Blog

  • (In)comunicando

    Comunicar, comunicarse, comunicarme con mi ser interno. Siempre, mediante las palabras, a través de la escritura creativa. ¿Llega el mensaje? Mi mensaje, quiero decir, la señal. ¿Cuál? Está ahí parpadeando. La chispa fundiéndose. ¿Sabes qué? Que hace tiempo atrás, días quizás, me comí las heridas, muriendo en los parques. Los sucesos se han deshecho enteros.

    Volviendo, regreso al viento que es de otro color, otro tiempo. Matices y cicatrices. Quiéreme. Y quiero, cuando me observo en el espejo, no querer sino quererme. Y punto, y seguido. O puntos suspensivos. Pasa, ¿Sabes? Pasa mucho que la vida se pasa de moda. Y yo soy una chatarra antigua. Soy chiquilla chamuscada, atrasada, como de las épocas viejas. Soy la ambigüedad personificada. La rotura al borde del corazón. Descosida voy, e incomunicada conmigo, pues sucede que sigo sin saber quien soy. A veces me digo que escribo y yo al escribirme me convierto en escritora. Un instante, dos. Hay tantas facetas como días distintos. Vaya desconcierto.

    Y cuestiono, así, en el aire: ¿ Te comunicas? Yo lo estoy haciendo. ¿El problema? Que soy arma y víctima, que hay un muro alto y espeso entre el yo y mi yo-poético. Entre alma y espejo. Cierto reflejo, me hablas, pero hay interferencias. Las pongo yo, quemándome, rompiendo el juego comunicativo. Quebrando el hilo telefónico, mordiendo el verbo, haciéndome la sorda.

    En realidad oigo, pero no me escucho. Comunicarse con uno mismo, ¿Eso qué es? ¿Se siente?

  • Continuación del amor

    Y también amo la forma en la que callas y estás ausente, aunque presente. Amo tus palabras y, sobre todo, tus acciones. Estás más activo que yo en el mundo. Eres de hacer, en vez de decir. Soy de sentir, en vez de hablar. Porque nos amo así. A nosotros nos amo así. Somos, estamos, seremos, supongo. ¿Seremos?

  • Hola, ¿Hay alguien ahí?

    Sí, y me paso por aquí para comunicarte que a raíz de que hace tres días se me murió la batería del móvil, he abierto esta sección, que puede ser muy interesante.

    Estoy casi incomunicada, sí. Están siendo unos días de aprender a vivir sin redes sociales y sin música. Sobrevivo, de momento.

    Nada, comentarte que esto va a ser un poco de feedback entre tú y yo, entre lector/a y escritora. La verdad es que se me acaba de ocurrir ahora. Mi idea es ir publicando, eso sí, de cara a los domingos. Así que si quieres saber un poco más de mi vida personal… Ya sabes.

    Volviendo al tema, no, no hay nadie. Bueno, sí, solo estoy yo conmigo, pero está yendo bien, supongo. Escribo, ahora, aquí, para contentarme un poco y sacar el dolor y sanar las heridas que ya van cicatrizando.

    Me estoy haciendo a la idea de que la idea ya no es una idea, una ilusión dentro de una burbuja, sino que es la realidad.

  • ¿Qué es lo que más odias que te pregunten? Explica por qué.

    Odio que me pregunten cómo estoy, porque siempre mi respuesta será «Bien» aunque esté muriéndome por dentro. Es triste, pero es mi realidad. No sé, imagínate que estás intentando desconectar, sentada en una cafetería mientras lees lo que sea que te apetezca leer y, de repente, aparece tu amiga y te cuestiona cómo estás. Has tenido no un día sino un mes de mierda, ¿Crees que lo que te aptece es contar qué te sucede y porqué?

    Lo último que quiero es martirizarme más. No quiero relamerme las heridas abiertas, no quiero indagar en mi ser, no quiero morir otra vez, no quiero tener que expresar, no quiero sacar todo lo que me hunde y me hace mal. No quiero porque me doy asco por dentro. Porque le tengo miedo a mis miedos, a mis defectos.

    Si eso, ya lo escribiré. Porque soy así. Cuando estoy triste, escribo. Y si leo aquello narrado, aquel sentimiento que bombardea dentro, será por casualidad. Aquel acto regular, tan común, quizás, lo cotidiano de una escritora, lo habitual, en mi caso, nunca lo es.

    Soy rara, soy única, soy la excepción. Me salgo de la norma, de la etiqueta «normal». Lo sé. Y ya lo asumí. Sí, lo acabo de asumir hace treinta segundos atrás. De hecho, lo vuelvo a asumir. Justo ahora soy consciente de que no soy, de que vivo muerta, de que seguirá siendo así y de que volveré a toparme con la tristeza muchísimas veces más. No soy consciente de que soy consciente y, aún así, vivo consciente.

    Así que, bueno, si te preguntabas qué me sucede, pues te lo digo ahora. Me pasa de todo. Cualquier suceso o sentimiento que puedas imaginar, incluso llegar a experimentar, eso me pasa. Y pasa que el día y la vida y el mes y el año se pasa. Y pasan tanto y tan rápido que ya he muerto otra vez.

    ¿Comprendes? El eco de mis palabras que provienen de mi interior van resonando. A veces, esas palabras que, al final, acaban siendo acciones, tocan canciones graves y tristes, agudas y amargas, breves y alegres. La mayoría son llenas de melancolía. Regresando al pasado, del recuerdo, soy la nostalgia personificada. Si vivo en gerundio es porque me obligo a ser el presente andante.

  • Amarnos

    Giovanni te amo.
    ¿Cómo no te voy a amar?
    De hecho, yo también me amo, pero de distinta forma.
    A ti te amo de forma profunda. Porque amo tu mirada, tu andar y tu terquedad. Amo tu sentir, tu vivir. Tu hablar y tu sentido del humor. Amo la forma en que me miras, tus sonrisas, y hoyuelos, qué tiernos. Te amo.
    Y me amo. Sobre todo amo mis vacíos, tan huecos, tan oscuros. ¿Ves? Me los estoy relamiendo. Me los quiero comer, pero son tan infinitos que no sé si me los terminaré. Me estoy amando, justo ahora. La manera en que pienso, las heridas y las cicatrices que cada vez son más profundas. Y, aún así en ese abismo inmenso, te pienso y te siento porque aunque me amo, te amo. Y amándote, me amo. Es algo extraño. Es algo así como amarnos.

  • ¿Por qué ese vacío?

    Siento que debo llenar un hueco cuando, realmente, la vida consiste en romperse las rodillas y dejar que sangra el corazón para después apreciar la oscuridad y, a la vez, la felicidad. Entender, mientras enciendes la llama de tu ser, que florecer también es ir marchitándote, muriéndote. De ahí nace el arte de ser uno mismo. De la esencia viene el dolor. Creo y deseo en lugar de crear y hacer ¿Por qué me sucede esto? Esa cosa extraña tan existencial… A veces siento que me falta amor (propio) y que se me descuelga el corazón. Y, justo ahora, a cinco minutos para salir de casa, con el café recién hecho, voy tarde. Como cada día que pasa. Voy tarde a la vida, al acto, a la palabra y al verbo en gerundio.

    No sé, ¿Tú qué sientes? ¿Piensas? ¿O solo existes?

    Hacía tiempo que no me analizaba haciendo una crítica constructiva, o destructiva. Intento evitar lo oculto, lo amargo.

    Y tú, ser humano, ¿Para qué estás vacío?

    Cuestión interesante, te la responderé algún día. ¿Para qué estamos vacíos? ¿En qué momento se nos ha pasado por el corazón ahuecarrnos maś de lo que ya somos? Tenemos tan poco… Desde la niñez y durante la adolescencia rompemos la relación con nosotros mismos. Aquel lazo que es invisible porque jamaś estuvo y tampoco estará.

    Lo que deberíamos romper es con los esteorotipos. De esas etiquetas, enganchadas en la frente como si nada, naace la diferencia. Y cada vez nos aislamos más, pues es raro ¿No? Eso, quiero decir, el acto de sentir océanos coléricos.

    Déjame decirte, los atardeceres habitan en ti, eres uno de aquellos que brillan. Eres luz. Créemos encontrarnos. ¿Sabes qué? Que estamos, ahí, palpitando, y tan perdidos. Solo consiste en sonreírse cada mañana delante del espejo. Tu reflejo te está hablando. Quiérele, quiérete. Así, ya sea roto, vacío o ahogado en un sielncioso llanto. Ámale, ámate.

    Me fui por las ramas del sentir, cierto. Solo quería responder ¿Para qué estás vacío? Pues respóndete tu mismo.

  • ¿Cuál es la importancia de lavarse las manos?

    Justo me las estaba lavando cuando me surgió esa duda. Es muy importante lavarnos las manos y ya no recuerdo la respuesta coherente que me di a mi misma, pues supe, en aquel instante, que sin libreta ni teclado ni bolígrafo se me irían las ideas.
    Fui capaz de convencerme diciéndome que seguiría recordando la idea, aquella formada por mí.
    Ahora estoy aquí, sentada delante del portátil y, bueno, quería escribir algo interesante, algo lleno de contenido. Algo. Es cierto que este texto, tan absurdo por cierto, lo es. Pero de distinta forma de la que me imaginé en mi cabeza en el instante en que pensé: ¿Cuál es la importancia de lavarnos las manos? Más concretamente, de enjabonarlas. De darles masajes con las palmas de las manos y los dedos de las manos. Las manos, son curiosas también, pues son una herramienta muy útil para nuestra cotidianidad. Nos facilitan la vida. Le agradezco a mis manos a conjunto con mis dedos el poder que me dan sobre el teclado, sobre el papel y sobre las letras. La literatura es tan bonita y aún así he escrito lo más horrendo que podría haber escrito.
    Es así porque estoy escribiendo sin dejarme llevar por los sentimientos. Es decir, este fragmento de texto, que no sé de dónde viene ni hacia dónde se va, se trata de uno que está escrito con la cabeza
    loca.

  • ¿Podemos ir a mirar cielos?

    Para todas tus preguntas que siempre van a lo mismo: ¿Qué te pasa?
    La respuesta es que la vida pasa y me siento sola en una soledad rara, muy lejana y, a la vez, cercana a mí.
    Si sigo, quizás ni lo captes, probablemente lo percibas brevemente. Eres suspicaz, de hecho, viste cómo miraba el cielo porque te vi mirarlo mientras te estaba mirando. Levitaba un avión. Parpadeaban sus luces, brillando alto. Quiero ser esa estrella. ¿Podemos ir a mirar cielos?

  • ¿Somos humanos? ¿Qué somos?

    ¿O somos traidores de almas? ¿Quiénes somos realmente?

    Seguramente aquellos seres expertos en ir destruyendo mentes, y corazones. Es nuestro arte innato ir rompiendo, ir deshaciendo, y así sin parar. Para, bueno, seguir desencajando las piezas de otros (también seres humanos, o no) y las de nosotros mismos. Es lo único que sabemos hacer: sentirnos extrañamente cómodos en el desastre, en el caos e ir saltando de estallido en estallido. Odiamos, y mucho.

    ¿Por qué odiamos? ¿Para qué? ¿De dónde nace ese odio tan inmenso?

    Por mala suerte, surge de nuestro ser interno, de aquello que no aceptamos, del acto de desamarnos, del hecho de no querernos.

    A causa de los latidos que jamás palpitaron, que no brillaron, de esa llama ya apagada nace nuestro llanto -silencioso o desgarrador-.

    Y es muy desolador, ¿No? ¿Porque no aprenrdemos a observar, a escuchar, a aceptar y a brillar con otros en vez de contra ellos? Al final, amamos porque aceptamos tal y como son los ajenos y porque nos estamos apreciando, es decir, queremos nuestro arte, nuestro dolor, así, en su espléndida esencia.

    Ojalá dejar de ser pobre de corazón. Carecemos de amor, es verdad, ¿Pero por qué no intentamos accionarnos desde el cariño, desde el aprecio?

    Sacar la depresión que está incrustrada, enganchada, e ir brindando amaneceres. Así el mundo sería un lugar más bonito, aunque sigan habitando desgracias. Así los humanos seríamos más humanos y menos autómatas.

  • Ser en gerundio es más bonito

    Los gritos de aquellos que se burlan de tu paciencia son la señal, la única, de que eres más estable, menos furioso. Siéntate, tómate dos cafés, uno por la mañana y, el otro, cuando te de la gana. Sal a bailar, suéltate el pelo, mueve las caderas. Déjate brillar el cuerpo entero ya que después estarás hecho un percal. El caos siempre está, presente por cada segundo que pasa. Solo debes desacelerar, bajar la escalera que subiste ayer y colgarte de la cuerda floja que afloja. Mira hacia el oeste porque o este es el momento o, bueno, se pasó. Quiero decir, la puerta se cerró y tú le tienes vértigo al vivir. Vas pensando en morir. ¿Te has planteado alguna vez desistir? ¿Desenchufarte? Tu pensamiento hace malabares, se enfoca en desenfocar tu cordura y trazar o, mejor dicho, inventar un plan que ya es parte de tu memoria. Aún así, ser en gerundio es más bonito.

  • El perfume, Patrick Süskind

    En El Perfume de Patrick Süskind el elemento principal es el olor, es decir, el olfato es el sentido que guía el libro, más concretamente, al protagonista, que sobrevive -como puede- a las luchas internas de su alma. Y como sufrió, y sigue sufriendo tanto, acaba viviendo una vida miserable y, además, sueña con un mundo suyo distinto, que lo transmite a través de sus acciones violentas, contradictorias.

    Desde el principio se ve como su madre ha tenido una vida dura y como él, Grenouille, vivirá una desgracia continua. Y es cierto, porque lo único que le pasa son tragedias, aunque también las provoque. Son causalidades. Su fortaleza -aquello que lleva, su don- es que tiene el olfato muy desarrollado y puede olfatear cualquier cosa y percibir los olores, sentirlos muy adentro. Así que juega con esa cualidad suya, experimentando siempre a su favor y a su antojo.

    En resumen, El perfume es una introspección del alma de Grenouille, porque Süskind acaba describiendo a la perfección cómo se siente y lo perdido que está cuando tiene crisis existenciales tan internas que duelen, que hacen delirar hasta tal punto de explotar, de volverse loco.

  • Otro latido

    Me he enamorado de mi propio vacío y qué vicio. Los recovecos de mis huesos, internos, se llenan de oscuridad. Se siente muy bien. La caída en picado, la caída al hueco existencial. El perderse para siempre, porque sí, día que pasa, día que sigues viviendo muerta. Así trata tu cuento, tu historia. Solo necesitas un poco de aire, música, pasear entre la gente y pasar desapercibida. Y, luego, sonreír de aquella manera, ¿Sabes? Aquella típica risa rota. La tuya, la que te define en el presente contínuo, quiero decir. Estoy escribiendo. Quiero crear, sentir, plasmar las reflexiones salidas de dudas con infinitas respuestas. El marchitarme se quedó ahí seco, pequeño y ya perdido gracias al viento que dispersó los pétalos de un rojizo oscuro. De otro latido ralentizado que ya jamás regresará del pasado porque es el futuro.

  • Los girasoles ciegos, Alberto Méndez

    Los girasoles ciegos de Alberto Méndez está formado por cuatro historias, entrelazadas entre sí, que narran distintas situaciones de testigos que vivieron durante la Guerra Civil (1936 – 1939) y la posguerra. Estas confesiones desembocan a un mismo lugar: la derrota, es decir, la muerte.

    La novela se divide en cuatro historias. En la primera narración se relata como Carlos Alegría, un hombre rendido ante el enemigo, se entrega como prisionero porque dice que el Comité de Defensa de Madrid se rendirá al siguiente día o en los dos próximos. Así pues, es condenado a muerte por ser un «traidor militar».

    La segunda historia es una confesión a través de un manuscrito encontrado por el narrador, quien es testigo de todas esas verdades. El cuaderno, que contiene veintiséis páginas, trata sobre cómo acaba viviendo una familia que intentó exiliarse.

    En la tercera historia, el protagonista es Juan Senra, quien parece que va sobreviviendo en la segunda galería, porque conoció al coronel Miguel Eymar y va contando a su madre cómo era. Aunque miente continuamente, es decir, se inventa relatos llenos de mentiras. La segunda galería era donde esperaban aquellos que iban a ser condenados a muerte.

    En la cuarta derrota, se explica desde tres perspectivas la vida de Lorenzo, un niño, y su familia. Su madre, Elena, vive una doble vida, ocultando a su marido Ricardo Mazo dentro de un armario.

    En resumen, es una obra literaria donde hay distintas perspectivas de ver y afrontar la muerte, aunque todos los destinos de las cuatro historias van al mismo lugar. Los protagonistas acaban derrotados sin querer a causa del contexto tanto social como político y tienen una evolución significativa: van de mal en peor. Los personajes secundarios son tan necesarios como los principales, pues sirven para comprender los sucesos de la historia de la trama. Van de la miseria a la desgracia, a la muerte real ya que durante la existencia vivieron muertos. Así que, sintieron varias veces la muerte, bailando con su humor tan irónico. Se convirtieron en un sufrimiento continuo, que fueron un vacío eterno, con todos sus huecos definidos.

  • ¿Cuál es el trabajo de tus sueños?

    El trabajo de mis sueños es poder vivir de la escritura. Mi deseo sempiterno es seguir escribiendo y leyendo sin detenerme hasta mi muerte real, porque, de morir, he muerto unas cuantas veces. También he latido sosteniéndome a un vacío hueco y he bailado de su brazo, hundiéndome y saliendo a la superfície de sus jodidos altibajos, de sus quehaceres cotidianos, llenos de roturas, de cicatrices y de heridas que van sangrando de vez en cuando. Entre las nubes y las ramas, que son raíces, a ras del suelo. Y dime, ¿Qué sería de aquel ser humano que todavía vive por vivir, por amor al arte de andar? Créeme, todos nos hemos suicidado en vida más de dos veces. Y, aún así, mi sueño sigue brillando entre un océano colérico, oscuro y lleno de suciedad. Le dicen pulcritud o, quizás, es aquel latido tan sutil que, hasta que la mente no hace un «click», un cambio de chip, se queda ahí, entre la boca del cielo y del infierno, derramando lágrimas sacas. Pero yo he venido aquí a narrar el trabajo de mis sueños y la realidad está superando la telenovela montada en mi cabeza loca, llena de barbaridades, de desilusiones paranoicas. Porque la ficción es que mi corazón sigue latiendo a mil por hora cada vez que una idea cabalga en mí para luego convertirse en letra, en palabra y en verbo. Para, en definitiva, ser acción, ser un estallido y la singularidad personificada. Denominándose, así, el término, como el arte de la creación. Ven, quédate y ama mi caos.

  • ¿Huimos?

    ¿Qué escribo? Me desvivo. Un dolor, otra forma de olfatear la muerte. Desde el infierno y arrastrándome. Aquí, ahora. Quiéreme bien, deséame. La ilusión, dos hechizos -eternos- y la ceniza fugándose. Para incendiarse, antes tuvo que marchitarse. Hablaré, después, de mi ser. Me apetece poco. Quiero un hogar lleno de besos, ¿sabes? Los quehaceres del día a día son los típicos de un amor sano. Bueno, deberían serlo. Porque tantos abrazos vacíos, que se sirven solos, son como cafés fríos. ¿Huimos?

  • Otro texto, ¿El último?

    Se me cayó la venda. Joder si tenías razón, se me ha roto el corazón. Lo sé y lo siento. Siempre fuiste tú, real. No sé, me duele pensar que esto se termine. Me duele más no quererme bien. He sido frágil tanto tiempo. ¿Sabes qué? Me merezco, me necesito. Quiero quererme. Roturas, heridas cada vez más profundas. Las tristezas se me comieron entera y soy la depresión personificada. ¿Algún día toda esta miseria acabará?
    Tenías razón: me enamoré de una ilusión, de un ideal subido en tal pedestal… que ahora que ya te bajé, veo la realidad. Y siento que el amor es desamor. Entonces, irradia el dolor.
    Quería que me quisieras a mi manera, pero esta premisa jamás será posible. Será siempre ficción.

  • Si pudieras «desinventar» algo, ¿Qué sería?

    Desinventaría el dolor que va incrustado al desamor. Desconectaría la forma en que se ama del revés, a los corazones tóxicos. Y, luego, inventaría un amor sano, sin heridas ni cicatrices aún por curarse. Sí, porque es doloroso.

    El desamor es como una patada en el trasero una y otra y otra vez. O como ir cayendo al vacío para después convertirse en este mismo.

    Quizás o, mejor dicho, probablemente otra persona hubiese elegido desinventar otra cosa. Yo voy por el lado de los sentimientos, de aquellos que, no sé cómo, huyo. Intento salirme de esas emociones tan quisquillosas… Intento ser paloma que vuela para acabar arrasando el cielo en mi contra. Para terminar arrastrando mis alas, rotas y desgastadas, por el suelo del infierno.

    ¿Así funciona el desamor? Así va, por encima de todo, y viniendo. Regresando, siempre.

    ¡Choca esos cinco, dolor! Estás de lujo conmigo, estás en tu mejor momento. Celebrando, doliéndote y brindando tus quehaceres cuotidianos a todos los seres muertos y que siguen viviendo. Bienvenido, te abro los brazos. Abrázame y duéleme de la forma más triste y rota que sabes.

  • Caída la venda, roto el corazón

    ¿Cuándo comenzaste a desenamorarte de mí? ¿En qué momento? ¿En qué día empecé a bajarte del pedestal? Escalón a escalón hasta la desilusión. Ahora eres real. Quiero cegarme por amor, que continúes siendo un personaje ficticio porque darse de bruces contra la realidad me está doliendo más de lo normal. ¿Cuándo he dejado de enamorarme de ti? Te veo, tú. Siempre fuiste tu mismo, en todo tu ser. Elijo, ¿El qué? ¿Seguir queriéndote así? ¿Y si me amo? Me estoy rompiendo. Dicen que es porque floreceré. ¿Cuándo?

  • ¿Qué has aprendido del amor?

    He tenido que desaprender tantas veces… Para comprender al fin, quizás, que el amor no es dolor y que el desamor duele.

    ¿Desamor propio? ¿Amor? ¿Para qué queremos? ¿Qué es el amor? Quiero decir, ¿Qué significa el acto de amar?

    Martirizarse a dudas, ir latiendo a paso lento y vida fugaz. Porque el amor es eso, ¿No? Querer tanto y tan rápido para, después, bueno, tener una caída de tres segundos y un derrumbamiento mental. De un portazo, de un latigazo. Y, de golpe, dejar de sentir(se). Pero yo me sigo preguntando:

    ¿Qué carajos es el amor? ¿Duele?

    ¿Se come a bocanadas de aire? ¿O simplemente se siente? ¿Dónde? ¿En el dedo pequeño del pie?

    ¿Y de dónde surge?

    Supongo que de las chispas del corazón que, en vez de dar tregua, dan mucha guerra.

    No he aprendido absolutamente nada. Porque, no sé, el amor lo es todo, supongo en un intervalo de tiempo inédito. ¿Y el viento? ¿Cuántos días nos quedará para seguir amando o sufriendo?

  • Dialogando con el café

    Simplemente quería un café y charlar, yo qué sé, de la fe. Reírnos un rato (largo), que quede constancia de nuestras sonrisas. Bueno, aquí estoy: tomándome la fe sola y dialogando con el café, ya frío. Ya roto y vacío. Quiéreme, digo, creemos juntos. Estamos más separados que nunca. Duelen, mis alas están quebradas. Mi mirada habla sin querer. La esperanza se deshace.
    Debería aprender de la vida, de mi misma. Debería. Solo es enero, uno eterno. Destruirme para volver a florecer…, ¿O es que siempre me marchito?
    Los pétalos van cayendo,
    van muriendo.

  • El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

    En El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, el autor compara metafóricamente y analiza la vida adulta desde el punto de vista de un niño.

    La aventura, o desgracia, comienza porque un adulto se pierde en medio del desierto y se encuentra a un niño llamado ‘El Principito’, quien recorrió distintos mundos denominados como regiones de asteroides. El niño, es decir, ‘El Principito’, le va contando las historias a su compañero adulto, un aventurero solo y perdido por el mundo.

    Los distintos planetas son un total de siete: el del rey absolutista y universal, el del hombre del sombrero, el del bebedor, el del hombre de negocios, el del farol y el farolero, el del señor viejo que escribe libros gigantes y, por último, el de la Tierra. De todos ellos podemos extraer distintas conclusiones y reflexiones gracias a los pensamientos que va expresando el niño.

    El Principito se divide en veintisiete capítulos breves y contiene varias ilustraciones, dibujadas por el autor, con alguna cita interesante que provoca el acto mágico de pensar.

    Así pues, es una obra llena de emociones, metáforas y pensamientos de los cuales el lector acaba empatizando.

    En definitiva, el niño de nuestro interior siempre debería estar vivo, pues si miramos más allá, en el cielo, quizás vemos una estrella, que nos recuerda quién es él y, a la vez, quiénes somos nosotros.

    ¿Estamos vivos? ¿Nuestro corazón palpita?

  • ¿Eres creativo/a?

    Sí, porque invento historias, buceando entre las nubes grisáceas de mi corazón, cuyo va bombardeando hechizos rotos. Porque vivo más en mi mundo imaginario que en el mundo terrenal. Ya no toco de pies al suelo, vuelo, vuelo. O nado entre las olas coléricas de mi mente. Y me gusta serlo. Adoro mi caos. Es algo que lo llevo en la sangre. ¿Contagiaré el arte? ¿Contagiaré mi arte? ¿Acaso inspiro? Me deleito entre las letras, levito gracias a la literatura ya sea de otros, o mía. Es cierto que últimamente he dejado de escribir(me). Quizás es que estoy en otra fase lunar. Ya no sé si las flores se marchitan o provocan mi deterioro. Solo siento y voy haciendo.

    ¿Y tú eres creativo/a?

    Si puedes inventar, crear, creer y florecer y a la vez marchitarte. Si puedes cantar, bailar, escribir y volar. Ser pájaro enjaulado y, luego, en tu propio arte, sumergirte en una oscuridad profunda e intensa, entonces sí. Lo eres.

    Hoy es uno de estos días sin el arte enganchado en mi paleta de tonalidades negras. Mi corazón. Es cierto que escribo, que dejo moverme sobre la nada. Hoy estoy fluyendo porque estoy agotada. Mis días cada vez son más pesados y debo hacer tantas tareas… Pendientes y precipicios. Una agenda con mil anotaciones para, luego, acabar deshaciéndome en la cama. Durmiendo, soñando. Al fin y al cabo, lo que más necesito actualmente son ensoñaciones para sostener mis recuerdos y mi ser. Mi sed, mis ansias, mis ganas de vivir la vida.

  • Valórame más

    Ni Romeos ni Julietas.
    Quiéreme bien.
    Quiéreme de forma sana,
    por favor.
    Pero es que si se lo pido al cielo,
    ¿Qué sentido tiene?
    Ninguno.
    Es triste,
    pero está siendo mi realidad.
    Duelen,
    las corazonadas,
    las emociones,
    que se rompen como las olas,
    quiero decir,
    en contra del viento,
    y de tu voluntad.

  • ¿Te pasas más tiempo pensando en el futuro o en el pasado? ¿Por qué?

    Colorea tus pensamientos.

    Anna Pérez Carreño

    Pues yo me paso todo el tiempo desvivéndome, jamás estoy presente. Me angustio por el futuro y me preocupo por el pasado. Así que, bueno puedo afirmar rotundamente que por eso he dejado de ser -persona-.

    Supongo que a muchos seres humanos les sucede. Sí, eso de vivir en un constante vaivén que va y viene y va y viene y nunca se queda. Nunca está.

    Debo mejorarlo, lo sé. Manejarlo. Es un hecho. Y, ahora, me cuestiono en cómo hacerlo. Y creo que todo radica en el pensamiento, es decir, en cómo afrontamos mentalmente las circunstancias, la vida. Ahí, justamente, está lo fundamental. Así que voy a afrontar mis inacciones y mis pensamientos para sacar posibles conclusiones.

    ¿Cómo sentir paz mental?

    Pienso que por mucho que leas un libro, escuches música o salgas a pasear, para, principalmente, desconectar, es insuficiente. ¿Por qué? Porque el agobio seguirá hasta arruinarte.

    Como he mencionado antes, la clave, o la llave «mágica», está en el cerebro. Por tanto, es tan simple, o quiuzás no, en afrontar todos los pensamientos surgidos de nuestro ser. Es decir, escucharlos, entenderlos, aceptarlos y transformarlros. Ir moldeando su figura abstracta cada vez más palpable.

    En definitiva, colorea, aunque sea a cámara lenta, tus pensamientos, es decir, las balas que salen, escopeteadas y sin querer, de tu cerebro.

  • Un proceso hermoso

    Sigo aprendiendo de mi misma.
    Está siendo un proceso muy bonito y, aunque doloroso, infinito de momentos llenos de algo que aprender. Y no sé tú, pero para mí la evolución de uno mismo no acaba y empieza al finalizar un año e iniciarlo sino que los pétalos van naciendo y muriendo en una vida hasta que nuestro cuerpo se enfría. Así está siendo. En un cerrar de ojos todo se esfuma incluso la espuma. De mientras, disfruta.

  • Si pudieras diseñar la habitación perfecta para leer y escribir, ¿cómo sería?

    Mi ideal de ‘habitación perfecta’ es que sea mi espacio, un lugar donde pueda evadirme del mundo exterior e introducirme en mi caos.

    Anna Pérez Carreño

    Y para ello necesitaría un escritorio con unas cuantas libretas, bolígrafos y post-its. Una estantería para almacenar libros aunque podría prescindir de ella, pues los iría colocando uno encima de otro en el suelo, por orden de leído.

    Además, me encantaría tener mi propio rincón de lectura. Un sillón al lado de la ventana, una alfombra y la literatura entre mis manos.

    Una habitación perfecta para mí sería aquella que desprendiese un ambiente cálido, con la música sonando de fondo y mucho arte aún por descubrir.

    Me gustaría, en un futuro, sentirme rodeada de libros que provocaran algo en mi ser. Lo que fuere. Cualquier emoción, el palpitar del corazón.

    Así que, bueno, si tengo que elegir, prefiero estar viviendo y sintiendo al mismo tiempo a través de la imaginación.

    Y para ti, ¿Cuál sería tu ideal de habitación perfecta?

  • Vivir muriendo, o al revés

    Me apetece escribir(me), deletrear mi piel con el sabor de un chocolate caliente. Sentirme y al fin, desvivirme. Necesito irme, no de mí, sino de vosotros. De cada uno, y de ti. Quiero marcharme a otro lugar. Lo de marchitarme va por cuenta propia. Ahora mismo el ambiente está lleno de superficialidad. Carece de paz. Estoy fuera de onda ya. Literalmente, sentada en el váter del baño. Mi peor y mejor año. Voy de daño en daño y me tiro porque ha tocado el gordo:
    Que jamás volveré
    (a ser la misma).
    Quizás es que hay un color distinto, pero es un pretexto. Excusa tras excusa, escondiéndome detrás de una sonrisa pequeña, e hipócrita.
    Es 26, Anna.
    Deja de llorar y afronta la realidad.
    Y es que nadie te echará de menos, sino que tu misma. Llanto interno. Las palomas han volado y, aunque sufriendo, mueren viviendo.
    O al revés.

  • El viaje vertical de Enrique Vila-Matas

    En El viaje vertical de Enrique Vila-Matas recorremos el vacío existencial tan abismal de Federico Mayol, el protagonista, narrado desde el punto de vista de Pedro Ribera, quien es escritor y dueño del hotel Bom Jesus, último lugar de su viaje donde se hospeda Mayol.

    ¿Pero qué sucede cuando uno mismo se siente tan cómodo en su propio hueco?

    Quiero decir, cuando viviendo muerto, uno se recrea tanto en su tristeza que se queda ahí, cayendo en picado sin parar. Esa sensación comienza a experimentar el protagonista justo cuando Julia, su mujer, le echa de casa ya que quiere y necesita saber quién es. Quiere ser libre. El acontecimiento sucede al día siguiente después de la boda de oro, de los cincuenta años. Ella le deja clara la sentencia: quiere estar sola.

    Ahí comienza el declive emocional de Mayol. Desde Barcelona, pasando por Lisboa y acabando en Madeira donde conoce el escritor que a posteriori narrará a su vida.

    En resumen, ‘viaje vertical’ significa el recorrido que hace Mayol hacia el sur y también su forma anímica de descender, de ir cayendo.

    Porque tal y como escribió Enrique Vila-Matas:

    «Era fantástico notar que se hundía, tal vez porque por primera vez en su vida sabía al menos adónde se dirigía, lo tenía muy claro porque no hacía más que ver una imagen muy concreta de él mismo descendiendo en posición radicalmente vertical hacia el más absoluto vacío, camino al hundimiento total».

    Y aquí yo me quedo, como Mayol, siendo un paisaje hermosamente doloroso.

  • ¿Cómo desarrollar los personajes de una novela?

    Para empezar, tal y como dice el Diccionario de la Lengua Española, un personaje es «Cada uno de los seres reales o imaginarios que figuran en una obra literaria, teatral o cinematográfica». En este caso, me centraré en una obra de carácter literario.

    Pero, ¿En quién nos podemos inspirar para desarrollar los personajes de nuestra historia?

    Para continuar, existen distintos tipos: aquellos personajes que son los protagonistas y los personajes secundarios. Aunque voy más allá, y supongo que tú también, porque ¿En quién nos podemos inspirar para escribir nuestros protagonistas?

    En mi caso, me inspiro en mi entorno, personas de mi alrededor, ya sean conocidas o desconocidas, reales o ficticias, espontáneas o eternas. Y más específicamente me inspiro en mí. Es decir, en las fases de lo que voy siendo según voy haciendo, emocionalmente hablando.

    Así que si debo darte un consejo, es el siguiente: observa. Y luego plasma aquello que has visto desde la emoción, desde el sentimiento, porque te será más sencillo definir los rasgos característicos del personaje.

    Lo siguiente que te cuestionarás es: ¿Cómo desarrollo el personaje? Sus características físicas, psicológicas, sociales… Solo necesitas papel y bolígrafo e ir anotando lo que se te pase por la cabeza. A continuación te propongo unos pasos para la creación de tu protagonista.

    1. Observar a las personas atentamente, sin ponerte límites. Simplemente observa sus movimientos, su forma de ser. Déjate llevar por el momento emocional en el que estés.
    2. Escribe lo que viste, lo que te surge de dentro, en un papel.
    3. Subraya aquello más destacable para ti.
    4. Convierte el texto en características tangibles. Probablemente hayas plasmado en el papel sentimientos en forma de metáforas. Convierte aquello surrealista en algo real.
    5. Dale forma a tu personaje atribuyéndole rasgos palpables.
    6. Anota las características tanto físicas como psicológicas en un papel.
    7. Acota tu personaje. Precisa.
    8. Finalmente, hazte un guion esquematizando los rasgos que hayas decidido ponerle a tu personaje.
    9. Fluye con tu personaje creado. Es arte.

    En resumen, para desarrollar un personaje de una novela es imprescindible que te dejes llevar, que seas caos. Porque al fin y al cabo, de ahí nace el arte. Simplemente debes aprender a sacarlo del desastre y convertirlo en cosmos.

  • Incendios

    Me estoy dando cuenta de que todo mi vacío existencial comenzó en mi adolescencia y, ¿Cómo retrocedo o de qué manera puedo cambiar mi dolor por amor? Quiero decirle adiós a mi oscuridad, a mis deseos rotos y a todas las cicatrices abiertas. Puedo nombrarlas una a una y de mejor a peor.
    Una ceniza que se enciende,
    la chispa,
    la luna brilla en el cielo azul,
    pero está sola
    y vacía.
    Pero está sola y vacía,
    aunque llena de vida.
    ¿Será el primer pétalo caído la causa del cuadro descolorido?
    Porque apareció la compañera de por vida: mi queridísima soledad. Me quité el pecho entero cuando se introdujo en mí, cuando mis alas pesaban y las sombras se apoderaban de mis sentidos.
    Fui oscuridad,
    hoja seca en plena primavera
    y ola colérica llena de disturbios en medio de las calles de la ciudad ya anochecida.
    Dejé de sangrar,
    mis venas se congelaron hace años.
    Mis labios ya no pronunciaban sonrisas y,
    aún así,
    con la magia que hay entre mis ojos, cristalizados,
    amanecen las estrellas, bellas y,
    ellas, tan desdichadas,
    tan agarradas en almas muertas
    (ensombrecidas por morirse y revivir y regresar a las tumbas,
    vacías de ruido),
    que rieron hasta explotar y transformarse en rosas descompuestas.
    Créeme,
    todo se inició, así, sin fecha definida,
    todo se incendió en una vida incompleta.
    Sigo aquí,
    sigo aquí,
    aunque vuelvo a morir por mí.

  • Diari d’hivern, Paul Auster

    Diari d’hivern de Paul Auster es un diario, más concretamente, su biografía narrada por él mismo desde que era niño hasta sus sesenta y tres años, edad que cumplía justo al terminar de escribir su vida, en el 2011.

    El diario de Paul Auster es un libro sin capítulos ni fechas. Solo indica datos, como la fecha precisa, su edad y el lugar, en el principio de cada acontecimiento. Y trata sobre anécdotas de su infancia, accidentes curiosos, de su niñez, de su adolescencia, de cuando se marchó de casa y de lo poco sedentario que fue. Narra tanto sus desamores como sus amores y también explica cómo fluyó el amor de su vida: su mujer.

    A posteriori, cuenta sus experiencias de los cuarenta y seis años hasta su actualidad, es decir, los sucesos con su mujer y sus hijos y su trabajo profesionalizado: escribir.

    Continúa, su narración autobiográfica, con un autoanálisis. Antes, durante y después de su cumpleaños, a sus sesenta y cuatro, cuando se cuestiona quién es. Recuerda a su madre, fallecida desde ya hacía nueve años atrás, justamente aquella conversación que tuvo con ella en mayo del 2002. Aquella donde sintió que ella era feliz. Y, luego, la caída en picado, pues su queridísima madre falleció en su cama al cabo de dos días. Entonces, Auster se convirtió en un «bloque de madera», porque no sentía nada. Solo horror. Se enganchó al dolor.

    En resumen, Paul Auster ha entrado en el invierno de su vida, tal y como dice él, porque Diari d’hivern es un libro lleno de reflexiones sobre el hecho de existir, de sensaciones y sentimientos, de descripciones introspectivas de uno mismo. Es un libro lleno de literalidad y de metáforas que va escopeteando sin querer donde va acertando en el punto de mira, es decir, dando golpes suaves en el corazón.

  • Diari d’hivern de Paul Auster

    Diari d’hivern de Paul Auster es un diario, más concretamente, su biografía narrada por él mismo desde que era niño hasta sus sesenta y tres años, edad que cumplía justo al terminar de escribir su vida, en el 2011.

    El diario de Paul Auster es un libro sin capítulos ni fechas. Solo indica datos, como la fecha precisa, su edad y el lugar, en el principio de cada acontecimiento. Y trata sobre anécdotas de su infancia, accidentes curiosos, de su niñez, de su adolescencia, de cuando se marchó de casa y de lo poco sedentario que fue. Narra tanto sus desamores como sus amores y también explica cómo fluyó el amor de su vida: su mujer.

    A posteriori, cuenta sus experiencias de los cuarenta y seis años hasta su actualidad, es decir, los sucesos con su mujer y sus hijos y su trabajo profesionalizado: escribir.

    Continúa, su narración autobiográfica, con un autoanálisis. Antes, durante y después de su cumpleaños, a sus sesenta y cuatro, cuando se cuestiona quién es. Recuerda a su madre, fallecida desde ya hacía nueve años atrás, justamente aquella conversación que tuvo con ella en mayo del 2002. Aquella donde sintió que ella era feliz. Y, luego, la caída en picado, pues su queridísima madre falleció en su cama al cabo de dos días. Entonces, Auster se convirtió en un «bloque de madera», porque no sentía nada. Solo horror. Se enganchó al dolor.

    En resumen, Paul Auster ha entrado en el invierno de su vida, tal y como dice él, porque Diari d’hivern es un libro lleno de reflexiones sobre el hecho de existir, de sensaciones y sentimientos, de descripciones introspectivas de uno mismo. Es un libro lleno de literalidad y de metáforas que va escopeteando sin querer donde va acertando en el punto de mira, es decir, dando golpes suaves en el corazón.