No sé hasta qué punto soy feliz. Con mi vestido de puntos y mis Converse camino por la ciudad llena, yo, de una ansiedad que viene y no se va. No se va. Porque los días pasan, las dudas aumentan y la tristeza se asoma a mi vida desde una ventana, la que refleja un aire desesperanzado y decaído. Ya no soy persona, ni muerto. Directamente, ya no soy. Es curiosa la vida como te hace sentir, tanto, que estallas a ratos y a pedazos en silencio. En uno que parece que esté vivo, pero es tan sutil… Que cuando se agranda, peta. Como una granada. Y, luego, la nada. Un vacío extenso por todo mi cuerpo interno. El órgano vital deseoso de florecer, pero se va marchitando, danzando en un vaivén que ya no va ni viene. Y la ciudad, desilusioanda, se rompe. Se destruye para siempre. Desaprende para jamás volver a aprender porque cada dos por tres ahí está: la piedra. El jodido y asqueroso error que, con mucho dolor, ya no tiene cura.
Etiqueta: ansiedad
Ansiedad
Sé lo que se viene, la detecté tres años atrás y, bueno, ahora la llevo dentro y duele. Como cuando te arrancan el aire y te quedas sin respiración no un segundo, sino un minuto. Como cuando te presionan el pecho con preocupaciones sin sentido que van pasando por tu cabeza constantemente. Y donde está tu corazón se empieza a vaciar toda la sangre. Ahí, a pedazos, comienza el hueco. -El vacío-. Ansiedad, bienvenida. Te abro las puertas a mi vida. Te quiero, a ver si así te vas. Y se va, pero poco a poco va aprisionándote los pulmones. Las rosas que salían de ellos ahora son piedras grandes y pesadas. Que pesan, y pesan.
Pensar y sentir. La tristeza llega apoderándose de todo tu ser y, luego, el llanto que es como que quiere salir y no puede. Se queda estancado en la garganta. Y es cuando comienza el caos emocional. Uno que no tiene marcha atrás. Que aunque lo eches, regresa. Porque sí, por amor al arte todo esto te supera. Intentas respirar, -intentas-. No puedes. No, no puedes. Querer quieres. Y tiemblas de temor. Y sigue, sigue, sigue asfixiándote. Sea el tiempo que sea lo estás sintiendo con todo tu ser: alma, mente y cuerpo.
No te mueres porque ya lo estás, y del milagro -susto- sale tu mirada angustiada que se pasea por las calles con la alerta activada. Que ya no vive calmada. Que la sensibilidad arranca y no para, no para.
Todo pasa, sí, y vuelve (a pasar) arrasando.