Le he dado un golpe al café, y se derramó. ¿Será la señal del último volantanazo? Voy escopeteada, siendo una lunática quien por cada día transcurrido se enamora de ti. Irme, que te escurras de mis deseos y que el sueño se haga realidad. ¿Besarte? Quizás. ¿Que me beses las entrañas? Ahí hay tantos ojalás, un vaivén detrás de otro: te estoy queriendo. ¿Cuándo te alcance nacerá la muerte y morirá la vida? Deletréame cómo se siente el amor, así, pellizcándome el corazón, quitándome todas las dudas. Sin sentido corro a buscarte, plántate aquí, quiéreme, sí, de ese amor bonito, sano y leal. Aquel en el que se vuela, en el que representa que ambos abrimos las alas y arrasamos sin miedo a la caída, porque nos confesamos que nos amamos. Sin quehaceres ni bucles ni vaivenes, ¿Bailas conmigo esa canción? Esa en la que repiquetea el corazón, en la que desaparece la razón. Estoy aquí, sin ti, y por cada esapcio, un escalón sube mi corazonada anhelando ser amada, y curada. Apreciando cada pedazo de mis recovecos, joder, vaya formas de estar queriéndome. ¿Te unes a mi rareza? Te concedo el honor de verla. Probablemente te asuste a raudales y huyas a pasos agigantados, pero, oye, aún nos falta algo por vivir, algo sin fin, ¿Sabes qué es? Nuestro propio, y tan hermoso, jardín: si lo cuidamos, de él crecerán las flores, brillarán, y seremos eternos en un mundo donde las rosas estarán infinitamente agradecidas, y florecidas, mientras sigamos latiendo al son del enamoramiento.
El café, un corazón y nosotros
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Comentarios
2 respuestas a «El café, un corazón y nosotros»
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Muy bueno
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Gracias,
Pd. Nos leemos, 💙.
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