Etiqueta: escribir

  • ¿Cómo estás?

    Estoy carcomiéndome las entrañas, las saboreo tan intensamente que acabo por matarme, por hundirme en mi propio hueco porque, al fin y al cabo, soy eso: un conjunto de vacíos o heridas, depende la perspectiva. Estoy ahogándome, pero sobreviviendo, quiero decir, flotando en un océano, invisible, aunque palpita, latente, dentro de mi ser. Son sus olas coléricas, descoloridas que quieren pintarse de alguna forma y, en vez de, eso, se transforman en algo abstracto.

    Han pasado tantos días, que ya ni sé cómo me siento. ¿Cómo voy? ¿Levito o arraso el suelo tocando de cabeza al infierno? Puede.

    Ha pasado el tiempo y su noción se ha perdido entre las nubes grisáceas que van latiendo al son de la lluvia. Y entonces pienso, o me cuestiono, que ya nadie me pregunta cómo estoy y, si alguien, por alguna casualidad, lo hace, no sé responder.

    Los porqués se han marchado a conjunto con las respuestas, todos en un mismo saco, o vuelo, y allá se han quedado. Allá siguen viajando. ¿Dónde? Lo desconozco, y me observo en el espejo, me reconozco, ¿O simplemente estoy tan muerta que estoy viviendo porque sí?

    ¿Cómo estás, nena?, la duda ofende, muerde. Porque mi amor propio, si es que aún habita por aquí, solo se dedica a lanzar el anzuelo y pescar una pizca y otra y otra y otra de un coro de miedos, o anhelos, a rebosar de una fe ennegrecida. Solo queda sentarse sobre una misma, dejar de plantar semillas, arrancar la herida e ir disparando balas para matar la soledad. Aunque, bueno, soy la neblina, tengo demasiadas flores marchitas, me escuece todavía la cicatriz y solo sé esquivar balazos, porque si miro de frente a la tristeza y la agarro para lanzarla al mar, esta siempre se dedica a regresar, en bucle, en un círculo vicioso, hacia mi cobijo.

  • Estoy triste

    Ya he explotado de amor y sigo presente, ausente.
    Y lloro las lágrimas más hermosas,
    de tonalidades naranjas,
    muchas rosas.
    Abundan los amaneceres,
    quiero dos al día
    para empezar de cero y arrancar una buena vida, mi esencia. Mi color, mi dolor.
    Agotamiento mental, cansancio emocional.
    Gritar internamente,
    sentirme o, mejor dicho, ser una demente.

  • Sin color

    Por fin me puedo desahogar,
    soy mar,
    neblina espesa.
    Y todos estamos tristes,
    comemos perdices
    muriendo con profundas cicatrices.
    El terror a mirarme en el espejo
    donde habita el reflejo
    (de mi ser).
    Nunca creí, pero volví.
    Ahora vuelo entre nubes grisáceas,
    tonalidades ambiguas,
    oscuras,
    vívidas,
    o sea,
    ausentes de colores.

  • Mariposas alegremente rotas

    ¿Las ves? Florecen las mariposas, salen a volar. Porque de allí, más lejos del universo, de las montañas y del cielo, derrapan, se alteran. Un golpe continuo a ras del suelo. Les han arrancado las penas. Van con el corazón despeinado, rebelde, porque rebosan alegría. Van repartiendo aquellos chispazos llenos de vitalidad. Sonrisas enigmáticas que enganchan, que enamoran. Es una transformación primaveral. Tan bonita, tan querida, tan sentida. Brillan traslúcidamente. Y saltan, voltean y juegan con sus cicatrices sorteando los miedos. Ya son la felicidad personificada.

  • Caen, caen

    Caen, secas, las lágrimas. Léeme a gota gorda la vida porque ya estoy harta de la letra pequeña, que se presiente y jamás se aprecia. De instinto en instinto y tiro para seguir sufriendo. Recuerdos, fotografías en mi cabeza, de aquella niña feliz y, sobre todo, inocente. Ríete ahora, luego será demasiado tarde.

  • Otra reflexión

    El otro día, conversando con mi pareja, me salieron varias dudas de las cuales, actualmente, reflexiono sobre lo siguiente:

    ¿En qué consiste amarse?

    De esta cuetión nace un mensaje de texto que probablemente nunca le envíe, pero que, seguramente, en un futuro surgirá el tema donde acabaremos acotando, dentro de nuestras posibilidades, el cóctel molotov de incertezas.

    Porque yo, desde muy pequeña, siempre he querido certezas y poner las cartas sobre la mesa. Saber y coincidir a ciencia exacta lo que pasará y será de mi futuro, ya sea a corto o a largo plazo.

    Actualmente, me doy cuenta de que es un «hecho» totamlente improbable, ya que el «hecho» es un deseo o un instinto enganchado en mi ser que cada vez se va deshaciendo para, así, después, poder accionarme y conseguir aquello que quiero realmente.

    Desde mi perspectiva, una relación se basa en construir conjuntamente y, obviamente que muchas veces será la destrucción y que parecerá incluso que con él nos estemos queriendo de forma tóxica, pero para salir de ese bucle y de tal fase, hay que desaprender mucho para aprender. Hay que desamar y amar el doble de lo que te han amado mal. Además, hay que ir queriéndose a uno mismo contínuamente.

    Me dijo que estaba esperando, a lo que le respondo con varias dudas:

    << ¿A qué, amor? ¿A que me quiera? ¿Pero para qué? ¿Por qué?

    Es cierto que me cuesta quererme y que, por momentos, parece que nunca alcanzaré un amor absoluto, pero es que el lograr amarse al cien por cien es imposible.

    Es como nuestro amor, ¿Sabes? Hay días en los que te amo mucho, otros en los que te admiro, otros en los que te quiero y otros en los que te aprecio.

    Pues lo mismo pasa con el amor propio. A veces somos duros con nosotros mismos, pero así nos va, ya que cada causa tiene su consecuencia.

    Lo que quiero decir, o intentar explicarme, es que hay instantes en los que no me quiero tanto, otros en los que solo me aprecio o me acepto o incluso me amo, aunque sea un minuto. Pero así es el amor: quererse en todos los ámbitos desde varios recovecos y en distintas cantidades.

    ¿Que sería mejor amarse con calidad? Sí, ¿Pero quién te asegura que ahora mismo, en este párrafo, te estás amando a tope y saludablemente?

    El amor propio es una carrera de fondo porque consiste en ir esforzándose paso a paso para quererse un poquito mejor que el esfuerzo puesto en el minuto anterior. >>

  • Ya no sé (nada)

    Siempre escribiendo de huecos, recovecos por los que lamerse. Duelen hasta que te acostumbras a los vacíos constantes, latentes. Solo pido quererme bien, ¿Será verdad que la caída son tres miserables segundos? Solo siento que no siento nada. Voy de verso en verso y la palabra estalla. Créeme cuando digo que he muerto varias veces en vida. Descontadas, las heridas, aquellas deshilachadas. Ya no sé nada.

  • Estoy floreciendo

    Sí, estoy floreciendo. O no. No lo sé. Solo siento, antes pienso y llego al raciocinio. Estaba rota, voy creciendo emocionalmente. Es tan hermosamente roto, que lloro, en gerundio. Y vuelo y grito y necesito. Y quiero.

    Haciéndome una introspección mientras me introduzco en mis propios huecos, de donde nacen las estrellas, me doy cuenta de la luz que tengo, dentro. Y algo, o alguien, me arrastra, me detiene. Provoca que retroceda o vaya del revés.
    Un,
    dos,
    tres.
    ¿Qué será? ¿Quién?
    ¿Dónde estoy?
    ¿Qué quiero?
    ¿Cómo lo logro?
    Solo sé certezas, de dudas tengo pa’ aburrir y, aun así, estoy floreciendo porque lo que siento, lo quiero. Lo estoy consiguiendo. Es tan reconfortante saber de dónde vengo y hacia el lugar que voy, que he dejado de morir, que estoy viviendo.

    Tiempo atrás, quiero decir, desde hace años que vivía suicidándome en vida. Lo siento por reiterarme. Me retiro, aquí, en mí y, joder, qué bien es cuando se está bien. Regreso del sufrimiento y me olvido de todas mis cicatrices. Están sanas, estoy saludable. Me estoy queriendo.

    En un futuro, sé, que tendremos una charla, distendida, supongo, que será toda la realidad que necesitaré para decirte adiós y, al mismo tiempo, ponerme un punto y final. Plantar la semilla y, por fin, crecer en una nueva era.

  • Gotas de sangre

    Me saco las lágrimas con los dedos, estoy triste.
    Estoy triste,
    máscaras, sonrisas torpes. Es domingo y quiero verte. Necesito sexo y amor y dejar ir el dolor. Sigo rota, y llena de soledad.
    Me apetece morir y a la vez seguir. Derrapo, derramo gotas de sangre. Son aquellas heridas que siguen quebrantadas. Y vuelvo a romperme,
    estoy rota,
    sigo rota
    y seguiré
    rompiéndome.

  • ¿Salirse de la tristeza o seguir vaciándote?

    Al final es un bucle infinito, aquel instinto animal del desamor propio sin querer y porque sí. Me cuestiono:

    ¿Para qué vaciarse aún más? ¿Por qué odiarse si solo estás a una corazonada de florecer?

    Sí, consiste en volver al arte, a la acción. Se trata de fluir y, por encima de todo, quererse. Ponerle chispitas de amor. Primero, cuídate. Luego, cuida tus sentimientos y a los demás. Dale amor al amor, seguro que, así, recibirás caricias sin dolor. Seguro que chocarás con tus cicatrices. Créeme, se están sanando. Y si te las relames con cariño, acabarán queriéndote y tú a estas.

    El problema está en creer que nos sentimos «bien» en nuestro propio vacío lleno de huecos que estamos queriendo ahuecarlo todavía más.

    Realmente, es un mecanismo de defensa, de comodidad, de conformidad, de zona de confort. Sinceramente, estás pudriéndote ahí dentro. Sal y vete hacia otro mundo. Haz que estalle tu burbuja, vas a sentirte mejor porque estarás rompiendo con tus límites, poniéndote a prueba. Habitará el miedo en ti por cada paso que des. Pero, responde:

    ¿Cuántas vidas tienes?

    Pues, sé presente y siente en gerundio. Desordena, complícate, rompe y llora cuando lo necesites. Aún así, estalla todas tus burbujas de fantasía, pon las alas al suelo y, sí, arrasa con todo, menos contigo. Cuida de tu ser, cuídalo de forma sana y quiérete porque te lo merces. Quiérete…

  • El monte y otro amanecer

    ¿Y si nos rompemos las cicatrices? ¿Y si cambiamos los sucesos deshechos por caricias? ¿Sabes qué pasa? Que voy paseando y no pasa nada y, para no pasarse de la raya, pasando, el presente se fue. La primavera llega, bueno, ya se quedó. Con un simple soplo suave me rompió el corazón. Mi ser interno del pasado, la del espejo. Seré frágil, ¿o ya estaba quebrada? Quizás la vida nos coloca, o reubica, en el monte. A mí me tocó aquel perdido entre un día lleno de sol, y soledad. Y allá me quedé: muerta del asco, en sentido literal. Vulgarmente hablando -lo siento, soy y seré y seguiré siendo así- vaya ascazo. Vaya si duele el dolor. Esperando, estoy, a que las flores sigan floreciendo, ¿Entiendes? Enciéndeme o aviva la llama de aquel ramo que ya murió. Necesito otro amanecer.

  • La idea, ¿Qué es y cómo la alcanzo?

    La idea es un sueño, un deseo o un pensamiento que deambula por el cerebro y, luego, se va tal y como apareció. Es fugaz y, además, letal, porque cuando se marcha y no se anota, desaparece para siempre. Es imposible recordarla.

    Así que, a continuación, te explicaré cómo funciona mi proceso creativo, desde el instante en que alcanzo la idea hasta que la desarrollo para, después, darle los retoques finales, acortando o ampliando ya el texto -con el contexto- plantado en el papel.

    Para empezar, escribo, ya sea una sola palabra, dos verbos, una oración subordinada, un fragmento o un relato. Quiero decir, abro la libreta, digital o en papel, -la que tenga más a mano- y saco de mi cabeza lo que brota de mi corazón. Este proceso lo puedo hacer tantas veces como me lo pida el cuerpo. O ninguna.

    Porque el acto de sentir es tan libre como atado a aquel bucle -tú sabrás cuál- infinito.

    El siguiente paso consiste en moldear esa idea y para ello aporto otras ideas inspiradas en la idea principal o inicial. Luego, voy desarrollando, ya sea agregando o borrando.

    Hay veces en las que improviso. Por ejemplo, cuando escribo los textos de prosa poética para el blog. En cambio, cuando mi idea abarca el calibre de una novela, la preciso partiendo de la creación de capítulos en base a una estructura y a mi sistema que, probablmente, sea de alguien más, pero que yo he ido adaptando a mi metodología. Si te interesa, ¿Cómo escribir el esqueleto de una novela?, será un post útil para ti.

    El objetivo de plasmar la estructura de una idea dependerá por dónde te salga ese instinto animal de sacar la miseria de dentro. Así que, mi consejo es que te dejes llevar mientras le añadas una chispa de racionalidad.

    Del caos nace el arte, si ordenas ese desastre, entonces, nacerá lo extraordinario, lo inususal. ¿Me explico?

    La última fase del proceso, básicamente, trata sobre darle coherencia a lo ya expresado. Será necesario enlazar la historia, darle lógica a la trama y aplicar las normas ortográficas.

    Concluyendo, lo complicado es darle forma a esa idea, porque atraparla al vuelo es lo más divertido.

  • Sal a bailar

    Libros, café,
    la cosa va de cicatrices
    y dolores imperiales, ajenos.
    La cosa, el suceso indescifrable,
    va de algo que yo qué sé qué.
    Porque vamos de dolor en dolor
    y tiro porque sí.
    Arrasando los cielos,
    son suelos, e infiernos.
    Cruzamos las miradas,
    y entre espejo y alma,
    yo.
    Las alas ya lloran,
    están rotas.
    Muriendo en otros,
    viviendo para regresar a la primavera marchita.
    Se va, todo se va, y nos vamos,
    ¿A dónde?
    A cazar peces del vacío, supongo.
    Que se ahogan,
    se quitan sin querer las escamas.
    Sube las escaleras que de bajarlas
    y barajar tanto la baraja te vas a asustar.
    Atúsate el pelo,
    sal a bailar.

  • Cuando termino un texto literario, me siento…

    Al terminar de escribir un texto literario, ya sea una historia breve, un poema o una novela, me siento más vacía aún, pues nunca pongo punto y final a mis sentimientos y, por ende, tampoco a mi literatura. Escribo puntos y seguidos o comas. A veces paréntesis y, otras, puntos suspensivos. Por eso, supongo, se van acumulando en mi interior creando, así, un hueco. Quizás parecerá que por cada sensación, lío argumental y mental, aumenta la oscuridad, pero, créeme, de la negrura espesa nace la luz. De allá arriba van cayendo las estrellas, que son seres todavía por descubrir(se), y se quedan plantados en otro universo, tan bonito y, al mismo tiempo, necesario, pues desconocen el querer, y el quererse.

    Me gustaría explicar cada fase respecto al proceso de escribir. Y me gustaría explicarlo con precisión, pero solo puedo expresar emociones.

    Para empezar, cuando un ser humano vive, significa que está muriendo en vida y, por ello, siente y, tan adentro, que luego es capaz de narrar lo que tiene ahí, en el pecho, y sacarlo fuera para sanarse o romperse más.

    En mi caso, para continuar, lo plasmo a través de las palabras y de una forma tan surrealista… Es decir, escribir consiste en decir verdades, y ya.

    Y, en último lugar, lo publico, ya sea en las redes sociales de forma casi inmediata o en un libro. Es un acto lleno de valentía, es un acción hermosamente rota, pues consiste en que, al terminar el texto literario, acabas de crecer, quiero decir, de florecer porque la semilla ya la plantaste justo en el momento que tuviste la idea.

    Solo puedo decir: siente y, luego, sientáte y escribe.

  • Flores, sonrisas y te quieros

    Me miro en el reflejo de la ventana, la abro. Muchas flores dentro. Soy de provocar la tristeza, que me la como,
    que me la como
    y acabo convirtiéndome en la depresión (ficticia) personificada.
    Mírame, create tu propio pedestal para ti. Hace días, segundos eternos, que lo creé yo. Deformando la realidad, chocando con el cielo y arrasando el suelo. Estoy,
    soy el infierno que está a rebosar de mariposas muertas.
    Ahora, gusano.
    Crecerá para florecer y dime chiquilla,
    muñequita de cristal,
    ¿Estás aquí o allí?
    ¿Vas viviendo o solo mueres para vivir o sigues viva porque sí?
    ¿Sabes qué pasa?
    Que la muerta es tan cercana…
    En vez de (yo qué sé qué), has acabado matándote varias veces, recreándote en el dolor, lamiéndote las heridas. Y buceando en tu propia cicatriz que aún sangra.
    Vas a ser tantos atardeceres y noches con y sin luna llena.
    Engulliste tantas estrellas estrelladas convirtiéndote, al fin, en una de ellas.
    Bailar hacia dentro, me quiero.
    Y te quiero
    y me quiero conmigo y contigo
    y también sin ti.
    Y nos quiero
    y dejé de quererme y quererte y querernos
    para querer en gerundio.
    Presente,
    preséntate ante el tribunal
    de tu sonrisa que brilla,
    que brilla
    y estalla dinamita.

  • Comunicando… ¿Me lees?

    Sí, léelo bien: Aurora actualmente gratis en formato ebook.

    ¿Quieres saber más?

    Quizás te preguntes cómo escribí Aurora. Al principio no se titulaba así, de hecho, era una historia sin título que página a página fue tomando su propia forma. Primero, plasmé en el papel una parte, luego otra y después otra. Y publiqué las tres partes por separado, creando una portada para cada una de ellas. Entonces, me percaté, también a través de críticas constructivas, que algo desencajaba.

    ¿Y si unía todas las partes formando una única historia?

    Un día, nació Aurora y, con ella, una novela hermosamente rota, pues de eso trata: de quebrarse sin querer ni quererse y queriendo porque sí.

    Pd. Gracias por leerme, nos leemos en otra vida.

  • ¿Qué significa para ti ser escritora?

    Ser escritora significa suicidarse en vida constantemente. Significa chocar con mis sentimientos, contradecirme sin querer, sin siquiera entenderme. Quiero decir, el acto de escribir, de sentir, consiste en ir muriendo -siempre en gerundio-, para luego, regresar al mundo terrenal y estamparse, otra vez, con la realidad. Pues escribir, para mí, es engullir sensaciones para después narrarlas sin querer, y queriendo, a través de las emociones que siento y lanzarlas al papel. Es decir, agarrar las palabras, sacándolas de mi corazón, e ir tirándolas por el precipicio -mi vacío existencial- mientras voy observando cómo caen, cómo intentan amarrarse y de qué forma acaban deslizándose por el hueco. El fin está dentro, en vez de llorar, sonrío tristemente, pero alimentando mi paz. La hoja está escrita, tiene texto y contenido, formada por un lío sentimental a conjunto con un quebrantamiento mental. Qué adrelanina gigantesca, se recorre por mis venas justo cuando planto el punto final que, metafóricamente es un punto y segudio, me rindo ante mi propio funeral de palabras. Si cada dos por tres relato mis miserias es porque lo siento. Y me estoy queriendo para amarma entre verso y párrafo y texto y argumento y sentimiento y un sinfín de palabrería que, al fin y al cabo, es pura brujería. Punto y final, escribo, para acto y seguido deletrearme a viva letra, que ser escritora está significando lo que acabo de describir.

  • Muñequitos de cristal

    Después de tantos daños, de tantos ratos, buceo en un mar de dudas, de roturas espesas. Y voy tirando, y se ve algo, un destello quizás. La esperanza se asoma por el alféizar de la ventana. Sale el sol, de mis raíces. Nace una flor. Solo una, en plena soledad. Los pájaros se desgarran, se desangran. Alteran la primavera y de la sangre rojiza sale hierba y mucha tierra y agua en vez de amor. Desaparece el dolor, el desamor y el hecho de dejar de creer en una misma. Morirse para regresar al vacío existencial. Es el bucle que derrapa cada dos por tres en el final contra el inicio, pues arranca y, sin querer, dispara. Autómata (en miniatura). Hay una infinidad. Muñequitos, de cristal, incalculables.

  • Aurora, la trilogía ya disponible

    ¡Hola! Me paso por aquí para comunicarte que Aurora ya ha salido a la venta y que está disponible en formato papel.

    Puedo decir Por fin se acabó, por fin he cerrado una etapa. Ya puedo volar feliz, sanando la cicatriz.

    También puedes leer la trilogía por separado: Café Frío, Otoño Nevado y Alma Gélida.

    Pd. Gracias por leerme,

    Nos leemos.

  • ¿De qué te vestirías siempre?

    Me desnudaría de dudas, de inseguridades, de miedos y de verdades para vestirme de mucha, y pura, realidad. Iría a buscar el traje del amor para, luego, seguir sin ropa y, mientras observo mi corazón en el espejo, llenaría de besos mi cuerpo y el reflejo (oscuro). Lamería cada herida y cicatriz que aún sangrase y me esfumaría, pero a arrasar con todo. Quiero decir, me marcharía a volar, a sonerír y a llorar de una tristeza amarga. Sacaría de mi ser el sufrimiento. Desenchufaría la depresión en persona, o sea, me partiría en dos, para, después, volver a ser yo misma (otra vez). Y así en un bucle indefinido.

    ¿Y qué más? ¿Qué más? Pues me encantaría ser transparente, que por los poros de mi piel trasluciera sinceridad, pero conmigo.

    Desde mi ser interno hacia mi misma, ¿Me explico? Me deduzco, buscando, chocando con los enigmas de mi corazón partio’, y sigo.

    Sigo volando, o buceando, entre un mar espeso, lleno de tierras y olas, extrañas, y al mismo tiempo, coléricas.

    Si pudiese me vestiría de paz, de luz y de chispazos, breves, de felicidad, y también de tristeza. Si pudiese me vestiría de realidad.

  • Sueños rotos

    Estoy empezando a comprender justo ahora que contigo ni paseos ni atardeceres ni tampoco cafés. Que tu forma de amar hacia mí es compartida con otra más y, aunque de distinta magnitud y forma, siempre será así. Me gustaría decirte, deletrearte entre sabores más dulces que amargos que te sigo amando, y que te estoy bajando, escalón a escalón, del pedestal. Este teclear tan presente, que persiste y nos sigue, desea, con todas sus ansias, dejar de ser el vicio, el bucle lleno de amaneceres vacíos. Lo que pasa es ese breve instante al leer una palabra que luego se convierte en historia y acaba siendo narrada. Lo que dejó de ser, ya jamás será pasado y, create, porque para ello solo necesitamos el acto de querer, de accionarnos como hacen los vagones de un tren sobre las vías. Se mueven, ¿verdad? Pues esto debería ser un hecho y no un mero sueño.

  • Aurora, la trilogía

    ¿Recuerdas lo que te conté en uno de los posts? Sí, expliqué varias premisas respecto a la trilogía titulada Aurora que se compone de tres partes: Café Frío, Otoño Nevado y Alma Gélida.

    Pues a día de hoy, puedo decir que ya está terminada, es decir, que la trilogía divida en varias partes se compone de una sola formando así un único libro.

    Saldrá a la venta el sábado ocho de julio del 2023 en los dos formatos, tanto en digital como en papel.

    Si quieres saber más, sígueme en @perezitablog.

    PD. Gracias por leerme,

    Nos leemos.

  • Aire de Dylan, Enrique Vila-Matas

    Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas es una crítica del postmodernismo y trata sobre aquel ser humano que cae en su propio hueco y se hunde descendiendo cada vez más. Ese hombre es Vilnius, artista, depresivo, roto, de donde se desarrollará el conflicto de la novela, en base a sus intríngulis internos.

    La novela se divide en varios capítulos separados por tres bloques: «Teatro de realidad», «Teatro de ratonera» y «Teatro de la memoria». Estos tres bloques o «teatros» son narrados por Vilnius y los capítulos restantes son explicados por el narrador o escritor espectador.

    Así pues, la historia es explicada desde dos perspectivas, es decir, partiendo de un narrador o escritor espectador del cual desconocemos su nombre. Y, la otra visión, es expuesta por Vilnius Lancastre, protagonista principal quien es contrapuesto a Juan, su padre.

    Entonces, el problema principal se mezcla con el personaje que parece secundario, pero que es tan primordial como el protagonista, pues son padre e hijo: Juan Lancastre y Vilnius Lancastre. Uno viviendo a raíz del esfuerzo quien trabaja por tener un futuro mejor. El otro, sobreviviendo como puede, ya que es un hombre lleno de humo en la cabeza, pues su objetivo consiste en el arte de no hacer nada.

    Respecto a la forma en cómo se narran los sucesos, podemos apreciar un contraste entre de qué va el conflicto: sobre la tristeza interna que siente Vilnius a raíz del fallecimiento de su padre. Y, además, cómo es narrado, es decir, desde una visión totalmente subjetiva, pues solo obtenemos diferentes verdades que juntas forman una única verdad, pero nunca una realidad.

    En definitiva, es una obra literaria que va sobre la muerte y la sensación de estar muerto en vida, donde sentimos cada recoveco roto de Vilnius.

  • Deshaciéndome

    ¿Qué decirte? Lo hemos dejado todo a medias,
    mis bragas al suelo,
    la poesía por el cielo
    y un cubo de hielo lleno de fuego.
    Yo solo quise hacer cosas,
    deshacerme de las rosas
    -marchitas-
    y volverme para mirarte,
    otra vez.
    Pero todo fue del revés,
    desde el amor hasta el dolor
    hay una corazonada
    y tres intentos.
    Porque, como dicen,
    a la cuarta vencemos,
    a la quinta nos alejamos
    y a la sexta vamos perdidos.
    Aquello de contar los días que quedan
    ya no es lo mío.
    Voy del vuelo al suelo y,
    después,
    arraso el universo.

  • Domingo de verano

    Hoy ha sido un día cansado. El calor y el viento espeso me cansan. Pensar, sentir y vivir me agota, y más en verano.

    Anoche reflexioné sobre algo que ahora mismo desconozco porque salió de mi mente. Estoy contenta y nerviosa al mismo tiempo.

    Esta semana terminó una etapa, empieza un domingo de verano que se va cuesta arriba porque, ¿Quién lo domina? Yo ya no puedo más, me cuesta seguir y tirar hacia delante. Quería hacer tantas cosas hoy…

    A pesar de todo, hice dos agujeros en la pared, colgué un panel perforado para organizar todas las cosas que tenía en mi escritorio. Estuve gran parte de la mañana. Después, cociné. Sí, patatas fritas con huevo y de aperitivo dos croquetas. He estado comiendo en el balcón al son del aire espeso de la calle. Al terminar, recogí, limpié y volví a distribuir los objetos de mi habitación. Por fin, puedo decir, por fin está terminada.

    Y ahora estoy aquí sentada, que me pesa el cuerpo entero.

  • Un soroll, flors i arrels

    Estava a casa estirada al llit i vaig escoltar un soroll que venia del carrer. Com que no volia baixar a veure d’on venia el soroll, vaig treure el cap per la finestra. De sobte em vaig enamorar. Em vaig enamorar de l’aire pur de la primavera, dels núvols juganers que feien formes abstractes, dels arbres i, sense voler, de les meves flors d’on, temps enrere, van anar creixent les arrels del meu ésser.
    Caminava i jugava amb el pas del temps. Recordo quan era petita que estava saltant damunt les pedres del riu i, jo, tant innocent i ingènua vaig veure un ocell. No era un ocell qualsevol, era una oreneta blava, molt maca qui em va enviar un missatge a través del seu cant.

  • (Des)amor propio

    ¿Qué es el amor? Me cuestiono. ¿Y el desamor propio? ¿En qué consiste? Se come a bocanadas de aire, supongo. Tiempo atrás, por no decir años, por no decir desde cuando era pequeña, me quise, pero del revés. De cabeza abajo y arrasando, siempre, el suelo. Derrapando queriendo. ¿Si uno no se quiere es porque uno no quiere quererse? ¿O porque, simplemente, necesita desaprender para florecer? Así, quiero decir, así de rota me sentí desde que era una niña.
    Lo siento, me disgusta recrearme en el pasado mientras me relamo las heridas, que van cicatrizando, pero quiero analizarme. Por eso mismo, te voy a narrar mis miserias, todas y cada una de ellas.

    Fue un cúmulo de sensaciones extrañas que entrelazándolas se pueden denominar como el vacío existencial. Ser la rareza en la infancia, ser una incomprendida durante la adolescencia y estar sola después del primer amor idealizado para, luego, acabar pariendo la semilla. ¿Qué significa? Que he tenido que destruir y destruirme infinitud de veces, que me he muerto, he matado, incluso me he suicidado en vida para darme cuenta de que, bueno, soy el punto exacto donde se mezcla el atardecer con el amanecer. Sí, soy ese arte puro, extraño y hermosamente roto que, a día de hoy, va pintando su propio lienzo, un cuadro donde habita un océano colérico sumergido en tonalidades primaverales. Es el ciclo de las estaciones, dirán. Es el acto de amarme, digo.

    Y ahí me quedo, abrazando un amor inmenso aún por descubrir, por tocar, por sentir, eso sí, hacia mi ser interno.
    Ahí me quedo, levitando en los recovecos de mi corazón ennegrecido.
    Estoy enamorándome, de mí.

  • Hechas de huecos

    He tenido una semana cargadita de dolores. Entre el catarro, el oído y la queridísima regla, estoy más tuerta que entera. Aún así, sobrevivo, sobrellevo los días que se me acumulan como las ventanas abiertas, o cerradas. La vida es bonita si la miras desde la otra perspectiva, desde el otro lado de mi misma. Porque hay momentos que dejan de serlo, que se refugian en noches de mucha luna llena. Aquella ausencia me habla, mi propia soledad. Me costó arrancarme las alas y, después de aquella desgracia, al fin volé sin ser pájaro. Ni enjaulado ni libre. Presente. Y sigue y quiere y vive. Y seguí y también quise. Y estoy viviendo, sintiendo las heridas escocer. Hacerse daño entre ellas con tanta soledad, pues, al fin y al cabo, están hechas de vacíos, de huecos. Son recovecos sin salida de emergencia y con escasa paciencia.

  • ¿Cómo estás?

    Pues han pasado muchos días y meses, cuyos han sido duros porque los he pasado sufriendo, pero porque yo quise. Elegí hundirme en una tristeza profunda en vez de acariciarla con amor. En vez de cuidarme. Ahora soy una niña feliz, enamorada de mi vida, de mi misma. Quiero decir, estoy sonriéndome. Me observo en el espejo y veo mi reflejo y me mira. ¿Y sabes qué? Me sonríe. Voy caminando con arte. Así soy: un caos artístico. Un cuadro de miradas fugaces llenas de amaneceres.

    Ayer, después de charlar, más con la mirada que con la boca, al final me descubrí, o descubrió -él de mí- que estoy en el mundo terrenal. Aquella idealización se ha esfumado. Todas las ilusiones han desaparecido. Estoy viviendo en la realidad. Por fin toco de pies al suelo. Por fin soy. Así. Tal cual. De carne y hueso y sin corazonadas ni instintos ni impulsos incoherentes.

    Porque es cierto que los seres humanos deseamos volar más allá de las nubes para sentir que estamos vivos y, al final, acabamos muertos, suicidándonos sin poder parar. Sin poder deternos. Nos agarramos a ella y nos despersonificamos y creamos nuestra propia muerte. Un vacío inerte que está, que es ser. Que se convierte en un hueco y luego otro y otro y, sin querer, somos la soledad.

    Todo esto significa que he soltado la bomba que llevaba dentro. Solo queda escribir la miseria pasada para poder analizar, aprender de una misma y crecer.

    Hace unas horas atrás puse la semilla. Me queda florecer y siento tan de dentro hacia fuera que sé que en un futuro habitará un jardín en mi interior.

    Así que sí, estoy floreciendo.

  • Desenchufar un cable

    Hoy me brotan, de mi corazón, las rosas. Están en la fase del crecimiento. Después de la semilla se pierde la vida, porque mueren. Y yo, aquí, tirándome a la avenida por quinta vez.

    Así que sí, me desenchufaría de la tristeza constante que viene para quedarse y ahí levita, estacionándose, aparcando en zona prohibida. Y la herida que sangra, la cicatriz que aviva la llama del dolor, va bailando. Sufrir y morir. Suicidarse. ¿Cuántos golpes más son necesarios?

    Florecer porque ya no queda otra, porque sí. Florecer, obligarse a florecer. Arrancarse los pétalos. Sonreír. Ir y venir.

    Estoy harta de escribir irracionalmente. Solo quiero decir realidades, no verdades, pero, perdón por la excusa, siempre habitan en mí. Llenas de melancolía, ajetreadas, cansadas, tristes. Necesitan muchas tiritas.

    Desenchufarme entera, ese sería un puntazo, o un librazo (perfectamente malo), roto, breve. Porque con un esbozo, tres hojas -sacadas de la primavera que tiempo atrás se instaló en mí- y cuatro pinceladas ya he sacado el cuadro desencajando toda mi vida.

  • La vida es un poema, ¿O no?

    La vida es un breve poema que se complica con el paso de los días hacia la muerte. ¿Y qué son esos días? ¿Cómo se suceden? La perspectiva, ¿Para qué? ¿De dónde viene? Deslumbra, y tanto, que ciega las almas bellas. Créeme, todos, tiramos o, mejor dicho, nos tiramos por los precipicios. Nos hemos suicidado ya varias veces. Quien diga lo contrario es un inculto de la literatura existencial o sino un ignorante que, sin saber, sufrió sin querer(se). Como las huidas, aquellos tubos de escape, las fugas, las fugas… Fugaz, y me comí las estrellas todas y cada una de ellas. Eran, fueron. Brillaron tan intensamente, ¿Sabes? Respóndeme: ¿La vida es un poema o no lo es? Pienso, quiero sentir, que sí. Se abre de un portazo la ventana. Un aire golpea tus alas. Y sin querer se cierra (para siempre). Así es el transcurso vital. Metáfora, para colmo, la primera que se te plantea solo al nacer: ¿Para qué he salido del agujero? Para entrar en otro. Luego el nudo, que lo llevas atado contínuamente en la garganta. Ha subido y ahí se ha quedado, levitando, para después escuchar un único y silencioso estallido. Es el grito final. El dolor ya ha cesado. ¿Entiendes la comparación vida-poema? Literalmente hablando, todo es metafórico. Estamos a rebosar de verdades. ¿Cuántas realidades existen?, preguntaría el loco. Ya te respondo yo querido: miles. A cinco pasos de distancia del poema, antes o después de introducirme en su dulce miseria, me percato de que solo sé escribir sintiendo. En fin, que la vida es un poema.

  • Perder a una amiga

    Perder a una amiga es como perderse a una misma. De aquella forma se sintió. Así se siente. Mirarse en el espejo y solo ver, y no observar, el reflejo sin percatarse de los matices. Saber que estás mal desde aquel día, ser consciente de lo enferma que te pusiste y de cómo sigues. Tener muy presente que decaíste, de que moriste chocando, tristemente, con el bucle infinito.

    No sé para qué, bueno sí, para joderme, descubrí tu sentimiento. Lo que sentiste, y seguro que sigues sintiendo, hacia ella. Percibí, ya desganada, que te enamoraste perdidamente. Tú dijiste que era el principio de un enamoramiento, pero yo, después de leer a Mario Benedetti, tal y como dijo Don Rafael, cuando dices «creo que me estoy enamorando» es que ya lo hiciste hasta la llaga de tu -y mi- marchitado corazón. Fue jodido. Jodida estoy. Morí, muero y voy muriendo.

    Nosotras en aquella cafetería: ella hablando, yo diciendo mucho con la mirada. Callándolas, las palabras, en suspiros, en intentos de argumentar. La mierda ya estaba echada. El suceso ya anduvo su curso. No hubo opción de cerrar la puerta pues el cerrojo estalló, rompiéndose. ¿Y sabes qué? De una vez por todas, nada estuvo de mi parte.

    Me importa poco. Siempre he sido un zero a la izquierda. Prefiero florecer en mi soledad extraña, rota y malbaratada e ir haciendo malabares con mis sensaciones.

    Entonces, apareció el momento. Parecía algo superfluo y al asemejarse tanto a la nada, esa «nada» se convirtió en otro de mis huecos oscuros. El más ennegrecido. Destacó. La oveja negra, le nombraron los otros agujeros. Porque pensé que lo había perdido todo. Reflexioné innumerables veces: estoy sangrando. He perdido tanto que me estoy recreando en los recovecos de mi misma. Y sé que acabaré, para volver a empezar, sonriendo sin hipocresías. Seré un océano cristalino. Mientras tanto, miento.

    Y fin, de la incógnita.