Etiqueta: amor

  • El antepenúltimo

    Tres escopetazos, cuatro bombazos y otro latigazo. ¿Será el último? Quizás no. Y de un golpe en el corazón me quedo en blanco, pero como ya estoy tan acostumbrada a la miseria, a los huecos y a las nubes estrelladas que se desbocan, me da absolutamente igual y, por eso, ahí levito, rozando las puntas de los malditos recovecos, de mis preciosos precipicios. Estoy así.

  • El café, un corazón y nosotros

    Le he dado un golpe al café, y se derramó. ¿Será la señal del último volantanazo? Voy escopeteada, siendo una lunática quien por cada día transcurrido se enamora de ti. Irme, que te escurras de mis deseos y que el sueño se haga realidad. ¿Besarte? Quizás. ¿Que me beses las entrañas? Ahí hay tantos ojalás, un vaivén detrás de otro: te estoy queriendo. ¿Cuándo te alcance nacerá la muerte y morirá la vida? Deletréame cómo se siente el amor, así, pellizcándome el corazón, quitándome todas las dudas. Sin sentido corro a buscarte, plántate aquí, quiéreme, sí, de ese amor bonito, sano y leal. Aquel en el que se vuela, en el que representa que ambos abrimos las alas y arrasamos sin miedo a la caída, porque nos confesamos que nos amamos. Sin quehaceres ni bucles ni vaivenes, ¿Bailas conmigo esa canción? Esa en la que repiquetea el corazón, en la que desaparece la razón. Estoy aquí, sin ti, y por cada esapcio, un escalón sube mi corazonada anhelando ser amada, y curada. Apreciando cada pedazo de mis recovecos, joder, vaya formas de estar queriéndome. ¿Te unes a mi rareza? Te concedo el honor de verla. Probablemente te asuste a raudales y huyas a pasos agigantados, pero, oye, aún nos falta algo por vivir, algo sin fin, ¿Sabes qué es? Nuestro propio, y tan hermoso, jardín: si lo cuidamos, de él crecerán las flores, brillarán, y seremos eternos en un mundo donde las rosas estarán infinitamente agradecidas, y florecidas, mientras sigamos latiendo al son del enamoramiento.

  • Quiero quedarme

    Me apetece tantísimo describirme otra vez, como aquel día durante el amanecer o el atardecer. El caso es que iba en bragas y con un moño a medio hacer, o por deshacerse. Ahora estoy recostada sobre mi pecho izquierdo, que late y late y no se calla, y quiere gritarse a él mismo que se silencie, si puede o quiere.
    Ahora estoy aquí sentada con una vida aún por esclarecerse, o derrumbarse. Estoy saciada de tantas conjunciones. Es que son como errores ajenos, opuestos al incendio que quiero declarar, que quiero armar. Al final me agarro en aquel hilo invisible y derrapo y me estampo. Sello el dolor con otro lápiz de color.
    Ahora me hundo en este sillón y la hora pide a garabatos ensuciados de segundos y sin pausa que me quede, que levite en un tiempo inmortal. Y sigo, pero el puntero de no sé qué me está arrancando de esta comodidad sin dueño, pues se adueña de mi ser para obligarme a levantarme e irme.
    Ahora quiero dejar de caerme, pero después de tantas carencias, y creaciones editadas miles de veces), solo queda caerse y enorgullecerse de ello. Incluso ensalzarse en mis vidas (tengo varias facetas) y reírme a carcajada limpia, con alma y un instinto animal por querer quererme.

  • Y si…

    Si pudiésemos volar, abrir las alas y en vez de arrasar el suelo ir a ras del cielo con tu forma de quererme. Saltar, alcanzar las estrellas, y quedarnos estrellados, ambos ser un nosotros  muy latente. Mirarte, embobarme en tus ojos. Te diría, si estuviésemos enfrente del mar, te diría «Tienes un mirar precioso. La luna se está enamorando de ti.» Luego pensaría, si te sentases aquí, que está tan solitaria, que somos la misma, compartimos soledad y una luz rara. Quizás, en otro ambiente, rescataría aquel cumplido, te observaría directamente y te lanzaría la declaración definitiva: que estoy enamorada de ti y que lo siento, lo siento tanto, y que te prometo que dejaré de quererte algún día… Justo en ese preciso instante me besarías, yo sonreiría y latiría con la cabeza contenta. Se caería el último pétalo de la rosa ennegrecida, y sanaría.

  • El poema desquiciado

    Por fin digo «por fin» sin decir «por fin». Te parecerá extraño. ¿A mí? Cuéntame los lunares y déjate de cuentos que van sin fin o escasean de lucidez. Me apetece ser la luna, o cualquier estrella que no se estrelle. ¿Ya lo estoy siendo? Enamórate de la felicidad y siempre terminarás en el bucle del sueño que tiene mucha finalidad llena de verdad, una muy pura. ¿Y las historias? Mejor pregúntate si la nuestra es de un nosotros lejano o cercano, de aquí al lado de las praderas, o romerías. O del lado de los colores translúcidos en que abundan los amaneceres grisáceos. Yo me quiero, yo me quiero, yo me quiero… me voy diciendo. Quédate así quieto y no muevas ni un dedo, o muévelos todos. Solo me apetece ensuciarme de palabras inéditas o excluidas o extraídas o extranjeras. Sencillamente me encantaría ser la poesía en persona y, al final, mi cara, y toda yo, somos un poema, aquel de prosa poética: el más breve y, al mismo tiempo, el que narra la nada y es la nada a la vez. La mirada déjala en el pasado, que se estanque.

  • ¿El amor es una necesidad?

    ¿Debería serlo? No, y aún así lo sigue siendo, creyéndonos que necesitamos ser queridos cuando realmente el amor consiste en elegir, en el acto de te quiero amar, e ir haciéndolo en un gerundio sempiterno. A posteriori del enamoramiento, solo queda continuar construyendo algo, el nido común, entre dos y ser uno al unísono. Cómo palpitan los corazones, la manera y sus formas abstractas, pues son otros temas inéditos, o no.

    Cuando el amor se convierte en una necesidad es peligroso porque uno, o los dos, se precipitan al precipicio que solo desciende y parece desconocer la salida. ¿Será que es un continuo vaivén? Sí, yo lo viví, lo sentí, porque necesitaba, y cuando una persona, o alma, necesita, otra corazonada bailaría divertidamente y sin tanta pesadumbre en su mente.

    Nos han educado, probablemente de nosotros a otros o de los otros a los demás, que el amor es algo idílico, que lo encontramos siendo príncipes y princesas, pero resulta que el cuento ha cambiado, al menos, en mí. ¿Para qué quiero uno cuando soy la propia reina de mis desilusiones? Si con unas cuantas tiritas y tirándome de cabeza al océano ya me voy curando, ya estoy sanándome, recreándome en otro vals.

    Tanto desamor propio, dejándonos para el final, siendo el penúltimo hueco, porque el último es el cabo atado, que culminamos en el inicio de volver a intentar querernos. Y, oye, no está mal, pero cansa, agota.

    Hace tantos años que me deshaucié, quiero decir, mi yo-poético huyó, ¿Pero de qué? ¿Del dolor o del miedo al amor? Realmente estoy acojonada y acabo cojeando, ¿Y sabes qué? Mata. Aunque, si me enamoré de ti fue por casualidades del destino, pero si quiero estar contigo es porque te elijo, porque quiero quererte e ir floreciendo a tu lado diariamente. El amor es bonito, dicen, ¿No?


    Pd. A continución ¿Te puedo escribir algo?, que está gratuito, ¿Te unes al caos?

  • Qué hermoso, el quererse

    ¿Sabes qué sabor tiene el amor? Uno agridulce, quizás. En el más allá lo masticarás, incluso lo tragarás. O un balazo chocará contra tu cuerpo invisible e indivisible. Te crearás; serás. Otra forma de palpitar: entre bucles, pues eras tan transparente que, al cabo de diez años contados de pedacitos de arena, sumándose de tres en tres, te ves. Te reflejas en un océano indistinto, pero presente. Estás latente. Después de tantos entonces, te quieres de forma rara, lo eres. Eso de ir y venir y ser y caer y morir son nimiedades y, a pesar de todo, quedas en la nada. En una neblina espesa y tu cerebro es un «tabula rasa» que arrasa. Solo puedes, porque sientes, escribirte, y hay momentos que sin impulso ni lápiz ni papel ni corazón, y con mucha coraza que rebosa tu caparazón. ¿La razón? La dejaste oculta, ¿recuerdas? Sí, me rememoro en otro espejo y con otros reflejos y me percato de algo, de un hecho (o dos): que los días ya están contados y que culmino en la cumbre de mi sencillez, que el atardecer resurge entre mis pliegues risueños y que soy, queriéndome, una nueva mujer ya florecida. Oye, qué bonito se siente.

  • ¿Cómo perder el tiempo?

    Tan sencillo como ir a comerse las bocanadas de aire en el mar, observar el horizonte y creerse que todo está bien. Por un instante, aunque sea efímero, lo es, pues vas creándote en un vaivén sereno y es el más bonito, y sano. Perder el tiempo consiste en perderse a una también, o creer que estás perdiéndote. Solo necesitas abrir los ojos otra vez, agarrar la perdiz, dejarla que vuela más allá del cielo, arrasando las nubes de algodón, y volar, o ir volando.

    Hacía tantos días que me sentía de aquella forma, no sé cuál, simplemente estaba más que era. La verdad es que hay veces que ni te percatas de que estás siendo en un gerundio sempiterno, brillando al lado contrario de las montañas.

    Y, oye, ¿Cómo se siente ir perdiendo tanto el tiempo? Calcúlame los segundos, luego ya hablamos o nos ponemos a contarnos cuentos, de aquellos que están a rebosar de mentiras eternas, pero infinitas. ¿Cuando éramos niños qué? Pues nada, y con todo ello, perdíamos tanto el tiempo, invirtiendo en un nosotros con una amplia sonrisa.

    Pero aquí sigo, perdiéndome en mí: es un acto de valentía muy hermoso, ¿O no? Porque mientras te caes en picado y verticalmente, al cabo de varios daños, te das cuenta de las alarmas, y de tus cuentas pendintes contigo misma. Así que, bueno, no sé qué será ni cómo, solo siento que voy viviendo al son de mi corazón.

    ¿Ahora? Un nuevo punto, y seguido, y a seguir perdiendo el tiempo.

  • La colección

    ¿Qué va a salir de ahí? Una flor bien marchita. Se va colocando en el otro vaivén: el hueco deshauciado. Estamos, ambos, con las nubes grisáceas aún ennegreciéndose más. Duele, mata; la bala arrasa. Déjala bailar(se), déjala que va a volar… decían. Un vacío añadido a mi colección de corazones partidos. No sé, estoy lo siguiente de nublada. Lo siento, ahí, tan adentro, y me desentiendo. Ya lloré… anoche durante la madrugada… Se hizo larga. ¿Y para qué? ¿Por qué todo esto? ¿Hacia dónde voy con ese latir tan intensamente roto? Dímelo tú, por favor, y dame el placer de cerrar la puerta y todas las ventanas cuando te vayas después de matarme el cora’.

  • Acto de florecer

    ¿Sabes qué es la vida? Estar cansada, ir agotada. Dejarse la piel, sacarse la escarcha y que surja la mala racha, que se vaya, pero de marcha. Voy tirada: me quedo en el borde de la costura, y me coso mientras de las costillas se desangran las otras vidas. Ahora tú, mañana me caigo. Derrapo entre distintos bucles ¿Soy el vaivén? Alcanzaré el siguiente tren que al llegar hacía ya muchas décadas que se fugó. ¿Huyó o oyó? ¿El qué? La cáscara del huevo del pájaro que cantaba el bucle agudo, inaudito, tosía a lágrima muerta. Llovía en mi cabeza, la pieza rota y hueca al final terminó, porque dejó de quererse con tanto impulso, y ansias, que se provocó el propio acto de florecer y caer y caer y caer. Derrapar, y caer, esta vez, del maldito revés.

  • ¿En qué consiste quererse?

    En caerse continuamente sin querer, en tirarse por el precipicio de tu corazón y estallar, o estrellarse, en la penúltima coma del párrafo.

    Quererse, o deshabituarse para regresar con un impulso desde el revés, es eso. Tiempo atrás, por no decir años, estuve estancada, atragantándome siempre en el final que fue otro inicio, porque hay veces, y ya.

    Entonces, un momento en cualquier día esporádico de tu vida, la cabeza, la tuya, hace un click y no una sola vez, sino varias hasta que el click estalla de una forma abstractamente tan fuerte, tan arraigada y al mismo tiempo alejada de ti, que sellas el punto final de tu etapa pasada.

    Estás en otro quehacer, en un nuevo tiempo inédito.

    Y en esto, justamente, consiste quererse: en dejar de quererse. Hemos creído, o nos han hecho creer, que quererse es querer quererse, y no. ¿Cuántos intentos hice por querer quererme y al final culminé desocupándome (de mí)? Necesitas clicks en tu vida, que tu mente haga un tabula rasa, arrase y se reinicie.

    Sé que es complicado, que cuesta arriba, pero cree en ti. Y créetelo mirando hacia atrás para aprender cómo eras y cómo quieres seguir siendo o querrías llegar a ser. Consiste en dejar, mejorar o iniciar.

    Por ejemplo, gracias a la escritura, hubo un texto que decidí leerlo, después de haberlo escrito hacía meses. No fue el hecho de leerlo sino de analizarlo y, por consiguiente, verme a mí en un pasado. Y, oye, se sentía mal, fatal, pero el acto de haberme descrito y poder haberme comprendido en mi yo-poético antiguo hizo un minúsculo click aquí, en mi corazón: estaba empatizando con la Anna del ayer.

    Cuando me miré en el espejo dejé de ver reflejos y empecé a verme a mí y, aunque tenía aún muchos clarobscuros, pude alimentarme de una sensación tan simple que me inicié en la honestidad conmigo.

    Paulatinamente, a ras del reloj, dejé hundirme en mis propios textos: estaba comprendiéndome. Estaba entendiendo a un yo que jamás se puso a leerse entre líneas. Se sintió bien, por eso, a día de hoy, sigo haciéndolo…

    Me raspo las rodillas, me rasgo las costillas, ahondo en mis líneas descosidas y las deshilacho aún más, porque a garabatos y con saltos directos al vacío, regreso todavía siendo otra. Me encanta.

  • A pesar de todo, el amor…

    A pesar de todo, el amor, ¿Qué es? ¿Se comerá a bocanadas de aire? La nada… ¿Se construye con un cúmulo de vacíos inéditos? ¿Se envía a través de aviones de papel? ¿Viaja y desemboca tirándose de cabeza al océano? El mar, de dudas, se lo comerá con sus sombras oscurecidas, de un tono de azul arrugado. Después de la pregunta, aparecen -a borbotones y de forma dispersa e impar- las demás, que son eso: las restantes, las que sobran pero aguantan. Se sostienen en aquel agujero que hace equilibrismo con otros huecos. Se mantienen entre ambas cuerdas. A posteriori van viniendo las verdades, que brotan a escopetazos. Los balazos han dado en los dos clavos exactos. Y no, no se saca uno con el otro, pues se ha clavado tan adentro que muerdo el hierro y me convierto en polvo. Tiempo atrás estallé y vovleré a explotar. Soy una chispa que con colocarse cerca del fuego se incendia la hoguera. Aunque siempre fría por fuera. Los astros, si escribo de ella, la estrella más bella; ha muerto unas siete o trece o veinticinco veces. Dará lo mismo. Y punto final. Casi.

  • Otra forma de suicidio

    Querido diario, me estoy perdiendo de una forma tan descomunal, tan extraña, que muero una y otra y otra vez. No puedo más. Estoy agotada. Cansada de vivir y de la vida y de todo lo que rodea a esta. Y me quiero suicidar o, escribiéndolo de manera más sutil, quiero desaparecer. ¿Irme? ¿Pero a dónde? ¿Esa sería la solución a todos mis problemas?

    Siempre, la mayoría de gente, que son chusma, porque la sociedad se los ha comido, para luego vomitarlos ya transformados en aquello inútil, superficial, dicen, dicen quiérete. Y yo les respondo con otra asquerosa cuestión: ¿Cómo?

    Explicádmelo de una jodida vez. Estoy hartada, saciada de tanta soledad que solo quiero partirme, o dividirme, el corazón. Provocar su estallido así, de repente, y ya.

    Perdóname, sí, por ser tan directa, tan precisa, tan concisa. Y poco perspicaz. Ya que estamos: gracias. No sé, yo te lo suelto y ya si eso, ¿No?

    Debería hacer… tengo tantas cosas pendientes, entre ellas ir queriéndome que solo sé romperme mientras voy descendiendo por las calles. ¿Me explico? Mientras mis pedazos de mi jodidísimo vacío, cada vez más pequeños, más diminutos, van chocando entre ellos y, luego, luego se mueren más. Se agujerean aún más, si cabe posibilidad alguna.

    Quiero paz y amor y salud. ¿Eso existe? ¿Esas tres sustancias abstractas pueden existir al unísono? Ni puta idea, tampoco tengo ganas, pero estoy hasta el coño. Sí. Así que, bueno, ahí sigo, levitando entre la cuerda que se tensa y, yo, que me aflojo a lágrima viva, y seca, muy seca.

    Si no entiendes por dónde voy, simplemente quédate ahí, conmigo, en el suelo. Siéntate a mi lado mientras me ves caer, y léeme. O, bueno, enciéndete un cigarrillo. No, no lo quiero, fúmatelo tú, porque yo ya me fumé mi jodida vida tiempo atrás y por eso me he convertido en un agujero de donde cuelgan otros vacíos tan huecos. ¿Sabes? Necesito a alguien, o algo, si existiese, que me escuchase, y ya, aún sin comprenderme. Que me mirase a los ojos, ¿Los ves? Llenos de destellos sin esperanza, se van deshaciendo… se marchan, machacados por todo el peso que todavía siento dentro. Ya marchitada, solo queda florecer, ser. Pero, ¿Para qué? Para descender otra vez, y otra y otra y otra. Joder, que la marea me marea. Soy yo la ola colérica, por eso ese vaivén en constante movimiento circular, en un bucle que solo hace que derribar toda la miseria interna. De espejo a reflejo, me dejo la cadencia en otro charco, que se ennegrece. Ahora, me transformo en la nube grisácea, y créeme, es una explosión que detesto.

  • Oye,

    bésame las entrañas que no están húmedas, pero conquístalas con besos enternecidos: quieren amor. Las ojeras, los latidos y cada una de mis sonrisas bailan al son del corazón: se están queriendo para amarse. Me voy a quedar sin latidos de tanto ir armándose. Qué vaivén más sencillo, solo consistía en dejarse ir de forma vertical, que para caer de cabeza al suelo están los sueños rotos. Cómete el miedo, tiene un sabor espeso, está bueno. Al final resultó que eran bocanadas, ¿Sabes de qué? De aire y, léeme, huelen a colores. Ahora soy inmensa: caparazón, razón y el reflejo del espejo somos infinitos. Sencillamente, una (sombra). La escopeta es innecesaria, las balas tampoco las quiero. Con la libreta llena de garabatos, una vida con encanto, las nubes estallando… ¿Para qué quiero siete vidas como la de los gatos? Si ya siento, si ya estoy viviendo intensamente: en una he metido las ocho, incluyendo la muerte. Justo, en el otro momento, el del lado izquierdo ¿O era el derecho? Se me metió adentro una pestaña, spoiler: es la de la suerte. Posdata: me quiero con intención.

  • ¡Hey!

    ¿Ya conoces mis libros autopublicados? Si te interesa, ¡sigue leyendo!

    Mañana Aurora estará gratuito… ¿Te unes a la locura?

    Y a continuación mis otros dos libros: el poemario ¿Te puedo escribir algo? y Descendent, una novela paranormal.

    Pd. Gracias por leerme, ¿Te animas a que yo te lea? Déjame en comentarios tus obras literarias, ¿Te unes al caos?

  • Floreciéndonos

    Me apetece escribir, pero no tengo el cómo y, para el colmo no lo logro alcanzar. Vaya desazón. Voy desganada. Sin actitud ni virtud, En contra de mi misma tiro, y la cuerda se afloja. Estoy colgando de un limbo. Me morí el otro día. Vaya cosas, ¿No? Es, supongo, irse para luego estrellarse y que estas salten para que terminen ahogándose en el triste mar de dudas. Se transformaron, evolucionando, cayéndose, yéndose, quejándose; un largo etcétera. ¿Nos vamos? Sí, yo qué sé, a dejarnos latir, a que nuestros seres vibren, y brillen lo suficiente para quedarse aquí a quererse. Voy ajetreada, como siempre, pero ya estoy agotada. Aun así, hay alguna novedad que se estanca en mi garganta. Hasta que no se tosa -me dio por la impersonalidad-, quiero decir, cuando aparezca el momento pues ya se ahorcará. Hablo del sueño, aquel lunático, muy empobrecido. Está quieto, deformado e inerte. Lo de intacto, ya si eso luego lo definimos. Oye, quiéreme. Me estoy desangrando por un agujerito. Quedo a la espera de tu voluntad por ir queriéndote sin desgarrarte a pedazos. De culetazos, y balazos, y así consecutivamente. Arréglame la artillería que pesa mucho, a toneladas. Porque se me fueron más allá del cielo, en el infierno, cada una de las lágrimas. ¿Viste mis ojeras? Mis ojos se deshicieron hace tiempo. Espera, que me vuelco en el pie derecho y recorro la carretera aunque esté rota o desigual. ¿Te apuntas? Te agrego a la lista de arrancarse los pétalos marchitos, que sino nos floreceremos.

  • El texto ya no es raro

    Hay instantes que pierdo los días y me pierdo aún más y pierdo la cuenta y la cabeza, y también el tiempo. Me descuento de más. Paseo desorientándome, porque los pies los coloco mal, quiero decir, uno delante del otro y entonces me tropiezo. Son tropiezos, para otros, y ya, pero para mí es un aprendizaje hacia abajo, del revés. O algo así. Me cuestiono, o dejo de preguntarme. Luego vivo. Alcanzo, llego al logro y sigo. Porque todo consiste en eso, en ir y venir e ir y seguir. Continuar tu propio rumbo hacia el pedestal y al subirte en él, que se rompa debajo de tus pies para acabar en tus propios pies, en el mismo suelo donde comenzaste a subir y a subir escalones y a subir y a subir y a seguir subiendo. Estoy aquí, escribiéndome. No sé, no lo sé. No sé si es algo placentero o algo triste o algo bonito. Quizás algo raro, fuera de mi ser interno porque, porque, porque, yo siento que me estoy queriendo.

  • O el desamor

    ¿Alguien me explica qué es el amor?

  • Hay días

    Hay días que una se siente rota y cansada. 

    Hay días que una quiere ser arropada.

    Hay días que simplemente queremos que se nos escuche. 

    Hay días grises,

    hay días ennegrecidos.

    Y hay días aún por pintar,

    aférrate a esos,

    como un primer aliento para empezar,

    otra vez,

    queriendo, así, con impulso.

  • Eso que siento es ilusión

    Ahora, estoy en una incógnita, y dentro de un cielo estrellado, y yo, emocionada por algo que aún no sé qué.

  • La sonrisa irónica

    La sonrisa se tira por el precipicio y ahí levita, allá ríe a carcajada limpia, ensanchada de una brevedad inédita, y escandalosa. Solo queda la rosa, escueta y sola y llena de soledad. Repiquetea, tanto, entre sus pétalos ya muertos. Hablando de tan pequeñas heridas no queda otra, no… Los pliegues están demasiado afilados, su abstractez deslumbra mientras van cortándose, arriesgándose.

    ¿Qué es el amor ajeno? ¿En qué consiste? ¿De qué va? De cólera, o colorado, vuelta al inicio. Se han descosido los hilos, desgarrados los dolores. Cómete la tristeza, me suelta el bombazo la alegría. Vaya ironía más rara.

    Cuestionándome, sentándome, y asentando el corazón que ya se esfumó de mi ser me vuelco en mí hasta dejar de latir. Voy sufriendo porque ya no existe otro fin; intento dentro del acto de intentarlo… y termino derrapando, surfeándome entre los huecos de mi queridísima rotura al borde de la dulzura amargamente descosida. Estoy ida: quiéreme, pues ya ni sé.

  • Días muertos, o vivos

    Días sin escribirme, recreándome en otro tipo de placer angustiado. Aquel vaivén: ir, venir, ir yéndome; ya me fui. Soy, ahora, una rosa. Ni marchita ni florecida. Solo creciendo mientras se ensancha, así, impersonalmente sin mente, siendo alguna demente. Estoy agotada de describir(me) siempre sobre la misma, y mísera, mentira, que ya ni se la cree la vecina. Al final, sin querer, soy yo o la del espejo, translúcido reflejo. ¿U ópaco? Lo que acaba, culmina y termina siendo algo indescriptible. Después de tantos segundos, regresé para ir perdiéndome, ahuecándome en otro tiro y afloja porque ¿Queda de algún intento más? Estallar del revés. ¿Ves? Hablo de los pedazos, de los cristales vacíos de lucidez. Voy tarde, como siempre. Cuando puedo, y porque quiero, todavía sigo aquí, en el querer -fallido- de alcanzar el tren. ¿O era que debía dejarlo fluir? Quizás así me iría mejor? ¿Porque en vez de derrapar por el infierno estaría desencajándome por los cielos, desubicándome? ¿Acaso serán los recovecos internos? Yo digo que sí.

  • (Des)dibujándome

    Estuve tantos minutos -míseros- sin prestarme, sin echarme atención que culminé en la creación sin canción. Entonces, recreo, rememoro. Punto y final con final. He sentido que te he querido tanto que me merezco un tipo de amor distinto. Ya no quiero ni tus caricias, ni tus palabras ni tampoco tus mentiras endulzadas de sobredosis aromática, y romántica. Me quisiste tan raramente, una dulzura fría, congelada. Porque creí que estabas llevándome a casa, y se ve, deduzco porque sí, porque he visto en mí, que jamás seremos hogar. El atardecer más caluroso, y hermoso, siempre comenzará aquí, en mi latir. Inicialmente respiro. Salgo a la superficie: ya dejé de ser la brubuja que flota como puede, como surja, y sobrevive porque ya no se sabe derretir en el otro lado de la ceniza en ruinas. Estallé. Ahora estoy fusionada, quiero decir, realidad y verdad dejaron de mirarse en el espejo vacilándose, pues no son reflejos sino destellos, son sinceros chispazos de un brillo racional, y descomunal. Lo denominado como que me convertí, al fin, en algo brutal. Estoy animalizada. A cachos -charcos metalizados- de hipérboles regreso en mi ser y, en vez de caer, camino sabiendo seducirme comprendiendo los pasos que voy haciendo. Y, y, me quiero. Sí, lo estoy sintiendo, ese acto tan hermosamente personificado en la flor de la pupila, de mi vida.

  • Muriéndome mientras te quiero

    Otra forma de morir, o de sanar. Con la bestia dentro, el monstruo se tranquiliza. Tu corazón brilla al son de aquella ola colérica, con furia. Mucha. Y la llama, que estalla, que aún estalla. Dime, solo respóndeme la pregunta:

    ¿Me estás queriendo al mismo tiempo que late el viento? 

    Porque yo sí, yo lo siento, aquí, en mi pecho. Y voy muriendo.

  • ¿Hacia dónde latimos?

    ¿Hacia dónde latimos? O mejor escrito: ¿Desde dónde latimos? Me voy pegando tres o siete o diez tiros y, tanto, que llego tarde a mis otros seres latentes. Los vaivenes, ¿Qué son? ¿Qué son? ¿Quehaceres o…? Me quiero perder en abundancia que culmino en la escasez y con una breve lucidez. Deslumbra que estalla, y ya. Los árboles están tan llenos agudos estos días primaverales, y en mi corazón bailan las mariposas, que sus tallos y ramas y hojas -inéditas- se resquebrajan. Es invierno aún, parece otra forma de infierno. Estamos -mi sombra y mi pensar- al costado de un parque deforme. La puerta se ha (en)cerrado en su propio ser. Se acabaron los cuentos de hadas, los fuegos artificiales y, con ello, las navidades. Todas. Solo queda la soledad, hacerse amiga, de ella. ¿Entiendes? Enciéndeme esta, y las siguientes porque se me apagan las velas, se me apagan, se me apagan… y todavía se arrastran. Van muertas, aguantándose las ganas (de seguir brillando). Y cuando comiencen a llorar, a sanar la jodida ceniza, ¿Te acuerdas? A posteriori, habitará aquí. La bruma en la que me he convertido. Así voy: meditando, entrando y saliendo. Soy la personificación del humo: me corro, o corro, a trompicones, que se me atragantan entre el pasado y el futuro. Quiero ser presente, pero sin querer, y queriéndome, soy la herida abriéndose, destruyéndose porque sí porque ya no sabe cómo ni hacia dónde latir.

  • ¿Para qué existimos? ¿Con qué finalidad?

    Existimos y ya, ¿No? Así, latiendo de forma inerte en un vaivén de quehaceres que se quedan en ir diciendo y no haciendo. Voy recorriendo los amaneceres, recubriéndome de las nubes de algodón. Me corto aún más las cicatrices, profundizando en un verso interminable, o fugaz. Me regocijo, dirán. ¿Quiénes? Las voces de mi cabeza del pasado, aquel tan puntiagudo.

    El otro día paseé entre esos pliegues donde sangran mis recovecos -los muertos-. Entonces fui cuestionándome, allá, en un plural imperfecto, ¿O plusquamperfecto? Espera, me pierdo. Me ensanché de una tristeza alcanzable, demasiado palpable. Sonreí, ¿O se rio de mí ella? Se sació, tal vez, de mi monstruo inédito. O de mi manuscrito ya ido y hueco y dividido. ¿Partido o marchito? Ambos al unísono sordo.

    ¿Y latimos? Quiero decir, ¿Volamos por algo? ¿Volamos hacia alguien? Deberíamos, si pudiésemos, volar desde dentro hasta nuestro ser que bombardea, que estalla, para culminar en la explosión contínua de flores abriéndose, dejándose brillar. Siendo más que existiendo. Anque, si estás, pasa por tus propios intríngulis y quédate un tiempo inexistente. Quédate dejándote caer porque el acto de crecer tiene formas y facetas tan abstractas de florecer… Ve sintiéndote, existe como sepas, ya te convertirás en mariposa luego. Ahora, en estos días sempiternos, fluye, arrastrate como un gusano. O dos o tres. Total, ya has muerto como dos veces, no te va de matarte una tercera, ¿O sí?

  • ¿Buena vida? Perdida

    ¡Hola! Últimamente voy cansada, agotada, y cuesta arriba absolutamente todo y, aunque haya veces que intento cambiar el chip, este me gira a mí.

    Justamente esta mañana me pregunté dos cosas existenciales:

    ¿Qué soy? ¿Hacia dónde voy?

    ¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Hacia dónde vas? Y, ¿para qué?

    Bueno, entiendo que hay muchos días, indefinidos y que son etapas, en que vamos con las dudas en la punta de la lengua y se caen por el precipicio del vicio por intentar querer y querernos, ¿No? Durante este proceso es muy importante apreciarse, o dejarse ser.

    Solo me voy pasando por aquí para recordarte que puedes conseguirlo todo si te lo propones, si le echas ganas y si cambias las alas. Alzarse al vuelo, quizás, no será un arrasar el suelo sin quererlo, o queriéndote.

  • Soy el amanecer

    Pero he saltado

    del vacío,

    de aquel hueco,

    ¿Sabes?

    Y me estoy convirtiendo

    en el acto de florecer,

    el mío,

    para ser luz,

    mariposa,

    estrella

    -bella-

    y luna.

    He saltado

    y, 

    he aterrizado

    sin necesidad de derrapar

    ni de cruzarme con el infierno

    ni chocarme con el suelo.

    Porque ha estallado una paz interna inmensa.

    Ahora,

    justo ahora,

    soy el amanecer

    que siempre quise ser.

  • ¿Alguien me va a querer bien?

    -¿Dónde está el amor? -Le soplé al reflejo del espejo, de golpe y porrazo.
    -Se perdió… -Me respondió, acongojado.
    -Pero, ¿Para siempre? -Le cuestioné, indecisa.
    -¿Y qué significa el «para siempre»? -Me preguntó. Un martillo repiqueteaba en mi cabeza.
    -A veces los «para siempre» duelen tanto que permanecen, sin querer, en nosotros mismos evitando que sanemos. Y, yo, yo, ya estoy agotada, tanto, que solo quiero pegarme tres tiros. Sí, para rematar bien a mi muerte. ¿Será esa soledad que me carcome por dentro? -Argumenté.
    -Entiendo… -Me miró con anhelo, uno con la necesidad inalcanzable.
    -No, joder, ya no entiendes nada, no, porque encendiste mi llama para luego ir transformándola en ceniza. -Sopló el viento y ahora… -Casi ahogué un grito, inédito, e insonoro.
    -¿Ahora qué? -Me escupió el corazón.
    -Ahora queda la nada. -Interrumpió esa sensación, abriéndome la ventana.

    El aire otoñal entró petrificándome con su astucia. Me sentí tan gélida y débil y rota y sola, y hueca… que regresé a la realidad, a otra, para iniciarme en el acto que tanto estaba esperando: que alguien me quisiese bien. Pero, ¿Qué es «que alguien te quiera bien»? ¿Qué es el amor? Y, joder, ¿Y cómo se siente?

  • Las canciones de amor

    Que solo pienso en ti,

    que ojalá pienses en mí.

    Que me puse a escribir,

    solo apareces tú

    en mi mente.

    Las canciones de amor

    van teniendo sentido,

    uno infinito.

    Yo qué sé.

  • ¿Qué será de nosotros?

    Y me he puesto a escribir

    y sales tú en mí,

    de serlo todo a

    la nada.