Etiqueta: dolor

  • Arte (im)perfecto

    Quiero ser un arte perfecto para ti,

    pero no lo soy,

    porque estoy rota

    y tengo heridas de guerra 

    sin tregua.

    Muchas ojeras,

    centenares de problemas

    internos,

    aún así,

    me bebo los deseos,

    a sorbos

    o a bocanadas de aire.

    Solo quiero volar

    contigo aquí

    a mi lado.

  • La realidad, una estrella fugaz

    ¿Feliz día nuevo? ¿O feliz vida? Dejé de tirarme por el agujero desde aquel precipicio tan bajo. Porque solo consistía en descender un mísero escalón para que me dejase de dar el bajón y acabar viendo los momentos con otro tipo de colocón, sí, el que te deja cuerdo, así, del revés, pero del derecho. Desistí, ¿O me derretí? Será, quizás, otro tipo de latir, de seguir, de sentir. La felicidad va pasando, paseándose de forma indecisa e imprecisa, por las casas. Dejaron de ser hogareñas para transformarse en hogares. Créeme cuando las mariposas, sin estar -ni ser- primavera, aletean aún, chocando entre ellas a causa del vaivén rizado del viento. Yo quiero ser aire, personificarme en su propio poema y convertirme en la breve, y escasa, libertad. Estaba rota siendo otra. Aquella, quemarme en ella, quiero decir, la del reflejo del espejo herido, ido, hueco…, que se brutalizó, así, impersonalmente, como quien no quiso la cosa, o como quien la deseó tanto que rompió el último pedazo esperanzado. Se quedó levitando mientras se cuestionaba lo incuestionable… Tantas dudas, abundando, llenando el estómago ansioso y, además, agregándole una pizca de sueños inéditos a rebosar de deseos jamás cumplidos. ¿Cuántos daños llevas ya permitidos? Doblando las esquinas del papel y cruzando las calles; se caen, se caen y, finalmente, se rompen estampándose con la ilusión. ¿La realidad? Fue tan estrella fugaz…

  • Las canciones de amor

    Que solo pienso en ti,

    que ojalá pienses en mí.

    Que me puse a escribir,

    solo apareces tú

    en mi mente.

    Las canciones de amor

    van teniendo sentido,

    uno infinito.

    Yo qué sé.

  • ¿Qué será de nosotros?

    Y me he puesto a escribir

    y sales tú en mí,

    de serlo todo a

    la nada.

  • Las olas coléricas

    Quiero un océano entero, fuera de mí, porque dentro ya lo tengo.

    Las olas coléricas chocan con mi corazón. Se van disecando las lágrimas. Estoy en sequía y muero y vivo y vuelvo a nacer, y a florecer. ¿Sabes qué? Dame certidumbre porque de inseguridades y miedos tengo pa’ aburrir. Me los voy comiendo a bocanadas de aire mientras saboreo la tristeza mezclada con la sal del mar. La espuma abruma porque abunda. ¿Qué traerá? Aquel pájaro de allá, siento. Me tumbo en la arena. Quiero paz, pero sigo en un bucle continuo. ¿Cómo romperlo? Necesito otro tipo de infinito.

  • ¿Hacia dónde?

    ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde va el corazón? ¿Y el corazón partido? ¿Y el dividido? ¿Y el hecho añicos? ¿Dónde se queda el corazón marchito? ¿Y vacío?

    Solo sé que se pega tres tiros, avanza y, ya, si eso, sigue. Él, se está cansando del bucle contínuo, del vaivén, de agarrarse a la cuerda floja, que afloja. O pone el punto y final o siempre habrá un epílogo, y el más allá que, sin querer, como la miseria, regresará.

    ¿Lo ves? Quizás porque es el suceso ya deshecho, con mucho inicio, y poco impulso. El saber hacia cuál ya es otro cuento, superfluo, o no.

    «Porque yo ya no me enamoro», suelta un latido abatido, rendido.

    «¿Por qué?», le cuestiona su propio reflejo.

    «¿Para qué?», devuelve la pregunta, aunque la duda acaba rebotando, disparando verdades.

    «Si ya lo estás sintiendo», le recuerda el suspiro.

    «Si te estás derrumbando, otra vez», le afirma la consciencia derretida.

    Entonces la propia razón quiere hablar, responder, y termina concluyéndose a ella misma, yéndose, marchándose.

    El penúltimo chispazo de esperanza, ya oculto entre la negrura espesa, se dice, sin quererse, que planta la bandera roja y que se va bajando del amor.

    «Porque no existe», canta el dolor.

    «Quizás sí, quizás habita en algún lugar», sentencia la ilusión, pletórica.

    «¿Dónde estáis, pedazos rotos?», cuestiona la Nada.

    Habrá que reconstruirse, culmina mi cerebro en su momento más sereno.

    «¿Pero cómo?», pregunta el eco resonando débilmente en su propio hueco.

    Luego, abunda el silencio roto.

  • Huecos

    ¿Vacía de ideas o de alma? De las dos sustancias, quizás. Sobreviviendo a base de tragos llenos de quebrantamiento, quiero decir, de cansancio, uno que se va acumulando. Un bucle infinito, ¿Cómo salir? ¿Cómo entrar? Dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, dicen. ¿Y si se cierran todas las surrealidades de un golpe de aire? Así, esfumándose, yéndose hacia otro mar de olas dubitativas, de ilusiones que arrasan el cielo. Un infierno distinto. Sería un proceso hermoso, un hueco lleno, pues estaría tocando, al fin, de manos al suelo. Sí, siempre del revés. Cada dos por tres voy sin un rumbo dando zancadas sin detenerme y, al mismo tiempo, quedándome ahí, paralizada. Petrificada. ¿Entiendes? Quiero encender otro amanecer sin necesidad de ahogarme entre tanta lucidez.

  • Libro de poemas, Federico García Lorca

    El Libro de poemas de Federico García Lorca (1898-1936) es una recopilación de textos poéticos escritos durante su juventud, entre el 1918 y el 1920, de cuando estaba enamorado, siendo, así, una lírica autobiográfica.

    Lorca comienza describiendo cómo vuela, cómo gira en sí mismo, el corazón, comparándolo con una veleta, que es el título que le pone a su primer poema, haciendo comprender al lector que si no sopla el amor, es decir, si no sopla el viento, el corazón no gira y, por ende, no late. De esa forma se siente el escritor.

    Entonces, el desamor es el tema destacado de su poesía, y en ese color descolorido se va moviendo su sentir. Entre otros temas más específicos, cabe destacar la tristeza, el dolor, la nostalgia, la desilusión, el sin sentido de la vida y, en resumen, el ir muriéndose por amor, pues, ¿Quién no se desgarra cuando un amor no es correspondido?

    El escritor personifica el silencio, creando una propia metáfora de este. Además, comprende que la vida es un tempus fugit constante y que el desamor desemboca sin querer a la tristeza, al dolor contínuo. Incluso eso que siente lo tiene tan adentro que exagera su latir, hiperbolizándolo a través de los árboles en sus raíces.

    En resumen, el poeta ansía ser querido, un suceso que jamás ocurrirá, pues su «querido» está muy lejos de amarle a él. Además, siente una culpabilidad inmensa, pues su corazón está sintiendo algo que va en contra del cristianismo.

  • Otro olvido

    Una carta, otro cielo y un invierno en verano. Pensé que florecía, pero me estoy marchitando otra vez. Los precipicios abundan y los miro cabizbaja y desde la cima porque sé que caeré. ¿O ya estoy en el suelo? Derramo la miseria, el dolor, la vida. Eso es sentirme viva. Solo quiero paz, paz, paz, paz… Pero te echo de menos, aquí, en mi cama. Abrázame amor, abrázame. Quiero sentirme bien y por tanto querer me hundo en la miseria de mi ser.

  • Mar de sangre

    Quiero hablar contigo, contarte, llorar entre tus abrazos y quedarme ahí. Levitar entre llanto y lagrimales, las flores se caen. Me marchito, me marchito, papá ya he muerto. Me desmaié esta tarde, ahí, en mi cama, abrazando mi cora’ lloro otra y otra y otra y otra y otra vez. En bucle voy volando mientras arraso el suelo. Tengo a mi niña, que debo alimentarla de amor, pero es dolor. Amansar la tregua, quiero guerra y ser más y sentirme menos. Me quemo, me estoy quemando solo al ver la mirada con la que carbonicé, tiempo atrás, mi ser, mi alma. Córtame la fe, la esperanza, la ilusión que viene y se queda. Y se queda y me observa. Es distinto a otro día e igual a la mañana siguiente. Porque los amaneceres abundan, ¿Pero cuántos atardeceres quedan en este vaivén de cicatrices? Son heridas rotas, obvio, pero, triste, quieren seguir sangrando. Quieren… seguir, ahí, muriéndose en el mar del dolor.

  • Poemario gratuito

    Hey, ¿Cómo vas? Yo enamorada, con el corazón rasgado, aunque sea un domingo para echarme de menos, me paso por aquí para decirte que ¿Te puedo escribir algo? está actualmente gratuito,

    ¿Me lees?

    Pd. Gracias, nos leemos. Que abunde el amor propio, que te reboses el pecho de mariposas. Algún día florecerás y será hermoso.

  • Crónica del desamor, Rosa Montero

    Crónica del desamor de Rosa Montero (Madrid, 1951) es un libro reflexivo, crítico, que trata sobre ir queriéndose a destiempo a una misma, porque a través de un hilo conductor -la vida de la protagonista, Ana, y otras tramas entrelazadas- van surgiendo varios intríngulis latentes, muy presentes.

    Entre ellos cabe destacar distintas sensaciones: la soledad, el enamoramiento, el amor -idílico y la escasez de este- y el desamor, el dolor, el sentirse perdida a conjunto con la melancolía constante, el hecho de priorizarse, pero poco y, bueno, el acto de sobrevivir a una misma a pesar de toda la miseria vivida.

    Ana es madre soltera, llena de vacíos, quien necesita quererse otra vez, de forma real. El cómo ya es otra cuestión, pues el argumento se desarrolla en base a los vicios, negativos, que tenemos los seres humanos a la hora de intentar querernos. Mientras el espectador lee, este se va preguntando, de vez en cuando, qué es el amor, o qué no lo es.

    Así pues, este constraste de reflexiones son divididas en catorce capítulos, cada uno encabezado por un tema genérico, aunque de este se ramifiquen unos cuantos, tan necesarios como los demás. Y, en cada uno, se nos presentan distintos personajes cuyo rasgo común se compone por un vaivén de inseguridades.

    En resumen, es una historia centrada en el sufrimiento interno habitual de uno mismo, es decir, nos narra cómo no deberíamos querernos, porque el aprender a querernos es otro camino tan personal e íntimo, que es imposible de descifrar, y de expresar.

  • La fragilidad de un corazón bajo la lluvia, María Martínez

    La fragilidad de un corazón bajo la lluvia de María Martínez (España, 1979) es una novela actual que narra la evolución del amor, tanto propio como ajeno, pues los protagonistas, aprenden, con el transcurso de la vida, a apreciar sus recovecos internos más odiados.

    La narración tiene dos perspectivas: Darcy y Declan, cuyos protagonizan la trama principal. Así pues, los capítulos, un total de setenta y cinco, son explicados por ellos, intercalándose, y entrelazando entre sí sus intríngulis, ya que necesitan desaprender para aprender a amar, y quererse al unísono y en el mismo tiempo.

    Los personajes secundarios, y muy palpables, imprescindibles para el lío argumental, son el hermano de Declan, Harvey, y el abuelo de Darcy, Stern.

    En resumen, es una historia que, gracias a su sencillez, cala hasta los huesos, provocando que el lector sienta constantemente, para, luego, que se pierda entre sus propias sensaciones y vuelva a encontrarse, o desarmarse para ir queriéndose, otra vez.

  • Desenchufar un cable

    Hoy me brotan, de mi corazón, las rosas. Están en la fase del crecimiento. Después de la semilla se pierde la vida, porque mueren. Y yo, aquí, tirándome a la avenida por quinta vez.

    Así que sí, me desenchufaría de la tristeza constante que viene para quedarse y ahí levita, estacionándose, aparcando en zona prohibida. Y la herida que sangra, la cicatriz que aviva la llama del dolor, va bailando. Sufrir y morir. Suicidarse. ¿Cuántos golpes más son necesarios?

    Florecer porque ya no queda otra, porque sí. Florecer, obligarse a florecer. Arrancarse los pétalos. Sonreír. Ir y venir.

    Estoy harta de escribir irracionalmente. Solo quiero decir realidades, no verdades, pero, perdón por la excusa, siempre habitan en mí. Llenas de melancolía, ajetreadas, cansadas, tristes. Necesitan muchas tiritas.

    Desenchufarme entera, ese sería un puntazo, o un librazo (perfectamente malo), roto, breve. Porque con un esbozo, tres hojas -sacadas de la primavera que tiempo atrás se instaló en mí- y cuatro pinceladas ya he sacado el cuadro desencajando toda mi vida.

  • Perder a una amiga

    Perder a una amiga es como perderse a una misma. De aquella forma se sintió. Así se siente. Mirarse en el espejo y solo ver, y no observar, el reflejo sin percatarse de los matices. Saber que estás mal desde aquel día, ser consciente de lo enferma que te pusiste y de cómo sigues. Tener muy presente que decaíste, de que moriste chocando, tristemente, con el bucle infinito.

    No sé para qué, bueno sí, para joderme, descubrí tu sentimiento. Lo que sentiste, y seguro que sigues sintiendo, hacia ella. Percibí, ya desganada, que te enamoraste perdidamente. Tú dijiste que era el principio de un enamoramiento, pero yo, después de leer a Mario Benedetti, tal y como dijo Don Rafael, cuando dices «creo que me estoy enamorando» es que ya lo hiciste hasta la llaga de tu -y mi- marchitado corazón. Fue jodido. Jodida estoy. Morí, muero y voy muriendo.

    Nosotras en aquella cafetería: ella hablando, yo diciendo mucho con la mirada. Callándolas, las palabras, en suspiros, en intentos de argumentar. La mierda ya estaba echada. El suceso ya anduvo su curso. No hubo opción de cerrar la puerta pues el cerrojo estalló, rompiéndose. ¿Y sabes qué? De una vez por todas, nada estuvo de mi parte.

    Me importa poco. Siempre he sido un zero a la izquierda. Prefiero florecer en mi soledad extraña, rota y malbaratada e ir haciendo malabares con mis sensaciones.

    Entonces, apareció el momento. Parecía algo superfluo y al asemejarse tanto a la nada, esa «nada» se convirtió en otro de mis huecos oscuros. El más ennegrecido. Destacó. La oveja negra, le nombraron los otros agujeros. Porque pensé que lo había perdido todo. Reflexioné innumerables veces: estoy sangrando. He perdido tanto que me estoy recreando en los recovecos de mi misma. Y sé que acabaré, para volver a empezar, sonriendo sin hipocresías. Seré un océano cristalino. Mientras tanto, miento.

    Y fin, de la incógnita.

  • ¿Qué es lo que más odias que te pregunten? Explica por qué.

    Odio que me pregunten cómo estoy, porque siempre mi respuesta será «Bien» aunque esté muriéndome por dentro. Es triste, pero es mi realidad. No sé, imagínate que estás intentando desconectar, sentada en una cafetería mientras lees lo que sea que te apetezca leer y, de repente, aparece tu amiga y te cuestiona cómo estás. Has tenido no un día sino un mes de mierda, ¿Crees que lo que te aptece es contar qué te sucede y porqué?

    Lo último que quiero es martirizarme más. No quiero relamerme las heridas abiertas, no quiero indagar en mi ser, no quiero morir otra vez, no quiero tener que expresar, no quiero sacar todo lo que me hunde y me hace mal. No quiero porque me doy asco por dentro. Porque le tengo miedo a mis miedos, a mis defectos.

    Si eso, ya lo escribiré. Porque soy así. Cuando estoy triste, escribo. Y si leo aquello narrado, aquel sentimiento que bombardea dentro, será por casualidad. Aquel acto regular, tan común, quizás, lo cotidiano de una escritora, lo habitual, en mi caso, nunca lo es.

    Soy rara, soy única, soy la excepción. Me salgo de la norma, de la etiqueta «normal». Lo sé. Y ya lo asumí. Sí, lo acabo de asumir hace treinta segundos atrás. De hecho, lo vuelvo a asumir. Justo ahora soy consciente de que no soy, de que vivo muerta, de que seguirá siendo así y de que volveré a toparme con la tristeza muchísimas veces más. No soy consciente de que soy consciente y, aún así, vivo consciente.

    Así que, bueno, si te preguntabas qué me sucede, pues te lo digo ahora. Me pasa de todo. Cualquier suceso o sentimiento que puedas imaginar, incluso llegar a experimentar, eso me pasa. Y pasa que el día y la vida y el mes y el año se pasa. Y pasan tanto y tan rápido que ya he muerto otra vez.

    ¿Comprendes? El eco de mis palabras que provienen de mi interior van resonando. A veces, esas palabras que, al final, acaban siendo acciones, tocan canciones graves y tristes, agudas y amargas, breves y alegres. La mayoría son llenas de melancolía. Regresando al pasado, del recuerdo, soy la nostalgia personificada. Si vivo en gerundio es porque me obligo a ser el presente andante.

  • El insecto

    ¿Te has mirado alguna vez?
    La miseria que desprende tu vida, y tú.
    De humana tienes lo mismo que yo de soberbia.
    Estoy sentada, y me siento mal. No es por ti, es por mí. El hecho de que me duela. Tengo que, simplemente, aceptar e ignorar. Pero ese sentimiento que se incrusta como un insecto pica. Y rasco y sigue picando. Qué asco.

  • Palabras afiladas

    Dudas que se me quedan atragantadas en el corazón, que luego duelen porque se llena de suciedad, de incerteza.
    Empieza a frustrar y a doler,
    a matar por dentro
    y a apretar lentamente
    como si te estuviesen clavando una espada
    en el pecho
    al son de una balada.
    ¿A que mata?
    Pues así me siento yo;
    triste,
    y cada vez más rota,
    más hueca.
    -Menos yo-.

  • Presentimiento

    Hay algo que no está bien.
    Lo presiento.
    Ese dolor en el pecho,
    esa presión en el estómago.
    Sentir(se) sin ser ya mujer,
    y aún así siéndolo.

  • Cúrame

    Venga, nene,
    bésame
    el alma
    y cúrame la piel.

  • Gritos silenciosos

    Este es un mensaje de auxilio.
    Un aullido,
    un grito,
    un estallar hacia dentro.
    Un silencio,
    más de uno.
    Varios.
    Esto,
    es una nota
    para mí
    y para quien sienta que ya no puede más.
    Porque sí, porque no.
    Porque queridos lectores,
    vosotros que me leéis,
    o no.

  • Me parto, y desciendo

    ¿Cómo describir la escena?
    ¿Cómo definir, en palabras, como se parte por la mitad?
    Cuando se abre el telón de cualquier teatro;
    mi corazón y,
    con él,
    mi caparazón.
    Vuelo sin razón,
    me estrello
    por el sendero del cielo.
    Ya no hay quien
    -alguien-
    que pueda sostenerme.
    (Ni yo misma).

  • Cojo de alma

    ¿Que no me ves?
    (No me ves).
    Lo rota que estoy,
    lo mal que voy
    -por el sendero de la vida-.
    ¿Sabes qué pasa amor mío?
    Que estás cojo de alma,
    por ella (el pedazo) y no por mí.
    Porque, bueno, sigue ahí
    en tu pecho
    y yo ya no.
    -Ya no-.

  • Hechos (efímeros)

    Joder,
    quiero escribir una historia.
    Ya no sé si la mía, la tuya o la nuestra.
    Quiero escribir algo épico,
    aquello que se sale de la norma;
    un amor efímero pero lleno de realidad,
    (de amor).
    Hay dolor, más de uno.
    Se juntan,
    incrustrándose,
    muriéndose.
    Matándome.

  • Recuerdo lejano

    Ya no leo (libros).
    Tampoco vivo (mi vida).
    Ni siento (sentimientos).
    Y miento, al verme,
    al verte
    en un recuerdo lejano.

  • Primer latido

    No lo sé, te recuerdo -amor- del pasado. Siempre fuiste y serás mi debilidad aunque no lo parezca. Estuve enamoradísima de ti. Sin conocerte, sin siquiera hablarte, ni tocarte. Sólo me rozaste (el alma). Tan adentro. Me rompiste, quizás me rompí. Dolió tanto.
    No puede ser real lo que me está pasando ahora mismo, lo que estoy sintiendo. No hay llanto, pero sí nostalgia que arranca cada flor de mi corazón. Que se marchitan, se van. Se van. Dejé de creer en el amor por ti. Nunca regresé del todo de aquel estado tan emocional. Tan irracional.

  • Domingos

    Un domingo de família, de comida y estar en el sofá.
    Un domingo de tarde con amigos, de cine y palomitas.
    Un domingo de estallar a llorar.

  • Adiós

    Te fuiste,
    amor mío
    y si lo escribo
    es para
    matarme lentamente.
    Palabra a palabra,
    espada contra espada
    y una perdedora
    en esta guerra
    que parecía no tener fin
    pero que la derrota derrapó
    por mi corazón
    desgarrándome.
    Joder,
    que ya no estás.
    Tu presencia,
    mi invisibilidad.

  • Mírame

    Si me miras fijamente a los ojos, mi alma, jamás verás mi calma. Soy turbia, oscura, sucia. Llena de tempestad, de dolor. Es un sin parar constante.