Etiqueta: amor

  • ¿Cómo poner el punto y final?

    ¿Quemando el libro, quizás? Tirándolo en la hoguera o por el retrete. Ya no sé, ¿o sí? Y es que desde que lo coloqué, ahora solo suceden acontecimientos bonitos, como los amaneceres hermosos, y los cielos, que dejan de estar ennegrecidos, y mis recovecos lloran felicidad y a océanos, quiero decir, a mares en una cuerda que en vez de aflojar y tirarse por el precipicio, se dedica a apostar en el sí contínuo. Porque desde que ya no estás, desde que me ausenté de tu vida, y de ti, solo me dedico a sonreír en un ir y venir y quedarme en mí, solo sé vivir. Créeme cuando me digo que estoy siendo otra, que me recreo y me construyo desde el cariño y un amor sempiterno. Ya jamás volverá a ser efímero porque está siendo inmensamente infinito.

  • Cuesta -arriba-

    El café a estallar,
    el cielo demasiado azul
    y yo ennegrecida.
    Quiero otra vida,
    porque
    hoy,
    hoy,
    cuesta -arriba-.
    Desciendo por los recovecos,
    otra vez,
    de mi ser.
    Me quiero ocultar,
    agarrarme el corazón
    y sacármelo de un portazo,
    o porrazo,
    ¿O polvazo?
    Quiero desenamorarme,
    sí,
    de ti,
    y de mí,
    y de nosotros juntos,
    aunque no lo estemos.
    Aunque seamos amigos,
    y ya.

  • La mujer loca, Juan José Millás

    La mujer loca de Juan José Millás trata sobre «la locura» a través de las introspecciones del léxico que hace uno consigo mismo – en este caso Julia, quien dialoga con el propio vocabulario -, es decir desde la gramática y, acaba, el propio autor y, también narrador, definiendo y describiendo, el qué, el cómo y el porqué de un tipo de locura, de un tipo de trastorno mental desde sus crisis iniciales hasta ir estallando paulatinamente en chispazos de lúcidez. Así pues, el escritor nos explica cómo nace este libro, de forma indirecta, y a través de su curiosidad por querer entender qué es eso del «brote».

    Julia, la protagonista, quien trabaja en una pescadería, habla con los sustantivos y, mediante estos, va encajando sus teorías, aunque, al mismo tiempo, se desorienta ubicándose en otro mundo, es decir, en su propia paranoia. Al cabo de un tiempo, decide irse a vivir a un piso compartido y acaba conviviendo con Emérita, una señora destinada a fallecer a causa de su enfermedad sin cura, y Serafín, pareja de la enferma.

    Aunque hay varios finales sin concluir, Millás, termina en el vacío, en su bloqueo ya no como novelista sino como ser humano. Es una sensación que le persigue durante su trayectora para escribir algo que, finalmente, se convierte en una novela, concretamente esta, pero cabe cuestionarnos lo siguiente: ¿Qué es verosímil? ¿Y qué es una novela real, auténtica? ¿Y qué es verdad? ¿Y la realidad, en qué se fundamenta?

    En resumen es una novela con muchos intríngulis como, por ejemplo, las dos facetas de la muerte, ambas posiciones opuestas donde uno se coloca o ya se encuentra colocado por azares de la vida. O el concepto del ‘amor’ y del ‘acto de querer’ y el de ‘no quererse a una misma’ ya que cada ser humano lo percibe y lo transmite de forma distinta. O también la dualidad entre realidad y ficción…, entre otros temas a destacar.

  • Te

    quiero pedir un deseo

    y que se cumpla,

    pero no hay estrellas en el cielo 

    y yo me derrito en mi propio infierno:

    Quiero que seas tú, conmigo, aquí.

  • In crescendo

    Nuestros recovecos son, tristemente, nuestros miedos, que entre sombras y luces, esta vez, navideñas, van brotando, van saliendo a lucirse. Y tanto que ciegan. Parece una perspectiva ilusa, así que, simplemente, nos dejamos latir. Me tiro palpitando.

    Diciembre, bienvenido, otra vez. Aquí, en mi ser, hay una corazonada fría que se combina con una pizca de dolor, y un buen trago de alcohol -imaginario-. Estoy sentada observando cómo los minutos, solapándose, se pasan. Saludo a mis días, que se marchan, y a mi peculiar forma de existir.

    Allá me quedé, brillando intermitentemente. Quiero recrearme en el bucle de la paz, o de la pura felicidad. Se ve que uno no tiene todo lo que desea. Chispea. Mi mente sigue nublándose como el mes pasado, como ayer, un veintitrés de no sé qué. Consciente de ese suceso, y muchos más, regreso al túnel infinito donde me pierdo.

    Quiéreme, pero bien. No sé, de aquel amar bonito y sincero, sin roturas al borde -ni arriba ni abajo ni atrás- de la costura. ¿Me explico? De aquel armarse conjuntamente. Porque estoy ya descendiendo por mis propios precipicios y solo de pensar y también ver la cuesta que va in crescendo, me vuelco en el infierno, y me quedo.

    Lo que sentía, ¿Qué era? Vamos fuera a revolcarnos, a empaparnos, o estrellarnos, de amores completos. De los que se construyen desde el corazón hacia otro tipo de estallido, que seguro que se asemeja al tuyo.

    A ver si será tan simple como soltarse el cabello, desabrocharse la coraza y dejar que entre un poco de viento para, luego, seguir sus pasos con el pulso a flor de piel, y que, de tanto impulso, ir volando lejos, sin siquiera preocuparse de qué manera será el aterrizaje ni de cómo culminrá el viaje.

  • Quiero que me quieran bien

    La ciudad va cayendo mientras las estrellas se seducen por sí solas. Me gustaría ser una de ellas, así, bella. Sin cicatrices ni heridas por sanar, pero soy una gata negra feroz, la lluna llena y al mismo tiempo vacía. Pero soy aquella rosa tan intensa, tan rota, que va matando a los demás sin querer, aún así, intentando amarse. Soy la nube levitando en el cielo que estalla y también el rayo enfurecido. Soy un mar de dudas, la espuma de tu cerveza y el café de las seis de la mañana. Me gustaría ser el libro aún por descubrir, tres versos y un poema de amor. Enamorarme de ti, de mí y de nostros dos. Y de la vida.

    Me gustaría volver a reír a carcajada libre y ser una mariposa que aletea sin miedo a morir.

    Quiero, quiero bailar por las noches en donde sea, sonreírme y decirme sí a cada nueva aventura. Quiero que me quieran bien.

    Desearía que me regalaran flores, ¿Por qué no? Y, y también, que me robaran besos y me encantaría ir a pasear acompañada de alguien a quien le apeteciese verme feliz. 

    Me fliparía fliparle a ese alguien tal y como me flipa a mí.

  • Volver al intento

    Volver al intento del intento, y así recursivamente, de forma contínua, en un ir y venir para luego morir a causa de tantos fallidos. Centrarse, desacelerar, frenar. Porque ese vaivén, con el bucle ya hecho añicos, y tan mío, que hasta lo puedo sentir, tocar, hundir en mí…, aún así siendo transparente. La lucidez se marcha, arranca la pizca de racionalidad latente. ¿Y qué pasa cuando ya lo intentaste, no dos veces sino unas cuantas más? ¿Significa que ya toca rendirse? ¿Que debo tirarme por el precipicio? Ay, digo. Si ya lo hice, sí, eso de ir cayéndome porque quise, porque no pude detenerme.

    Hoy toca celebrar(se), o festejar que seguimos vaciándonos. Agarrándonos a otro tipo de latir, tal vez tan similar. Quiéreme así. Deja de querer crearme otra nueva yo. Porque mañana me habré transformado como la luna; de forma translúcida. Y los amores, los amaneceres, incluso las luces que brillan durante estos anocheceres, sonarán distinto, de colores superlativos, o bucólicos. Acentúando la poesía ñoña.

    Detesto el hecho de apreciar aquello que siempre fui amándolo amargamente. El brillibrilli, los tempos rojizos, el calendario con chocolatitos, aquel dorado y los sentimientos dolor plata. Que me cante villancicos, la niña pequeña que fui una vez, que baile por dentro, con el corazón arrugado de papel de regalo, porque en aquel pasado estuvo repleteo de ilusiones, ahora ya derretidas. ¿Y si solo siguen dormidas? ¿Y si sencillamente hay que encenderlas?

  • ¿Amor?

    Algo ha crecido en mí, 

    la semilla brota,

    la lágrima cae

    de mi alma brilla una estrella,

    florece otra vela,

    la penúltima 

    porque la definitiva quiero apagarla contigo.

    Siento que eres tú

    y que lo serás. 

    Y te quiero,

    para luego amarme contigo

    unidos.

  • Las olas coléricas

    Quiero un océano entero, fuera de mí, porque dentro ya lo tengo.

    Las olas coléricas chocan con mi corazón. Se van disecando las lágrimas. Estoy en sequía y muero y vivo y vuelvo a nacer, y a florecer. ¿Sabes qué? Dame certidumbre porque de inseguridades y miedos tengo pa’ aburrir. Me los voy comiendo a bocanadas de aire mientras saboreo la tristeza mezclada con la sal del mar. La espuma abruma porque abunda. ¿Qué traerá? Aquel pájaro de allá, siento. Me tumbo en la arena. Quiero paz, pero sigo en un bucle continuo. ¿Cómo romperlo? Necesito otro tipo de infinito.

  • ¿Hacia dónde?

    ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde va el corazón? ¿Y el corazón partido? ¿Y el dividido? ¿Y el hecho añicos? ¿Dónde se queda el corazón marchito? ¿Y vacío?

    Solo sé que se pega tres tiros, avanza y, ya, si eso, sigue. Él, se está cansando del bucle contínuo, del vaivén, de agarrarse a la cuerda floja, que afloja. O pone el punto y final o siempre habrá un epílogo, y el más allá que, sin querer, como la miseria, regresará.

    ¿Lo ves? Quizás porque es el suceso ya deshecho, con mucho inicio, y poco impulso. El saber hacia cuál ya es otro cuento, superfluo, o no.

    «Porque yo ya no me enamoro», suelta un latido abatido, rendido.

    «¿Por qué?», le cuestiona su propio reflejo.

    «¿Para qué?», devuelve la pregunta, aunque la duda acaba rebotando, disparando verdades.

    «Si ya lo estás sintiendo», le recuerda el suspiro.

    «Si te estás derrumbando, otra vez», le afirma la consciencia derretida.

    Entonces la propia razón quiere hablar, responder, y termina concluyéndose a ella misma, yéndose, marchándose.

    El penúltimo chispazo de esperanza, ya oculto entre la negrura espesa, se dice, sin quererse, que planta la bandera roja y que se va bajando del amor.

    «Porque no existe», canta el dolor.

    «Quizás sí, quizás habita en algún lugar», sentencia la ilusión, pletórica.

    «¿Dónde estáis, pedazos rotos?», cuestiona la Nada.

    Habrá que reconstruirse, culmina mi cerebro en su momento más sereno.

    «¿Pero cómo?», pregunta el eco resonando débilmente en su propio hueco.

    Luego, abunda el silencio roto.

  • Libro de poemas, Federico García Lorca

    El Libro de poemas de Federico García Lorca (1898-1936) es una recopilación de textos poéticos escritos durante su juventud, entre el 1918 y el 1920, de cuando estaba enamorado, siendo, así, una lírica autobiográfica.

    Lorca comienza describiendo cómo vuela, cómo gira en sí mismo, el corazón, comparándolo con una veleta, que es el título que le pone a su primer poema, haciendo comprender al lector que si no sopla el amor, es decir, si no sopla el viento, el corazón no gira y, por ende, no late. De esa forma se siente el escritor.

    Entonces, el desamor es el tema destacado de su poesía, y en ese color descolorido se va moviendo su sentir. Entre otros temas más específicos, cabe destacar la tristeza, el dolor, la nostalgia, la desilusión, el sin sentido de la vida y, en resumen, el ir muriéndose por amor, pues, ¿Quién no se desgarra cuando un amor no es correspondido?

    El escritor personifica el silencio, creando una propia metáfora de este. Además, comprende que la vida es un tempus fugit constante y que el desamor desemboca sin querer a la tristeza, al dolor contínuo. Incluso eso que siente lo tiene tan adentro que exagera su latir, hiperbolizándolo a través de los árboles en sus raíces.

    En resumen, el poeta ansía ser querido, un suceso que jamás ocurrirá, pues su «querido» está muy lejos de amarle a él. Además, siente una culpabilidad inmensa, pues su corazón está sintiendo algo que va en contra del cristianismo.

  • Un poco de mi caos, o mucho

    Idealizar a alguien y, luego, bajarlo del pedestal es complicado y aún más cuando crees estar enamorada y solo es una ilusión temporal. Porque el enamoramiento viene y se va, pero el amor, ¿En qué consiste el acto de amar? ¿Cómo amamos? ¿De qué forma me amo? Hay veces, instantes, donde hay que hacer introspecciones sinceras, honestas. Así que si no sabes quererte y quieres quererte, cuestiónate y desaprende y lee y reléete y vuelve a aprender. Escribe, nárrate, léete. Vive y sobrevive. Luego, súbete a ti misma en el pedestal, ¿Sabes? Mírate, lo estás logrando. Así que, bueno, tan simple como hacer las cosas, las acciones, con amor, y no mucho, sino uno sano.

    Yo estoy cansada de mi misma, de mi existencia. De pensar y sobrepensar y no llegar a ninguna conclusión o tener dentro de mí demasiadas reflexiones. Me agoto. Pero después de ese no sé qué, del flash, del click, y de unos cuantos más, me quiero. De hecho, me estoy queriendo. Probablemente estés perdido en eso, sí, en esos hechizos. ¿Sabías que el amor no es ni constante ni estable? El amor es como un parque de atracciones: días de todo.

    Si estás en el punto, en ese instante de no saber, o creer saber demasiado, te invito a que te leas, ya sea en voz alta o en voz baja. O a grito pelado. Que da igual, lo mismo porque, en general, la vida consiste en eso, en ir haciendo, en ir sintiendo. En el libre albedrío. Y que si tu estado mental no es similar a otro, disfrútalo igual.

    Vete queriendo, así, con intención, con impulso, con ganas de saborearte. Estoy bien, ir haciendo, como quien dice aún sabiendo que el estar bien es solo un pretexto opacando el contexto, el real.

  • Otro olvido

    Una carta, otro cielo y un invierno en verano. Pensé que florecía, pero me estoy marchitando otra vez. Los precipicios abundan y los miro cabizbaja y desde la cima porque sé que caeré. ¿O ya estoy en el suelo? Derramo la miseria, el dolor, la vida. Eso es sentirme viva. Solo quiero paz, paz, paz, paz… Pero te echo de menos, aquí, en mi cama. Abrázame amor, abrázame. Quiero sentirme bien y por tanto querer me hundo en la miseria de mi ser.

  • Otro domingo

    ¡Hola! ¿Cómo va? Me paso por aquí para comunicarte que ¿Te puedo escribir algo? actualmente está gratuito,

    ¿Te unes a mi caos?

    Pd. Gracias por leerme, ¡Nos leemos!

  • ¿Cómo (des)enamorarme de ti?

    Dímelo tú, si te veo en mis sueños, incluso en la realidad, tú, ahí, como una ilusión. Serán las ganas de verte, de querer quererte, de abrazarte, joder, de tenerte en mí.

    ¿Cómo olvidarme de ti?

    Si tengo tus pupilas clavadas en mi retina. Si soy adicta a tus sonrisas. Y cómo me miras… ficción bandida, vete, vete ya. Que venga la verdad y divida mi corazón en dos, devolviéndome la razón.

    Lo siento tanto por estar enamorada de ti. Por quererte así. Quería ocultar, evitar ese amanecer tan enamoradizo, lleno de colores latiendo, vacío de grises. Es verte y tirarme de cabeza en una ensoñación, la mía.

    Húndete conmigo en ese palpitar tan contento. Contigo a mi lado veo la vida brillar.

  • Poemario gratuito

    Hey, ¿Cómo vas? Yo enamorada, con el corazón rasgado, aunque sea un domingo para echarme de menos, me paso por aquí para decirte que ¿Te puedo escribir algo? está actualmente gratuito,

    ¿Me lees?

    Pd. Gracias, nos leemos. Que abunde el amor propio, que te reboses el pecho de mariposas. Algún día florecerás y será hermoso.

  • Me he enamorado de ti

    El amor eres tú. Ojalá ser nosotros, sin otros, y al unísono. Que nuestros corazones vayan latiendo, así, en gerundio y para siempre, aunque sea como el trayecto de una estrella fugaz, que aparece para destellar. Vuelvo, aquí, a ti, a creer en el chispazo del enamoramiento; la ilusión va creciendo. Tengo el pecho lleno de rosas florecidas. Regálame tus besos, y tus tiempos. Bailemos al son del viento, ya no miento porque estoy despegando. He abierto -queriéndome y queriéndote y queriéndonos- las alas. He dejado de arrasar el suelo, ahora derrapo por el cielo. Provoquemos el incendio, cállame con un beso, o unos cuantos más de esos, sempiternos. Los amaneceres son de otro color. Míranos, somos el lenguaje, imperfecto y real, con ansias, y muchas ganas, se aman. Te he pellizcado tantas veces entre mis quehaceres, quiero decir, hace tiempo que llevo haciéndote el amor desde mis ensueños. Los intentos por olvidarte son fallidos, ya no sé evitarte y ya no quiero reprimirme nunca más. Ceso, me planto colgando la bandera, dejando caer la semilla ya florecida. ¿Empezamos la guerra?

  • La fragilidad de un corazón bajo la lluvia, María Martínez

    La fragilidad de un corazón bajo la lluvia de María Martínez (España, 1979) es una novela actual que narra la evolución del amor, tanto propio como ajeno, pues los protagonistas, aprenden, con el transcurso de la vida, a apreciar sus recovecos internos más odiados.

    La narración tiene dos perspectivas: Darcy y Declan, cuyos protagonizan la trama principal. Así pues, los capítulos, un total de setenta y cinco, son explicados por ellos, intercalándose, y entrelazando entre sí sus intríngulis, ya que necesitan desaprender para aprender a amar, y quererse al unísono y en el mismo tiempo.

    Los personajes secundarios, y muy palpables, imprescindibles para el lío argumental, son el hermano de Declan, Harvey, y el abuelo de Darcy, Stern.

    En resumen, es una historia que, gracias a su sencillez, cala hasta los huesos, provocando que el lector sienta constantemente, para, luego, que se pierda entre sus propias sensaciones y vuelva a encontrarse, o desarmarse para ir queriéndose, otra vez.

  • (Des)enamorarse

    Desenamorarse es tan bonito y a la vez tan duro, que consiste en volver a quererse a una misma. Desaprender. Desgarrarse el corazón, lamerse las heridas contínuamente. Seguir amándose, regarse. Florecer, y florecer otra vez.

    A veces siento que la vida me da puñetazos, que no alcanzo a sonreírme, y me siento culpable por ser infeliz. Por mi inestabilidad emocional. Al mismo tiempo, bailo y brillo y me luzco y saco mi poder lleno de libertad. Ya me siento mejor.

    Actualmente estoy enamorándome de la vida, del mundo, del espacio y del tiempo. Me he enamorado de él y también de mí. Sí, lo estoy haciendo, me estoy apreciando, aceptando. Es el proceso más hermoso de entre todos mis momentos vitales. Siempre en gerundio. Y es hermosamente perfecto. Porque una danza en otro vaivén, en un escalón distinto. Y se mueve a través de su corazón cuando suena, cuando vibra.

    Pintarse de colores otoñales, acurrucarse en las zonas fuera de confort. Salir de la burbuja, provocar su estallido.

    Ser feliz, porque sí, porque te eliges a ti.
    Créeme, es el acto de amor más sensato que puedes, y debes, hacer. Así que, niña, ármate y ámate.

  • Después de morir, toca florecer

    Me siento rara, quiero llorar, ver las estrellas, estrellarme en ellas; son tan bellas. Quiero enamorarme, otra vez, de la vida. De ti, de mí. De nosotros -sin nadie más- diferente, quiero decir, sano. No sé.
    ¿Qué pienso yo? ¿Qué siento? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde vamos, corazón mío? Marchito que va floreciendo. Muere, nace, muere, nace, muere y, al final, seguro que vive. Lo presiento porque lo quiero. Porque, joder, agarro el amor con la yema de los dedos. Saboreo el tiempo, me recreo en un dolor ajeno y, por fin, sonrío mirándome en el espejo donde el reflejo me habla. Me dice, me dice: «Anna, quiérete para amarte. Priorízate, ya sé que lo haces. Anna, enamórate de ti, hazlo, siéntelo con todos tus recovecos. Vas a estar bien y vas a ser feliz».
    Y entonces, se abre un destello, ínfimo, pero infinito. Me quiero para amarme. Me estoy enamorando de mí. A la mierda todo lo demás. Que se joda el viento, la marea y la lluvia. Me empaparé de ella para sentir que estoy viva y que me permito, porque quiero, volar de una puta vez. Volar sin arrasar el suelo ni el infierno. Volar porque soy completamente libre.

    Porque, después de morir, toca florecer. He estado pensando tanto, reflexionando sobre muchísimas cosas, entre ellas, en mí. Y sí, quiero ser feliz: me elijo, me permito fluir conmigo.

    Porque después de sufrir, de destruir y de ir destruyendo a los demás. Después de morirse por dentro, de empaparse de tristeza, de llorar como una loca por algo o alguien o un deseo que jamás se cumplía o una ilusión que, bueno, era eso, una jodida ilusión.

    – ¿Por qué me sentí rota tanto tiempo?

    – Porque no me elegí.

    – ¿Ah sí?

    – Sí, Anna. Elegiste todo lo demás sin ti. Te dejaste oculta entre tus propias sombras. Solo te falta salir y romper con todo. Quiero decir, eres luz, ¿Lo ves?

    – Sí, soy luz. Ahora me quiero.

    Después de tanto tiempo, llega el crecimiento. Lo siento, no te culpo a ti ni a nosotros. Me culpo a mí. Y me perdono por todos los pétalos disecados y rotos que fui dejando por el camino. Ahora solo toca dejarlos allá, plantarme y comenzar, otra vez, a vivir, a volar y a sonreír. Jamás pediré disculpas ni «lo siento» por un pasado que está descompuesto.

    La cosa, ahora, va del revés, ¿Sabes? Sé que cada pedazo de mi corazón ennegrecido ya no lo quiero. Por eso mismo quiero estar sola. Quiero hacerlo sola. Quiero dedicarme tiempo a mi misma sin nadie más. Y si eso implica destruirme, que no lo veo, pues ya me construiré.

    Me tengo a mí y, con este impulso, es más que suficiente.

  • (Des)amor propio

    ¿Qué es el amor? Me cuestiono. ¿Y el desamor propio? ¿En qué consiste? Se come a bocanadas de aire, supongo. Tiempo atrás, por no decir años, por no decir desde cuando era pequeña, me quise, pero del revés. De cabeza abajo y arrasando, siempre, el suelo. Derrapando queriendo. ¿Si uno no se quiere es porque uno no quiere quererse? ¿O porque, simplemente, necesita desaprender para florecer? Así, quiero decir, así de rota me sentí desde que era una niña.
    Lo siento, me disgusta recrearme en el pasado mientras me relamo las heridas, que van cicatrizando, pero quiero analizarme. Por eso mismo, te voy a narrar mis miserias, todas y cada una de ellas.

    Fue un cúmulo de sensaciones extrañas que entrelazándolas se pueden denominar como el vacío existencial. Ser la rareza en la infancia, ser una incomprendida durante la adolescencia y estar sola después del primer amor idealizado para, luego, acabar pariendo la semilla. ¿Qué significa? Que he tenido que destruir y destruirme infinitud de veces, que me he muerto, he matado, incluso me he suicidado en vida para darme cuenta de que, bueno, soy el punto exacto donde se mezcla el atardecer con el amanecer. Sí, soy ese arte puro, extraño y hermosamente roto que, a día de hoy, va pintando su propio lienzo, un cuadro donde habita un océano colérico sumergido en tonalidades primaverales. Es el ciclo de las estaciones, dirán. Es el acto de amarme, digo.

    Y ahí me quedo, abrazando un amor inmenso aún por descubrir, por tocar, por sentir, eso sí, hacia mi ser interno.
    Ahí me quedo, levitando en los recovecos de mi corazón ennegrecido.
    Estoy enamorándome, de mí.

  • Desenchufar un cable

    Hoy me brotan, de mi corazón, las rosas. Están en la fase del crecimiento. Después de la semilla se pierde la vida, porque mueren. Y yo, aquí, tirándome a la avenida por quinta vez.

    Así que sí, me desenchufaría de la tristeza constante que viene para quedarse y ahí levita, estacionándose, aparcando en zona prohibida. Y la herida que sangra, la cicatriz que aviva la llama del dolor, va bailando. Sufrir y morir. Suicidarse. ¿Cuántos golpes más son necesarios?

    Florecer porque ya no queda otra, porque sí. Florecer, obligarse a florecer. Arrancarse los pétalos. Sonreír. Ir y venir.

    Estoy harta de escribir irracionalmente. Solo quiero decir realidades, no verdades, pero, perdón por la excusa, siempre habitan en mí. Llenas de melancolía, ajetreadas, cansadas, tristes. Necesitan muchas tiritas.

    Desenchufarme entera, ese sería un puntazo, o un librazo (perfectamente malo), roto, breve. Porque con un esbozo, tres hojas -sacadas de la primavera que tiempo atrás se instaló en mí- y cuatro pinceladas ya he sacado el cuadro desencajando toda mi vida.

  • Perder a una amiga

    Perder a una amiga es como perderse a una misma. De aquella forma se sintió. Así se siente. Mirarse en el espejo y solo ver, y no observar, el reflejo sin percatarse de los matices. Saber que estás mal desde aquel día, ser consciente de lo enferma que te pusiste y de cómo sigues. Tener muy presente que decaíste, de que moriste chocando, tristemente, con el bucle infinito.

    No sé para qué, bueno sí, para joderme, descubrí tu sentimiento. Lo que sentiste, y seguro que sigues sintiendo, hacia ella. Percibí, ya desganada, que te enamoraste perdidamente. Tú dijiste que era el principio de un enamoramiento, pero yo, después de leer a Mario Benedetti, tal y como dijo Don Rafael, cuando dices «creo que me estoy enamorando» es que ya lo hiciste hasta la llaga de tu -y mi- marchitado corazón. Fue jodido. Jodida estoy. Morí, muero y voy muriendo.

    Nosotras en aquella cafetería: ella hablando, yo diciendo mucho con la mirada. Callándolas, las palabras, en suspiros, en intentos de argumentar. La mierda ya estaba echada. El suceso ya anduvo su curso. No hubo opción de cerrar la puerta pues el cerrojo estalló, rompiéndose. ¿Y sabes qué? De una vez por todas, nada estuvo de mi parte.

    Me importa poco. Siempre he sido un zero a la izquierda. Prefiero florecer en mi soledad extraña, rota y malbaratada e ir haciendo malabares con mis sensaciones.

    Entonces, apareció el momento. Parecía algo superfluo y al asemejarse tanto a la nada, esa «nada» se convirtió en otro de mis huecos oscuros. El más ennegrecido. Destacó. La oveja negra, le nombraron los otros agujeros. Porque pensé que lo había perdido todo. Reflexioné innumerables veces: estoy sangrando. He perdido tanto que me estoy recreando en los recovecos de mi misma. Y sé que acabaré, para volver a empezar, sonriendo sin hipocresías. Seré un océano cristalino. Mientras tanto, miento.

    Y fin, de la incógnita.

  • ¿Qué has aprendido del amor?

    He tenido que desaprender tantas veces… Para comprender al fin, quizás, que el amor no es dolor y que el desamor duele.

    ¿Desamor propio? ¿Amor? ¿Para qué queremos? ¿Qué es el amor? Quiero decir, ¿Qué significa el acto de amar?

    Martirizarse a dudas, ir latiendo a paso lento y vida fugaz. Porque el amor es eso, ¿No? Querer tanto y tan rápido para, después, bueno, tener una caída de tres segundos y un derrumbamiento mental. De un portazo, de un latigazo. Y, de golpe, dejar de sentir(se). Pero yo me sigo preguntando:

    ¿Qué carajos es el amor? ¿Duele?

    ¿Se come a bocanadas de aire? ¿O simplemente se siente? ¿Dónde? ¿En el dedo pequeño del pie?

    ¿Y de dónde surge?

    Supongo que de las chispas del corazón que, en vez de dar tregua, dan mucha guerra.

    No he aprendido absolutamente nada. Porque, no sé, el amor lo es todo, supongo en un intervalo de tiempo inédito. ¿Y el viento? ¿Cuántos días nos quedará para seguir amando o sufriendo?

  • Hablando

    Hablo mucho de este tiempo verbal,
    inédito para mí.
    Y de lo poco que soy presente
    -distante-
    dejo de serlo.
    Qué brutalidad:
    el extremo de cada emoción.
    Cerrar de un portazo
    el corazón
    en un momento de dolor.

  • Sonriéndome

    Créeme que voy con ojeras y que después de tres cervezas soy más humana que princesa. No me interesa. Quiero sólo cuatro segundos, y pasar cuentas para descífrarme. Para descubrirme con intentos y muchas alas que aún así derrapando, puedo despegar. Me faltan tres textos, vivir en gerundio y sonreírme en presente, siempre.

  • Instante etéreo

    Me apetece escribir,
    desangrarme entre letras.
    A balazos y a ratos,
    me muero por besarte en los labios.
    Derrapando en un tiempo inerte,
    tirándolo todo a la suerte
    dejándome llevar,
    y si eso, ya.
    Un mañana que nunca llega,
    un presente que no se vive
    y un dolor interminable
    resurgen día a día
    al mirarme al espejo
    y reflejarme sin querer
    en una brevedad
    siendo el instante etéreo.

  • Horizonte salado

    Necesito mar, mucho mar.
    Y sal y lamerme los labios y estamparlos en los tuyos. Con mi vestido amarillo, desnuda de dudas y miedos, sentarme a tu lado en la orilla. Mirar el horizonte, y luego observarte. Sonreír. Vivir a base de risas en el corazón que late enamorado de la vida, de ti, de mí. De todo. Lo más hermoso es eso: ser en gerundio y amar.
    Qué paisaje,
    ahí.
    Un cuadro pintado a verbos, a tiempos, a latidos. Sin pintura, solo con los sentimientos encuadrándolos en un momento inédito y lleno de nosotros.

  • El cielo

    Ansiamos un cielo,
    otro distinto.
    Más eterno
    y menos breve,
    para introducirnos en él,
    acariciarlo con el corazón
    y dejar de ser noche.
    Comenzar a vivir
    en gerundio
    y a cámara lenta.
    Retroceder y rememorar
    aquellos momentos
    instantáneos,
    escopeteados a balazos.

  • Un cuento perfecto, Elísabet Benavent

    Es un libro que, después de leer las primeras cien páginas, te cala. Y tan adentro que empatizas hasta contigo misma cuestionándote realmente si a ti también te está pasando. Si te estás dejando o si necesitas, simplemente, fluir con la vida como cuando eras una niña.

    Un cuento perfecto es una novela de romance contemporáneo publicada el 2020 escrita por Elísabet Benavent (Valencia, 1984). Esta obra trata sobre la introspección de uno mismo. Sobre la autorrevelación. Una forma de encontrarse, de quererse y de amar.

    Margot, la protagonista de esta historia está rota, vacía, y hace un viaje introspectivo. Después de un ataque de pánico el día de su boda, estalla de la forma más cobarde: huyendo. A medida que avanza la historia se observa una evolución del personaje. La forma en cómo se enfrenta a diversas situaciones, y también emociones, es distinta. No es la misma en el inicio del libro que al final. Su transformación va desde la semilla hasta el hecho de florecer; el acto de amarse. Otros personajes destacables son Filippo, David y las hermanas de Margot (Patricia y Candela), que están muy presentes en su vida.

    Benavent provoca que sientas, sobre todo aquello que hay dentro de ti, para que estalles de un portazo y te estrelles contra la vida. Se trata de abrir los ojos, de abrirte al mundo. Al amor propio y ajeno. Es un cuento tan imperfecto que acaba siendo predeciblemente maravilloso.

  • Un cuento perfecto de Elísabet Benavent

    Es un libro que, después de leer las primeras cien páginas, te cala. Y tan adentro que empatizas hasta contigo misma cuestionándote realmente si a ti también te está pasando. Si te estás dejando o si necesitas, simplemente, fluir con la vida como cuando eras una niña.

    Un cuento perfecto de Elísabet Benavent

    Un cuento perfecto es una novela de romance contemporáneo publicada el 2020 escrita por Elísabet Benavent (Valencia, 1984). Esta obra trata sobre la introspección de uno mismo. Sobre la autorrevelación. Una forma de encontrarse, de quererse y de amar.

    Margot, la protagonista de esta historia está rota, vacía, y hace un viaje introspectivo. Después de un ataque de pánico el día de su boda, estalla de la forma más cobarde: huyendo. A medida que avanza la historia se observa una evolución del personaje. La forma en cómo se enfrenta a diversas situaciones, y también emociones, es distinta. No es la misma en el inicio del libro que al final. Su transformación va desde la semilla hasta el hecho de florecer; el acto de amarse. Otros personajes destacables son Filippo, David y las hermanas de Margot (Patricia y Candela), que están muy presentes en su vida.

    Benavent provoca que sientas, sobre todo aquello que hay dentro de ti, para que estalles de un portazo y te estrelles contra la vida. Se trata de abrir los ojos, de abrirte al mundo. Al amor propio y ajeno. Es un cuento tan imperfecto que acaba siendo predeciblemente maravilloso.