Etiqueta: literatura

  • Leer o no leer y otros escritos, Virginia Woolf

    Adeline Virginia Woolf (1882 – 1941), conocida como Virginia Woolf, fue una escritora británica, destacada por ser una de las figuras más representativas del siglo XX.

    Leer o no leer y otros escritos son críticas de extensión breve, que fueron inéditas durante largos años. Se caracterizan por provocar al lector el hechizo de pensar.

    Los temas son varios, entre ellos cabe destacar el ensayista; el ensayo como a tal; las guías de viajes, que son inútiles; el acto de leer; la literatura londinense; las novelistas; las novelas contemporáneas; los novelistas ingleses, aquellos prejuicios que tenemos o vamos creando sin querer; el ensayo actual; reflexionar sobre la vida; cómo no hay que leer un libro; qué es una buena novela; el centrarse en el presente; un poco de los clásicos, y el ponerse en la piel del escritor. Las dieciséis críticas se enmarcan en el modernismo anglosajón, entrelazados entre sí por la metaliteratura.

    En resumen, una obra literaria va desde ser el más egoísta como, por ejemplo, en un ensayo, hasta romperse y quedarse en goteras, como un poema o un breve texto en prosa. Por eso hay que escribir bien, respetar la literatura y demostrar y hacer desde el corazón. Aunque, según Virginia Woolf «(…) los grandes escritores a menudo requieren de nosotros esfuerzos heroicos para leerlos adecuadamente.»

  • El portazo del amor

    ¿Cómo me digo adiós a mi misma? ¿De qué manera? ¿Dónde está el portazo? Hace daños que me di un porrazo, y vaya tortazo. Me quedé allá levitando en un quehacer del revés. «Quiéreme, Anna, que el espejo de donde vislumbro tu reflejo está hecho añicos.» ¿Será que ahora el impulso es hacia arriba? Ir subiendo escalones, galopando sin casi quererme, ahogándome un día más, un día menos ¿Qué más da? Simple, dicen. Yo solo voy sintiendo entre recovecos, huecos y lugares inéditos me recorro las carreteras de tres en tres y del revés. Me las como: las bocanadas de aire saben tan hermosamente machitas que duelen. Las espinas, las espinas. La sangre derramándose, como el café que tiré esta misma tarde. Mísera de mi propio precipicio. Quiero, quiero otro inicio. Me voy muriendo en el ciclo, el círuclo vicioso. ¿Será que tengo tanta hambre que engullo todos placeres? Será que luego salen por el agujero transparente, y tan translúcido que se suicidó repetidas veces. Maréame la perdiz, dejó de estar feliz. ¿Estado o sentimiento? Ocúltame la verdad, enamórate de la cruda realidad. Oye, concédeme este tristísimo baile, danza conmigo, si pudiese ser para siempre aunque sea un eterno y efímero segundo.

  • El café, un corazón y nosotros

    Le he dado un golpe al café, y se derramó. ¿Será la señal del último volantanazo? Voy escopeteada, siendo una lunática quien por cada día transcurrido se enamora de ti. Irme, que te escurras de mis deseos y que el sueño se haga realidad. ¿Besarte? Quizás. ¿Que me beses las entrañas? Ahí hay tantos ojalás, un vaivén detrás de otro: te estoy queriendo. ¿Cuándo te alcance nacerá la muerte y morirá la vida? Deletréame cómo se siente el amor, así, pellizcándome el corazón, quitándome todas las dudas. Sin sentido corro a buscarte, plántate aquí, quiéreme, sí, de ese amor bonito, sano y leal. Aquel en el que se vuela, en el que representa que ambos abrimos las alas y arrasamos sin miedo a la caída, porque nos confesamos que nos amamos. Sin quehaceres ni bucles ni vaivenes, ¿Bailas conmigo esa canción? Esa en la que repiquetea el corazón, en la que desaparece la razón. Estoy aquí, sin ti, y por cada esapcio, un escalón sube mi corazonada anhelando ser amada, y curada. Apreciando cada pedazo de mis recovecos, joder, vaya formas de estar queriéndome. ¿Te unes a mi rareza? Te concedo el honor de verla. Probablemente te asuste a raudales y huyas a pasos agigantados, pero, oye, aún nos falta algo por vivir, algo sin fin, ¿Sabes qué es? Nuestro propio, y tan hermoso, jardín: si lo cuidamos, de él crecerán las flores, brillarán, y seremos eternos en un mundo donde las rosas estarán infinitamente agradecidas, y florecidas, mientras sigamos latiendo al son del enamoramiento.

  • Y si…

    Si pudiésemos volar, abrir las alas y en vez de arrasar el suelo ir a ras del cielo con tu forma de quererme. Saltar, alcanzar las estrellas, y quedarnos estrellados, ambos ser un nosotros  muy latente. Mirarte, embobarme en tus ojos. Te diría, si estuviésemos enfrente del mar, te diría «Tienes un mirar precioso. La luna se está enamorando de ti.» Luego pensaría, si te sentases aquí, que está tan solitaria, que somos la misma, compartimos soledad y una luz rara. Quizás, en otro ambiente, rescataría aquel cumplido, te observaría directamente y te lanzaría la declaración definitiva: que estoy enamorada de ti y que lo siento, lo siento tanto, y que te prometo que dejaré de quererte algún día… Justo en ese preciso instante me besarías, yo sonreiría y latiría con la cabeza contenta. Se caería el último pétalo de la rosa ennegrecida, y sanaría.

  • ¿El amor es una necesidad?

    ¿Debería serlo? No, y aún así lo sigue siendo, creyéndonos que necesitamos ser queridos cuando realmente el amor consiste en elegir, en el acto de te quiero amar, e ir haciéndolo en un gerundio sempiterno. A posteriori del enamoramiento, solo queda continuar construyendo algo, el nido común, entre dos y ser uno al unísono. Cómo palpitan los corazones, la manera y sus formas abstractas, pues son otros temas inéditos, o no.

    Cuando el amor se convierte en una necesidad es peligroso porque uno, o los dos, se precipitan al precipicio que solo desciende y parece desconocer la salida. ¿Será que es un continuo vaivén? Sí, yo lo viví, lo sentí, porque necesitaba, y cuando una persona, o alma, necesita, otra corazonada bailaría divertidamente y sin tanta pesadumbre en su mente.

    Nos han educado, probablemente de nosotros a otros o de los otros a los demás, que el amor es algo idílico, que lo encontramos siendo príncipes y princesas, pero resulta que el cuento ha cambiado, al menos, en mí. ¿Para qué quiero uno cuando soy la propia reina de mis desilusiones? Si con unas cuantas tiritas y tirándome de cabeza al océano ya me voy curando, ya estoy sanándome, recreándome en otro vals.

    Tanto desamor propio, dejándonos para el final, siendo el penúltimo hueco, porque el último es el cabo atado, que culminamos en el inicio de volver a intentar querernos. Y, oye, no está mal, pero cansa, agota.

    Hace tantos años que me deshaucié, quiero decir, mi yo-poético huyó, ¿Pero de qué? ¿Del dolor o del miedo al amor? Realmente estoy acojonada y acabo cojeando, ¿Y sabes qué? Mata. Aunque, si me enamoré de ti fue por casualidades del destino, pero si quiero estar contigo es porque te elijo, porque quiero quererte e ir floreciendo a tu lado diariamente. El amor es bonito, dicen, ¿No?


    Pd. A continución ¿Te puedo escribir algo?, que está gratuito, ¿Te unes al caos?

  • Enlazar a mi ser

    Desato el pasado, lo anclado ha flotado y aunque volvió lo encallé en el fondo del mar. El sentimiento se está ahogando, pero no tanto. Necesito contarlo, sufrí tan fuertemente. Los varios golpes se dieron de una intensidad que a día de hoy me quiebro, me quiebro, me quiebro… Y, bueno, estoy saliendo del estallido, del bucle jodido: me fui. Ahora estoy presente, latente.

  • Qué hermoso, el quererse

    ¿Sabes qué sabor tiene el amor? Uno agridulce, quizás. En el más allá lo masticarás, incluso lo tragarás. O un balazo chocará contra tu cuerpo invisible e indivisible. Te crearás; serás. Otra forma de palpitar: entre bucles, pues eras tan transparente que, al cabo de diez años contados de pedacitos de arena, sumándose de tres en tres, te ves. Te reflejas en un océano indistinto, pero presente. Estás latente. Después de tantos entonces, te quieres de forma rara, lo eres. Eso de ir y venir y ser y caer y morir son nimiedades y, a pesar de todo, quedas en la nada. En una neblina espesa y tu cerebro es un «tabula rasa» que arrasa. Solo puedes, porque sientes, escribirte, y hay momentos que sin impulso ni lápiz ni papel ni corazón, y con mucha coraza que rebosa tu caparazón. ¿La razón? La dejaste oculta, ¿recuerdas? Sí, me rememoro en otro espejo y con otros reflejos y me percato de algo, de un hecho (o dos): que los días ya están contados y que culmino en la cumbre de mi sencillez, que el atardecer resurge entre mis pliegues risueños y que soy, queriéndome, una nueva mujer ya florecida. Oye, qué bonito se siente.

  • ¿Cómo perder el tiempo?

    Tan sencillo como ir a comerse las bocanadas de aire en el mar, observar el horizonte y creerse que todo está bien. Por un instante, aunque sea efímero, lo es, pues vas creándote en un vaivén sereno y es el más bonito, y sano. Perder el tiempo consiste en perderse a una también, o creer que estás perdiéndote. Solo necesitas abrir los ojos otra vez, agarrar la perdiz, dejarla que vuela más allá del cielo, arrasando las nubes de algodón, y volar, o ir volando.

    Hacía tantos días que me sentía de aquella forma, no sé cuál, simplemente estaba más que era. La verdad es que hay veces que ni te percatas de que estás siendo en un gerundio sempiterno, brillando al lado contrario de las montañas.

    Y, oye, ¿Cómo se siente ir perdiendo tanto el tiempo? Calcúlame los segundos, luego ya hablamos o nos ponemos a contarnos cuentos, de aquellos que están a rebosar de mentiras eternas, pero infinitas. ¿Cuando éramos niños qué? Pues nada, y con todo ello, perdíamos tanto el tiempo, invirtiendo en un nosotros con una amplia sonrisa.

    Pero aquí sigo, perdiéndome en mí: es un acto de valentía muy hermoso, ¿O no? Porque mientras te caes en picado y verticalmente, al cabo de varios daños, te das cuenta de las alarmas, y de tus cuentas pendintes contigo misma. Así que, bueno, no sé qué será ni cómo, solo siento que voy viviendo al son de mi corazón.

    ¿Ahora? Un nuevo punto, y seguido, y a seguir perdiendo el tiempo.

  • La colección

    ¿Qué va a salir de ahí? Una flor bien marchita. Se va colocando en el otro vaivén: el hueco deshauciado. Estamos, ambos, con las nubes grisáceas aún ennegreciéndose más. Duele, mata; la bala arrasa. Déjala bailar(se), déjala que va a volar… decían. Un vacío añadido a mi colección de corazones partidos. No sé, estoy lo siguiente de nublada. Lo siento, ahí, tan adentro, y me desentiendo. Ya lloré… anoche durante la madrugada… Se hizo larga. ¿Y para qué? ¿Por qué todo esto? ¿Hacia dónde voy con ese latir tan intensamente roto? Dímelo tú, por favor, y dame el placer de cerrar la puerta y todas las ventanas cuando te vayas después de matarme el cora’.

  • Siendo feliz como una perdiz

    Llevo días sin describirme, introduciéndome en otro vaivén que viene más que se va. Voy bailando entre mis raíces. De ellas nacen las flores, nacen, y ya no se caen. Y, yo, que me creía perdida, oculta entre sombras, ahora, estas son otros borradores, ya desechados, y guardados en el cajón de mi corazón. Déjame estallar, me dice la otra del espejo donde me reflejo sonriendo. Por fin ya no siento ese «por fin» tan ansiado, y angustiado. Simplemente, ser.
    Soy feliz como una perdiz, o dos.

  • Otro -jodido- vaivén

    ¿Te estoy queriendo? Vaya, jodido, cuestionamiento interno. Dicen, o digo, yo qué sé, que debería hacerme una introspección. Me hice tantas… culminé en la desesperación porque absolutamente todas son meras expectaciones de mí que, al final, se quedaron en eso, en borradores. Ni lápices ni colores. En un grisáceo inédito, algo así como una suerte suertuda, burra. Sabes a helado, a un sabor medio amargo y a mucho chocolate, verde. Quizás, o probablemente, me desencajo en otro cajón y, ¡carajo! ¿Ahí cuajo? Me enaltezco, ya no sé si carezco de lo otro, que sí sé qué es: el miedo, y aquel resurgir de entre las cenizas idas, cicatrizadas y, zás. En un pis pás todo regresa, o se va. Pensé, quise creerme, que fui mía. Luego, que fui (muy) tuya. Lo que olvidé durante veinticinco daños -colaterales- es que, aún así con el pretexto delante (o detrás), que siempre fui yo con mis facetas, percales, estados sentimentales, modos en «off» y fuera, de onda, y todo eso, ¿O qué?

  • A pesar de todo, el amor…

    A pesar de todo, el amor, ¿Qué es? ¿Se comerá a bocanadas de aire? La nada… ¿Se construye con un cúmulo de vacíos inéditos? ¿Se envía a través de aviones de papel? ¿Viaja y desemboca tirándose de cabeza al océano? El mar, de dudas, se lo comerá con sus sombras oscurecidas, de un tono de azul arrugado. Después de la pregunta, aparecen -a borbotones y de forma dispersa e impar- las demás, que son eso: las restantes, las que sobran pero aguantan. Se sostienen en aquel agujero que hace equilibrismo con otros huecos. Se mantienen entre ambas cuerdas. A posteriori van viniendo las verdades, que brotan a escopetazos. Los balazos han dado en los dos clavos exactos. Y no, no se saca uno con el otro, pues se ha clavado tan adentro que muerdo el hierro y me convierto en polvo. Tiempo atrás estallé y vovleré a explotar. Soy una chispa que con colocarse cerca del fuego se incendia la hoguera. Aunque siempre fría por fuera. Los astros, si escribo de ella, la estrella más bella; ha muerto unas siete o trece o veinticinco veces. Dará lo mismo. Y punto final. Casi.

  • A día de hoy soy yo

    Ir yéndose, y vaya formas y qué ganas, sí, de ir yéndome, así, tristemente, mientras el vaivén de la nada y el bucle continuo de quebrantamientos inéditos van naciendo de la deriva hacia la flota marina. Se quedan allá, o aquí. Me derrito, es otra forma de latir, o de surgir entre las flores -marchitas- que van abriéndose paso entre el cielo ennegrecido, ahora, el que se va ocultando al ritmo de las palpitaciones serenas de mi corazón.
    ¿Qué te sucede? O, mejor cuestión, ¿Qué te está pasando? Que la vida ha dejado de petarse los pasos para comenzar a pasearse, que ha dejado de pasarse para pasar, de mí y, terminándome a sorbos muy queridos, he culminado en el auge de mi autoestima.

  • Otra forma de suicidio

    Querido diario, me estoy perdiendo de una forma tan descomunal, tan extraña, que muero una y otra y otra vez. No puedo más. Estoy agotada. Cansada de vivir y de la vida y de todo lo que rodea a esta. Y me quiero suicidar o, escribiéndolo de manera más sutil, quiero desaparecer. ¿Irme? ¿Pero a dónde? ¿Esa sería la solución a todos mis problemas?

    Siempre, la mayoría de gente, que son chusma, porque la sociedad se los ha comido, para luego vomitarlos ya transformados en aquello inútil, superficial, dicen, dicen quiérete. Y yo les respondo con otra asquerosa cuestión: ¿Cómo?

    Explicádmelo de una jodida vez. Estoy hartada, saciada de tanta soledad que solo quiero partirme, o dividirme, el corazón. Provocar su estallido así, de repente, y ya.

    Perdóname, sí, por ser tan directa, tan precisa, tan concisa. Y poco perspicaz. Ya que estamos: gracias. No sé, yo te lo suelto y ya si eso, ¿No?

    Debería hacer… tengo tantas cosas pendientes, entre ellas ir queriéndome que solo sé romperme mientras voy descendiendo por las calles. ¿Me explico? Mientras mis pedazos de mi jodidísimo vacío, cada vez más pequeños, más diminutos, van chocando entre ellos y, luego, luego se mueren más. Se agujerean aún más, si cabe posibilidad alguna.

    Quiero paz y amor y salud. ¿Eso existe? ¿Esas tres sustancias abstractas pueden existir al unísono? Ni puta idea, tampoco tengo ganas, pero estoy hasta el coño. Sí. Así que, bueno, ahí sigo, levitando entre la cuerda que se tensa y, yo, que me aflojo a lágrima viva, y seca, muy seca.

    Si no entiendes por dónde voy, simplemente quédate ahí, conmigo, en el suelo. Siéntate a mi lado mientras me ves caer, y léeme. O, bueno, enciéndete un cigarrillo. No, no lo quiero, fúmatelo tú, porque yo ya me fumé mi jodida vida tiempo atrás y por eso me he convertido en un agujero de donde cuelgan otros vacíos tan huecos. ¿Sabes? Necesito a alguien, o algo, si existiese, que me escuchase, y ya, aún sin comprenderme. Que me mirase a los ojos, ¿Los ves? Llenos de destellos sin esperanza, se van deshaciendo… se marchan, machacados por todo el peso que todavía siento dentro. Ya marchitada, solo queda florecer, ser. Pero, ¿Para qué? Para descender otra vez, y otra y otra y otra. Joder, que la marea me marea. Soy yo la ola colérica, por eso ese vaivén en constante movimiento circular, en un bucle que solo hace que derribar toda la miseria interna. De espejo a reflejo, me dejo la cadencia en otro charco, que se ennegrece. Ahora, me transformo en la nube grisácea, y créeme, es una explosión que detesto.

  • Oye,

    bésame las entrañas que no están húmedas, pero conquístalas con besos enternecidos: quieren amor. Las ojeras, los latidos y cada una de mis sonrisas bailan al son del corazón: se están queriendo para amarse. Me voy a quedar sin latidos de tanto ir armándose. Qué vaivén más sencillo, solo consistía en dejarse ir de forma vertical, que para caer de cabeza al suelo están los sueños rotos. Cómete el miedo, tiene un sabor espeso, está bueno. Al final resultó que eran bocanadas, ¿Sabes de qué? De aire y, léeme, huelen a colores. Ahora soy inmensa: caparazón, razón y el reflejo del espejo somos infinitos. Sencillamente, una (sombra). La escopeta es innecesaria, las balas tampoco las quiero. Con la libreta llena de garabatos, una vida con encanto, las nubes estallando… ¿Para qué quiero siete vidas como la de los gatos? Si ya siento, si ya estoy viviendo intensamente: en una he metido las ocho, incluyendo la muerte. Justo, en el otro momento, el del lado izquierdo ¿O era el derecho? Se me metió adentro una pestaña, spoiler: es la de la suerte. Posdata: me quiero con intención.

  • Por el precipicio

    Hay veces que cuando estoy caminando incluso me cuestiono cómo lo hago, sí, eso de poner un pie delante del otro y aún así no caerme aún así cayéndome.

  • ¡Hey!

    ¿Ya conoces mis libros autopublicados? Si te interesa, ¡sigue leyendo!

    Mañana Aurora estará gratuito… ¿Te unes a la locura?

    Y a continuación mis otros dos libros: el poemario ¿Te puedo escribir algo? y Descendent, una novela paranormal.

    Pd. Gracias por leerme, ¿Te animas a que yo te lea? Déjame en comentarios tus obras literarias, ¿Te unes al caos?

  • Floreciéndonos

    Me apetece escribir, pero no tengo el cómo y, para el colmo no lo logro alcanzar. Vaya desazón. Voy desganada. Sin actitud ni virtud, En contra de mi misma tiro, y la cuerda se afloja. Estoy colgando de un limbo. Me morí el otro día. Vaya cosas, ¿No? Es, supongo, irse para luego estrellarse y que estas salten para que terminen ahogándose en el triste mar de dudas. Se transformaron, evolucionando, cayéndose, yéndose, quejándose; un largo etcétera. ¿Nos vamos? Sí, yo qué sé, a dejarnos latir, a que nuestros seres vibren, y brillen lo suficiente para quedarse aquí a quererse. Voy ajetreada, como siempre, pero ya estoy agotada. Aun así, hay alguna novedad que se estanca en mi garganta. Hasta que no se tosa -me dio por la impersonalidad-, quiero decir, cuando aparezca el momento pues ya se ahorcará. Hablo del sueño, aquel lunático, muy empobrecido. Está quieto, deformado e inerte. Lo de intacto, ya si eso luego lo definimos. Oye, quiéreme. Me estoy desangrando por un agujerito. Quedo a la espera de tu voluntad por ir queriéndote sin desgarrarte a pedazos. De culetazos, y balazos, y así consecutivamente. Arréglame la artillería que pesa mucho, a toneladas. Porque se me fueron más allá del cielo, en el infierno, cada una de las lágrimas. ¿Viste mis ojeras? Mis ojos se deshicieron hace tiempo. Espera, que me vuelco en el pie derecho y recorro la carretera aunque esté rota o desigual. ¿Te apuntas? Te agrego a la lista de arrancarse los pétalos marchitos, que sino nos floreceremos.

  • Una noche rota

    Entonces, tu vida, alrededor tuyo, va dando giros, vueltas en ella misma. Y te mareas, aleteas y, justo, caes en tu jodido hueco. Se te ha roto algo, el corazón, porque mientras observas a tu hermana, estallas. Empatizando, preocupada no por el qué sino por cómo ella afrontará la situación. Vaya suceso, puto agujero negro.
    Porque se divide mentalmente en mil pensamientos que van en círculo, en bucle. Porque se ha partido en dos, ahora es dominada por la depresión, que se personifica en su cuerpo, animalizándola durante unos escasos pero intensos minutos.
    Es tu reflejo, ahora sois la misma. Comprendes, y te gustaría tomarte un café enfrente suyo y decirle que tranquila que esto pasará, pero no pasa. La miras, la observas y te echas a su lado. Ahí, en su miseria. Vaya maneras, y qué forma -abstracta-, cómo se enciende, qué malditas las garras del monstruo.
    Te vas deshaciendo al vaivén de cómo ella va muriéndose internamente. Sientes, demasiado, entre todas esas mierdas, compasión y cariño y amor. Sabes que, en unos días, o todo descenderá o será un desencadenamiento de acciones marchitas.
    Tengo miedo.

  • Novedades literarias

    Me paso por aquí para comunicarte que dos de mis libros están gratuitos,

    ¿Te unes a mi caos?

    Pd. Gracias por leerme, nos leemos.

  • Aquella estrella

    La nube grisácea, late pálida, de donde le van naciendo alas encarceladas, entrelazadas. Se enrollan, o se enredan, entre ellas. Otro tipo de vuelo, de aleteo y de arrasar a ras del cielo. ¿Cómo una puede derrapar sin parar? Es que la muletilla está tan presente. Se palpa, se palpitó y se marchó. Transparentemente me revuelco entre el barro. Ah, ¿Que no te lo dije? Hace ya varios instantes, inéditos e inertes, que caí. Por eso estoy así.

    ¿Cómo? ¿Por qué preguntas? Se me escapan de las manos, las dudas, escribo. Regreso a la puerta de atrás, por donde empezó la ruina, y la rutina. ¿Sabes qué es fingirse? ¿Y fingir? A mí me van doliendo los dedos de los pies, y el corazón. Sí, de tantos intentos por querer quererme. Si es que (otro pretexto absurdo) culmino del revés. Un, dos, tres y procede -la mujer- a caerse indirectamente.

    ¿El alma está en el pecho derecho? ¿Se encuentra o más bien se pierde? ¿Cuándo? ¿En qué espacio atemporal? En el de la muerte del otro universo impropio; un pronombre muy suyo. La vida, entonces, va pasando y, paseándose en aquel «no sé». ¿Y tú qué? ¿Qué miras? Espejo roto, que te observo desde aquel reflejo. La sombra, como siempre, oculta en sus ensombrecidos… qué pícara. Le encanta eso de la inexactitud, las curvas rectilíneas, las noches primaverales y, sobre todo, la luna estrellada en su soledad.

    Yo soy ella, y qué gustazo.

  • Sonidos entristecidos

    Soy dos vacíos en constante motivimiento, entrelazando bucles.

  • El texto ya no es raro

    Hay instantes que pierdo los días y me pierdo aún más y pierdo la cuenta y la cabeza, y también el tiempo. Me descuento de más. Paseo desorientándome, porque los pies los coloco mal, quiero decir, uno delante del otro y entonces me tropiezo. Son tropiezos, para otros, y ya, pero para mí es un aprendizaje hacia abajo, del revés. O algo así. Me cuestiono, o dejo de preguntarme. Luego vivo. Alcanzo, llego al logro y sigo. Porque todo consiste en eso, en ir y venir e ir y seguir. Continuar tu propio rumbo hacia el pedestal y al subirte en él, que se rompa debajo de tus pies para acabar en tus propios pies, en el mismo suelo donde comenzaste a subir y a subir escalones y a subir y a subir y a seguir subiendo. Estoy aquí, escribiéndome. No sé, no lo sé. No sé si es algo placentero o algo triste o algo bonito. Quizás algo raro, fuera de mi ser interno porque, porque, porque, yo siento que me estoy queriendo.

  • Irse

    Ir yéndose, en un gerundio singular y muy desigual, ¿sabes? Te lo voy preguntando, así, precipitadamente y con las dudas saltando a bocajarro desde el precipicio. Abundan las carencias, escasean las caricias, aunque las ennegrecidas… y, si escribo del amor, su polo opuesto -y cojo- me engancha llevándome de pies a cabeza directa a la secta uniforme: el caos.

    Los cables los tengo desenchufados y, además, se enredan entre sí. El que bombardea provoca estallidos, chiquititos, de felicidad, porque la angustia se marchó angustiada. Pero yo sigo aquí, cayéndome aún creyendo que estoy caminando. ¿Realmente? Mi muerte esá, ahí, esperando latente.

    Las tardes de café en la playa (cuadro mental irónico) se desubican, desencajan en mi contexto. ¿Será que tanto me quiero ir que no sé? Ni cómo ni cúando… aunque el acto siga presente.

    Quiéreme, pero vete ya. A mí, en un yo-verdadero, me está costando irme, de ti. De la ficticia sé a la perfección, probablemente idílica y surrealista, que está ida en una vida distinta. Significa que ya se fue. Significa que dejó de quererte. Significa que se está queriendo con certezas. Pero, sin pretextos, continuo describieno al yo-poético. Sí, el que se encuentra al lado inédito e interno del espejo. Créeme, quería fundirse, unirse, al yo-real. Cada una de las sombras se quedan por el transcurso vital, en el pasado aún por florecer. Intentando procesar aquellas roturas al borde de las costuras de mi corazón, he llegado, como he sabido, a una sola  conclusión: que al salir, por fin, del caparazón, en un futuro faltará seguir amándose, (des)armándose de valor.

  • O el desamor

    ¿Alguien me explica qué es el amor?

  • Otro inicio, un nuevo indicio

    Esta semana ha consistido, básicamente, en volver a encontrarme, porque después de ir cayéndome del derecho y del revés, estoy aprendiendo, y es un arte, y un vaivén. Así que me agradezco, sí, a mí. Me escucho, me sostengo. Me estoy queriendo. Ya no se me hace tarde, los días van yéndose y, yo, con ellos, vuelo.

    ¿Sabes qué? Ven, ven y quédate, aquí, en tus raíces y, luego, déjate estallar en otro latido. ¿Pero qué está sucediendo? Que él está allí, sentado con un cigarrillo y el libro abierto mientras voy disfrutando de su mirada, del ir palpitando con paz y mucha tranquilidad.

    A todo esto, ¿A ti cómo te está yendo? Estoy llegando para sorprenderte con mis obras, si es que caben en el concepto de literatura y, ¿Qué será? O, mejor cuestión aún, ¿Qué significa, para ti, estar escribiendo?

    Para mí es un ir sintiéndome en un bucle constante, hermosamente roto.

    ¿Te gustaría leerme? ¡Únete a mis libros!

  • Al vaivén del desamor

    ¿La verdad? Siento que me he desenamorado de ti, siento que se han caído todas las ilusiones. Me siento culpable. He intentado volver a construir, reparar, meter los «te quiero» en el corazón, y solo caben en aquel rincón, metidos, todos, dentro de un cajón. Y ya no puedo más. A causa de ello me estoy rompiendo a pedazos cada vez más diminutos. Soy la tristeza personificada. Voy bailando con ella al son del desamor.

    Y, me cuestiono, ¿Qué es el amor? ¿Para qué querernos? ¿Por qué nos amamos? Siento que ya no siento. La nada, tabula rasa. Un vacío, y otro y otro y otro y se van juntando y a pesar de tantos lloro internamente. La sequía, cada noche, se manifiesta. Créeme, me voy a crear, pero a va ser sin ti porque he dejado de quererte.

  • He muerto

    Voy mareada por mi existencia vital, pues mis alas, saciadas, y todos los pétalos, rotos, y vacíos, se han ido. Tanta sed y, al final, ¿Para qué? Para perderse en un bucle continuo y a rebosar de sequía. Desubícate, esta es la respuesta a todas tus cuestiones que van saltando en tu cerebro. Después, quédate agárrate, aférrate y abrázate con un tipo de cariño inédito, pero sincero.

    Porque de café a café voy perdiendo la fe. Un, dos, tres, reírte del revés. Precipicio ven a mí, ¿O me transformé en este y aquel y el de más allá? Supongo, por colocar alguna palabra absurda, que el pasado tan lejano aún late: se sigue escribiendo. El bolígrafo va dudando entre las certezas y las verdades. Las mentiras escupen realidades a mares. Bueno, enamórate, o enamórame. Bésame los destellos tan rotos, las ojeras ya aburridas de un cansancio inagotable, indesctructible, y sobretodo las alas de mi reflejo. Es que, es que…, de pretexto a paratexto en un bucle y tiro porque me alejo de las sombras. Aunque no lo parezca, me asemejo al reflejo del que todavía le falta latir. Otro partir, irse del poema enfermo, o convertirse en la lírica que está ya fuera del combate. Clavarse la bandera en el pecho, plantar la tristeza en una propia rareza.

    Quédate.

  • Hay días

    Hay días que una se siente rota y cansada. 

    Hay días que una quiere ser arropada.

    Hay días que simplemente queremos que se nos escuche. 

    Hay días grises,

    hay días ennegrecidos.

    Y hay días aún por pintar,

    aférrate a esos,

    como un primer aliento para empezar,

    otra vez,

    queriendo, así, con impulso.

  • Eso que siento es ilusión

    Ahora, estoy en una incógnita, y dentro de un cielo estrellado, y yo, emocionada por algo que aún no sé qué.

  • Apreciando mis recovecos

    Una mañana, saldré y me regalaré unas cuantas flores y, entonces, sabré, que me estaré queriendo para amarme. De mientras, solo llueve.