Categoría: Escritos

  • Es amor

    La vida
    no son dos días
    y tres suspiros
    sino que son
    cuatro segundos;
    la primera mirada,
    una vibración en el corazón,
    el acto de volar
    y, luego,
    el verbo
    en descendente
    -morir-.

  • Quiero vivir

    Que quiero volar sin importarme la caída, quiero sentir vértigo y la adrenalina recorriendo mi cuerpo. Quiero vivir, pero de verdad.
    Siento que el tiempo corre y yo no corro con él. Siento que no siento y, no sé, es una sensación extraña. Rara. Incomprensible, quizás.
    Vivo metida dentro de la rutina. Lo de siempre. Y no me disgusta, pero me aburre.
    Me gusta sentir(me) y por eso necesito ascender hasta estrellarme contra el suelo. Y me da absolutamente igual todo. De hecho, quiero caer, petarme el corazón y morir si hace falta.
    Echo de menos el aleteo de mis alas, que quieren y no saben o, simplemente, no pueden porque están agotadas.
    Olfatear,
    escuchar,
    ver,
    oír
    y tocar es todo lo que me debo.
    Hace tiempo, uno indefinido, que he dejado de abrirme al mundo.
    ¿Quizás ahora es un nuevo comienzo?


  • Estoy aquí (conmigo)

    Me hubiese gustado quedarme un rato más para conversar sobre la existencia de nuestras vidas. Para preguntarte, quizás, si alguna vez me quisiste. Si ahora aún sigues haciéndome el amor con la mirada.
    Al irme, te noté triste, nostálgico.
    ¿Un abrazo?
    ¿Un «estoy aquí» sería suficiente?

  • Domingos

    Este domingo, justamente,
    como todos los otros
    -los pasados y futuros-
    no me apetece hacer nada y,
    aún así,
    he hecho cosas.
    Dormir,
    leer,
    escuchar música,
    conversar,
    y sentir.
    ¿No sería eso algo como vivir?

  • Como yo

    Necesito pegarme dos tiros,
    el primero en la sien
    y el segundo en mi corazón
    para que pete -yo- de una vez.
    Para estallar y derramar la sangre
    en mi muerte (súbita).
    Será mi sombra,
    y el cielo
    ese día
    llorará,
    pero no de dolor
    sino de amor.
    Y en mi funeral
    sólo habitarán los que deambulan por las calles,
    los que viven muertos.
    No los llames «zombies»,
    llámalos como seres sin alma.
    Son las personas vacías.

  • Sentir(se)

    Y los sábados son para no hacer nada de lo planteado. Para levantarse y salir a la calle. Experimentar, rememorar momentos y vivir. Es decir, el acto de sentir(se).

  • Vaivén

    No aprendo,
    no aprendo,
    no aprendo.
    Y esto va y viene,
    el vaivén de mi corazón,
    los pensamientos que surgen de este
    hacen que me replantee mi existencia,
    mi forma de vivir,
    de ser.

  • La vida, la luna y yo

    ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
    Me ahogo.
    Soy más pálida que la luna,
    que me observa desde la lejanía,
    des del cielo nocturno.
    Una vez me dije «hazlo, y punto» y,
    con ese lema en mi cabeza,
    hice todo lo que estaba fuera y dentro de mis manos,
    de mis posibilidades.
    La fastidié no una
    sino hasta más de quince veces.
    ¿Qué aprendí?
    Algo de mí:
    lo caótica que puedo llegar a ser.

  • Amanecer

    Aquí,
    desde donde se observa un cielo nublado.
    Es un día gris, pero no para mí sino para el mundo.
    (Este).
    Y es bonito también.
    Porque rompe esquemas
    y mentes.
    El corazón de la vida es eso:
    ser mientras todo se quiebra y,
    luego,
    presenciar una sonrisa con la salida del sol.

  • Estoy sanando

    No te apures, estoy sanando. Sí, florezco y también me marchito. No pasa nada, solo fluyen sentimientos, emociones y pensamientos. Es divertido ese vaivén -ese caos- llamado (mi) vida. Es una bomba explosiva porque arrasa, al igual que yo. Pero no te preocupes porque así es, así se va y se vuelve. Y no hay nada más bonito que ser ser.

  • Mis alas

    Quiero leer(me) aquello lleno de sentimiento,
    de vivir sintiendo el tacto,
    rozando el pacto que hice
    conmigo misma
    de ser gerundio a cada rato.
    Quiero un libro caótico y a rebosar de heridas,
    de cicatrices sin cicatrizar.
    Explicarme una y otra,
    y otra vez
    que el mundo
    -el mío-
    no es tan malo,
    ni vacío
    ni descolorido.
    Porque,
    al fin y al cabo,
    siempre estarán mis dos esperanzas:
    las alas de mi espalda con las ganas recargadas,
    a punto de alzar el vuelo hacia un nuevo terreno.

  • Aleteos

    La cuestión más hermosa es esa. (No saberla). Pero sentirla. Como se siente aquello más amado, arrebatado por algo o alguien (tu mismo) sin saber el porqué. Es tan sencillo y a la vez tan complejo. Es quitarle la voz a la mariposa. Qué triste ¿Verdad? Déjame contarte esta realidad: el vacío que siente ella, la que en su momento creció, floreció y se sanó de aquel pasado dolorido. Aunque, por mala suerte o voluntad, regresó. Esa sensación de perdición, de no saber el qué ni el cuándo ni el cómo. En definitiva, de no (querer) saber. Porque para ella la vida que le esperaba eran dos alas y muchos vuelos donde florecer. La vida es así. Te quitas y te das. Vas y vienes -contigo mismo- para luego despegar, levitar y caer. Y otra vez, vuelta a empezar.

  • En nuestro corazón, siempre

    Es curiosa la vida: cómo todos venimos de esos estudios humanísticos, siendo unos jovenzuelos, dirigiéndonos a estudiar aquello que creemos amar. La literatura, la lengua y la cultura de cualquier idioma. Maravilloso. ¿Porque realmente la amamos? Para mí, leer y escribir me salva, me sana y me rompe. A veces en ascendente y, otras, voy del revés. De cabeza hacia abajo. Y me gusta, me encanta. Me enamoro (de mí). Porque siendo como soy -caótica de pensamiento, firme de sentimiento y con el instinto al vuelo- aterrizo y subo como quiero, como puedo. Quizás es algo bueno, quizás no. Me ayuda a crear arte, a sacar de ahí, de mi ser interno, lo que siento y lo que viví en pasado y en un presente eterno.
    Al fin y al cabo,
    un escritor,
    un texto,
    un poema,
    una frase
    y una palabra
    siempre quedará en nuestro corazón.

  • Sin leerte

    Me puse palida al escuchar tus primeras palabras. La tensión recorrió mis venas y mi corazón palpitaba de prisa, sin detenerse. Comenzaste a narrar tu historia. Mis sentidos estaban a flor de piel y la razón que me quedaba se esfumó. A medida que ibas explicándome la situación, fui comprendiendo. Eso, se llama empatía. Me puse en tus zapatos, en tu ropa. Por suerte, tu relato terminó con un buen final. Luego, me carcomí los sesos y el cerebro. Sí, porque volví a recrearme en ti, a ser un tú en el pasado, en ese verano. Me dolió, me rompió. «Finges bien», pensé. No te descifré, no pude entre ver la verdad, la angustia que suspiraba -frágilmente y en silencio- tu corazón.

  • Que sea eterno

    Sé que te irás
    porque llegará el día
    en el que el santo al cielo se matará de tanto subir;
    el tiempo al vuelo, que vuela.
    Qué rareza,
    vaya destreza
    y si que mientes mal.
    Porque las flores,
    las flores se van
    marchitándose
    y aquel chico de la escuela quizás regresa.
    Yo toda coqueta
    comiéndome el mundo,
    derrumbándome por las noches
    mientras la lluvia cae un día
    de noviembre.
    Quiéreme,
    y quédate.
    (Quédate).
    No hay nada más hermoso que sigas ahí,
    a mi lado.
    Y que la chispa se convierta en fuego
    quemando nuestro infierno,
    en un otoño lleno de vida,
    de rosa florecida
    en nuestro interior
    y que sea eterno
    ese incendio.

  • Quédate amor

    Siento cosas,
    muchas.
    Un pasado que se arrastra hacia el presente,
    -el hueco del dolor incrustrado en mi corazón-.
    Hay algo por hacer aún, lo sé.
    Porque la vida,
    joder como mata,
    hace que vibremos
    al son de una canción.
    La que revive los sentimientos y emociones,
    los momentos
    de aquellos días que parecían eternos.
    Créeme
    y miénteme a la cara mientras haces que te vas,
    y te quedas porque sí,
    sin más.

  • Está pasando

    No sé si esto es real,
    pero ha pasado.
    -Está pasando-.
    Aquí, yo,
    y tú allí.
    Y yo aquí
    escuhándola.
    Sintiendo,
    viviendo
    y amando la música;
    aquella que te cala hasta los huesos
    dejándote más fría
    o más herida.
    Menos vacía,
    y definida
    -la descripción única y exhausta de mi misma-.

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