La libertad es como la ilusión, hinchándose como el corazón, como cuando una se enamora, supongo, y luego estalla, de golpe, dejándote más muerta que viva. Y el aliento, a rebosar de todo, se convierte en un cúmulo de vacíos. Te quedas levitando a ras del precipicio. El pensamiento, la duda, de si lanzarte o seguir bailando en tu propio limbo. Trazando el hilo rojo, del que nadie ya habla, que está a punto de romperse. Solo queda provocar el último tirón. Porque, sino, ahí sigues, rozando el límite. Arrancándote el cuerpo, que se cala, que se cala en otro infierno.
¿Siempre ha sido el mismo cielo dónde te has arrimado? Hace tanto tiempo, inédito, que siento sin sentir. El frío va habitando en ti, en mí. Pero, ¿La libertad qué es? ¿Se come, se siente? ¿O cómo? Supongo que se come a bocanadas de aire… ¿La nada? No lo sé, ¿Una novedad? Sí. O necedad. Se sentirá de alguna forma, y palpitará dentro de tu ser y se quedará un buen rato -latente-. Significará dejarse caer y, en vez de estrellarse, volar. Abrir las alas, sonreír con mucha paz.
Últimamente me he sentido así, en una libertad inconmensurable, e irreconocible. Es extraño, pero bonito.
Defino, este acto, ahora, que soy aquel amanecer, roto, y a la vez, lleno de un rojizo esparanzador, como un bombardeo en mi pecho, fuerte.
Deja un comentario