Etiqueta: literatura

  • El amor, y un poco de ron

    El amor rima con dolor, ¿Por qué le tengo tanto temor? ¿Será cuestión de romper los hilos? Esos del pasado, y pegarse tres tiros, después de que estalle el petardo. Sigo aquí, como cada jueves, quiero decir, viernes, estancándome en mi vaivén. De hueco en hueco porque me ahueco y, adueño, de yo que se qué. Siempre que puedo pico el anzuelo, caigo, muero y me encierro. El bucle parece algo sempiterno y, tanto, que continúo aquí. La poesía, sus versos, fueron aniquilados por la escritora que se suicida una y otra vez entre los manchas ennegrecidas del cielo. Parece que va a flotar la última gota que saldrá a posteriori de de entre mis pestañas, pero aguanta. Está guardándose, ocultándose. Se refugia en la cueva oscura, aguantando. Que sí, que no me mires así. Léeme del revés, quizás comprendas que contando hasta el número tres, culmines en el mismo lugar que no tiene ni hogar.

    ¿Será que el amor propio es quererse a una misma a pesar de cada defecto? Aunque, quizás crearse con efecto es otro suceso, pero yo ya estoy tan cansada de los secundarios, pues me van haciendo daño. Se han acojonado en mi propia cara. Si me florezco o si me dejo de florecer o si, por contra, me obligo a crecer porque las circunstancias vitales me lo ponen en bandeja y de otra solución no queda…

    ¿Qué? Café.

    Luego, y sin querer, saco la bandera roja que afloja y ahí se queda, plantada, pues la motaña rusa está tan alocada y girada y doblada, que acabo yendo a pata coja. Descuélgame esta, que me remata la conciencia y, de tantas cuestiones sin respuesta, el maldito vacío regresa. Yo ya no sé si dolor rima con amor, lo que sí siento es que todavía me aterra la idea de ser querida mucho y mal. Aunque con dos hielos y un poco de ron, quizás, se pasa mejor y el corazón en vez de quedarse atragantado en la garganta, se queda enganchado en el pulmón derecho para provocarte un una parada cardiorespiratoria y percatarte de un solo hecho: que aún le quiero mientras me voy queriendo.

  • Solo me apetece llorar

    ¿Con insomnio? Me enchufo a la música y empiezo a leer, comiéndome la literatura como si no hubiera un mañana, total, ya es de madrugada. ¿Y sabes qué? La nada está latente a rebosar de placeres y vaivenes y nubes grisáceas. La luna brillante, y en soledad, estará latiendo por allá, en algún lado, pero yo sigo aquí, con ojeras y sofocada, que me llegan hasta los tobillos. Será duro el atardecer, o el amanecer, ¿qué más da? Porque golpeará tristemente y yo lo miraré y este me observará enrojecido y me percataré del simple hecho: sonrío porque te quiero, y me duele reconocerlo. Me mata saberlo, pues la consciencia, y el corazón, a conjunto con la irracionalidad reconocible, están, siempre, a flor de piel que estallan a la vez dándome a entender que sí y que no, un jodido vaivén interminable. Tengo los miedos al otro lado de la esquina, que se van tirando por los precipicios de algo intangible. ¿El dolor quizás? Cuando se junta con mis pestañas casi a punto por humedecerse parece que habite en mí un mundo inmenso e infinito de sombras descoloridas y, entre matices, la duda se asoma y yo solo me largo para terminar en otro placer del revés. Píllalo, álzalo al vuelo y arrasa con aquello, pues la vida ya no está conmigo sino sin mí.

  • Chinchín

    Bonito atardecer se ha quedado detrás de mis pestañas húmedas, y mi corazón que se desangra. El pasado, que se refleja en aquel tipo de latir roto, esta para recordarme que sigo entristecida. Coloco prefijos, desencajo sufijos. Pongo puntos suspensivos y comas y acentos, pero el final, el maldito fin es inexistente. Arraigada, armándome de valor, voy de capullo en capullo porque no me queda otra que florecer, que ser, pues dejarme, irme, está de más. ¿Sería buena opción? Supongo que es solo la primera de muchas, sí, el jodido acto de decidir por mí y culminar en la otra cara del fastidio y, así, continuar ahí, en el huequito. ¿Por qué escribo en diminutivo? ¿Para disminuir el estallido? Si la sensación del caerse, arrasarse y matarse en vida es tan profundo que duele igual.

    Sencillamente, dentro de lo complicado, me pasaba por aquí para pasearme, y eso significa que voy a retroceder dos pasos parar hacer un salto y quererme en el otro precipicio de mi queridísimo vacío. Es tan hermoso… se descojona y me hace cosquillas a la vez. ¿Sabes qué? Acabo de perder todos los hilos, los he olvidado y, por consiguiente, me he deshilachado.

    ¿Brindamos esta? Pero por nuestra presencia, que es ausencia. Por nuestro misterioso acto honesto de rompernos a pedazos. La vida, a fin de cuentas, es algo redondo, un círculo, un vicio, un bucle que se va repitiendo. Un cúmulo de cuentas pendientes, que continuarán colgando del tendedero.

    Al grano: me paso por esta hoja ya casi llena de palabrería, y brujería, para concienciarme de que la vida es completamente asquerosa y que, en cuanto antes lo asuma, mejor.

  • Cien sonetos de amor, Pablo Neruda

    Cien sonetos de amor de Pablo Neruda, su seudónimo, porque su nombre legal es Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Bassoalto (1904 – 1973), fue un poeta y político chileno. Entre sus obras, cabe destacar los cien poemas que escribió para su «bienamada»: Matilde Urrutia.

    El poemario se divide en cuatro fases: mañana, mediodía, tarde y noche. Para empezar, en la primera etapa, el escritor describe a su querida comparándola con la naturaleza, incluso personificándola, mientras va recordando, en pasado, lo que fueron ambos. Así pues, interpretamos que el yo-poético sufre por un amor inexistente, pues ya no está, ya sucedió, porque todo a su alrededor, y en su interior, se vuelve gris como un «traje de invierno». Por tanto, solo le queda rememorar anhelando a su amada en quien encontró su «territorio de besos y volcanes.» Incluso después de la muerte, ella seguirá siendo eterna, pues sin saber el cómo, ni el cuándo ni tampoco el dónde, simplemente siente que la ama, y ya.

    En la segunda etapa, él narra cómo el amor de ambos es algo inmenso que se quedará por el recuerdo sin un fin. Además, continúa personificando a Matilde con elementos de la naturaleza y utilizando conceptos y términos de forma exagerada, es decir, hiperbólicament. Y, en cuanto ella se marcha, todo se vuelve frío y oscuro como el invierno, pues su amor es tan grandioso que él le pide, y desea, que el amor que ella da lo siga dando para que el poeta lo continúe recibiendo. Incluso utiliza la contraposición entre el sol y la alegría versus la oscuridad y el silencio y nos va explicando que, con el tiempo, las desgracias se pasarán, irán sanando y se marcharán. Según Neruda, lo único que debería dividir a los hombres es «sino el sol o la noche, la luna o las espigas.» Cabe recalcar cómo la describe, pues ella es «total y breve» ya que «de todas eres una», narra el poeta. En definitiva, nos dice que «así contigo voy recorriendo y amando un ancho Mississipi de estuario femenino», es decir, que así va apreciando y queriendo su desembocadura del río, entiéndase como su sexualidad. Y, por ende, tal como escribe «Dos amantes dichosos (…)» son aquellos en que dos personas que se aman con júbilo, con felicidad, ya que nunca podrá fallecer ni desvanecerse su forma de querer entreambos.

    En la tercera etapa, nos narra que aún así amándose con intensidad, los dolores no van a irse, ya que siempre estarán presentes y latentes, aunque el poeta decide brindarle a su amada un amor bonito, sano y leal para que ella vaya floreciendo. Desde la sombra y la oscuridad, todavía así resurge de allí y la sigue amando en lo más profundo e inmenso de su ser. Con todas sus consecuencias, es un acto muy bonito el hecho de querer a la otra persona y de que esa forma de querer sea correspondida, pero cuando ese ser amado ya no está, el desamor, que es lo que llega a posteriori, es triste y provoca un sufrir constante.

    Ya en la cuarta etapa, el yo-poético describe el acto sexual de forma hermosamente poética y su amada será recordada para siempre, pues él la evoca en sus sueños, transmitiendo cómo la ama y con qué intención e intensidad. Finalmente, la soledad en qué se ha quedado el escritor es muy palpable, aunque hasta un momento determinado quede algo de esperanza, esta se va marchitando. Y, cuando él muera, seguirá amando a su amada y quisiera estar despierto para cuidar de ella y estar presente aún estando muerto.

    Concluyendo, en estos cien poemas, Pablo Neruda define su amor por ella como algo infinito y eterno porque «sólo cambia de tierras y de labios» ese tipo de amor y, cuando ella muera, él morirá con Matilde Urrutia, y la seguirá amando después de la muerte, así que él morirá con ella otra vez, metafóricamente, pues su forma de amar es inquebrantable y, por eso, su amada «aparecerá en otra estrella determinadamente transitoria convertida en amapola.» En resumen, el autor quiere sellar para siempre «la eternidad de un beso victorioso», que es un acto imposible en la realidad y excesivamente irreal, pero bellísimo.

  • La semilla ya florecida

    Quedarme ahí, con las pestañas húmedas y un sabor agridulce. Ven, aquí, a mi lado. Recordémonos, al día de mañana, de una forma bonita, sí, de un palpitar a rebosar de amaneceres anaranjados. Por un precioso precipicio se me caen las puntas puntiagudas de mi cora’, y oye, está bien sentirse nublada, ennegrecida y turbada, aunque el cielo se vacíe adueñándose de no sé qué, de nubes de algodón. Son bonitas, ya que endulzan el alma, y la vida. Así es cómo me encuentro, porque después de todo, habita, siempre, otro lugar con más quizás. Los quehaceres se van yendo, se van quedando atrás, con un sabor raro, extraviado, de mí, a tres escasos pasos de ti, porque, bueno, la cantinela del ser vivo de ser feliz está poco apartada de nosotros. ¿Y de los otros? Vaya burrada; borrón, abro el cajón y el único refrán que huye por la ventanilla de mi cabecilla, se queda atrapado entre ambas ilusiones paralelas como la (otra) yo. Solo quiero matarme, agarrarme, quiero decir, asesinar al reflejo y a mis sombras y al miedo, y escupirles con una sensatez y cariño inmensos e infinitos, para que se conviertan, por fin, en inquebrantables. Sin querer, con intención e impulso, y armándome, anhelo que se abran mis alas y recorran absolutamente todos los recovecos de los cielos ensombrecidos de mis seres internos y, en vez de arrastrarse, arrasen hacia la desembocadura del paraíso para quedarse palpitando de forma eterna, para que la semilla culmine en un quererme sempiterno.

  • La vida, cuando se cae a pedazos

    La vida, cuando se cae a pedazos, es a veces tan triste y hermosamente rota que simulo, sin querer, un romanticismo innato, cuando, realmente, es un grandioso desastre. Los sentimientos parece que están a  flor de piel, del papel, que raspa y rasga y me amarga. ¿Seré yo? ¿O será la mera existencial vital? O será mi otra yo, la metafórica, sí, la que se plasma delante, o detrás, del espejo y su reflejo le va susurrando cosas, bueno, emociones extrañas y, entre todas ellas, cabe destacar la más mortal, y bonita. Entonces, la sombra que se agota y se cae rota y se marcha, así, de gota en gota, me sopla que me va a dar el consejo de no darme ninguno, porque, ¿Para qué? Para fastidiarla, ¿Sabes? Pues continuo mi camino, mi trayecto con toda la indumentaria y la artilleria pesada, y sigo con la bruma que normalmente es escuma, pero que es inmensa, pues es el océano, o aquella ola colérica. ¿Cuándo se me irá la culpa? ¿De qué hablas, nena? De la resaca emocional que voy llevando, así, en un gerundio que tiene poca prisa por acabarse. ¿Y a qué venía? ¿A escribir o a describirme? Perdona por ser tan imprecisa y poco concisa, a veces se me va la cabecita.

    Pues eso, que la vida se me rompe a portazos y voy tirando porque no tengo otra salida, o sí, el caso es que ya no hay caso y, por eso mismo, me arraso. De las heridas, aún algunas quedan por cicatrizar, ya hablé en el pasado, pero es que siguen estando. ¿Y el miedo? Pensé, ilusa de mí, que se lo había comido el hueco. Resulta que está carcomiéndose mientras va relamiéndose cada espina de la rosa todavía marchita.

    Mi trayecto por aquí, ¿Tenía intención? Un impulso raro con un pulso mal calibrado. Estoy temblando por dentro, mi querídismo corazón está arrastrándose y va amándose, pero por un recoveco que es el más pequeño, el diminuto, el del último minuto, o penúltimo.

    Quería, ya lo digo, en pasado (siempre), plasmar cuatro versos absurdos y entrelazar las palabras y dejarme de tantos sentidos abstractos, pero aquí me ves, y no, relatando algo que ni va ni viene conmigo, aunque se aferra a mi ser. Así que, aquí van algunas palabras mal combinadas, conjugándose al son de mi vaivén, nada, escribiéndome, o escribiéndote. ¿Será el otro lado de la máscara? La sincera, la honesta y la leal. ¿Aquella que es bondadosa con el otro espejo? El de la verdad, o la realidad. Mira, acabo de delirar por quinta vez durante el día de hoy.
    Me despido, y me voy.

  • Otra noche más, quizás

    ¿Me he quedado sin texto, sin contexto o sin sentimiento? La sensación ronda por mi corazón y, el hecho es que, bueno, ha muerto un trecho de mí o de mi ser o del reflejo de la sombra ennegrecida que cada noche se plasma mejor en el espejo. ¿Cómo definir o describirme? ¿Y la forma? ¿En qué se queda? ¿En la absurdez de lo abstracto o entre la multitud a rebosar de soledad? Así que, vuelo. Esta vez, o la otra, yo qué sabré, me estampé tan fuerte que me convertí en una mujer estrellada, llena de lunares y vacía de lugares, y con muchísimas tiritas. De las cicatrices ni me hables, déjalas allá, que quedan bonitas. Escúchame: oye, luego huye, aún así ve quedándote y si, por casualidad o causalidad, te permites arañarte la locura y prescindir de la cordura, descúbreme en otro instante, pues eres de las mías. Estoy narrando cómo serían las personas si fuesen personas (humanas), es decir, estoy aquí, yo, para descifrarte y confirmarte que yo soy una de estas. Quédate, sí, quédate si realmente quieres quedarte porque eliges y te escoges sin tanto revuelo, porque, ya lo sabes ¿verdad? Que todos viven de ilusiones y anhelos, pero la vida es tan jodida que te va matando de honestas, y sinceras, realidades.

  • Suicidios ejemplares, Enrique Vila-Matas

    Suicidios ejemplares de Enrique Vila-Matas contiene diez breves textos sobre la muerte. El propósito del escritor ha consistido en trazar un mapa geográfico moral sobre la muerte, justamente cuando uno ya se ha suicidado en vida, metafóricamente, y sigue vivo, tal como nos cuenta en el prólogo «Viajar, perder paises.» En todos los escritos aquel que se suicida siempre contiene su propio hueco, que acaba siendo la misma sensación si lo comparamos con los otros protagonistas y, además, es definido como un vacío existencial continuo.

    Para empezar, por ejemplo, en «Muerte por saudade» el significado del término saudade es aquel momento en que uno tiene «la mirada fija en la línea del horizonte (…)» ya que es «(…) la única plenitud posible, la plenitud suicida.» O, si buscas tu pareja eléctrica, es que eres tu mismo, pero el del otro lado, tu reflejo. Ambos estáis sobreviviendo y la paradoja es que como el narrador está tan muerto de la risa, de tanto reírse, se ha muerto.

    Seguidamente, encontramos a Rosa Schwartzer, quien sin querer vuelve a la vida aún estando muerta, es decir, que al abrir los ojos, sigue viviendo muerta dentro de la existencia vital. Incluso en «El arte de desaparecer» leemos, y apreciamos, lo que es sentirse completamente solo, como Anatol, quien se siente «extraviado», extranjero de este mundo y del suyo propio, pues un escritor que se oculta, y que siempre ha pasado por desapercibido porque, según él, aquello que escribe es algo privado, muy íntimo, aunque cuando llega el día de su jubilación acaba siendo descubierto, pero él, fiel a su forma de actuar y de pensar sentencia que «La obligación del autor es desaparecer.» Y así lo hace.

    En «Las noches del iris negro» el protagonista decide, como los anteriores personajes, suicidarse. Por tanto, el suicidio, desde su perspectiva, es un acto lleno de serenidad y valentía. «La hora de los cansados» es un instante tan hermosamente roto, porque uno está agotado de la vida, solo por el hecho de existir, porque el escritor define esa hora como una en que «(…) en torno al siempre misterioso crepúsculo, esa hora vasta, solemne, grande como el espacio: una hora inmóvil que no está señalada en el cuadrante, y sin embargo es ligera como un suspiro, rápida como una mirada, la hora de los cansados.» Aunque, obviamente, los «cansados también somos unos sentimentales», define el que narra la historia. Los acontecimientos posteriores se suceden de forma interesante, ya que este persigue a un señor mayor, viejo, quien, curiosamente, al sentarse en un bar, saca una carpeta roja en que tiene escrito como título «Informe 1.763. Averiguaciones sobre las vidas de los otros. Histoias que no son mías.» También culmina en el suicidio.

    Además, «Un invento muy práctico» es tan útil que sirve, a propósito, para matarse a uno antes de suicidarse. Esta invención es el acto de escribir cartas o de describirse a una misma. Todos estamos locos de una forma u otra y, para ello, acaba escribiendo una nota en la que narra que se va a suicidar, después de haber sacado de su interior toda la miseria. En «Me dicen que diga quien soy» hay dos personajes quienes dialogan entre sí, una conversación en que observamos que todos los artistas normalmente, por no decir siempre, distorsionan la realidad en sus obras. Uno de ellos se mata y, el otro, elige «hacerse cosquillas hasta morir.»

    «Los amores que duran toda una vida» es tan triste como conmovedor, pero es todavía más triste, porque el amor de la narradora jamás fue uno correspondido, y le duele demasiado. En «El coleccionista de tempestades» habita un inventor quien creaba experimentos sobre el tiempo, y tanto probar, que culmina atrapado en la línea temporal e infinita de la muerte. Y «Pero no hagamos ya más literatura» es una carta suicida breve e intensa a la vez, pues la persona que la ha redactado, dice que al día siguiente se tirará a las vías del metro, un dictamen que no tiene solución.

    En resumen, estos varios ejemplos son declaraciones, veredictos finales, con fin.

  • El amor impropio de mí

    Ir queriéndose a una misma al vaivén del run run del mar. Caerse, y que de corazonada a corazonada salte eso que bombardea dentro de ti tan fuerte, con tanta furia y de un sabor más dulce que amargo. Es la fiera que quiere salir a la profundidad e introducirse en otro amar, para luego enfurecerse de un amor bonito y leal. Es la madrugada de San Juan y con mi falda de flores, de colores verdosos, rosados y azucarados, voy estando bien. Armarse de valor, de uno entristecido y, en el chocar del enamoramiento, la ola nace, la que quiere saborearse, oler a sal y a arena y a cal y a alegría, que trasciende: ha dejado de ser hueco convirtiéndose, y convirtiéndome, incluso a mí, en otro latir. Aunque el cielo esté nublado, siempre va saliendo el sol, o la luna ennegrecida que brilla siendo la soledad absoluta. Ya quiero ser la loba o la bruja o la penúltima vida de la felina hambrienta, porque estoy preparada para lo que venga, y aquellos segundos que se marchan, que machacan o se arrastran… quieren dejarse existir, vivir.
    El ambiente está abstracto, de un sentir bastante cálido, de un ver encanelado, enternecido. Un cuadro, ni gris ni pálido, tampoco lleno de anhelos ni a rebosar de deseos. Está vacío de todos los sacrificios ya hechos, que culminaron, quedándose estrellados en el pasado. Las caricias, los besos y los amantes siguen locos, y la música, que resuena en mis pupilas, solo se dedica a arroparme mientras voy queriendo al son del viento, tocando el suelo y a ras del cielo, en esta playa a las cinco de la mañana, que parece ser, por fin, un invierno estival. Y tanto que derrapo por mis raíces de donde se deshacen o rehacen las cicatrices. ¿De heridas? Pocas, la mayoría ya curadas, u odiadas o alocadas. El caso es que voy a terminar para volver a empezar.

  • El amor se escapó

    Me he dejado la libreta roja, y cada rosa, allá fuera. Se están marchitando, y enfriando, porque se quieren tanto que los colores, y dolores, repiquetean. Suenan los huesos y los reflejos de los espejos, sombras que se van ocultando para luego ir estallando, se van, pero en el otro vaivén. He perdido el tren porque fui caminando del revés por el andén. Los gusanillos de mi estómago se mueven rápidamente, las mariposas se han suicidado después de tantos daños consecutivos. Será el miedo, pienso. O el sufrimiento, siento, atragantado en mitad de mi garganta. El sabor, amargo, y el ir queriéndose de una forma tan sustancial y agridulce, me va matando. Agarro mis raíces por debajo de las pieles: ya no sé. Aún así, me percato de varios hechos, entre ellos, que me quiero querer y, alzando tanto el vuelo, me quedo en el gerundio sempiterno. Dejó de llover, la sequía ahora abunda. Me quiero quedar, de verdad que me gustaría, y sin necesidad. ¿Pero en qué consiste quererse? ¿Y amar? ¿El amor mutuo existiría? Porque si hablo, si narro, aquel de mi pasado, jamás tuvo acto de presencia. Simplemente hizo bomba de humo, y vaya si explotó. A posteriori, tristemente se exclamó, personificándose entre los pliegues, y recovecos, de mi ser que tenía un impulso ahuecado que se transformó el agujero. Aquí me pierdo, en la inercia, entre la peripecia y la voltereta.

  • ¿Qué significa escribir bien?

    El otro día, alguien, no recuerdo quién me soltó un: «Escribes bien». Entonces me puse a pensar, a reflexionar sobre qué sentido tiene, o contiene, la siguiente cláusula, una frase que sentencia y se planta y se queda, instaurándose en tu ser para el resto de tus días. Escribir sí, pero «bien». ¿Quién lo define? ¿Quién no? ¿Qué te dice que sea así? ¿Cómo te lo confirman? Quizás es que soy bastante insegura. Me soplarán, gritándole a los cuatro vientos: «Creételo más, pues eres escritora.» Eso creo, ¿O no? Acaso comprendes para qué escribo? Por necesidad, la de soltar e ir sanando, curándome y florecer, pero hay tantos matices y es un proceso tan largo, porque dura hasta fallecer, ¿Sabes? Aunque yo me maté y a mí me mataron tantísimas veces, incluso de forma real y leal con metáforas pintadas a pinceladas, y esbozos malditos (y marchitos) en la hoja, que mi corazón seguirá vívido.
    Así que, «escribir bien», para mí, el significado que contiene es que mientras te describas y te deshaucies y te marchites y regreses para caerte y, bueno, lo transmitas desde un sentimiento a rebosar de vulnerabilidad, culminarás sintiéndote mal, y lo describirás bien.

  • Querida, la otra yo

    Queridísimo diario, ¿Me sale a cuenta esperar tantos días a alguien? Se rompen los años a añicos combinando con los daños. Le soplé tan intensamente a la esperanza, que se fue deshilachando hasta ahora: acaba de estornudar. La vida va de caerse, de derretirse y que el corazón se vaya, cosiéndose sin aguja. El mío hace ya hipotecas, aún ni empezadas, que se marchó. Estoy triste, ¿Tú no? Los planes cambian, con ello el rumbo. Después de cantar a los pájaros y contar los céntimos que tengo, y desencantarme, dejándome tirada, allá, enturbiada en la parte trasera de mi cabeza, me percato del otro hecho, que solo hay todo un techo y medio trecho: estuve desesperándome, despedazándome, ¿Sabes a quién echaba en falta? O de más… A mí, a mi ser interno, a mis florecillas marchitas, que son lágrimas de cristal arrasando los cielos, los suelos y los infiernos. Estamos enfermos: a veces queremos querernos o que nos vayan amando, apreciándonos. Al final, nos dejamos, y las caricias tan coléricas se transforman en algo monótono, moribundo y gris. Aunque de los cuadros translúcidos, despintados y coloreados de tonalidades ennegrecidas, saldrá la pincelada iluminada, la que se mata convirtiéndose en la estrella. Soy ella.

  • Metafóricamente, yo

    Huí, me transformé en otra yo, metafóricamente poeta, toda rota, o coja. Un vaivén detrás de otro, en un bucle continuo. Ir cayéndose, ir lavándose la cara, que ya toca, que ya es vida de ir naciendo entre los sucesos coléricos, enrojecidos.
    Estoy sana, e ida, porque estar muy de la otra esquina, es recorrer la calle con los pies cortados, ¿Sabes? Aquel, el trozo del papel quebrantado. Déjame decirte… ¿Por qué tantos «lo siento»? ¿Para qué? ¿Qué finalidad habrá? Porque el fin, que consiste en comenzar del derecho, tal vez. Ayer me levanté con el pie izquierdo, y poca cordura. Ya lo he explicado, ¿No?
    Quiero colores, pero se deshacen por el desagüe de mi corazón que le falta una o varias piezas. ¿Cómo se forma? ¿Y por dónde empecerá a florecer? Agarrar el riesgo desde la última coletilla inexistente, aunque presente. ¿Arderá algún tipo de fuego? Aletéame que vuelo tan a ras del suelo que me convierto en el puto cielo.
    Y regresar para culminar en la avenida del instante anterior. ¿Sabes cómo construir un pasado? ¿Y de qué manera se destruye el futuro? ¿Consistirá en morderse la lengua unas cuantas veces? Quizás se trata solo de querer que te acaricien o te pellizquen las pestañas ya desgastadas para que a posteriori renazcan.

  • El viaje vertical, Enrique Vila-Matas

    En El viaje vertical de Enrique Vila-Matas recorremos el vacío existencial tan abismal de Federico Mayol, el protagonista, narrado desde el punto de vista de Pedro Ribera, quien es escritor y dueño del hotel Bom Jesus, último lugar de su viaje donde se hospeda Mayol.

    ¿Pero qué sucede cuando uno mismo se siente tan cómodo en su propio hueco?

    Quiero decir, cuando viviendo muerto, uno se recrea tanto en su tristeza que se queda ahí, cayendo en picado sin parar. Esa sensación comienza a experimentar el protagonista justo cuando Julia, su mujer, le echa de casa ya que quiere y necesita saber quién es. Quiere ser libre. El acontecimiento sucede al día siguiente después de la boda de oro, de los cincuenta años. Ella le deja clara la sentencia: quiere estar sola.

    Ahí comienza el declive emocional de Mayol. Desde Barcelona, pasando por Lisboa y acabando en Madeira donde conoce el escritor que a posteriori narrará a su vida.

    En resumen, ‘viaje vertical’ significa el recorrido que hace Mayol hacia el sur y también su forma anímica de descender, de ir cayendo.

    Porque tal y como escribió Enrique Vila-Matas:

    «Era fantástico notar que se hundía, tal vez porque por primera vez en su vida sabía al menos adónde se dirigía, lo tenía muy claro porque no hacía más que ver una imagen muy concreta de él mismo descendiendo en posición radicalmente vertical hacia el más absoluto vacío, camino al hundimiento total».

    Enrique Vila-Matas

    Y aquí yo me quedo, como Mayol, siendo un paisaje hermosamente doloroso.

  • ¿Los corazones pueden ser dementes?

    Los corazones están dementes, ¿O qué? ¿Pero lo son realmente o solo se convierten en una ficción latente, tan irreal, que duele? Desdibújame y estréllate en la curva de la carretera, la más compleja y estrecha. Ahonda en tu ser, acciónate y déjate parafrasear o narrar lo que harás que nunca lograrás de la forma dicha. De promesas tampoco me hables, en el para nunca se van quedando. Del amor, ¿Cómo se siente? Agárralo, si puedes y quieres, de un soplido, y cómetelo a bocanadas de aire, que las nubes de algodón que flotan en el cielo azucarado lloren de tanta dulzura. Luego ya se encenderá el fuego. Cuando me sueltes, ¿Te recuerdo que ya lo hiciste? Pues rómpete las muñecas en cortar perfectamente el hilo rojo, ese del que nadie sabe, pero todos anhelan con una fe ciega al espero que me quieran como yo quiero. ¿Para qué? Pregunto, si, total, los segundos espacio-temporales entre tú y yo ya están contados, y suspirados. Todos se han esfumado, solo necesito fumarme los pétalos de las rosas marchitas e ir naciendo otra vez, o no haberlo provocado jamás. ¿Te cuestionaste cómo mata el crecer? Y quedarse anclada en el vaivén que viene más que se va.

  • Va a amanecer

    Amanecerá, pero del revés porque los cielos se desbocan, se derraman, deabordándose, y ya. Sigo descendiendo en aquel vaivén que fue tan pasado y está aquí haciendo presencia con su esencia. Me caigo, mírame: soy torpe, pues puse el otro pie y ahora está agachado. ¿Mi corazón? Orgulloso, de mí, obviamente y, aunque hay instantes que alguien, la otra del reflejo del espejo, va cabizbaja, sin querer le hago cosquillitas: se pone a reír como una niña. ¿O es que ya lo es? Quiero decir, ¿ya lo soy? Siempre seré la inocente, y la rota, la muy rota y, de tanto, que explota. Déjame explicarte, o expresarme. Hace un par de años sí que estaba deslizándome por mi otra vida, la gris, ¿sabes? Ahora, desde hace tres tardes atrás, me observo, más que miro, y me veo. Ni sombras ni escupitajos. Eso sí, muchos garabatos e ir abriendo las cortinas mientras entra un sol que flipas y, cómo no, ir cosiéndose a una misma sombra. Hubo tantos meses que estuve a cinco latidos de pegarme cuatro tiros, pero como no había pistola, tampoco vivía en un piso con más de seis ventanas, solo me quedé. Aún así, se sentía: quería. El impulso se quedó retraído, después me puse a correr sin lápiz ni tiza ni papel, simplemente con el corazón que asaltó el tuyo. ¿O ya lo había conquistado? Pues fueron saliendo las palabras a balazos enredados, y muy enternecidos, sí, tenía sabor de nube algodón, de un sentido enamoradizo. Salieron endulzándose, las corazonadas serán ciertas.

  • Leer o no leer y otros escritos, Virginia Woolf

    Adeline Virginia Woolf (1882 – 1941), conocida como Virginia Woolf, fue una escritora británica, destacada por ser una de las figuras más representativas del siglo XX.

    Leer o no leer y otros escritos son críticas de extensión breve, que fueron inéditas durante largos años. Se caracterizan por provocar al lector el hechizo de pensar.

    Los temas son varios, entre ellos cabe destacar el ensayista; el ensayo como a tal; las guías de viajes, que son inútiles; el acto de leer; la literatura londinense; las novelistas; las novelas contemporáneas; los novelistas ingleses, aquellos prejuicios que tenemos o vamos creando sin querer; el ensayo actual; reflexionar sobre la vida; cómo no hay que leer un libro; qué es una buena novela; el centrarse en el presente; un poco de los clásicos, y el ponerse en la piel del escritor. Las dieciséis críticas se enmarcan en el modernismo anglosajón, entrelazados entre sí por la metaliteratura.

    En resumen, una obra literaria va desde ser el más egoísta como, por ejemplo, en un ensayo, hasta romperse y quedarse en goteras, como un poema o un breve texto en prosa. Por eso hay que escribir bien, respetar la literatura y demostrar y hacer desde el corazón. Aunque, según Virginia Woolf «(…) los grandes escritores a menudo requieren de nosotros esfuerzos heroicos para leerlos adecuadamente.»

  • El portazo del amor

    ¿Cómo me digo adiós a mi misma? ¿De qué manera? ¿Dónde está el portazo? Hace daños que me di un porrazo, y vaya tortazo. Me quedé allá levitando en un quehacer del revés. «Quiéreme, Anna, que el espejo de donde vislumbro tu reflejo está hecho añicos.» ¿Será que ahora el impulso es hacia arriba? Ir subiendo escalones, galopando sin casi quererme, ahogándome un día más, un día menos ¿Qué más da? Simple, dicen. Yo solo voy sintiendo entre recovecos, huecos y lugares inéditos me recorro las carreteras de tres en tres y del revés. Me las como: las bocanadas de aire saben tan hermosamente machitas que duelen. Las espinas, las espinas. La sangre derramándose, como el café que tiré esta misma tarde. Mísera de mi propio precipicio. Quiero, quiero otro inicio. Me voy muriendo en el ciclo, el círuclo vicioso. ¿Será que tengo tanta hambre que engullo todos placeres? Será que luego salen por el agujero transparente, y tan translúcido que se suicidó repetidas veces. Maréame la perdiz, dejó de estar feliz. ¿Estado o sentimiento? Ocúltame la verdad, enamórate de la cruda realidad. Oye, concédeme este tristísimo baile, danza conmigo, si pudiese ser para siempre aunque sea un eterno y efímero segundo.

  • El café, un corazón y nosotros

    Le he dado un golpe al café, y se derramó. ¿Será la señal del último volantanazo? Voy escopeteada, siendo una lunática quien por cada día transcurrido se enamora de ti. Irme, que te escurras de mis deseos y que el sueño se haga realidad. ¿Besarte? Quizás. ¿Que me beses las entrañas? Ahí hay tantos ojalás, un vaivén detrás de otro: te estoy queriendo. ¿Cuándo te alcance nacerá la muerte y morirá la vida? Deletréame cómo se siente el amor, así, pellizcándome el corazón, quitándome todas las dudas. Sin sentido corro a buscarte, plántate aquí, quiéreme, sí, de ese amor bonito, sano y leal. Aquel en el que se vuela, en el que representa que ambos abrimos las alas y arrasamos sin miedo a la caída, porque nos confesamos que nos amamos. Sin quehaceres ni bucles ni vaivenes, ¿Bailas conmigo esa canción? Esa en la que repiquetea el corazón, en la que desaparece la razón. Estoy aquí, sin ti, y por cada esapcio, un escalón sube mi corazonada anhelando ser amada, y curada. Apreciando cada pedazo de mis recovecos, joder, vaya formas de estar queriéndome. ¿Te unes a mi rareza? Te concedo el honor de verla. Probablemente te asuste a raudales y huyas a pasos agigantados, pero, oye, aún nos falta algo por vivir, algo sin fin, ¿Sabes qué es? Nuestro propio, y tan hermoso, jardín: si lo cuidamos, de él crecerán las flores, brillarán, y seremos eternos en un mundo donde las rosas estarán infinitamente agradecidas, y florecidas, mientras sigamos latiendo al son del enamoramiento.

  • Y si…

    Si pudiésemos volar, abrir las alas y en vez de arrasar el suelo ir a ras del cielo con tu forma de quererme. Saltar, alcanzar las estrellas, y quedarnos estrellados, ambos ser un nosotros  muy latente. Mirarte, embobarme en tus ojos. Te diría, si estuviésemos enfrente del mar, te diría «Tienes un mirar precioso. La luna se está enamorando de ti.» Luego pensaría, si te sentases aquí, que está tan solitaria, que somos la misma, compartimos soledad y una luz rara. Quizás, en otro ambiente, rescataría aquel cumplido, te observaría directamente y te lanzaría la declaración definitiva: que estoy enamorada de ti y que lo siento, lo siento tanto, y que te prometo que dejaré de quererte algún día… Justo en ese preciso instante me besarías, yo sonreiría y latiría con la cabeza contenta. Se caería el último pétalo de la rosa ennegrecida, y sanaría.

  • ¿El amor es una necesidad?

    ¿Debería serlo? No, y aún así lo sigue siendo, creyéndonos que necesitamos ser queridos cuando realmente el amor consiste en elegir, en el acto de te quiero amar, e ir haciéndolo en un gerundio sempiterno. A posteriori del enamoramiento, solo queda continuar construyendo algo, el nido común, entre dos y ser uno al unísono. Cómo palpitan los corazones, la manera y sus formas abstractas, pues son otros temas inéditos, o no.

    Cuando el amor se convierte en una necesidad es peligroso porque uno, o los dos, se precipitan al precipicio que solo desciende y parece desconocer la salida. ¿Será que es un continuo vaivén? Sí, yo lo viví, lo sentí, porque necesitaba, y cuando una persona, o alma, necesita, otra corazonada bailaría divertidamente y sin tanta pesadumbre en su mente.

    Nos han educado, probablemente de nosotros a otros o de los otros a los demás, que el amor es algo idílico, que lo encontramos siendo príncipes y princesas, pero resulta que el cuento ha cambiado, al menos, en mí. ¿Para qué quiero uno cuando soy la propia reina de mis desilusiones? Si con unas cuantas tiritas y tirándome de cabeza al océano ya me voy curando, ya estoy sanándome, recreándome en otro vals.

    Tanto desamor propio, dejándonos para el final, siendo el penúltimo hueco, porque el último es el cabo atado, que culminamos en el inicio de volver a intentar querernos. Y, oye, no está mal, pero cansa, agota.

    Hace tantos años que me deshaucié, quiero decir, mi yo-poético huyó, ¿Pero de qué? ¿Del dolor o del miedo al amor? Realmente estoy acojonada y acabo cojeando, ¿Y sabes qué? Mata. Aunque, si me enamoré de ti fue por casualidades del destino, pero si quiero estar contigo es porque te elijo, porque quiero quererte e ir floreciendo a tu lado diariamente. El amor es bonito, dicen, ¿No?


    Pd. A continución ¿Te puedo escribir algo?, que está gratuito, ¿Te unes al caos?

  • Enlazar a mi ser

    Desato el pasado, lo anclado ha flotado y aunque volvió lo encallé en el fondo del mar. El sentimiento se está ahogando, pero no tanto. Necesito contarlo, sufrí tan fuertemente. Los varios golpes se dieron de una intensidad que a día de hoy me quiebro, me quiebro, me quiebro… Y, bueno, estoy saliendo del estallido, del bucle jodido: me fui. Ahora estoy presente, latente.

  • Qué hermoso, el quererse

    ¿Sabes qué sabor tiene el amor? Uno agridulce, quizás. En el más allá lo masticarás, incluso lo tragarás. O un balazo chocará contra tu cuerpo invisible e indivisible. Te crearás; serás. Otra forma de palpitar: entre bucles, pues eras tan transparente que, al cabo de diez años contados de pedacitos de arena, sumándose de tres en tres, te ves. Te reflejas en un océano indistinto, pero presente. Estás latente. Después de tantos entonces, te quieres de forma rara, lo eres. Eso de ir y venir y ser y caer y morir son nimiedades y, a pesar de todo, quedas en la nada. En una neblina espesa y tu cerebro es un «tabula rasa» que arrasa. Solo puedes, porque sientes, escribirte, y hay momentos que sin impulso ni lápiz ni papel ni corazón, y con mucha coraza que rebosa tu caparazón. ¿La razón? La dejaste oculta, ¿recuerdas? Sí, me rememoro en otro espejo y con otros reflejos y me percato de algo, de un hecho (o dos): que los días ya están contados y que culmino en la cumbre de mi sencillez, que el atardecer resurge entre mis pliegues risueños y que soy, queriéndome, una nueva mujer ya florecida. Oye, qué bonito se siente.

  • ¿Cómo perder el tiempo?

    Tan sencillo como ir a comerse las bocanadas de aire en el mar, observar el horizonte y creerse que todo está bien. Por un instante, aunque sea efímero, lo es, pues vas creándote en un vaivén sereno y es el más bonito, y sano. Perder el tiempo consiste en perderse a una también, o creer que estás perdiéndote. Solo necesitas abrir los ojos otra vez, agarrar la perdiz, dejarla que vuela más allá del cielo, arrasando las nubes de algodón, y volar, o ir volando.

    Hacía tantos días que me sentía de aquella forma, no sé cuál, simplemente estaba más que era. La verdad es que hay veces que ni te percatas de que estás siendo en un gerundio sempiterno, brillando al lado contrario de las montañas.

    Y, oye, ¿Cómo se siente ir perdiendo tanto el tiempo? Calcúlame los segundos, luego ya hablamos o nos ponemos a contarnos cuentos, de aquellos que están a rebosar de mentiras eternas, pero infinitas. ¿Cuando éramos niños qué? Pues nada, y con todo ello, perdíamos tanto el tiempo, invirtiendo en un nosotros con una amplia sonrisa.

    Pero aquí sigo, perdiéndome en mí: es un acto de valentía muy hermoso, ¿O no? Porque mientras te caes en picado y verticalmente, al cabo de varios daños, te das cuenta de las alarmas, y de tus cuentas pendintes contigo misma. Así que, bueno, no sé qué será ni cómo, solo siento que voy viviendo al son de mi corazón.

    ¿Ahora? Un nuevo punto, y seguido, y a seguir perdiendo el tiempo.

  • La colección

    ¿Qué va a salir de ahí? Una flor bien marchita. Se va colocando en el otro vaivén: el hueco deshauciado. Estamos, ambos, con las nubes grisáceas aún ennegreciéndose más. Duele, mata; la bala arrasa. Déjala bailar(se), déjala que va a volar… decían. Un vacío añadido a mi colección de corazones partidos. No sé, estoy lo siguiente de nublada. Lo siento, ahí, tan adentro, y me desentiendo. Ya lloré… anoche durante la madrugada… Se hizo larga. ¿Y para qué? ¿Por qué todo esto? ¿Hacia dónde voy con ese latir tan intensamente roto? Dímelo tú, por favor, y dame el placer de cerrar la puerta y todas las ventanas cuando te vayas después de matarme el cora’.

  • Siendo feliz como una perdiz

    Llevo días sin describirme, introduciéndome en otro vaivén que viene más que se va. Voy bailando entre mis raíces. De ellas nacen las flores, nacen, y ya no se caen. Y, yo, que me creía perdida, oculta entre sombras, ahora, estas son otros borradores, ya desechados, y guardados en el cajón de mi corazón. Déjame estallar, me dice la otra del espejo donde me reflejo sonriendo. Por fin ya no siento ese «por fin» tan ansiado, y angustiado. Simplemente, ser.
    Soy feliz como una perdiz, o dos.

  • Otro -jodido- vaivén

    ¿Te estoy queriendo? Vaya, jodido, cuestionamiento interno. Dicen, o digo, yo qué sé, que debería hacerme una introspección. Me hice tantas… culminé en la desesperación porque absolutamente todas son meras expectaciones de mí que, al final, se quedaron en eso, en borradores. Ni lápices ni colores. En un grisáceo inédito, algo así como una suerte suertuda, burra. Sabes a helado, a un sabor medio amargo y a mucho chocolate, verde. Quizás, o probablemente, me desencajo en otro cajón y, ¡carajo! ¿Ahí cuajo? Me enaltezco, ya no sé si carezco de lo otro, que sí sé qué es: el miedo, y aquel resurgir de entre las cenizas idas, cicatrizadas y, zás. En un pis pás todo regresa, o se va. Pensé, quise creerme, que fui mía. Luego, que fui (muy) tuya. Lo que olvidé durante veinticinco daños -colaterales- es que, aún así con el pretexto delante (o detrás), que siempre fui yo con mis facetas, percales, estados sentimentales, modos en «off» y fuera, de onda, y todo eso, ¿O qué?

  • A pesar de todo, el amor…

    A pesar de todo, el amor, ¿Qué es? ¿Se comerá a bocanadas de aire? La nada… ¿Se construye con un cúmulo de vacíos inéditos? ¿Se envía a través de aviones de papel? ¿Viaja y desemboca tirándose de cabeza al océano? El mar, de dudas, se lo comerá con sus sombras oscurecidas, de un tono de azul arrugado. Después de la pregunta, aparecen -a borbotones y de forma dispersa e impar- las demás, que son eso: las restantes, las que sobran pero aguantan. Se sostienen en aquel agujero que hace equilibrismo con otros huecos. Se mantienen entre ambas cuerdas. A posteriori van viniendo las verdades, que brotan a escopetazos. Los balazos han dado en los dos clavos exactos. Y no, no se saca uno con el otro, pues se ha clavado tan adentro que muerdo el hierro y me convierto en polvo. Tiempo atrás estallé y vovleré a explotar. Soy una chispa que con colocarse cerca del fuego se incendia la hoguera. Aunque siempre fría por fuera. Los astros, si escribo de ella, la estrella más bella; ha muerto unas siete o trece o veinticinco veces. Dará lo mismo. Y punto final. Casi.

  • A día de hoy soy yo

    Ir yéndose, y vaya formas y qué ganas, sí, de ir yéndome, así, tristemente, mientras el vaivén de la nada y el bucle continuo de quebrantamientos inéditos van naciendo de la deriva hacia la flota marina. Se quedan allá, o aquí. Me derrito, es otra forma de latir, o de surgir entre las flores -marchitas- que van abriéndose paso entre el cielo ennegrecido, ahora, el que se va ocultando al ritmo de las palpitaciones serenas de mi corazón.
    ¿Qué te sucede? O, mejor cuestión, ¿Qué te está pasando? Que la vida ha dejado de petarse los pasos para comenzar a pasearse, que ha dejado de pasarse para pasar, de mí y, terminándome a sorbos muy queridos, he culminado en el auge de mi autoestima.

  • Otra forma de suicidio

    Querido diario, me estoy perdiendo de una forma tan descomunal, tan extraña, que muero una y otra y otra vez. No puedo más. Estoy agotada. Cansada de vivir y de la vida y de todo lo que rodea a esta. Y me quiero suicidar o, escribiéndolo de manera más sutil, quiero desaparecer. ¿Irme? ¿Pero a dónde? ¿Esa sería la solución a todos mis problemas?

    Siempre, la mayoría de gente, que son chusma, porque la sociedad se los ha comido, para luego vomitarlos ya transformados en aquello inútil, superficial, dicen, dicen quiérete. Y yo les respondo con otra asquerosa cuestión: ¿Cómo?

    Explicádmelo de una jodida vez. Estoy hartada, saciada de tanta soledad que solo quiero partirme, o dividirme, el corazón. Provocar su estallido así, de repente, y ya.

    Perdóname, sí, por ser tan directa, tan precisa, tan concisa. Y poco perspicaz. Ya que estamos: gracias. No sé, yo te lo suelto y ya si eso, ¿No?

    Debería hacer… tengo tantas cosas pendientes, entre ellas ir queriéndome que solo sé romperme mientras voy descendiendo por las calles. ¿Me explico? Mientras mis pedazos de mi jodidísimo vacío, cada vez más pequeños, más diminutos, van chocando entre ellos y, luego, luego se mueren más. Se agujerean aún más, si cabe posibilidad alguna.

    Quiero paz y amor y salud. ¿Eso existe? ¿Esas tres sustancias abstractas pueden existir al unísono? Ni puta idea, tampoco tengo ganas, pero estoy hasta el coño. Sí. Así que, bueno, ahí sigo, levitando entre la cuerda que se tensa y, yo, que me aflojo a lágrima viva, y seca, muy seca.

    Si no entiendes por dónde voy, simplemente quédate ahí, conmigo, en el suelo. Siéntate a mi lado mientras me ves caer, y léeme. O, bueno, enciéndete un cigarrillo. No, no lo quiero, fúmatelo tú, porque yo ya me fumé mi jodida vida tiempo atrás y por eso me he convertido en un agujero de donde cuelgan otros vacíos tan huecos. ¿Sabes? Necesito a alguien, o algo, si existiese, que me escuchase, y ya, aún sin comprenderme. Que me mirase a los ojos, ¿Los ves? Llenos de destellos sin esperanza, se van deshaciendo… se marchan, machacados por todo el peso que todavía siento dentro. Ya marchitada, solo queda florecer, ser. Pero, ¿Para qué? Para descender otra vez, y otra y otra y otra. Joder, que la marea me marea. Soy yo la ola colérica, por eso ese vaivén en constante movimiento circular, en un bucle que solo hace que derribar toda la miseria interna. De espejo a reflejo, me dejo la cadencia en otro charco, que se ennegrece. Ahora, me transformo en la nube grisácea, y créeme, es una explosión que detesto.

  • Oye,

    bésame las entrañas que no están húmedas, pero conquístalas con besos enternecidos: quieren amor. Las ojeras, los latidos y cada una de mis sonrisas bailan al son del corazón: se están queriendo para amarse. Me voy a quedar sin latidos de tanto ir armándose. Qué vaivén más sencillo, solo consistía en dejarse ir de forma vertical, que para caer de cabeza al suelo están los sueños rotos. Cómete el miedo, tiene un sabor espeso, está bueno. Al final resultó que eran bocanadas, ¿Sabes de qué? De aire y, léeme, huelen a colores. Ahora soy inmensa: caparazón, razón y el reflejo del espejo somos infinitos. Sencillamente, una (sombra). La escopeta es innecesaria, las balas tampoco las quiero. Con la libreta llena de garabatos, una vida con encanto, las nubes estallando… ¿Para qué quiero siete vidas como la de los gatos? Si ya siento, si ya estoy viviendo intensamente: en una he metido las ocho, incluyendo la muerte. Justo, en el otro momento, el del lado izquierdo ¿O era el derecho? Se me metió adentro una pestaña, spoiler: es la de la suerte. Posdata: me quiero con intención.