y, finalmente, se rompen estampándose con la ilusión. ¿La realidad? Fue tan estrella fugaz…

  • ¿Alguien me va a querer bien?

    -¿Dónde está el amor? -Le soplé al reflejo del espejo, de golpe y porrazo.
    -Se perdió… -Me respondió, acongojado.
    -Pero, ¿Para siempre? -Le cuestioné, indecisa.
    -¿Y qué significa el «para siempre»? -Me preguntó. Un martillo repiqueteaba en mi cabeza.
    -A veces los «para siempre» duelen tanto que permanecen, sin querer, en nosotros mismos evitando que sanemos. Y, yo, yo, ya estoy agotada, tanto, que solo quiero pegarme tres tiros. Sí, para rematar bien a mi muerte. ¿Será esa soledad que me carcome por dentro? -Argumenté.
    -Entiendo… -Me miró con anhelo, uno con la necesidad inalcanzable.
    -No, joder, ya no entiendes nada, no, porque encendiste mi llama para luego ir transformándola en ceniza. -Sopló el viento y ahora… -Casi ahogué un grito, inédito, e insonoro.
    -¿Ahora qué? -Me escupió el corazón.
    -Ahora queda la nada. -Interrumpió esa sensación, abriéndome la ventana.

    El aire otoñal entró petrificándome con su astucia. Me sentí tan gélida y débil y rota y sola, y hueca… que regresé a la realidad, a otra, para iniciarme en el acto que tanto estaba esperando: que alguien me quisiese bien. Pero, ¿Qué es «que alguien te quiera bien»? ¿Qué es el amor? Y, joder, ¿Y cómo se siente?

  • Domingo productivo

    ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Cómo te va?

    Mi domingo está siendo productivo ya que estoy avanzando con mis estudios, entre otras cosas.

    Esta última semana he estado bastante fuera de onda, pues he tenido exámenes, y sigo teniendo, y estuve decaída. Por eso mismo solo he publicado el lunes: ni relato ni reseña. Aunque, así va el mundo de la escritura, ¿No? Hay veces que abunda el acto de sentir y, otras, en cambio, que simplemente estás ausente, inerte.

    ¿A ti te pasó alguna vez?

    Me paso por aquí para comunicarte que desde este lunes 15 de enero hasta el viernes 19 de enero, estará gratuito Aurora.

    Gracias por leerme, ¡Nos leemos!

  • ¿Cómo poner el punto y final?

    ¿Quemando el libro, quizás? Tirándolo en la hoguera o por el retrete. Ya no sé, ¿o sí? Y es que desde que lo coloqué, ahora solo suceden acontecimientos bonitos, como los amaneceres hermosos, y los cielos, que dejan de estar ennegrecidos, y mis recovecos lloran felicidad y a océanos, quiero decir, a mares en una cuerda que en vez de aflojar y tirarse por el precipicio, se dedica a apostar en el sí contínuo. Porque desde que ya no estás, desde que me ausenté de tu vida, y de ti, solo me dedico a sonreír en un ir y venir y quedarme en mí, solo sé vivir. Créeme cuando me digo que estoy siendo otra, que me recreo y me construyo desde el cariño y un amor sempiterno. Ya jamás volverá a ser efímero porque está siendo inmensamente infinito.

  • Cuesta -arriba-

    El café a estallar,
    el cielo demasiado azul
    y yo ennegrecida.
    Quiero otra vida,
    porque
    hoy,
    hoy,
    cuesta -arriba-.
    Desciendo por los recovecos,
    otra vez,
    de mi ser.
    Me quiero ocultar,
    agarrarme el corazón
    y sacármelo de un portazo,
    o porrazo,
    ¿O polvazo?
    Quiero desenamorarme,
    sí,
    de ti,
    y de mí,
    y de nosotros juntos,
    aunque no lo estemos.
    Aunque seamos amigos,
    y ya.

  • Quiero que me quieran bien

    La ciudad va cayendo mientras las estrellas se seducen por sí solas. Me gustaría ser una de ellas, así, bella. Sin cicatrices ni heridas por sanar, pero soy una gata negra feroz, la lluna llena y al mismo tiempo vacía. Pero soy aquella rosa tan intensa, tan rota, que va matando a los demás sin querer, aún así, intentando amarse. Soy la nube levitando en el cielo que estalla y también el rayo enfurecido. Soy un mar de dudas, la espuma de tu cerveza y el café de las seis de la mañana. Me gustaría ser el libro aún por descubrir, tres versos y un poema de amor. Enamorarme de ti, de mí y de nostros dos. Y de la vida.

    Me gustaría volver a reír a carcajada libre y ser una mariposa que aletea sin miedo a morir.

    Quiero, quiero bailar por las noches en donde sea, sonreírme y decirme sí a cada nueva aventura. Quiero que me quieran bien.

    Desearía que me regalaran flores, ¿Por qué no? Y, y también, que me robaran besos y me encantaría ir a pasear acompañada de alguien a quien le apeteciese verme feliz. 

    Me fliparía fliparle a ese alguien tal y como me flipa a mí.

  • Romper con todo, conmigo

    Rompiendo ambos vínculos -con el externo y con mi ser interno-. Y es que del pasado al presente solo hay un trecho, formado por tres huecos, o más.

    Quebrantar el hilo invisible, y tan latente, con mi propio sufrimiento es complicado, tanto, que voy estallando y de chispazo a chispazo tiro, sin avanzar, y me arranco del pecho, que duele, que escuece, manifestando aquella tristeza tan prfounda.

    ¿Cómo definirla? Es ilimitada, gigantesca y deshilachada de donde van brotando las dudas, los miedos y las sombras que, de estas, con impulso, nace el monstruo. ¿Para qué ocultarlo? ¿Cómo remediarlo? Si la forma que se va armando es abstractamente vacía, y rota. Mira, como yo. ¿Estoy, sin querer, inconscientemente, descifrándome? Joder, cuesta abajo, ¿O arriba? Créeme cuando mi mirada cae. Me siento abatida, casi rendida. Aunque voy caminando todavía sin lanzar la bandera al mar. Espera, porque soy yo el océano colérico, enfurecido. Gruña, ¿Le oyes? ¿Me escuchas? Siente estallando en susurros. Son gritos, ¿Sabes? ¿Cuál será el penúltimo? ¿Cuándo? ¿Y de qué manera?

    Ayer sopló el viento, y la ceniza del amor desgarrado que quedaba en mi corazón, débilmente se fue yendo. Ahí, descolgándose.

  • Domingos eternos

    Los domingos se me hacen eternos, ¿Y a ti? Solo de sentir cómo late mi corazón, como queriendo desprenderse de ese vaivén; que si me enamoro, que si me despido de aquel -para siempre-… pues está harto de ensancharse. Saciado de tanta tristeza, agotado, se arrastra por el cielo, desbocándose. ¿Y sabes qué? Está dejando de creer en el amor, pues desconoce cómo se siente, es decir, su forma de palpitar. Y, aún así, se aferra a una ilusión, ¿Cuál? Que se deshace, que cae y, de golpe, se estrella con la realidad.

    Me paso por aquí, describiéndome, o intentando descífrarme, en otro lugar, donde pueda ser hogar. Termino derrumbándome. Sí, estos finales, y principios de algo, se me hacen muy largos.

    Te regalo un trozo de mi corazón, si quieres leerme, ya sabes, mañana estará gratuito ¿Te puedo escribir algo?

    Pd. Nos leemos,

    Gracias por leerme.

  • ¿Hacia dónde?

    ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde va el corazón? ¿Y el corazón partido? ¿Y el dividido? ¿Y el hecho añicos? ¿Dónde se queda el corazón marchito? ¿Y vacío?

    Solo sé que se pega tres tiros, avanza y, ya, si eso, sigue. Él, se está cansando del bucle contínuo, del vaivén, de agarrarse a la cuerda floja, que afloja. O pone el punto y final o siempre habrá un epílogo, y el más allá que, sin querer, como la miseria, regresará.

    ¿Lo ves? Quizás porque es el suceso ya deshecho, con mucho inicio, y poco impulso. El saber hacia cuál ya es otro cuento, superfluo, o no.

    «Porque yo ya no me enamoro», suelta un latido abatido, rendido.

    «¿Por qué?», le cuestiona su propio reflejo.

    «¿Para qué?», devuelve la pregunta, aunque la duda acaba rebotando, disparando verdades.

    «Si ya lo estás sintiendo», le recuerda el suspiro.

    «Si te estás derrumbando, otra vez», le afirma la consciencia derretida.

    Entonces la propia razón quiere hablar, responder, y termina concluyéndose a ella misma, yéndose, marchándose.

    El penúltimo chispazo de esperanza, ya oculto entre la negrura espesa, se dice, sin quererse, que planta la bandera roja y que se va bajando del amor.

    «Porque no existe», canta el dolor.

    «Quizás sí, quizás habita en algún lugar», sentencia la ilusión, pletórica.

    «¿Dónde estáis, pedazos rotos?», cuestiona la Nada.

    Habrá que reconstruirse, culmina mi cerebro en su momento más sereno.

    «¿Pero cómo?», pregunta el eco resonando débilmente en su propio hueco.

    Luego, abunda el silencio roto.

  • Huecos

    ¿Vacía de ideas o de alma? De las dos sustancias, quizás. Sobreviviendo a base de tragos llenos de quebrantamiento, quiero decir, de cansancio, uno que se va acumulando. Un bucle infinito, ¿Cómo salir? ¿Cómo entrar? Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, dicen. ¿Y si se cierran todas las surrealidades de un golpe de aire? Así, esfumándose, yéndose hacia otro mar de olas dubitativas, de ilusiones que arrasan el cielo. Un infierno distinto. Sería un proceso hermoso, un hueco lleno, pues estaría tocando, al fin, de manos al suelo. Sí, siempre del revés. Cada dos por tres voy sin un rumbo dando zancadas sin detenerme y, al mismo tiempo, quedándome ahí, paralizada. Petrificada. ¿Entiendes? Quiero encender otro amanecer sin necesidad de ahogarme entre tanta lucidez.

  • Libro de poemas, Federico García Lorca

    El Libro de poemas de Federico García Lorca (1898-1936) es una recopilación de textos poéticos escritos durante su juventud, entre el 1918 y el 1920, de cuando estaba enamorado, siendo, así, una lírica autobiográfica.

    Lorca comienza describiendo cómo vuela, cómo gira en sí mismo, el corazón, comparándolo con una veleta, que es el título que le pone a su primer poema, haciendo comprender al lector que si no sopla el amor, es decir, si no sopla el viento, el corazón no gira y, por ende, no late. De esa forma se siente el escritor.

    Entonces, el desamor es el tema destacado de su poesía, y en ese color descolorido se va moviendo su sentir. Entre otros temas más específicos, cabe destacar la tristeza, el dolor, la nostalgia, la desilusión, el sin sentido de la vida y, en resumen, el ir muriéndose por amor, pues, ¿Quién no se desgarra cuando un amor no es correspondido?

    El escritor personifica el silencio, creando una propia metáfora de este. Además, comprende que la vida es un tempus fugit constante y que el desamor desemboca sin querer a la tristeza, al dolor contínuo. Incluso eso que siente lo tiene tan adentro que exagera su latir, hiperbolizándolo a través de los árboles en sus raíces.

    En resumen, el poeta ansía ser querido, un suceso que jamás ocurrirá, pues su «querido» está muy lejos de amarle a él. Además, siente una culpabilidad inmensa, pues su corazón está sintiendo algo que va en contra del cristianismo.

  • Otro olvido

    Una carta, otro cielo y un invierno en verano. Pensé que florecía, pero me estoy marchitando otra vez. Los precipicios abundan y los miro cabizbaja y desde la cima porque sé que caeré. ¿O ya estoy en el suelo? Derramo la miseria, el dolor, la vida. Eso es sentirme viva. Solo quiero paz, paz, paz, paz… Pero te echo de menos, aquí, en mi cama. Abrázame amor, abrázame. Quiero sentirme bien y por tanto querer me hundo en la miseria de mi ser.

  • Otro domingo

    ¡Hola! ¿Cómo va? Me paso por aquí para comunicarte que ¿Te puedo escribir algo? actualmente está gratuito,

    ¿Te unes a mi caos?

    Pd. Gracias por leerme, ¡Nos leemos!

  • Me he enamorado de ti

    El amor eres tú. Ojalá ser nosotros, sin otros, y al unísono. Que nuestros corazones vayan latiendo, así, en gerundio y para siempre, aunque sea como el trayecto de una estrella fugaz, que aparece para destellar. Vuelvo, aquí, a ti, a creer en el chispazo del enamoramiento; la ilusión va creciendo. Tengo el pecho lleno de rosas florecidas. Regálame tus besos, y tus tiempos. Bailemos al son del viento, ya no miento porque estoy despegando. He abierto -queriéndome y queriéndote y queriéndonos- las alas. He dejado de arrasar el suelo, ahora derrapo por el cielo. Provoquemos el incendio, cállame con un beso, o unos cuantos más de esos, sempiternos. Los amaneceres son de otro color. Míranos, somos el lenguaje, imperfecto y real, con ansias, y muchas ganas, se aman. Te he pellizcado tantas veces entre mis quehaceres, quiero decir, hace tiempo que llevo haciéndote el amor desde mis ensueños. Los intentos por olvidarte son fallidos, ya no sé evitarte y ya no quiero reprimirme nunca más. Ceso, me planto colgando la bandera, dejando caer la semilla ya florecida. ¿Empezamos la guerra?

  • Me gusta ser brillibrilli

    Me estoy acostumbrando a ti y me da bastante miedo, un vértigo irreconocible. Porque estaba rota, ahora me vuelvo loca. Y siento y pienso y quiero y piso, ¿El qué? Pues los pétalos muertos, caídos al suelo. Derramo, por el lagrimal derecho una emoción. Se sale de la norma, del montón. Caen, de las goteras de mi corazón, chispazos de felicidad. Es el brillibrilli de mi ser. Camino, joder, vaya forma de mover mis caderas. Muerdo el polvo, soy el fuego que aviva la llama. Levito, miro el cuadro de tonalidades hermosamente rotas. Me quiero, estoy queriéndome. Dejo atrás, en el pasado, las cenizas de lo que fui. Observo el reflejo en el ventanal entreabierto. Me detengo, saboreo el viento, el tiempo. Es otro paisaje distinto; la primavera florece al revés, de dentro hacia fuera y en un bucle contínuo sin querer. Por amor al arte, al mundo, al cielo soleado. Soy otro amanecer donde habita la luna, me mezclo con las estrellas descoloridas, desenchufadas de la vida. Conectándome en el punto de mira, siendo yo misma.

  • Perderse contínuamente

    Perdiéndome en bucle, así me siento últimamente. Sí, llena de tristeza, es decir, vacía. Me tomo cada tarde un café con mi querida soledad. Escribo, o la denomino tantas veces, que se ha apropiado de mí. Ahora me llamo Anna, la ahuecada; la que se rompe al borde de la costura. Solo necesito crearme. ¿Y si la solución es, sencillamente, seguir relamiéndome las heridas? Las costillas, ¿Dónde están? De cosquillas ni hablemos. Quiero decir, ni me las busques. Sí, porque, no entiendo cómo, pero voy despilfarrando la vida. ¿Era eso vivir? Será desvivirse, deshauciarse de una misma. O desalojarme. ¿Me sigues? Siento que solo te dedicas a perseguir mis huellas. Te hablo a ti, sombra; que me observas, anhelante, y angustiada, desde el espejo. Somos, nosotros, otro tipo de reflejo. Nos vamos transformando. Volvemos otra vez al ruedo. Como duele el acto de marchitarse sin ya saber ni apreciar el querer(se). Los intentos, aquellos, por amarse, se han vuelto locos, tontos o sordos. O los tres a la vez. Unísonos y cuatro hostiazos. Dicen que a la tercera, la vencida. Voy, ya, por la quinta, y sumando. O restando. ¿Cómo lo ves? Yo demasiado oscuro; un cielo ennegrecido, sin estrellas. Probablemente había tantas que se han estrellado levitando entre el desliz, el vaivén, de seguir siendo, o inmutarse para siempre.

  • La vida te está yendo bien

    Hay personas que no te dejan construirte porque te destruyen. Así que cuídate y quiérete más de lo que crees.

  • El amor, destruyéndose

    ¿Y cómo se siente el amor? ¿Una construcción imaginaria? Una jodida ilusión, pienso yo mientras voy perdiéndome entre mis pliegues tan surrealistas… Porque estaba leyendo y terminé leyéndome. Quiero decir, lamiéndome las heridas, perdiéndome. ¿Será la señal? ¿Acaso sé algo? Solo siento; muero entre aquellos intentos -suicidas- absurdos por regresar, por palpar la vida. Se me traspapelan las idas y las venidas. Se trastoca el acto, perdido en la fe, de quererme.

    Entonces, el amor aparece para destruirse. Sí, al crearlo nosotros, los humanos, provocamos el desliz, el caernos. El llanto, que sale por el lagrimal derecho -deshecho y tuerto-, es la jodida desilusión. Poca razón, que escasea, que deletrea, la misma palabra, estallidos, y destellos, de tanta incerteza, que me paralizo. ¿Sentir tanto para qué? Para terminar recreándome en mi propia soledad.

    Vuelvo, volcándome en el abismo, a cuestionarme qué es el amor. O, peor escrito aún, ¿Cómo se siente? Yo puedo, quizás, describir, incluso narrar, cómo se siente el desamor al desarmarse una y otra vez, quitándose, una, la coraza de hielo para después abrigarse, durante los intensos inviernos, con la armadura de piedra.

    Sí, el amor real, o sincero, consiste en ir rompiendo ilusiones y, a posteriori, construirse -a una misma- con impulso, con intención. Con instinto animal de loba, y no de gata negra. Quererse porque una merece ser querida, pero por ella misma, siempre con mucha alma y un amor sano, bonito.

  • Me quiero

    Partirme las alas, el corazón. Después, volver a alzar el vuelo sin arrasar el suelo. Vaya sueño, hermosamente roto. Será un jodido deseo, un quiero, un estoy yendo (hacia ti).

  • La fragilidad de un corazón bajo la lluvia, María Martínez

    La fragilidad de un corazón bajo la lluvia de María Martínez (España, 1979) es una novela actual que narra la evolución del amor, tanto propio como ajeno, pues los protagonistas, aprenden, con el transcurso de la vida, a apreciar sus recovecos internos más odiados.

    La narración tiene dos perspectivas: Darcy y Declan, cuyos protagonizan la trama principal. Así pues, los capítulos, un total de setenta y cinco, son explicados por ellos, intercalándose, y entrelazando entre sí sus intríngulis, ya que necesitan desaprender para aprender a amar, y quererse al unísono y en el mismo tiempo.

    Los personajes secundarios, y muy palpables, imprescindibles para el lío argumental, son el hermano de Declan, Harvey, y el abuelo de Darcy, Stern.

    En resumen, es una historia que, gracias a su sencillez, cala hasta los huesos, provocando que el lector sienta constantemente, para, luego, que se pierda entre sus propias sensaciones y vuelva a encontrarse, o desarmarse para ir queriéndose, otra vez.

  • ¿Enamorándome de mí?

    Poner punto y final, o puntos suspensivos, en el amor ajeno a mí. Por eso mismo no sé girar la esquina ni doblar la página. ¿Quemar el libro? ¿Cómo se quema el fuego con el fuego? Solo provoco que estalle aún más la llama. Luego, se desvive, apagándose por un tiempo indefinido. Uno inestable. Por eso, probablemente, no sé irme: no sé cuándo colocar el punto y a parte.

    A posteriori de observar mi reflejo en el espejo, me pierdo, ¿O aún me quiero más? ¿En qué consiste amarse a una misma? ¿Será un proceso de enamoramiento iluso y constante? Yo quiero amor mutuo, entre este y mi ser interno. Yo quiero quererme. ¿Dónde está el truco? ¿Y la magia?

    Desenamorándome, así, la simplicidad del deshacerse por no poder quererme. De arrasar el suelo, el cielo, el infierno. De destruirme. Ahora toca desencajar para colocar la pieza. ¿Sabes qué pasa? Que el último trozo, roto, está perdido, paseándose.

    Sola, siento que no siento, ¿O es que no quiero? Y dime, deletréame a besos qué es eso del amor y de ser querido por uno mismo. Siempre voy dialogando con mi consciencia, divagando, con aquellas ansias de creer en algo que jamás he tenido conmigo, pues es aquello tan inédito.

  • ¿Lo peor? Que fui yo

    Veo las nubes grises y empatizo con ellas al vaivén de mi corazón que va lanzando destellos de color. Un cuadro hermosamente roto, y triste. Muy triste. Pero la vida sigue y yo también avanzo aunque sea del revés. Un, dos, tres, muévete otra vez. O muérete de una corazonada al ver su alma a través de su mirada tan, tan, tan bonita. Roturas al borde de la costura, descosida. Créeme, los hilos bailan, cantan a coro mezclando un saxofón quebrado con aquel agridulce sabor que te queda cuando te petan. Así, sin más, sin ton ni son ni ron. Te petan. Y estallas. ¿Lo peor? Que allí, la culpable de esta miseria fuiste tu misma. O sea, yo.